⠀⠀𝐎𝟓. ❝ Yo te doy y tú recibes. ❞
Invierno dio su llegada mucho antes de lo esperado. Corría la brisa helada que desordenaba las hebras entrelazadas en una preciosa trenza francesa en la cabeza de una desanimada Omega, quien tenía sus ojos cerrados y la nariz arrugándose con sutileza al olfatear el exquisito aroma del petricor.
Yacía sobre los cojines de su pérgola en los jardines reales, aunque el clima era frío, nunca perdía la oportunidad de salir a respirar aire fresco, charlar con las plantas secas y sonreírle al nublado cielo.
Jennie adoraba todas las estaciones del año, simplemente no podía quejarse.
Luego de la noche anterior repleta de insomnio, su cabeza necesitaba un descanso, el color crema de las paredes de su habitación ya comenzaba a producirle jaqueca, y unas tremendas ganas de llorar.
Cada día que pasaba era peor.
—Alteza —la dulce voz de Nayeon le hizo abrir los ojos. De inmediato le brindó una cansada sonrisa—. Bébalo, por favor, es su favorito —bajó su vista a la taza humeante que ella tenía en las manos. La recibió, soplando un poco antes de dar el primer sorbo, ronroneando por el sabor de té con miel que tanto le gustaba.
—Delicioso. Bien hecho, otra vez, mi Doncella —felicitó, recibiendo una tímida sonrisita junto a una reverencia. Ella volvió a tomar asiento a sus pies, manteniendo el silencio que su Reina había pedido cuidar.
Fueron minutos agradables en los que bebió de su té favorito, gozando de las nubes grises decorando el cielo que parecían reflejar sus ojos tristes.
Sin embargo, bullicio se aproximó a la pérgola.
Jennie bajó la mirada del cielo para posarla sobre la Omega que había sido su mayor dolor de cabeza desde hace unas semanas.
Lee Hyori, la favorita de su Alfa, caminaba hacia ella seguida de sus tres Doncellas. Habían sido asignadas por la misma Reina Lisa para que cuidaran y complacieran las necesidades de "Su Joya", como le apodaba Lisa. Su piel cremosa y a simple vista bastante suave, los ojos azules y la figura delicada y bien marcada que lucía a la perfección el Hanbok rojo carmín que traía puesto, sin mencionar todas las joyas que portaba.
Escuchó a Nayeon resoplar, incrédula casi tanto como ella por ver a la chica caminar con orgullo en su dirección, la sonrisa de aires superiores causándole nauseas a su lobo abochornado.
—Buenas tardes, Jennie —Ella saludó con todo el descaro del mundo una vez estuvo frente a los escalones de la pérgola, meneando su largo y sedoso cabello negro y presumiendo las joyas costosas que decoraban sus orejas y cuello.
Ah, por supuesto. Entre más las quería Lisa, más cosas bonitas y caras les regalaba.
Jennie quiso reír.
—¿Cómo has llamado a tu Reina, Concubina irrespetuosa? —Nayeon gruñó, parándose tal resorte para encarar a la chica entre bufidos, molesta.
Hyori alzó sus cejas. —Cuida tus palabras, Doncella. A mí me hablas con respeto.
Recién allí fue cuando Jennie intervino, el sonido pequeño de la taza golpeando el plato contrarrestando con el ligero silbido del viento.
—Tú no tienes derecho a callar a mi Doncella, Concubina.
Y al tener la atención de la Omega azabache, Hyori suspiró, como si estuviera cansada de repetir las mismas palabras.
—Oh, majestad, créame que sí tengo el derecho. O al menos, pronto lo tendré.
—¿Ah, sí? —Jennie mantuvo sus facciones tranquilas, al igual que su voz, suave y tersa. Su loba gruñía y engrifaba el lomo hacia la chica, aunque Jennie no le permitió mostrar su descontento ante la situación.
Mucho menos cuando vio a la Concubina llevarse las manos al vientre, acompañándole la sonrisa orgullosa y venenosa en sus cuidados labios.
—Ya que pronto engendraré a nuestro primer príncipe, no me gustaría tomarle por sorpresa cuando me siente en su trono, majestad. Usted entiende, el encierro vuelve a los Omegas bruscos y violentos, y el cachorro en mi vientre es tan preciado que me gustaría aclarar todo con usted para evitarle problemas con nuestra Alfa en caso de que caiga en la tentación de la envidia —todo esto se clavó en el corazón de una Omega que nunca perdió la postura, incluso, una sonrisa suave creció en sus labios magullados por las mordidas sin piedad de la noche anterior—. Y esto no lo digo yo, alteza. Mi Reina propuso marcarme, para mejorar el desarrollo de nuestro cachorro. Planea también que me mude a sus aposentos, sus fuertes brazos me mantendrán a salvo del veneno de sus demás amantes reprimidos. ¿No lo cree usted?
Jennie simplemente le miró, fijamente. Su sonrisa decayó con ligereza, y fue borrada por completo cuando Nayeon volvió a defenderle con colmillos y garras. A sus espaldas, sintió el aroma agrio de TaeHyung, seguido de un leve bullicio por los murmullos de sus demás Donceles y Doncellas.
—¿Quién te has creído? ¿Qué ganas restregando esos patéticos privilegios en el rostro de nuestra Reina? ¡Y peor aún, insultarle de esa forma! ¡Tú, niñata sedienta de atención!
Todo terminó cuando la mano de Hyori se impactó en el rostro de Nayeon, haciéndole caer al suelo por la magnitud de la bofetada.
Jennie gruñó, controlándose ante la profunda ira que invadió su pecho.
Con lentitud, se levantó, arreglando los bordes de su Hanbok y acomodando la trenza en su hombro, avanzando a pasos suaves y precisos hasta bajar los escalones, encarando a la Omega que apestaba a las feromonas de su Alfa y le observaba con aquella sonrisa socarrona.
—Podrás estar embarazada del primer príncipe de Évrea, y aún así, eso no te posiciona en un título mayor que el mío. Yo, Reina y pareja de la Reina Lisa continúo siendo tu superior —aunque observó el miedo en los ojos ajenos, eso no calmó su furia, no cuando su cachorra se quejaba aún en el suelo—. Acabas de faltarme el respeto al tratar de imponer tu supuesto poder ante mí, y nuestra Alfa no acepta las faltas de respeto hacia miembros de la familia real. ¿Y qué crees, Hyori? La amante reprimida frente a ti es un miembro de la familia real. Lamentablemente para ti, no puedo faltar a las órdenes de nuestra Reina.
—Ella no te dejaría tocarme.
Nuevamente, Jennie sonrió, bufando una risa. Alzó su mano con lentitud, su gesto siendo seguido por los ojos de la Concubina y de sus Doncellas.
De inmediato tuvo a TaeHyung a su lado.
—¿Majestad?
—Asegúrate de que reciba el castigo que merece —murmuró, tan simple como eso, Hyori fue tomada de ambos brazos por dos de sus guardias.
Jennie hizo un trabajo maravilloso ignorando las amenazas y sollozos de la Omega, se volteó y con rapidez acudió a su cachorra tirada en el piso, apretando los labios ante la marca en su mejilla.
La atrajo en un abrazo protector, orgullosa de su valentía cuando es consciente de la timidez que carga Nayeon desde que nació. Le deja sollozar en su hombro, ordenando que le traigan un médico para aliviar el ardor que conoce muy bien, deseando que aquella sensación se aleje de su pequeña Doncella.
Y dispuesta a recibir la furia de cierta Alfa en cuanto está se enterara.
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