⠀⠀𝟏𝟐. ❝ ¿A quién has estado llamando, cariño? ❞
Desear la libertad sólo puede ocurrir cuando nos vemos atrapados en un lugar o momento en el cual no queremos. Las personas que son realmente libres no suelen aprovecharlo como alguien encerrado lo haría. El verdadero camino despejado en la vida se da luego de salir de los arbustos espinosos, no puedes simplemente avanzar con seguridad y estar consciente de ello a tal punto de disfrutarlo, no cuando siempre tuviste el sendero limpio.
El sendero de Jennie siempre fue oscuro, como el océano en la noche; tan, tan oscuro que ya no se pueden diferenciar el mar y el cielo. Jennie nunca sabía si estaba flotando a la deriva o subiendo sin control, si el frío en su corazón era por la baja temperatura del agua o por las nubes rozando sus mejillas. Siempre se sintió perdida, y como nunca nadie le enseñó a prender su propia luz confiaba ciegamente en las personas que le juraban ver con claridad.
Ella sólo tomó la mano de su madre cuando esta le dijo que debía ser el orgullo del reino de Bepsea y casarse con un bello príncipe. Tomó la mano de su institutriz cuando ella aseguró enseñarle todo lo necesario para vivir feliz junto a su Alfa. Y tomó la mano de Lisa cuando está le prometió riquezas y amor durante su mandato juntas.
Tal vez pecó de tonta, pero ella realmente confió en todas las personas que creía que lo querían. Fue educada para dejarse guiar y obedecer, para mantener la paz y calidez en la vida de su Alfa. Nunca aprendió cómo cuidarse a sí misma.
Ponte bella y arréglate... para Lisa.
Mantente saludable... para Lisa.
Siempre sonríe... para Lisa.
Confía en lo que piensa Lisa. Confía en lo que dice Lisa. Confía en lo que hace Lisa.
¿Y alguien alguna vez dijo Jennie en esas oraciones? No, porque sencillamente ella no era parte del resultado. Nunca fue para ni por ella, todo el tiempo fue Lisa.
En algún momento de su vida se perdió en el limbo del cielo y el mar que no podía ver.
Hasta que se enteró de la criatura en su vientre.
Ese cachorrito fue su linterna, aquel que le permitió ver el océano cristalino y disfrutar del cielo despejado. Descongeló su corazón y le calentó el alma.
Entonces pudo ver dónde estaba y hacia dónde se dirigía. Y Jennie decidió por sí misma, ella se dijo que basta.
Por eso, justo ahora, estaba tan tranquila frente al caballete, retomando su única pasión de pintar hermosos cuadros y jugar con los colores, mientras sus Donceles y Doncellas corrían de lado a lado por su habitación, ordenando y limpiando con pánico. Nayeon le hablaba con temor a su lado y podía olfatear las feromonas tensas de TaeHyung custodiando la puerta.
Lisa había vuelto al palacio de imprevisto hace tan sólo unos minutos, y aunque la Omega sabía que su Alfa iba a por ella furiosa y frustrada por el lazo de pareja entre ambos aún cerrado, mantenía la expresión pacífica y neutra en sus facciones. No había miedo, rabia o dolor en sus ojos, sólo un brillito particular que hacía ver preciosas a ambas iris mieles.
Incluso después de la muerte del doctor Hwang de la familia real, lo cual conmocionó al reino ya que nadie sabía lo que le había pasado, cosa que Jennie se encargó de que fuera así, mantenía la serenidad y actuaba natural, incluso se le veía más contenta.
Con la noticia oculta de su embarazo, que nadie sospechara de ella por la muerte de tres personas del personal del palacio, y el reciente cambio en su persona; Jennie sólo esperaba con paciencia que Lisa le encarara para poder encargarse de una buena vez por todas de la Alfa que tenía.
No planeaba contarle de su cachorro hasta que las cosas cambiaran entre ambas. Jennie lucharía por su libertad y por recuperar su voz.
