⠀⠀𝟏𝟒. ❝ Cuando estes mirando a esos extraños. ❞

« 𝗖𝘂𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗲𝘀𝘁𝗲𝘀 𝗺𝗶𝗿𝗮𝗻𝗱𝗼 𝗮 𝗲𝘀𝗼𝘀 𝗲𝘅𝘁𝗿𝗮𝗻̃𝗼𝘀, 𝗹𝗲 𝗽𝗶𝗱𝗼 𝗮 𝗗𝗶𝗼𝘀 𝗾𝘂𝗲 𝘃𝗲𝗮𝘀 𝗺𝗶 𝗿𝗼𝘀𝘁𝗿𝗼. »

La había golpeado. ¡Realmente golpeó a Lisa!

Jennie respiraba aterrada, sus pies resonaban en los pasillos vacíos del palacio al igual que sus jadeos y quejidos. Corría y corría con fuerza, sus manos manchadas con la sangre de la mismísima reina sostenían su vientre con firmeza y ensuciaban su bata de seda blanca. El rojo carmín resaltando en la pureza del blanco. Las lágrimas atoradas en las esquinas de sus ojos y la desesperación envolviendo a su corazón en frías cadenas, estrujándola.

Lisa estaba furiosa. Salió de su habitación y la desobedeció de la peor manera.

Y aunque sus sentidos le gritaban que volviera, que estaba mal huir, que no debía lastimar a su Alfa. Que pidiera perdón de mil formas y en todos los idiomas; ella no lo hizo. Siguió corriendo, doblando pasillo tras pasillo, jadeando al chocar con las paredes con brusquedad y agarrando más y más velocidad.

Corriendo tras su libertad, y la de su pequeño cachorro.

No podía dejar que Lisa la agarrara. Mucho menos algún guardia. Sabía que a esta altura ya toda la servidumbre estaba al tanto de la situación y que la fiesta en la primera planta debió de haberse interrumpido, y que pronto los pasillos vacíos estarían infestados de personas buscándola para llevarlo con la reina.

La cocina. Tenía que llegar a la cocina antes de que eso pasara. Nayeon lo esperaba ahí. Sólo eso podía hacer, ya que el plan con TaeHyung se había interrumpido sólo podía apegarse a lo inicial y contar con la cabeza de su cachorra para idear un nuevo plan juntos.

Sólo esperaba que todo saliera bien.

En un punto en que los muslos le ardían y sus pulmones agonizaban por oxígeno, dio vuelta en uno de los infinitos pasillos, a tan sólo unos metros de la cocina, y su agitada figura se estrelló contra otra más pequeña pero igual de tensa y apurada. La olió de inmediato; Nayeon.

Ella le analizó de pies a cabeza en un rápido vistazo, y sus ojos se abrieron con terror al ver la sangre brillante y el rostro pálido y ojeroso de la Omega.

¡Jennie! ¡Oh, Luna! D-Dime que estás bien, ¿¡de dónde salió toda esa sang- !?

—No es mía —la calló con un jadeo adolorido, en medio de una bocanada de aire. Nayeon le sostuvo los codos entre sus temblorosas palmas, sus dedos aferrándose a la delgada bata de seda—. Estoy bien, sólo me golpeó en la nariz. El resto de la sangre no es mía.

Nayeon asintió, sorprendida. ¿Era sangre de la Reina Lisa? Parpadeó repetidas veces, concentrándose. Eso no importaba, tenían que salir de ahí. Tragó la saliva acumulada en su boca con dificultad y ladeó la cabeza, vigilando el pasillo y las múltiples esquinas alumbradas por antorchas flamantes; sin rastros de sombras que no fueran las de ellos.

—Hace... hace frío, no puedes salir así. E-El cachorro... —Abrumada, agitó la cabeza. Sabía, y podía ver, que Jennie estaba en un limbo de adrenalina y temor. Ella los guiaría—. Todo el palacio lo sabe. Sé que nos encontraríamos en la cocina, pero es un caos allí dentro. Por eso salí a buscarte. Ahora... ahora debemos buscar a TaeHyung afuera. Seguir con la otra parte del plan, ¿me oye con claridad, mi reina?

