⠀⠀𝐎𝟖. ❝ Una de las dos se embriaga y llama como cien veces. ❞
A veces, era sencillamente imposible callar la voz de aquella mujer en sus pensamientos.
"Siempre complacer a nuestra princesa, te ordena algo y tú obedeces, sin vacilar"
"Una Omega obedece a su Alfa, el Alfa siempre sabe lo que es mejor"
"¿Qué haces? ¡Suelta eso! No tienes permitido engordar, los dulces son sólo para la princesa. Tú comes otras cosas"
"Deja ese libro, nuestra princesa quiere jugar contigo. Luego volverás a estudiar"
"¡Es una vergüenza que seas tan tonta! ¿Cómo te atreves a cometer errores tan básicos como este, siendo la futura reina de nuestro reino?"
"No me interesa lo que sea que estás haciendo, la princesa pidió que la acompañes en sus clases. Ya suelta esa muñeca y apresúrate, jamás debes hacerle esperar"
"¿Estás llorando? ¡Límpiate esa cara! Una reina jamás, ¡Jamás llora! La dignidad y tu imagen hacia el pueblo es más importante que tus tontos sentimientos de Omega, ¡Avergüenzas a la familia real!"
En cuanto puso un pie en el palacio, aquella mujer, su institutriz, se adueñó de su alma. Era tan sólo una niña, manejable, inocente e ingenua, el material perfecto para convertirle fácilmente en una "Buena Omega" como solía decirle ella a obedecer, callarse y sonreír todo el tiempo.
Y quizá sí servía, pues Jennie había visto ese mismo comportamiento vacío en la mayoría de las personas de la realeza. Era aceptada por Alfas de altos rangos, y generaba un entorno de respeto y tranquilidad en las reuniones importantes.
Sin embargo, a pesar de ser criada como una muñeca de porcelana hermosa y vacía, Jennie no podía evitar luchar contra ciertas injusticias, y eso se debía no a su madre, ni padre o hermanos, ya que lamentablemente ni siquiera los recordaba, todo ese "veneno" de rebeldía e insolencia lo aprendió de la mismísima reina Jihyo.
Ella definitivamente fue una Omega preciosa, perfecta en todos los sentidos. Tuvo la buena suerte de casarse completamente enamorada, con un Alfa que la amaba tanto como ella a él. Jihyo tenía voz y presencia, ya que ante la constante ausencia de su pareja debido a las guerras y conflictos de ese tiempo, ella era la encargada del reino, amada por todos y dirigiendo con sabiduría y empatía, teniendo el permiso de su Alfa para ordenar y ser obedecida.
Jennie siempre la admiró, y con todo orgullo decía en voz alta que aprendió de ella cosas vitales en su personalidad. Lo que era el valerse por el título de Reina, no por sonreír al costado del rey y vestir con prendas costosas. Ganarse el cariño y el respeto del pueblo, no exigirlo. Hacer un cambio verdadero, en lugar de prometer cosas vacías y vivir de ilusiones en los más necesitados.
Ella de verdad creció con las ganas de cuidar y ayudar al pueblo, hacer evolucionar al reino de Évrea y que cada uno de sus habitantes pudiera gozar de los placeres justos de la vida. Por ello es que en cada reunión del Concejo Real, hablaba sin pudor alguno, compartía su opinión y se esforzaba en convencer a los demás miembros para aprobar proyectos y llevarlos a cabo con fluidez. Siempre cumplía lo que prometía, cada día trataba de mejorar algo y mantenía sus brazos abiertos ante cualquier ser que viniera en busca de su ayuda.
Por un corto periodo de tiempo, después de la coronación, Lisa se esforzó en sus propios labores como reina, dejándole hacer lo mismo, por lo que pudo disfrutar de trabajar en equipo con el personal del castillo y pasear por su reino todo lo que quisiese, de allí su gran fama entre los pueblerinos. Sin embargo, con el paso de los años, entre más crecía y maduraba, su opinión era limitada, al igual que su propia libertad, hasta convertirse en lo que era actualmente.
Luchó, por supuesto que luchó. Anhelaba seguir los pasos de Jihyo y cuidar de su querido pueblo, ser consciente de cada problema y no detenerse hasta arreglarlo, dar honor al título de reina y recibir el cariño merecido como recompensa; repartir y obtener alegría. Aún así, Lisa tenía más poder que ella, un rango mayor, y al ser su Alfa terminó por ceder, tratando de aprender de ella, confiando en sus decisiones, creyendo que era por su bien, pues su Alfa sabía lo que era mejor.