Daba la última pincelada cuando los balbuceos nerviosos de Nayeon se detuvieron, y aunque la Omega no se volteó sabía perfectamente que Lisa estaba parada en el recibidor. Las amargas feromonas de furia le hicieron temblar las piernas, pero se controló mediante un gruñido bajo y afirmarse del caballete.
—Salgan todos —escuchó la poderosa y ronca voz de la Reina, seguido de pasos apresurados y pronto el silencio total de la habitación que antes estaba repleta de murmullos y balbuceos nerviosos.
Con calma, Jennie dejó su pincel sumergido en la jarra con agua sobre el marco de la ventana a su lado, soltó el caballete y limpió sus manos con un paño sucio en manchas de pintura ya seca a la vez que se volteaba hacia la mayor con normalidad, dándole una mirada intensa antes de reverenciarle con lentitud.
Una respiración fuerte por parte de la Alfa y una diminuta y forzada sonrisa en los gruesos labios de la Reina.
—Ha vuelto de su viaje ya, qué gusto. ¿A qué debo el placer de su pronta visita? —Usó una voz suave, dejando el paño sobre el caballete y entrelazando sus manos en su regazo, esperando por la clara reacción violenta.
Y así fue. Lisa avanzó con rapidez hasta su cuerpo y le agarró por el brazo con brusquedad, zamarreándole a la par que rugía entre gruñidos.
—¿Cuál es tu maldito problema? ¿¡Has perdido la cabeza!? ¿Cómo te atreves a cerrar el lazo, Omega de mierda? ¿¡Sabes cuánto enloquecí al dejar de sentirte!? —Los ojos de la Alfa destellaron en carmín, la mandíbula apretada y la vena de la frente hinchada.
Jennie se mantuvo en silencio por un par de segundos, simplemente observándole. Hasta que con la misma brusquedad se soltó de su agarre. Lisa ni siquiera pudo enojarse más, no cuando le miraba con sorpresa, perpleja por tal arrebato.
—Tal vez sí perdí la cabeza, quizá una consecuencia del encierro. Y.. sí, Alfa, puedo imaginar cuánto enloqueciste, te he visto cuando lo haces —Entonces acercó sus rostros, igualmente la rabia tiñendo de rojo sus iris que reflejaron las de la Alfa—. ¿Cómo me atrevo yo? No, ¿Cómo te atreves tú a agarrarme así luego de todo lo que me hiciste antes de irte? —Luego, susurró sobre sus labios—. No vuelvas a ponerme una mano encima, no pienso continuar aguantando más golpes y heridas. ¿Estás molesta? Pues yo también.
Lisa se alejó de golpe, como si esa cercanía le quemase.
—Jennie, ¿Qué mierda? —Cuestionó, su ceño fruncido y la impresión corrompiendo un poco la expresión de superioridad que siempre mostraba ante ella.
Jennie volvió a sonreír.
─No, Lisa, ¿Qué mierda tú?
La Reina gruñó, fuerte y dominante.
—Cuida tus palabras, Omega, ¡De todo lo que has hecho, esto es lo pe... !
Jennie le interrumpió al echarse a reír sin una pizca de gracia, dándole una mirada de incredibilidad que prendió fuego en el pecho de Lisa, realmente molesta.
—¿Que yo cuide mis palabras? ¿Es lo peor que he hecho? ¡Ese el problema, yo nunca hago nada y siempre me llevo la peor parte! ¿Tienes idea de lo que es estar aquí encerrada mientras tú te das el lujo en tu Harem y en mi pueblo? ¿Tienes idea de lo que es soportar tus golpes e insultos? ¿Tienes idea de lo que es ser humillada día tras día y olvidar a qué huele el césped? ¿¡Tienes idea de lo que es odiar a la persona que alguna vez prometió amarme y protegerme!?
—Jennie. Basta, te lo advierto —Lisa murmuró entre dientes, la quijada tensa al apretarla con insistencia, sus manos picando por callar esa boquita de una buena bofetada.
