⠀⠀𝟏𝟏. ❝ Somos tal para cual. ❞

El malestar físico era algo de cada día, pero al despertar, Jennie podía jurar jamás haberse sentido tan mal. Su cabeza punzaba, la piel le hormigueaba, tenía una profunda presión en el pecho y unas enormes ganas de llorar, además del ardor en sus ojos y el sabor asquerosamente amargo en su lengua.

Su loba yacía desesperada, correteando de aquí para allá y rasguñándole las entrañas, como si estuviera regañándole por algo, y avisándole de un peligro.

Parpadea con debilidad, sus párpados sintiéndose tan pesados como dos rocas. Sabe que está en su habitación, la monótona imagen del techo de su cama, las cortinas de seda blancas alrededor y el color crema aburrido de sus sábanas; le dan ganas de vomitar.

Y así hace. Casi de milagro, su cuerpo parece sacar fuerzas de alguna parte escondida por allí y se reincorpora con brusquedad, sacando la cabeza a un lado del colchón y vomitando un extraño líquido transparente sobre la costosa y elegante alfombra. Sus dedos se aferran a las sábanas, y esboza una mueca, arrugando la nariz.

Percibe pasos transitando por su habitación, notando que trata de una sola persona, puesto que el silencio cubre los demás rincones. Manos ásperas sujetan una tibia toalla húmeda contra su cuello, limpian sus mejillas y mentón, guiándole despacio mediante un suave empujón hasta volver a recostarlo en sus almohadas.

Agua chorrea en alguna parte, y luego la misma toalla, ahora algo más fría, se sitúa en su frente caliente.

Basta con oler un poco, y Jennie sabe que trata de un Beta, seguramente del doctor Hwang. Un viejo bastante sabio y con mucha experiencia en su profesión al ser el médico de la familia real durante los últimos cuarenta años.

Jennie sonríe con amargura, Lisa odiaría que el médico le tratara sin estar presente.

Y con la sola mención de la Alfa en sus pensamientos, todo vuelve a su mente de golpe.

Lisa, Young-Mi, un segundo cachorro. El embarazo de Hyori, y ahora el de Young-Mi, dos príncipes en camino. 

Otra razón para que Lisa enloqueciera. El fruto de cada traición al amor prometido entre dos niños. 

"Todo el reino está celebrando" Le estaban olvidando, como si hubiera muerto en vida y cada esfuerzo fuera el recuerdo de una sonrisa. Cada vez se quedaba más sola, y otra tormenta mucho más fuerte se avecinaba en cuanto Lisa volviera de su viaje, seguramente ya consciente de su segundo hijo en camino.

Con esto basta para que sus ojos se ensanchen y de su boca brote un sonidito ahogado, sentándose de golpe en la cama, la toalla deslizándose por inercia y cayendo en su regazo.

—Mi Reina, tenga más cuidado, por favor... usted se encuentra muy débil —Gira el rostro, viendo al doctor parado a unos metros de la cama con una expresión suave.

—¿Qué fue lo que me... ? —No logra terminar la pregunta, su voz se apaga y se lleva ambas manos a la cabeza, sosteniéndola.

—Fue un desmayo, alteza. Y me alegra decirle que fue producto de...

El médico se ve interrumpido por un grito lejano, Jennie supo de inmediato de quién trataba y una pequeña calidez cruzó su corazón.

—¡No, Tae! ¡Ya despertó! ¡La escuché! —Acto seguido, una agitada Nayeon entra en la habitación, y su rostro se ilumina al ver a Jennie despierta y consciente. Sin embargo, al tratar de acercarse, sus ojos caen en el desastre en la alfombra y adopta una mueca de sorpresa. Saca la cabeza por el umbral de la puerta antes de echarse a correr hacia la cama, detrás de ella dos Donceles entran, dispuestos a limpiar el extraño líquido, mientras la joven chilla: —¡Mi Reina!