Y aunque ese pensamiento rondara su cabeza, invitándola a callarse, bajar la cabeza y obedecer, muchas veces le enfrentó, hasta que la respuesta que recibía fue cada vez más violenta, y sus alas de libertad y amor fueron consumidas por el fuego en el corazón de la reina, logrando domarla.
Jennie ya no tenía ganas de luchar, ni por ella, ni por el pueblo. Ya no podía hacer más.
Sumándole a ello todo lo que sentía respecto a los abusos y humillaciones que vivía a diario, Jennie ya no sabía qué hacer. ¿Estaba siquiera bien sentirse así?, ¿Era merecedora de más?, ¿Estaba mal desear otra vida, junto a otra Alfa?, ¿Desear ser otra persona?, ¿Desear despertar día a día en otro lugar muy, muy lejos del palacio? Quizá Lisa tenía razón, quizá ella no era más que una ambiciosa y una estúpida que creía poder pensar diferente y mejor que los demás y veía valores en sí misma que en realidad no estaban allí. Quizá si se conformara con ser la pareja de la reina y no le diera tantos problemas a Lisa, sentiría su vida más fresca y especial. Quizá si se convertía en la Omega que Lisa trataba de enseñarle a ser, la Alfa lo querría. Quizás, quizás, quizás...
Todo era un tal vez, un puede ser... y nada de eso le servía a su corazón agrietado. No necesitaba pensar en el futuro cuando ni siquiera sabía si tendría uno diferente, el tiempo pasaba y Lisa parecía odiar cada vez más al mundo de allá afuera, y desear con más fuerza mantenerle oculta, a salvo y únicamente al alcance de su mano.
Ya no tenía poder alguno que no fueran sus Doncellas y Donceles, pues fue sacada del Concejo Real, sus labores en el pueblo los tomó Lisa, cada uno de los guardias del palacio tenía prohibido acatar cualquiera de sus órdenes sin la autorización de la Reina Manoban, no tenía permitido visitar ni hacerse cargo de su jardín privado, ni salir al jardín general del palacio, ya ni siquiera podía salir de su habitación, mucho menos poner un pie fuera del recibidor.
¿Lo peor? Esas no eran las condiciones de protección para su celo, Lisa lo había ordenado como decreto real, "La Reina vigente de Évrea deberá ser admirada, complacida y escuchada únicamente por la otra Reina vigente, y esta se encargará personalmente de compartir su sabiduría y tersidad con el reino entero a través de su propia palabra y voz. Aquel que se atreva a ir en contra de esta regla será acusado de traición a la lealtad, obediencia y respeto jurados hacia la reina y a la familia real, guiándole a la decapitación inmediata, sin juicio ni tiempo previo en el calabozo.. "
Las reglas que Lisa implementaría para su celo regirían desde el amanecer próximo, quitando a todos los Alfas del piso de su lado del palacio, reduciendo considerablemente a los Donceles y Doncellas que pueden visitarle durante ese periodo de tiempo, cambiando su alimentación y sellando cada habitación en el piso arriba del suyo, y dos pisos más abajo, impidiendo el paso a todo lo que esté vivo, ya que de esa manera sus feromonas dulces producto del celo no serían absorbidas por nadie más que su Alfa, quien la tendría a su merced total los doce días de placer, necesidad y sensibilidad en la privacidad de sus aposentos.
Su celo era un suceso realmente importante para Lisa. Planeaba cada pequeña cosa meses antes, la revisaba semanas antes y se ponía como loca mientras el tiempo avanzaba, ordenando comida exótica, mantas suaves y cómodas, batas de la seda más fina y abandonando su labor como reina por casi dos semanas, semanas en las que se dedicaría únicamente a follar, mimar, consolar y cuidar de una Omega preciosa nublado en sus propios instintos naturales.
Pero... también revisaba ventana por ventana, y puerta por puerta, que ni la más diminuta feromona las atravesara. Echaba, o mataba, a cualquier Alfa que le generara desconfianza, o que fuera muy sensible a sus instintos. Y lo que Jennie más odiaba, era que durante lo que quedaba del mes no vería a TaeHyung, ya que al ser guardia, y un Alfa, tendría prohibido acercarse.
