⠀⠀𝐎𝟑. ❝ Solo di que me quieres de vuelta. ❞

Lisa odiaba que tocaran a Jennie.

Odiaba que la miraran, que le hablaran, que le sonrieran y le hicieran sonreír.

Odiaba escucharla reír para alguien que no fuera ella, odiaba que usara ese tono delicado y terso que le caracterizaba, que bateara sus hermosas y largas pestañas al mirar a otros.

Odiaba no poder encerrarla por completo como lo deseaba con desesperación.

La sola idea de que le compartiera de sus exquisitas feromonas a esa Alfa ponía como bestia a su loba, y a ella, le envenenaba.

Por lo que, cegada por la ira, la empujó sin compasión a sus aposentos, ignorando los saludos que recibió de sus guardias en la puerta y de las miradas sorprendidas y curiosas que tuvieron en los pasillos.

Tanta fue la fuerza, que su Jennie impactó contra uno de los pilares de su amplia cama, esa en la que le tuvo muchas veces a su total merced, ya sea gritando o suspirando entre sueños.

Le escuchó quejarse del dolor, pero poco le importó, sólo dejó salir el feroz gruñido que le ardía en la garganta.

—¿Qué demonios hacía afuera mi Omega? —rugió, fuera de sí. Su respiración pesada y la cabeza doliéndole mientras avanzaba a pasos lentos hasta la temerosa Omega—. Creí haberte ordenado que te quedaras en tu habitación, no que salieras a recibir a mi invitada. ¡Maldita sea!

Jennie tiritó en su lugar, pero aún así, su voz no falló al encararle, permaneciendo de pie a un lado de la cama, sus puños apretados en los costados de su Hanbok.

—Es mi trabajo, Alfa. Como su Reina y pareja, debo ver la parte superficial de sus acciones. Recibí a la Reina Jisoo no por un capricho en desobedecerle, sólo estaba practicando equitación en el jardín y cuando quise entrar al palacio, a ordenes suyas, me lo encontré en la entrada. No podía pasar por alto mis responsabilidades —Al escucharle, el párpado de Lisa tembló.

Jennie jamás esperó ser agarrada del cuello y aprisionada contra la pared pintada de un gris suave, el color favorito de su tan querida Alfa. La misma que yacía ahorcándola con su venosa mano alrededor de su garganta, con tanta fuerza que su cuerpo se elevó y sus pies ya no tocaban el piso, el fuerte brazo extendido de la Alfa era suficiente para dejarle sin opciones más que removerse con torpeza y aferrar sus delicadas manos a la muñeca que le estaba arrebatando el oxígeno, generando el molesto ardor que le traía terriblemente asustada.

Lisa la había golpeado antes, sí. Pero jamás se dejó llevar tanto por su enojo como para hacer ademán de matarla.

Pronto, el aire no era suficiente para moverse, y sólo pudo escuchar a la Alfa con sus preciosos ojos derramando lágrimas.

—¿Responsabilidades, dices? ¿Tu trabajo? ¿Tu deber? —pronunció con tanta amargura, que Jennie en verdad temió por su vida—. ¿Tu responsabilidad es sonreír y brindar tus dulces feromonas?, ¿Es acaso tu deber reír y mostrar tus encantos con descaro?, ¿Es tu trabajo el desobedecerme y exponerte así ante los hambrientos ojos de un Alfa?, ¿¡Te educaron para eso, Omega!? ¿¡Ah!?

Balbuceó con sus cuerdas vocales reacias a emitir más que un débil susurro, rasposo y agonizante.

L-li-lisa...

Su rostro estaba preocupantemente rojo, tornándose ya un poco violáceo. Lisa le miró con odio, furia, y asco. Su mirada no se suavizó ni un poco aún cuando Jennie trató ya sin fuerzas acariciar su rostro con tal de traerle a la realidad.

Una realidad en la cual la estaba matando.

Sin embargo, la Alfa no le soltó hasta que sus ojos llorosos se cerraron y dejó de luchar por completo, permaneciendo prácticamente colgando en la pared con la fuerte diestra asfixiándola.

Realmente pensó que había muerto, hasta que se vio a sí misma entre los brazos de Lisa, su espalda aún presionando la pared, pero sus pies ya tocaban el piso. La Alfa la sostenía con fuerza, rodeando su cintura y apegándola a su torso, dando caricias con su pulgar por sobre la tela del Hanbok, en círculos lentos y suaves. Siseaba suaves "Shh, ya pasó, cariño. Estás bien" mientras le mecía de lado a lado, besando el costado de su cuello donde le ardía, seguramente por las marcas de aquellos largos falanges que casi consiguen dejarle inconsciente.