Afuera. Realmente estaba a punto de escaparse.

Nayeon la sacudió un poco, exasperada.

—¡Jennie! Tenemos que irnos. Aprovechar el disturbio antes de que se organicen para encontrarte —Ella fruncía el ceño, sus ojos brillantes en nervios y determinación. Un contraste peculiar que logró conectar a Jennie con el aquí y el ahora.

La Omega asintió, tratando con las pocas fuerzas que le quedaban de olvidar el dolor en su vientre por el miedo del momento, por los nervios de la pelea anterior, lo tenso de su loba en su interior y la desesperación natural que le causaba el lazo. Que aunque estuviera cerrado, el estar en una situación de peligro le hacía, inconscientemente, necesitar y llamar a su Alfa.

Jennie luchaba consigo misma, y con el mundo entero -su mundo- a la vez.

De todas formas, y con un último aliento de esperanza, Jennie logró centrar sus ojos cristalizados en el pasillo tenuamente alumbrado y tomar la mano de Nayeon. Ambas se echaron a correr por el lado contrario de la cocina, cruzando el palacio sigilosamente hacia los jardines laterales. Aprovechando que las tropas de la Reina se acumulaban en el gran salón y el resto de los guardias estaban ocupados sellando puertas y ventanas, echando y agrupando a los invitados del gran baile, y revisando las plantas superiores del palacio.

Todo era un caos. Por todos lados. Asfixiaba.

Parecía irreal. Jennie llevaba años sin andar por el resto del palacio. A medida que corría, la herida en su tabique sangraba cada vez más y le mareaba, pero aquello no le impedía escuchar las risas de cachorros retumbar en las paredes, sus recuerdos lejanos de infancia acechándola. Nayeon la llevaba de la mano, ella sólo seguía sus pasos con torpeza y trataba de no chocar contra las paredes, su mano libre acunando fielmente su vientre un poco abultado.

•••

¡Lili! ¡Atrápame, atrápame!

Éramos felices simplemente correteándonos por allí. Tú me perseguías sin correr realmente, me dejabas huir de ti y te dejabas atrapar por mí. Sólo para que no me aburriera de perder tan seguido.

¿Qué cambió exactamente?

Ya no llores, deja de esconderte ahí. La institutriz no quiso decirlo así, no le hagas caso... serás la mejor reina de todas, Nini.

Siempre te resultó sencillo. Podías calmarme con una simple sonrisa, un arrullo, un susurro, un siseo.

En algún punto, preferiste ser mi temor y dejaste de ser mi paz.

¡Lisa! ¿Qué haces escondida, leyendo ahí? Tenemos la ceremonia de práctica, todos te buscamos por todos lados, Alfa.

Sabía que me encontrarías. Tan sólo... esperaba a que lo hicieras.

Éramos un equipo. Fuimos deslumbrantes.

¿Por qué nos forzaste a cambiar? ¿Por qué dejé que cambiáramos?

Gracias a ti aprendí que no importa cuánto intentes que un barco avance, cuando el viento está en tu contra simplemente irá hacia el lado contrario. Hay cosas que son imposibles de manejar, de contener, de cambiar...

Hay cosas que están destinadas a ser.

Tenemos un palacio hermoso.

Y haremos que esté en un reino hermoso. Te lo prometo, mi reina.

Promesas.

Eso es todo lo que fuimos. Una promesa, ingenua e inocente. Anhelante y frágil, espontánea y producto del sentimiento más mentiroso de todos; el amor.

Que la diosa Luna me perdone por confundir nuestra quietud con paz. Tu satisfacción con amor. Y mi amor con debilidad.

••

Frenaron bruscamente. Jennie salió de la tormenta de sus pensamientos ante el breve impacto, escuchando los gruñidos de Nayeon y notando los suyos propios, intimidantes ante el grupo de guardias armados que los interceptaron justo frente a la puerta que daba a la habitación que significaba su escape; la bodega. Misma que contaba con un enorme ventanal que tocaba el césped de afuera, la ruta que les llevaría al exterior, y al muro que debían escalar, lugar donde BaeYun debía esperarlos.