Antes anhelaba estos tiempos, Lisa se pondría melosa y no le tocaría ni un cabello con la intención de que le doliera, sería cuidadosa y la mantendría rodeada de sus feromonas amorosas y protectoras, incluso abriría el lazo de unión para compartir su placer y alegría de tenerle en sus brazos.
Ahora, la sola idea de aislarse aún más le provocaba terror. No entendía las acciones de su Alfa, y comenzaba a pensar que jamás lo haría. No quería alejarse de sus únicos dos amigos, no quería el silencio habitando en toda la planta, no quería estar cada más y más sensible y necesitada por la atención y tacto de Lisa, ya no quería que la mordida en su cuello ardiera y que su lobo se sintiera tan impotente, que la sensación les llevara a tener náuseas y ahogarse en sus propias lágrimas calientes.
No quería tener un celo. No quería a Lisa con ella en su celo. Odiaba perder el poco control que tenía.
Pero, ¿entonces qué es lo quería?
Para una cachorra que en cuanto cobró consciencia de su vida ya estaba casada y enlazada con una Alfa, que no se le permitió elegir ni sus propios juguetes, que creció rodeada de gente enseñándole hasta a cómo debía agarrar una cuchara.. era una pregunta difícil.
Lo que tenía más que claro es que no deseaba morir, no aún.
La vida era preciosa, sentir el sol en la piel, la brisa en los cabellos, el frío en las mejillas, el dolor de un tropezón, la sensación esponjosa de la tierra bajo los pies; la vida estaba hecha para vivirla con risas y lágrimas, a gritos y a susurros.
Pero Jennie no tenía una vida que quisiera vivir. Se sentía como una de sus pinturas, aquellas que yacían protegidas en marcos elegantes de caros materiales, colgadas en las paredes o apiladas en los muebles de jacaranda, cautivas tras un panel de cristal. Presentes, hermosas, llenas de colores y emociones tan extrañas e inusuales, que merecían ser recordadas en una obra de arte, pero que en cuanto terminaban de ser creadas, al dar la última pincelada, ya no serían tan cálidas como al principio, la idea se iría enfriando y sólo quedaría un vago roce en el aire de su verdadero significado, mismo que cambiaría según los ojos afortunados que pudieran mirar.
El arte de Jennie consistía en sus propios sentimientos, aquellos que no sabía qué eran exactamente, y que duraban poco, pero que le coloreaban el alma; alegría, euforia, emoción, nostalgia, y por sobre todo, la curiosidad.
No sabía lo suficiente del mundo como para no querer, con todas sus fuerzas y en lo profundo de su ingenuo corazón, salir allá afuera, descubrir cosas nuevas, llorar por otra razón, tener cariño y decepción de otras personas, sentir la brisa leve de su ventana con fuerza en su rostro, de lleno en la piel al estar en frente de una tormenta, no detrás del cristal observando la feroz lluvia, sino que sintiendo cada gota en carne y hueso. Experimentar el dolor por la espina de una de las tantas rosas de su jardín, no sólo por los golpes y palabras de su Alfa.
Jennie quería vivir.
Fuera cual fuera la verdadera intención de su Reina al tenerle dentro de aquellas cuatro paredes, la sensación de protección que en un momento le acunó comenzaba a sentirse como una bruta mano alrededor de su cuello, asfixiándola.
Tal vez Jennie sí era una pintura, sólo debía ser admirada, más no apreciada.
Su celo estaba a la vuelta de la esquina, y con ello, un corto periodo en el que podría engañarse a sí misma y sentir que la única persona que tenía que quererla, le quería. Para luego aguantar estoicamente el trago amargo de recobrar la consciencia y ver que Lisa empeoraba en pensamientos y conducta, cada vez más posesiva y más cegada en su egoísmo.
Sin embargo, aún quedaba tiempo, un par de horas antes de que amaneciera y las nuevas reglas de la reina comenzaran a ser cumplidas.
Y por supuesto que las aprovecharía con las dos personas que le hacían sentir viva mientras la Reina Manoban tenía.. visitas de sus Concubinas en sus aposentos, ocuparía su descuido en romper un poco las reglas y pasar un rato agradable.
Era un momento mágico, que de seguro Jennie pintaría luego.