Pero Jennie no había terminado. Oh, claro que no.
—¡No, basta tú! ¡Yo nunca quise esto, Lisa! —Le gritó, su voz rompiéndose pero ninguna lágrima asomándose. Ya no lloraría, ya no más—. ¡No quería casarme contigo, no quería ser tu Reina, no quería ser tu omega! ¡Yo no te quería a ti! ¡Años con la idea de que debía obedecerte cuando me estabas matando! ¿¡Eso es lo que quieres!? ¿¡Matarme para que te pertenezca por siempre y follar mi callado y frío cadáver!? ¿¡Así tendrás suficiente de mí, así no tendrás que compartir!?
—¡Dije que basta!
—¡No! ¿Te has puesto a pensar... —Y entonces, lo soltó, el verdadero veneno en su voz—: ... qué pensaría Jihyo de la porquería de hija que crió? ¿Que todo lo que te enseñó se perdió en la inmensa oscuridad que hay en tu cabeza? ¡No hay nada de su bondad y belleza en ti, por eso envidias la mía! Malas noticias, majestad, tú nunca podrás tener nada de mí mientras yo no te lo dé.
Furiosa, Lisa sólo reaccionó a callarla, cada palabra llegando como una daga a su corazón y haciéndole sangrar con verdadero dolor, mismo que disimuló con ira hacia su Omega.
—¡Cállate, Omega! ¡Arrodíllate en este momento y muéstrame sumisión si no quieres ahogarte en tu propia sangre!
Voz de mando. Jennie quiso gritarle por ser tan cobarde y aprovecharse de su condición de Alfa con tal de someterla, sin ser capaz de responderle.
Esperó que sus rodillas se doblaran por
sí solas, que de su boca salieran balbuceos de perdón y disculpas y que su cabeza se inclinara hasta exhibir su cuello.
Pero no. Nada ocurrió. Ella siguió de pie, controlando cada una de sus acciones, agitado por los gritos recientes.
Lisa le miró perpleja, uno de sus párpados temblaba. Las manos apretadas en puños tiritaban con los nudillos blancos por la fuerza ejercida.
Jennie le devolvió la mirada, igual de asombrada. Como única respuesta a la voz de mando su loba interna gruñó hacia la Alfa, imponiéndose de igual forma.
La Omega no había obedecido a la voz de mando de su Alfa.
Y aunque eso debía darle una inmensa felicidad a Jennie, quien ya se esperaba ser silenciada de esa forma por la mayor, en ese momento sólo floreció el terror puro en su interior. Presenció el verdadero quiebre emocional de Lisa, la rabia y miedo convertidas en una sola persona.
Huye. Gritó su subconsciente justo antes de que Lisa le diera una feroz patada al caballete, rompiéndolo y estampándolo contra la ventana, el sonido del cristal rompiéndose llenando el tenso cuarto.
Jennie se hizo a un lado, alejándose de la Alfa y huyendo hacia el salón, refugiándose detrás del sofá.
Lisa le siguió a pasos fuertes y la respiración pesada, por cada inhalación la piel en su tabique se arrugaba y un gruñido le acompañaba, su loba controlándole.
—Ven aquí —Le llamó, ronca y grave, quitando del camino una mesita alta con un jarrón con flores en el de otra brusca patada, la cerámica partiéndose en miles de fragmentos al chocar contra el piso.
—Aléjate, Lisa. ¡No te acerques! —Jennie rodeó el sofá, alejándose de la Alfa, misma que envuelta en su burbuja de frustración agarró el mueble con las dos manos y lo volteó, quitándolo de en medio.
—¡Dije que vinieras aquí, Omega! —Rugió, persiguiéndola por la habitación y rompiendo lo que pudiera a su paso.
Jennie chilló cuando la Alfa la acorraló, y alcanzó a agacharse justo cuando Lisa dirigió un puñetazo hacia ella, provocando que el puño de la mayor hiciera un hueco en la pared.