Por un instante, sólo fueron respiraciones agitadas y miradas tensas intercambiadas.

Luego ese instante terminó.

Uno de los seis guardias alzó su espada contra Nayeon, quien protegía el cuerpo de la reina.

Antes de que cualquiera pudiera reaccionar, otra espada se alzó sorprendentemente en contra de la anterior. Uno de los Alfas obligó a retroceder al guardia que pretendía atacar a las Omegas, y caminó hasta posarse en frente de ambos. A él le siguieron otros dos, quedando tres contra tres.

Jennie les miró incrédula. ¿La estaban protegiendo? Sintió a Nayeon apretar el agarre en sus manos, igual de confundida.

—¿Qué demonios están haciendo ustedes tres? —Gruñó el primer guardia, levantando su espada del piso—. Las órdenes de la Reina Manoban fueron-

El rubio, quien defendía a la pareja de omegas parado justo en frente de Jennie, gruñó de vuelta.

—Las órdenes fueron dadas, lo sabemos. Sin embargo —Volteó su rostro por encima del hombro, compartiendo una corta pero significante mirada con los ojos temblorosos de Jennie—, nuestra lealtad siempre ha estado con la reina de Évrea.

—¡Traidores!

Pronto, las espadas chocaron entre sí y los insultos y la sangre salpicaban junto al sudor. Jennie se apegó a la pared a sus espaldas, y Nayeon retrocedió junto a ella. Entre la pelea, el rubio les gritó, justo antes de que una espada atravesara su pecho:

—¡TaeHyung los espera en el muro, salgan por la capilla! ¡La bodega está siendo rodeada por fuera! ¡Apresúrense!

Nayeon reaccionó primero, sin pensar en nada más que huir de allí. Escucharon los pasos de más guardias venir en fila, las sombras proyectándose a lo lejos gracias a las antorchas. Tiró de la mano de Jennie y volvieron a correr entre los pasillos.

—¡Es-Está muerto! —Jennie sollozó, tropezándose con sus propios pies a la vez que hiperventilaba.

Con dificultad y entre quejidos Nayeon logró sostenerla de nuevo, y reforzó el agarre en sus manos, entrelazando sus dedos. Ambas sucias con la sangre que pintaba el cuerpo de Jennie, líquida y húmeda otra vez debido al sudor que les recorría.

—Lo sé, l-lo sé. Pero debemos llegar a la capilla lo antes posible, ¡ya nos están rodeando! —Jadeó, buscando los ojos ajenos con desesperación—. ¡Por favor, reacciona! ¡Te pido que luches un poco más, por ti y por tu bebé! ¡No pueden atraparte! ¿¡Me escuchas!? ¡No pueden!

Mediante otro desgarrador sollozo, Jennie volvió a ser tironeada y sus piernas se movieron por sí solas, siguiendo la carrera por el palacio contra el tiempo. Huyendo de la muerte y la agonía, del encierro y la injusticia.

Su bebé. Por su bebé. Debía luchar.

Limpió su nariz chorreante con la piel de su muñeca, y siguió el ritmo de la menor. Veían sombras de guardias en fila marchar por el palacio, buscándoles. Esquivaron a muchos y corrieron de muchos más, escondiéndose como podían.

Sin embargo, la libertad tiene un precio. Aquellos que viven bajo el capricho de un corazón terrorista sabrán que ese precio nunca es justo.

—¡Ahí están! ¡Avísale a la Reina, los tenemos! ¡Rodéenlas!

Atrapadas. Justo en frente de las puertas de roble talladas a mano que daban camino a la hermosa capilla del palacio.

Y no supo por qué exactamente, pero Jennie creyó escuchar llorar a la figura de piedra de la Diosa Luna sobre el altar de allí dentro.