Nayeon lloriqueaba, bufaba y resoplaba cada dos segundos, sus mejillas seguían rojas al igual que sus orejas y parte del cuello, TaeHyung seguía gruñéndole mientras trataba de explicar la escena con paciencia, cosa que no tenía, ni una sola pizca.
Jennie les observaba sentada en el mullido y cálido sofá frente a la chimenea encendida y flameante, debido al feroz invierno que cruzaba Évrea, sostenía entre sus manos el libro con los diálogos y las demás escenas de la obra de teatro que su cachorra y el Alfa practicaban, mordiéndose los labios para tratar de controlar la risa que le hormigueaba el pecho.
―Carajo, Nayeon. ¡Sólo di el puto diálogo! ¡Tu jodida línea!
―¡Pero no me grites!
―¡La puta línea!
―¡Todos para todos y...! No, espera. Así no era. Todos para... ¿Uno para todos?, todos para uno, todos para uno.. uno p-para.. ¿Uno?
En respuesta, TaeHyung siente su párpado temblar.
De fondo, las risas de Jennie llenan la inmensa y elegante habitación, el fuego de la chimenea se balancea un poco, como si riera de igual forma.
―Cachorra, es todos para uno y uno para todos. Los tres mosqueteros trata del trabajo en equipo ―Aclara Jennie, jadeante ante el repentino ataque de risotadas que aún cosquillean su garganta.
―Sigo sin entender por qué tiene que haber una princesa en todo esto. ¡Además es para niños! Aún me tengo que atar la muñeca a las cadenas para la escena del calabozo, pfff ―Se queja la menor de los tres, lanzando las hojas en sus manos al aire y dejándose caer al piso, las hojas cayéndole encima dramáticamente.
TaeHyung suspira. ―Pienso que debiste ser el árbol, mocosa. Me dará algo al corazón.
Aún en el piso, Nayeon lloriquea. ―¡Iba a ser el maldito árbol pero tengo que cumplir mi promesa! ―Se lleva las manos a las hebras desordenas para enterrar los dedos allí y tirar de los cabellos. ─Quiero llorar, el traje que me hizo mi Reina está muy bonito, y yo quería ser una ramita.
Tanto Jennie como TaeHyung llevan sus ojos al traje hecho a mano de un árbol colgado entre los tantos abrigos de Jennie a un lado de la puerta, justo a un lado de la cómoda de jacaranda que portaba macetas con preciosas flores y hojas verdes brillantes.
―Sí te luciste, Jennie, hasta tiene frutas ―Jennie sólo sacude la cabeza, sin necesitar más halagos. El traje estaba perfecto, con ramas de árboles reales y hojas de arcilla blanca pintadas con pintura verde claro, como también otras hojas amarillas y algo cafés tejidas a mano. Una que otra decoración por allí le daban el toque especial de sencillez, creatividad y originalidad.
Nayeon no tenía a nadie, había sido así desde los cinco años, en cuanto fue ofrecida por sus propios padres para ser criada como Concubina Real de Compañía en el palacio. Jennie era más que una amiga, y aunque llamarle 'Mamá' quizá era demasiado, se acercaba bastante a lo que significaba en realidad para la joven Omega.
Habían sido ellas dos desde hace años, y así estaba perfecto.
―Hubieras sido un árbol muy lindo ―Añade Jennie en un intento por quitar la expresión de sufrimiento del rostro de la menor, quien seguía pegada al piso alfombrado con papeles llenos de palabras desparramadas alrededor.
―¡Y lo hubiera sido! Pero el idiota de... perdone el vocabulario, mi Reina, ¡Estoy furiosa! Ji-Hoon tenía que enfermarse a tres días de la obra, ¡Tres días! Él tiene materia de actor, yo sólo quería pararme en un rincón, ¡Soy realmente buena en eso! ―Resopla, sentándose con una mueca en sus labios―. Pero no, la dueña del orfanato me pide reemplazarlo, ¡Para uno de los papeles principales! ¡A mí! ¿Y por qué acepté? ¡Demonios, amo a los huérfanos! ¡Cachorritos indefensos! ¡Perdón por mi lenguaje!
A este punto Jennie se sentía muy mal por reírse durante todo el ensayo, pero es que esos dos se gritaban, gruñían y se saboteaban mutuamente. Incluso entre los tres meditaron, jugaron ajedrez, bebieron té de hiervas con tal de calmar los nervios de Nayeon, nervios que le impedían acordarse de una sola frase de sus diálogos. Habían pasado horas, de seguro pronto amanecería, y la cara de mala muerte que tenía el Alfa junto a cómo se salía de sus casillas con las ocurrencias de Nayeon le hacía mucha gracia, tanto así que su abdomen dolía.