—¡Maldición, Jennie, ven acá!
Asustada y sin tener donde huir debido a la puerta principal bloqueada por la mitad de su cama rota presionando ambas puertas, y el sofá a medio pasillo, la Omega sólo pudo salir al balcón, sus manos abrazando su vientre y la espalda baja presionada contra al barandilla, temblando sobre sus propios pies al ver a Lisa acercarse como un animal salvaje, arrancando la cortina que se enredó en su brazo por el feroz viento del exterior.
No tenía escapatoria, todo le había salido mal. Se supone que sólo se gritarían y ella trataría de defenderse de la Alfa, probablemente Lisa le habría dejado sola cuando sus reprimendas hubieran sido demasiado reales y crudas para ella. Jamás pensó que su odio llegaría a tal punto en rechazar su naturaleza sumisa y humillar así la autoridad de la Alfa.
Lisa estaba fuera de sí.
Apretó el abrazo en su vientre, y pasó el nudo de nervios en su garganta al tragar con fuerza.
—¡Anda, golpéame! No importa cuánto me dañes, yo jamás podría darte nada de mí. Me cansé de obligarme a ser tuya, ¡Así que lastímame, Lisa! ¡Hazme odiarte aun más! Ambas sabemos que no podré defenderme, aprovéchate de eso una vez más. —Le retó, sus ojos afilados y hundidos en un rojo granate.
Para su sorpresa la Alfa sólo se le acercó con brusquedad, ambas manos afirmadas a los lados de su cuerpo sobre la barandilla, maltratando el concreto entre los dedos y hundiendo sus garras sobresalientes. Lisa vio sus colmillos aparecer de igual forma, la iris salvaje fulminando su alma.
—Todo esto es tu maldita culpa. Tú me hiciste así —Lisa le susurró con cólera, Jennie se congeló bajo su agarre, descolocada por sus palabras—. Te apareciste en mi vida cuando era tan sólo una cachorra, me volviste loca y te apoderaste de mi mente y corazón con esa dulzura y calidez tan... tan... —Un gruñido ahogó su voz, y cerró los ojos por unos segundos, conteniéndose—. No sabía qué mierda me pasaba, mi loba enloquecía al igual que yo al verte tan feliz y contenta con los demás. Yo sé que te daba miedo, ¿Pero qué más querías de mí? Sé que nunca me quisiste, nunca fui lo que querías, mientras más lo intentaba más parecías repudiarme, ¿¡Y qué más podía hacer respecto a eso!? ¿¡Ah!? ¡Yo quería una vida a tu lado, darte cachorros y protegerte de todo, pero resulta que también debía protegerte de mí!
Jennie se encogió en su sitio cuando la Alfa le gritó en la cara. Trataba de analizar lo que estaba pasando, Lisa se abría ante ella.
—Nunca te importó todo lo que hice por ti; juguetes, ropa, mimos, joyas caras, ropa de seda, permisos especiales, un puesto absurdamente alto en el Concejo Real, tu espacio y privacidad, ¡Nada te hizo quererme ni un poco!
—¡Yo sí te quise, Lisa! ¡Pero luego.. !
—¡Luego terminé de enloquecer, lo sé! ¡Te enamoraste del pueblo! ¡Amabas el puesto de Reina pero no me amabas a mí! ¡Cada vez te alejabas más y ni siquiera podía dejarte en cinta! ¿¡Cómo crees que me sentí!? ¡Todos en el reino me odiaban y temían, mamá y papá se habían ido y tú no me veías como tu Alfa! ¡Tuve que hacerlo, Jennie, tenía que cuidarte y guardarte a salvo antes de que también me olvidaras! No podías seguir alejándote, tenías que darme lo que siempre quise de ti. Tuve... —Tomó una bocanada de aire, sus colmillos lastimando su labio inferior, rasgándolo. —Tuve que tomarlo a la fuerza.