Nayeon contuvo una maldición en medio de un sollozo, volteándose a mirar con desesperación a Jennie, quien sólo podía abrazar su vientre con la mirada perdida y los dedos tiritando.

¿Por qué no podía simplemente dejarla en paz? Iba a atraparla otra vez...

—Jennie.

No podía volver a los brazos de Lisa. No podía.

—Jennie, mírame.

Los dedos ensangrentados de Nayeon mancharon sus mejillas cuando ella le sostuvo el rostro, finalmente rompiendo el agarre en sus manos.

Jennie la vio directo a los ojos, y no le gustó para nada leerlos.

—Escúchame, vas a salir de aquí. Y vas a ser muy feliz, ¿sí? —Su voz salió ahogada, el gran nudo en su garganta proyectando el de su corazón.

—Nayeon, no —Jennie negó de inmediato, pero fue interrumpido por la tierna sonrisa que le dedicó la menor.

—Gracias. Por todo, gracias.

—N-nayeon... cachorra, no te atrevas a-..

—Serás una mamá excelente. Lo fuiste para mí.

—Cállate. Haz silencio. En-Encontraremos otra forma de...

—No, mi reina —Y no pudo evitar repetir en su mente lo que leyó en sus bonitos y enormes ojos chorreantes de amor. "Adiós"—. Esta es tu tormenta eléctrica. Es mi turno de protegerte de los rayos y truenos.

Jennie se deshizo en lágrimas, apretando las delicadas y frías manos que acariciaban su rostro.

—No me hagas esto, p-por favor..

Te amo, mi reina corazón de miel... y fue un honor serte leal —Ella le soltó, y aunque Jennie trató de acercarse Nayeon le rechazó, retrocediendo mientras susurraba entre lágrimas—. Gracias.. gracias, de verdad... Y por favor, sé muy feliz.

La vio correr hasta darse a ver en el pasillo, un guardia gritó a lo lejos "¡Ahí están, los veo!" y Nayeon secó con brusquedad sus mejillas húmedas, gritando un falso "¡Corra, mi reina! ¡Por aquí!" mientras sus pasos apresurados resonaban más allá. Muchos Alfas armados la siguieron, pasando por el lado de Jennie, quien estaba acurrucada en la misma esquina donde perdió a su dulce cachorra.

Nadie le vio, más preocupados de seguir a la omega con quien juraban que iba la reina. Las lágrimas de Jennie rebotaron en el piso, haciendo un charco bajo sus pies desnudos.

Quiso gritar, pero su loba le gruñó fuerte y claro. Debía pararse y continuar por la capilla. Salir de allí. Que el sacrificio de Nayeon no fuera en vano.

Casi obligada por su parte animal, Jennie sollozó, destrozada, al ponerse de pie y tambalearse un poco antes de finalmente entrar a la silenciosa y oscura capilla.

Sus pies dejaron manchas de tierra y sangre en la alfombra de seda que formaba un pasillo en medio de sillas puestas en filas, todas mirando y rindiendo tributo al enorme altar de la Diosa Luna que brillaba por las velas encendidas allí.

Jennie la miró con lágrimas en su cansado y triste rostro. Su corazón dolía. Los ojos vacíos de la estatua parecían sonreírle con tristeza, y la luna resplandecía en su perfil, su luz entrando por la ventana que él debía usar para salir.

Una salida. Finalmente.

Sus uñas cortas rasparon la madera pintada de blanco al abrir la ventana, tirando del marco hacia arriba. La costosa y sucia seda se le enredó en un clavo cercano, pero no le importó en lo absoluto tirar de ella hasta que se rasgó y le dejó libre, permitiendo que por fin su cuerpo cruzara hacia el exterior.

La fría brisa nocturna le recibió, revolviendo sus cabellos y tironeando de su bata hasta que se pegó a su piel.

Jennie lloró lágrimas ahora gélidas. Mirando el solitario jardín que le daba una silenciosa bienvenida a la primavera, las tiernas hojas y pequeños pétalos sacudiéndose y balanceándose junto al viento helado.

Tenías razón, cachorra. Sí hace frío.

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