―Olvídenlo, soy un alma destinada al fracaso.
-No eres un alma destinada al fracaso, Nayeon -Jennie niega de inmediato, indicándole con un ademán que se acerque al sofá. La Omega gatea perezosamente por el piso hasta sentarse a los pies ajenos, dejando caer la cabeza, exhausta, en el regazo cálido y protector que conocía desde niña.
Nayeon ronronea en cuanto los dedos cariñosos de la mayor se enredan en sus cabellos.
―Es una pena que no vaya a verme actuar en la obra, mi Reina ―murmura, su voz afligida.
Jennie detiene sus caricias por un momento, y vacila antes de hablar, cautelosa.
―Tú sabes que mi celo se acerca, y también conoces las condiciones de la Reina, así que deberías tener claro que si no voy, no es porque no lo quiera así. No dejes que esta tristeza pase más allá de la satisfacción que tienes por verme tan orgullosa de ti, ¿De acuerdo? ―dicho esto, acuna las mejillas acaloradas de la pequeña y juguetea al acercar su rostro y frotar sus narices con cariño, sonriéndole.
Como toda cachorra, Nayeon tenía un espíritu competitivo que con el tiempo creció hasta resaltar de la dulzura y humildad en su personalidad. No gustaba presumir, pero amaba la sensación de ganar, triunfar y ver a su figura maternal, orgullosa. Incluso si Jennie no cambiaba su trato hacia ella en sus errores, se esforzaba día a día por impresionarle.
Sin embargo, por más que trata de centrarse en el orgullo de la mayor, no puede contener más la preocupación que le aprieta el corazón. Así que, luego de unos minutos sin palabras y caricias entre ronroneos, Nayeon susurra:
-Sólo.. temo que quede en cinta, mi Reina. Si eso pasara, la Reina Lisa... yo no podría.. -Y este penoso balbuceo es todo lo que necesitaba Jennie para sentir cómo se rompe por dentro un poquito más.
La Omega esconde el rostro en su regazo ante las repentinas ganas de llorar, detrás de ellos TaeHyung empuña sus manos sobre el revoltijo de papeles y se acerca a la ventana en total silencio, admirando la bella vista del cielo nocturno, probablemente esquivando entrar en la conversación.
Jennie inhala con fuerza, calmándose. Lo que menos desea es que su aroma se torne agrio cuando la naricita de Nayeon le huele con necesidad, buscando consuelo.
¿Si ella quedara en cinta? Oh, luna... su cuerpo se sacude en un feroz escalofrío ante la sola idea.
Y no es que no deseara tener cachorros. Le encantaría, de hecho. El problema era el mismo de siempre; Lisa.
Nadie dudaba que la Alfa perdería la cabeza con una Jennie con pancita de embarazo, y pobre de Évrea si el cachorro resultaba ser Omega.
Muy a su pesar, Jennie sabía que en ese caso era muy probable que jamás volviera a ver la luz del sol, pero su interior trataba de convencerle de lo contrario, que quizá Lisa se ablandaría, ya no podría golpearle por su estado delicado y hasta se pondría melosa naturalmente, ¿Verdad?
Sin notarlo, la Reina se hunde en sus pensamientos, su respiración se agita y de nada sirve que trate de inhalar profundo, los ojos se le cristalizan y pierde el aliento ante el amargo miedo instalándose en su pecho.
Un cachorro podría traerle mucha felicidad, pero no estaba seguro de si mejoraría las cosas con su Alfa, o está terminaría de enloquecer. Era obvio que le encerraría con más seguridad alrededor, probablemente ya no podría ver a Nayeon ni a TaeHyung.
Sólo ella... y Lisa...
¡No!
Jennie sabía que no podría hacer nada para contradecir a Lisa. Si la Alfa daba una orden, se obedecía.
Estaba condenada.
-... ¡Jennie! -Es el grito preocupado de TaeHyung la que la saca de su pequeño trance, volviendo a la normalidad.