Sin importarle nada más, la Omega se lanza sobre Jennie, cuidando de no aplastarla, recarga su peso en sus rodillas sobre el colchón y rodea con sus brazos el torso de la mayor, hundiendo su rostro en su pecho. Emite un ronroneo, frotando su nariz por la tela.

—Estaba tan asustada... —Jennie la escucha susurrar, y una sonrisa brota de sus labios.

En cuanto sus manos van hacia el cabello castaño para acariciar las hebras, TaeHyung cruza de igual forma el umbral, su expresión más seria de lo habitual. Reverencia al doctor Hwang, quien mantiene una sutil sonrisa en sus labios, en silencio. Y al ver las iris claras de la Omega corresponderle al buscarlas, el alivio cruza sus facciones.

—Estoy bien —Aclara Jennie, sonriéndole a ambos. Baja la cabeza para mirar a su cachorra cuando esta levanta el rostro, apoyando ahora su barbilla en sus clavículas. —Estoy bien, lo prometo. Sólo un poco adolorida.

TaeHyung sonríe, y resopla con fuerza, como si le hubieran quitado un gran peso de los hombros. Luego, voltea hacia el Beta, y su expresión vuelve a detonar preocupación al preguntarle, interesado.

—¿Qué fue lo que ocurrió? No ha estado comiendo bien los últimos días, casi no duerme y le he visto más pálida de lo normal. Así que debe ser por cansancio, o quizá algo le ha caído mal, y en ese caso no tendría idea porque revisé cada cosa que ingirió y todo estaba bien, aparentemente. ¿Es por el frío? No ha querido encender la chimenea, debe ser por eso, enfriamiento y debilidad, ¿No? ¿O es algo peor? —Narra con rapidez, concentrado en que ninguna cosa útil se le escape, sus labios fruncidos. Jennie le da una mirada con aires divertidos, y Nayeon emite una risita ahogada contra las ropas del cuerpo que abraza con fuerza, entretenida.

Hwang contuvo una dulce risa, las arrugas a los costados de sus ojos apareciendo. Y fingió suspirar con decepción negando con la cabeza y entrelazando sus manos.

—Eso no está nada bien, Alteza. Mucho menos en su estado.

Jennie arruga sus cejas, quitando su cariñosa mirada de Nayeon para dirigirla al doctor.

—¿Mi... mi estado? 

Un fuerte latido resuena en su pecho, creando un nudo en su garganta.

¿Estaba enferma? ¿Algo no iba bien en ella? ¿Era muy grave? ¿Por qué el médico sonreía?

La tensión aumenta en cuanto el anciano expande su sonrisa, y orgulloso, se da la vuelta para rebuscar entre sus cosas posadas sobre una fina tela blanca estirada en uno de los tantos muebles en la habitación. Al regresar con Jennie, procura mantener la distancia establecida tras acercarse a la cama, en sus manos carga lo que sería la razón por la que Nayeon palidece, TaeHyung gruñe alto y fuerte y Jennie debe aferrarse al delgado cuerpo de su cachorra para evitar caer del colchón.

Una mariposa blanca, hecha con papel tan delicado y fino que casi es transparente, un perfecto origami con detalles en dorado y piedras preciosas en las alas

Otro latido que se estrella contra sus costillas, quitándole el aire.

No, no, no...

Jennie ve los puños del Alfa cerrarse lentamente, pero ejerciendo tanta presión que sus nudillos se tornan blancos y sus dedos tiemblan. Nayeon aferra sus dedos a su ropa de seda, le siente temblar contra su cuerpo adolorido, cada feromona dulce tornándose de un aroma putrefacto e intenso. Incluso los Donceles que yacen arrodillados en el piso, limpiando, detienen su acción, jadeando.

No podía estar pasando.

El doctor Hwang deposita la mariposa con cuidado en la cama, entre las sábanas, y retrocede un par de pasos hasta tirarse de rodillas al piso, en una reverencia.

Y musita, sonriente. 

—Es un verdadero honor para mí comunicarle a su majestad, que está en cinta. Felicidades por el primer heredero oficial al trono, mi Reina. ¡Es una noticia maravillosa!