Jennie le observó con los ojos grandes y cristalizados, sin saber cómo sentirse.
¿Tan rotas estaban?
—Tú misma lo dijiste, jamás quisiste darme algo de ti... me obligaste a tomarlo sin tu permiso, tuve que contenerte y mi amor se consumía en odio por lo hermosa que eres —Sus manos soltaron la barandilla para acunar las mejillas de su pequeño amor, sin reparar en que sus garras rasgaran un poco su piel—. Tan, tan hermosa que te merecías el mundo y el mundo te merecía a ti... si no te hubiera guardado te habrían alejado de mí tarde o temprano, nunca hubiera existido un nosotras, Jennie. Siempre te quise y tú nunca...
Entonces Jennie sacudió su cabeza, alejándose de su toque y llevando sus manos a sus mejillas para limpiar la sangre que escurría y cubrir sus heridas, incapaz de mirarlo a los ojos.
—No me toques. No quiero que me toques.
La Alfa retrocedió, mirándole con decepción, dolida. Algo se rompió todavía más en su mirada y entonces sonrió, un gesto escalofriante, asintiendo con la cabeza repetidas veces.
─¿No quieres que te toque? Bien... ─Su venosa mano agarró el antebrazo ajeno firmemente—. Entonces te encantará ver cómo mis preciosas concubinas me piden a gritos ponerles las manos encima —Jennie alzó la mirada en su dirección, viéndole incrédula—. Tú nunca apreciaste todo lo que he hecho por nuestra relación, por un destino juntas... tal vez te falta ver lo buena que soy en algunas cosas y lo mucho que me desean todos los que no pueden tenerme... los que no pueden tener tu lugar.
—Lisa, no... ¡No, no lo hagas! ¡Lisa! —Pidió a gritos, asqueada con la sola idea de pisar el Harem de la Alfa. Pero por supuesto que ella no la escuchó, sólo la agarró mejor de la muñeca y la tironeó con facilidad, sin importar todos sus forcejeos y quejas.
La Alfa pateó la cama rota hasta despejar la puerta, y con violencia tiró del delgado cuerpo de su pareja, arrastrándolo por el piso de a rato e ignorando todas sus súplicas e insultos. Su mente le repetía una y otra vez que sólo así recuperaría el cariño de Jennie, ella tenía que ver lo mucho que lo deseaban sus concubinas.
Cada grito y gemido de placer de la Omega durante sus celos resonando en sus recuerdos.
Lástima que prefiriera vivir en una mentira. Y es aún más triste que no supiera que estaba a punto de perder por completo a Jennie.
El personal del palacio miraba atónito la escena de Lisa arrastrando a la Reina por los pasillos, la Omega le gritaba insultos terribles y lloraba con rabia, mientras la Alfa mantenía una expresión que pretendía estar tranquila y contenta cuando sus ojos flameaban en dolor y frustración, su ceño fruncido a causa de ello.
La Reina lucía como una verdadera lunática. Y Jennie se veía todavía más rota.
Una vez estuvieron frente al Harem, Lisa le ordenó con una mirada severa a los guardias custodiando la habitación que abrieran ambas puertas. Prácticamente empujó a Jennie dentro, está cayendo sobre sus rodillas en medio del pasillo que separaba las camas y sofás preciosamente decorados con sábanas de seda y joyas brillantes. Las concubinas y concubinos que yacían leyendo, descansando y simplemente pasando el rato cómodamente se vieron interrumpidos por el sonido en seco de un golpe, todos miraron con asombro, diversión e incluso burla a la preciada Reina quejarse del dolor en el piso. Los murmullos no tardaron en hacerse presentes.
Lisa no miró a nadie más que a Jennie tras adentrarse al lugar, le dio una mirada despectiva desde arriba, antes de que su boca se abriera y ordenara:
—Átenla a la ventana.