Nayeon yace arrodillada en la alfombra, cubriendo su boca con sus manos y enviando señales de miedo y preocupación en sus usuales dulces feromonas e inocentes ojos. El Alfa le sostiene de las mejillas, limpiando con sus pulgares las lágrimas en la piel seca, examinándole de cerca ante la mínima señal de algún problema más grave que sólo hiperventilación.
Y la preocupación era razonable, pues después de años y años, Jennie había perdido por primera vez el control en sí misma.
-Quiero un cachorro.. pero.. pero no así.. -con ojos lagrimeando en desesperación, Jennie susurra entre su errática respiración, y ambos presentes logran oírle.
Los brazos de TaeHyung hacen el ademán de rodear el cuerpo delgado, débil y tembloroso, sin embargo. Un bullicio y golpes fuertes provienen del pasillo, luego avanzan hasta el recibidor y la inconfundible y temida voz furiosa de la reina resuena tras las puertas justo antes de que estas sean abiertas de una violenta patada.
Nayeon se levanta del piso de un salto, juntando sus temblorosas manos en su regazo y bajando la cabeza con tal de ocultar sus recientes lágrimas, limpiando sus mejillas contra la tela de su vestido en su hombro. A regañadientes, TaeHyung suelta a la perplejo Omega y retrocede, conociendo su lugar, aunque esto no impide que sus manos se empuñen y el pecho le arda en impotencia. Por otro lado, Jennie permanece inmóvil en su lugar, sus labios agrietados ligeramente separados ante los sollozos bajos que salen de su garganta, la nariz y los mofletes enrojecidos con el resto de su cutis más pálida que lo normal, junto a sus bellos y usuales positivos orbes cristalizados en pánico.
Desde ambas puertas, una Alfa respira con dificultad, su pecho y leve musculoso abdomen descubierto ante la bata de seda que viste abierta, marcas de rasguños y chupones esparcidos en la piel bronceada, el cabello oscuro revuelto, ojos brillantes con sus iris carmín y los colmillos sobresaliendo de los labios delicados. Los pantalones holgados con el cinturón de cuero desabrochado, cayendo sin cuidado a un lado de su cadera, además de estar descalza y notoriamente agitada.
La menor en la habitación siente su corazón moler en sus costillas, aterrada. Ella sabe lo que es capaz de hacerles la reina Lisa ante la cercanía que tenían con la Reina, y es que la sensación espantosa de ser atrapados tras años de mantener bien guardada su amistad era simplemente abrumadora.
TaeHyung no duda ni un segundo en llevar sus manos a la espada aferrada al cinturón colgando en su cadera tras ver los colmillos en la boca de la Alfa, consciente de su furia. Por más claro que tenga el peligro que significa desafiar a la reina, no está dispuesto a morir sin luchar un poco por las dos personas que tiene impregnadas en su traumado corazón.
Saben que han cometido el peor pecado en el reino de Évrea; acercarse, tocar, hablar y tener un vínculo con la Omega de la Reina Manoban.
Jennie fija su vista en los ojos rojos de su Alfa, y por un momento siente que todo, finalmente, ha acabado. La furia de Lisa culminará al fin y ella tendrá que soportarlo.
Segundos transcurren en total silencio.
La pesada respiración de Lisa... la agitada de TaeHyung...
Pero, cualquier miedo es alejado a patadas del cuarto en cuanto la reina da el primer paso dentro, dado a que es notoria la manera en la que se tambalea, y ordena con voz arrastrada y extrañamente lenta:
-Fu-Fuera todos de.. de aquí.. ¡Quiero a mi Omega sólo para mí! -Y grita al terminar, su ceño frunciéndose y la afilada mandíbula apretándose.
Entonces, Jennie lo huele.. su Alfa está borracha, seguramente luego de divertirse con su harem.
La risita de Nayeon descoloca a todos, y ella rápidamente cubre su boca, reverencia a la reina, reverencia a Jennie, y se apresura en salir de la habitación, encogiéndose en sus hombros al pasar por el lado de la mareada y molesta Alfa.
TaeHyung suspira, ladeando la cabeza para mirar de reojo a su Reina, pero los ojos de Jennie no le devuelven la mirada cómplice. La Omega yace en su propio mundo, con la vista clavada en Lisa, sus manos entrelazadas y las uñas enterrándose en las yemas de sus dedos.