Tercer latido, lo suficientemente fuerte como para sacudir su muerto corazón.

Ambos Donceles se levantan con rapidez y reverencian a Jennie múltiples veces, murmurando palabras de aliento y felicidades, viéndose contentos con la noticia.

Nayeon se sentó de golpe, su boca entreabierta y los ojos vidriosos, de inmediato buscó la mirada de TaeHyung, pero este no la miraba, sus ojos martilleaban en dirección al piso, y se asustó un poco más al ver los colmillos sobresalir de sus delgados labios.

Luego, miró a Jennie, pero la Omega ni siquiera reaccionó al toque suave de la mano de la menor tomando la suya, no cuando sus hombros temblaban con fuerza contenida al igual que su mentón, su mandíbula apretada a tal punto que le dolían los oídos, su piel alcanzó un nuevo tono insano de palidez y sus ojos lloraron lágrimas calientes que quemaron su piel reseca al caer por sus mejillas.

Sólo podía mirar a aquella mariposa, la misma que significaba vida, el cambio, resistencia, esperanza, delicadeza y fuerza combinados, la hermosura y la libertad. Un origami perfecto, tanto que casi podía sentir sus alas revolotear y elevarla hasta posarse sobre su vientre plano, donde una vida se formaba, un cachorrito suyo y de Lisa, un futuro líder, un bebé...

Y entonces, Jennie sonrió. Una sonrisa tan rota y llena de alegría, que hizo tiritar sus belfos y reparar su espíritu. 

Un nuevo latido, que resonó en su interior, creando una onda expansiva de alegría, culpabilidad, terror, anhelo, y amor. Como si de una bomba se tratase, sacudiendo y reanimando todo lo muerto en su sistema, regresándole el aire y trayendo consigo un calor ardiente en el pecho, una sensación tan única que hizo revolotear sus pestañas, tirar de sus comisuras y plantar una semilla en su alma. 

Una semilla que germinó en el instante en que sus manos, heladas, marcadas con miles de cicatrices, huesudas y temblorosas, fueron a su vientre, sobre la tela de seda semi transparente de su costosa y delgada bata de dormir. 

Acarició, lento, cuidadosa y vacilante, sintiendo el tacto de sus dedos como un pequeño hormigueo. Acunó la palma, luego la otra encima, y apretó un poco, abrazándose a sí misma.

Por un segundo, la soledad que le acompañaba desde cachorro desapareció. Se sintió acompañada, responsable, y terriblemente asustada.

Su loba se acurrucó sobre sus propias patas, rodeando su cuerpo con su esponjosa cola de forma que esta cubriera su estómago por completo, y Lisa le sintió cerrar los ojos, descansando luego de tanto...

La sonrisa rota en sus labios fue reparada, como si aquella pequeñita criatura en su interior hubiera cosido los hilos colgando a los lados de sus comisuras con una aguja de oro, hasta formarle un gesto real en el rostro. 

Sí, Jennie estaba sonriendo con tanta fuerza que en ese preciso momento era prácticamente imposible que alguien le arrebatara aquella preciosa expresión. 

Acarició con más fuerza, una risilla brotó de sus labios como única señal de la explosión en su interior, y pronto su llanto se volvió dulce, tan empalagoso como la misma miel.

Un bebé. Suyo. Suyo y de Lisa, la mejor versión de ambos. Un cachorro que le llamaría «Mamá», que confiaría en ella su felicidad, le buscaría para seguridad y consuelo, y ronronearía gustoso por sus caricias. Un pequeño ser que no le vería como un tesoro de oro hueco por dentro, sino que como un hombre que significaba amor, enseñanza y futuro.

—Confío en que nuestro Reina estará tan feliz como usted, majestad. —Hwang añade, enternecido en extremo con la peculiar reacción de la Omega.

Jennie se ríe, balanceando su cabeza. Por supuesto que Lisa estaría feliz, tan feliz que perdería la cabeza.