Un silencio haciéndose presente tras la orden, pero bastaron unos segundos para que los Alfas guardias avanzaran con temor hacia Jennie y la sujetaran con suavidad por los brazos, guiándola hacia uno de los enormes ventanales y amarrando sus muñecas al pilar de allí con el cordón de las cortinas.
—Esto no va a solucionar nada, Lisa —Jennie susurró, resignada a tal humillación. Ya nada le importaba. Tantos años lidiando con el dolor en su pecho y ahora parecía estar ahogándose en el—. No nos hagas esto... no tú, por favor, ¿Por qué... ? —Esa pregunta finalmente cerró una puerta en su corazón, bajó la cabeza para esconder sus lágrimas y flexionó sus rodillas hasta presionarlas contra su torso, el calorcito en su vientre sirviéndole como único consuelo.
¿Por qué? Estaba claro.
Lisa simplemente no la quería, no podía quererla aunque quisiera hacerlo y lo peor es que no sabía cómo querer a alguien. Así que la Alfa decidió odiarla.
Escuchó pasos acercarse, pero no levantó la mirada. Lisa ignoró sus últimas suplicas y se sentó cómodamente en uno de los sofás, justo en frente de la ventana donde Jennie yacía atada.
El ambiente era tenso, pero nadie se atrevía a desobedecer a la Reina Manoban, además era sabido que en el Harem el veneno hacia la Reina crecía todos los días. La Alfa no mentía antes, todos querían el lugar de Jennie.
—Desvístanme, y denme placer —Lisa gruñó esa orden. Jennie sólo apretó los párpados y se mordió los labios.
La orden fue obedecida de inmediato, poco a poco cada una de las concubinas y cada uno de los concubinos se acercaron eliminando feromonas dulces de atracción, a algunos se les veía más incómodos que a otros aunque eso no les detenía en quitar prenda por prenda del musculoso y fornido cuerpo de la Reina, una figura digna de una Alfa fuerte y dominante.
Lisa no tardó en comenzar a gemir suavemente al tener dos exquisitas bocas en su miembro erecto y en sus testículos, besos húmedos eran repartidos por su cuello y amplio pecho y sus dedos preparaban a dos de sus concubinas más cercanas y hermosas; una orgía majestuosa.
Jennie no quería mirar, sabía que le rompería el corazón por completo. La tristeza le hacía mal a su pequeño cachorrito y ella había prometido esa misma mañana ya no llorar más por Lisa.
Tú no lo sabías, nunca supiste leer mis palabras y acciones... pero yo sí te amaba.
Se atrevió a alzar la mirada, lo necesitaba. Ver de frente lo que esa bestia era capaz de hacerle, semejante humillación y trato violento.
La íntima escena de su Alfa penetrando a una Omega sobre su regazo entre gruñidos y jadeos, alzando sus caderas con insistencia mientras sus dedos estaban dentro de un joven chico Omega tendido en el sofá, más de sus concubinas le besaban el cuello y buscaban su boca por turnos para compartir feroces y lujuriosos besos.
Lisa lo estaba disfrutando. Ella de verdad sentía placer de todo esto. Lo que más le dolió a Jennie, y lo que puso el punto final de la historia de dos pequeñas e inocentes niñas obligadas a abandonar su infancia y casarse por el bien de sus reinos, compartiendo un bonito e ingenuo romance; es Lisa viéndole directamente a los ojos en todo momento.
Jennie sintió una gélida brisa barrer las cenizas de lo que alguna vez fueron sus sentimientos por la Alfa.
Ya nada quedaba ahí para ella, sabía lo que tenía que hacer. Lisa había perdido los estribos y ya no podía confiar en ella.
Perdón, mamá... pero ya no puedo cumplir con el acuerdo real. Tu nieto y tu hija merecen más que esto.
El reino ya no importaba, ni su querido pueblo ni el puesto de Reina. Jihyo, su madre, el Concejo Real... todo eso quedaba atrás. Jennie eligió a su cachorro por encima de todo, incluso por encima de Lisa.
Iba a escapar de ese miserable palacio.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top