Resistiendo el impulso de calmar a la menor, el guardia suelta la empuñadura de su espada, reverencia a ambos superiores y mantiene la cabeza en alto al salir de la habitación, deseando en su mente con fuerza que el estado de embriaguez de la reina sea lo suficientemente alto como para no poder dañar más a Jennie.
Una vez solas en la habitación, el único sonido siendo el del fuego en la chimenea y el feroz viento golpeando el cristal de las ventanas. Una mareada Lisa avanza a pasos torpes hasta el sofá, Jennie no deja de mirarle en ningún momento, perdida en la furia de sus ojos.
-Mi Jennie... -La Alfa susurra, dejándose caer de rodillas frente al sofá, sus manos cálidas toman las frías de su pareja, y sonríe bobamente con su labio inferior temblando-. Mi Omega.. mi pequeño amor..
Los ojos de la Omega terminan por botar todas las lágrimas guardadas al olfatear feromonas ajenas dulces y excitadas impregnadas en el cuerpo de su Alfa, y para más dolor, se toma el tiempo de bajar la mirada por cada marca en su bronceada piel.
Jennie tiembla en su lugar, intentando quitar sus manos. -Lisa.. -susurra, sonando como una súplica. No quiere golpes, no quiere tener sexo, no quiere tocarla. Sin embargo, Lisa le ignora.
Entonces, la Alfa se impulsa sobre sus rodillas para recargar todo su torso sobre el cuerpo acurrucado en el sofá, el calor de la chimenea golpeando en su espalda ligeramente descubierta gracias a que su bata abierta cayó hasta sus caderas por el movimiento. Hunde el rostro en el suave cuello ajeno, dando una larga inspiración en medio de un ronroneo.
-Mhm~.. nadie huele como tú, mi amor. Nadie podría oler tan bien como tú -Arrastra las palabras, su voz quebrándose. Jennie queda petrificada al sentir los brazos musculosos temblar al rodearle, pasando por su espalda y alejándola un poco del respaldar del sofá. Más aún al percibir humedad correr por su piel, junto a la espalda tensa de Lisa sacudirse en un sollozo. -Aquí.. j-justo aquí estoy en casa, Jennie. Abrazada a ti. Olisqueándote, sintiéndote. Este es mi hogar.
Su pecho duele al escuchar el llanto de su pareja, incluso siente la exasperación de su loba ante el lazo abierto y expuesto, cada emoción negativa de la Alfa atravesándole como un sable. Tanta es la tristeza, dolor, miedo y la desesperación transmitida, que le es inevitable no hacerla propia. La mordida en su piel cosquillea, y de su propia boca brota un sollozo.
El sonido desespera a Lisa, quien deshace el abrazo de golpe, incorporándose sobre sus rodillas y viendo con una expresión aterrada cómo su pareja comienza a llorar.
-No.. no, no, no.. perdón, perdón, cariño -Balbucea, subiéndose al sofá con agilidad y cubriendo por completo el cuerpo tembloroso con el suyo, entrelazando sus piernas, rodeando su cintura con ambos brazos y recargar su cabeza en su pecho. -Perdóname, por favor.. lo siento, lo siento tanto..
La Alfa deja fluir su propio llanto en cuanto los dedos frágiles de Jennie van hacia sus cabellos sucios por el sudor reciente de sus encuentros, dejando caricias en las hebras. Y de manera imprevista, se echa a reír, su voz rota, y las lágrimas brotando como cascadas de sus ojos.
Tan inestable...
¿Pedía perdón? ¿Por qué, exactamente?
Duraron abrazados las siguientes horas, aferrándose el uno al otro. Jennie yacía con su mejilla aplastada contra los cabellos de la Alfa, acariciando su nuca, mientras Lisa le apretaba entre sus brazos, la mirada perdida en las llamas furiosas de la chimenea que cada vez se hacían más débiles.
-Eres mía, ¿verdad, amor? -Luego de un largo rato en silencio, Lisa es la primera en hablar. Su voz ronca y grave, las palabras lentas, vacilante. Sus párpados entrecerrándose conforme la burbuja de cariño y paz que Jennie le transmitía le envolvía cada vez más.
Jennie se limita a asentir, perdida en su propia cabeza, pero consciente de lo que debe responder ante eso. La Alfa siente el movimiento, y una sonrisa tonta se extiende en sus labios resecos.