Quinto latido. La semilla germinada obtuvo su primera hoja, frágil sobre un delgado tallo. 

Lisa abordó su mente.

Los golpes, cada lágrima y gota de sangre derramada, los gritos, los insultos, los desprecios, las humillaciones, los abusos y miradas de ira escondidas tras una orgullosa sonrisa.

Luego de eso, sólo pudo imaginar a un pequeño cachorrito, con sus ojos aún cerrados, extendiendo sus bracitos hacia él en un llamado desesperado por protección, por sentirse a salvo aún siendo tan vulnerable.

En ningún momento dejó de sonreír, nada podía quitarle la sonrisa de los labios. Sus ojos no abandonaron a la bella mariposa, se fijaron en ella y permanecieron fieles allí.

—Doctor —Jennie le llamó, su voz suave y tersa, en contraste con el extraño humo acumulándose en la oscuridad de sus ojos—, ¿Alguien más sabe de esta noticia?

El anciano se mostró un tanto descolocado, pero de inmediato negó, sacudiendo sus manos arrugadas con lunares repartidos en la piel.

—No, mi Reina. Quería que usted fuera la primera en saberlo, y que le comunicara a nuestra Reina Lisa y al pueblo según lo dicte el Reina Manoban. La noticia no ha salido de esta habitación.

Jennie asintió, con calma. Su pulgar pasó por el borde del hueso en su cadera, hacia el centro hasta alcanzar el vientre, algo decepcionado al no encontrar ningún bulto allí. Frunció los labios, y sus ojos se entrecerraron hacia el origami en frente.

—Perfecto —contestó, tan simple como eso—. TaeHyung ─Llamó al Alfa, quien salió de su trance ante el tranquilo tono en que su nombre fue pronunciado, y se acercó con rapidez hacia la cama, alerta. 

La sorpresa fue clara en sus maduras facciones al presenciar el semblante fascinado de Jennie.

Aclaró su garganta, esperando alguna otra palabra. Cosa que obtuvo de inmediato, Jennie separó sus labios con delicadeza, y murmuró, sólo para él. —Cierra las puertas con seguro.

—¿Jennie... ? —Cuestionó, sin entender la razón de la orden. 

Sin embargo, nada cambió en la Omega. —Hazlo —Ordenó, y TaeHyung siguió con sus ojos el movimiento de sus palmas moviéndose en suaves círculos sobre su vientre plano. 

La imagen le conmovió, así que sacudió la cabeza con tal de reaccionar por completo y se alejó a largas zancadas hasta alcanzar las puertas, sacando la cabeza hacia al recibidor y notando el lugar vacío, salvo por los cuatro guardias merodeando en el pasillo más adelante. Mediante un suspiro, cerró ambas puertas y bajó el seguro en la parte superior, trabándolas al girar el segundo seguro en la cerradura, debajo de ambas perillas. Para comprobar su estado, tironeó un poco, satisfecho al ver que permanecían cerradas.

Al volver, vio a ambos Donceles aún arrodillados limpiando el desastre en la alfombra, una gran mancha húmeda en el costoso material. Mientras se acercaba a la cama, escuchó la voz temblorosa de Nayeon.

—... y todos estaban tan asustados, Alteza —Ella terminó de hablar, y Jennie sólo asintió, manteniéndose en la misma posición sin quitar sus ojos de la mariposa, el tiempo suficiente para inquietar al Alfa.

No fue necesario notificar que cumplió con la orden, ya que Jennie volvió a hablarle, esta vez firme, alto y claro, pero manteniendo la tétrica dulzura y calma en su voz.

Lo que dijo, creó el silencio. 

Mátalos

—¿Qué? —TaeHyung cuestionó, el tiempo pareciendo detenerse.

Esta vez, Jennie le miró a los ojos, y TaeHyung retrocedió un poco ante la imagen de aquellas preciosas iris totalmente vacías, sumergidas en tinta, sin vida, sin rastro alguno de la dulzura y calidez que significaba la joven Omega.

Y repitió sus palabras, tan firme como antes. —Mátalos. Asesínalos. No quiero muchos gritos.