En cuanto se reincorpora sobre sus codos, a cada lado del torso ajeno, Jennie siente el aliento a alcohol que desprende. Lisa junta sus rostros hasta rozar sus narices, dándole una mirada terriblemente difícil de descifrar, pero por sus pupilas dilatas es claro que sigue borracho.
-Mía, mía, mía.. -Murmura, rozando la punta de su nariz por las mejillas sonrosadas, prácticamente ronroneando-. Nadie puede ser más mia que tú, mi Jennie. Nunca me puedes faltar, ¿Mh? Deja de.. de alejarte de Alfa.. sé una buena Omega para mí. -Esbozó una risa al terminar, deteniendo su boca justo en frente de los labios regordetes y rojos que tanto le gustaban-. Te extraño tanto, y pronto te tendré sólo para mí, justo como más me encantas, amor; necesitado y vulnerable, sólo de mí.
Jennie le miró por debajo de sus pestañas aún algo húmedas, aturdida.
Hace tanto que no le decía amor...
Hace tanto que no le acariciaba así...
Hace tanto que no se sentía querida por su Alfa...
Lisa gruñe contra su boca, susurrándole. -Te amo tanto que podría ahogarme en mi propio amor por ti... y eso es lo que me está pasando justo ahora. Tan hermoso, tan especial, tan mia... Sálvame, Jennie. Dame aire, dame amor, dame un poco más de ti.
No faltó decir más, Jennie impulsó hacia delante su rostro hasta juntar sus bocas, deseando alargar aquel nuevo sentimiento, sintiendo de inmediato el sabor amargo del alcohol en la lengua ajena. Lisa suspiró, subiendo las manos hasta apoyarlas en el reposa-brazos tras la espalda de su pareja, consiguiendo altura y de esta forma llevar el control total del beso.
Las emociones de la Alfa estallaron en el pecho de Jennie, su alivio, su placer, su felicidad..
Y entonces, el lazo se cerró, y con ello sus ilusiones fueron aplastadas sin asco alguno. Antes de poder reaccionar, tenía los colmillos de la Alfa clavados en la marca en su cuello. Ahogó un grito, sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas en cuanto Lisa le sujetó por los hombros contra el sofá para volver a morderla, una y otra, y otra, y otra vez, hasta quedar completamente saciada. Por más que dejó lamidas y besos, la sangre era tanta que corrió por el cuello blanquecino, y la mordida se negaba a sanar, sacudiendo su cuerpo en feroces espasmos ante el reclamo constante de la Alfa.
A este punto, el sol se dio paso en el cielo, y la chimenea terminó por apagarse, al igual que el joven e ingenuo amor de ambas niñas.
Lisa relamió sus labios ensangrentados, el placer brillando en sus ojos. Miró directamente a los de su pareja, ajena a la tormenta creciendo en el pecho de su reina.
-Exquisito.. -Susurró, volviendo a besar sus labios.
Jennie le dedicó una mirada que transmitía tantas cosas.. entre ellas, el ¿Por qué?
Y como la Alfa no supo responder, aquello le dio la respuesta que estuvo buscando los últimos días.
¿Qué quería?
Sencillo. Ya no quería querer a Lisa.
La Alfa cayó rendida nuevamente sobre su cuerpo, y de forma inconsciente sus dedos volvieron a dejar caricias en sus cabellos, por lo que no tardó en dormirse. Y junto al amanecer, Jennie deseó con todas sus fuerzas estar en cualquier otro lugar del mundo, muy, muy lejos de la Alfa que dormitaba plácidamente, acurrucada en su pecho.
Lisa siempre volvía a ella. Y no podía evitar disfrutar de ello, el daño que le hacía compartir a su Alfa, compartir su pasión, atención e intimidad, con el resto de las Concubinas y Concubinos a veces era tanto que anhelaba con fuerza tener a la Lisa de antes a su lado, atenta y cariñosa, fiel a su lazo. Besarle, tocarle, darle su atención y recibir sus caricias protectoras.
Pero esta Lisa cada vez le gustaba menos, y sólo le hacía extrañar con vigor su infancia, esos tiempos en los que ronroneaba a gusto en el regazo de una cachorra aprendiendo a ser Alfa, y aprendiendo a ser una reina.
Ojalá hubiera siquiera imaginado en lo que ambas se convertirían, antes de aceptar la vida como pareja de la Alfa Manoban, y atreverse a enamorarse ingenuamente de ella.
Por favor, basta. No me rompas más, por favor.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top