El Alfa supo que hablaba en serio, lo conocía lo suficiente para ello. Tragó duro, su manzana de adán se sacudió tensamente.

—M-Mi Reina.. —Nayeon balbuceó, perpleja.

Jennie ensanchó su sonrisa, y murmuró; —Mi cachorro... mi bebé. La noticia de mi bebé no puede salir de aquí. 

Nayeon vio con lágrimas en los ojos cómo la mirada atónita de TaeHyung fue reemplazada por la expresión de alguien que ve reflejado sus propios deseos en otro par de iris, su rostro tornándose tan serio que generó un ambiente de suspenso y terror en la usualmente triste y fría habitación de la reina. Entonces, el Alfa asintió, y la Omega se sintió desfallecer al verle tomar la empuñadura de su espalda y voltearse, acercándose a zancadas firmes hacia las siguientes víctimas.

El anciano Hwang no pudo rogar más, la espada atravesó su cuello. Sangre caliente salpicó al costado del rostro demacrado de Jennie, pero ella no se trastornó, sólo atrajo sus rodillas a su pecho y continuó con las caricias en su vientre, absorta.

Nayeon jadeó, sus manos se extendieron por sí solas ante la macabra escena, buscando al Alfa. 

—T-tae, no... no, no, no, ¿¡Qué estás haciendo!? —Sus piernas buscaron ir en ayuda del Beta, pero fue jalada por el brazo. 

Reconoció al instante el tacto de Jennie en su piel. La Omega le sostenía sin fuerza alguna, pero fue suficiente para detenerla.

Otro grito ahogado resonó en el cuarto, cuerpos arrastrándose en charcos de sangre que creaban sonidos viscosos, junto al desagradable aroma. 

Jennie separó sus ojos de aquella mariposa al ver el papel que la formaba tintarse con cada gota de sangre ajena salpicada, y se reflejó en ella, así que ya no fue necesario mirarla para mantenerla en su cabeza.

Miró a su cachorra, notando el miedo en sus ojitos y cada temblor en sus extremidades. No fue necesario decir algo, Nayeon vio todo reflejado en sus pupilas hundidas en un mar de tinta negra.

La Omega se refugió en su pecho, y Jennie no dudó en sostener su cabeza entre sus manos, besando sus cabellos y ocultando su rostro de la feroz escena a un costado. 

TaeHyung jadeaba, su sudor mezclándose con el líquido carmín. Su espada, símbolo de justicia, chorreaba fluidos corporales, con la mirada de su dueño siguiendo el camino de cada gotita deslizándose a través del filo.

Jennie ni se molestó en limpiar su rostro, sonrió un poco más ante el cosquilleo de la sangre bajando por su piel, adhiriéndose.

Sí, sonrió. Porque aquel macabro acto significaba un «Basta».

Ya no estaba sola, tenía por qué luchar y lo haría, con las últimas fuerzas de amar que le quedaban, y aquel anhelo de libertad.

Tuvo que corromperse, y aquello ya no importaba, no cuando yacía prometiéndole, entre el manojo de todos sus pensamientos, en silencio a la criatura en su vientre...

Mientras yo siga viva, en este infierno llamado vida, nadie te hará daño. Oh, mi sangre joven... tú vas a ser la criatura más feliz en este inmenso mundo, porque tu mamá te ama, y ella, al conocer el verdadero dolor, te promete que jamás te hundirás en aguas frías y turbulentas como esas. 

Mi cachorro, crecerás bajo la luz del sol. 

Aunque eso sea lo último que haga. 

Y por primera vez en toda su vida, Jennie fue la que cerró el lazo. 

En otra parte del mundo, Lisa dejó de sentir a su pequeño amor, y enloqueció.

La Alfa volvería pronto de su viaje, y Jennie le estaría esperando.

Basta de todo esto. Ya no estaba dispuesta a recibir. Ahora le tocaba dar.

Por fin, actualizaciones seguidas, que milagro, jj. 🤧

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