—Mi Jennie... —murmuró, soltando su cintura para tomar su débil rostro entre las manos, acunando sus mejillas pálidas. Su rostro poco a poco tomando color—. Con eso fue suficiente, ¿Verdad, amor? Ya aprendiste, y no me volverás a hacer enojar. 
 
Atontada y aturdida, Jennie sólo pudo lloriquear en tono bajo, sacudiendo la cabeza con todas sus fuerzas para que el gesto se notara como un asentamiento.

Siseó del dolor al ser tomada de la mandíbula.

—Usa tus palabras, Jennie.

—S-Sí, A-Alfa. Apren-ndí.

Conforme, Lisa le levantó por los muslos, enganchando sus piernas en su cadera antes de pasearse por la habitación, luciendo relajada a pesar de que su aroma seguía agrio, y sus dedos se hundían en su piel, aumentando sus ganas de llorar.

Jennie estaba aterrada.

—No te preocupes por tus tontas responsabilidades, Omega. Mi favorita se encargará de recibir a Jisoo y servirle en la cena, a la cual, no vas a asistir. Pensaba permitirlo, pero con esto, por supuesto que no te volverás a pasear por el palacio —Jennie no aguantó, y se echó a llorar—. Oh, mi amor. No derrames lágrimas, por favor. Está bien, sh, sh, sh...

Claro que no estaba bien. Lisa y ella sabían que eso era otra humillación pública hacia su título de Reina. Ya era vergonzoso que su Alfa le diera tanta importancia a su Harem, y que a penas hablara de ella o la mostrara a los nobles con los que compartía le rebajaban terriblemente.

Que una concubina hiciera lo que la Reina debía hacer era una vergüenza.

—No tienes que servirle a nadie, Jennie, sólo a mí. Reina o no, eres mía. Te alejaré de los sucios ojos que busquen corromperte. Una Alfa debe proteger lo que es suyo —Jennie quiso gritarle lo cruel que era al repetir las palabras que Jihyo le había dicho al casarse.

Siempre le recalcó que Lisa debía cuidar de su Omega. Pero Jennie ya no estaba tan segura de si estos eran los cuidados que merecía.

Sintió cómo la depositó en la cama, acariciando la piel lastimada de su cuello con sus labios por un largo rato, antes de bajar a la mordida de tono rosa oscuro que decoraba la unión de su hombro y cuello, besando y lamiendo allí con tal de distraerla y relajarla mientras le despojaba de su Hanbok con desesperación, enferma por el aroma de otras personas en el cuerpo de su pareja.

Una vez el frío en la habitación le erizó, sintió una de las batas de seda que su Alfa usaba por las noches cubrir su desnudez, posteriormente, volvió a ser tomada por los fuertes brazos, permitiéndose acurrucarse en su cuello para olfatear las feromonas que sabía le calmarían el pánico que tenía su corazón, y la angustia de su loba.

Pronto se vio envuelta entre las sábanas de la enorme cama, su Alfa acomodó las numerosas almohadas para que estuviera cómoda, y sostuvo su nuca en su palma al rozar sus cabezas, buscando mezclar sus aromas y marcarlo con el suyo.

Y le fascinó lo dócil que Jennie se mostró, como siempre, desde que eran unas cachorras.

Lisa sabía que podía romperla todo lo que quisiera. Jennie jamás se iría de su lado.

—No quiero enojarme contigo, ¿Mh? Quería creer que tres años han sido suficiente para educarte, pero veo que no —Susurró, acariciando con su boca la tierna piel detrás de su oreja—. Mi Reina... mi hermosa y dulce Reina —Hundió la nariz en sus mechones revueltos por la trenza ya casi desarmada, y su pecho vibró en un gruñido de éxtasis tras olfatear su aroma impregnado allí—. Exquisita. Tal y como debe ser.

Hizo ademán de soltarlo, pero Jennie sostuvo su muñeca en un acto desesperado. Ganándose su atención de inmediato.

—N-No haga esto, Alfa. T-Te lo pido... q-que una Concubina...

Pero Lisa la calló, tomando su boca con lentitud y rozando sus nudillos en la piel de su mejilla, bajando hasta su cuello para acariciar con el pulgar, rodeando con pereza la zona y haciéndole sentir el frío material de los anillos en sus dedos. Jennie tembló, recordando la horrible sensación de hace un rato. Por supuesto, ese era el objetivo de Lisa.

—Te vas a quedar aquí, oculta de todos los ojos que no sean los míos. Mi favorita va a tomar tu lugar por esta noche... Sh, sh... —calló casi en un arrullo cuando Jennie balbuceó más quejas, besando con suavidad su mejilla húmeda por las lágrimas—. Va a tomar tu lugar mientras tú duermes en mi cama, entre mis sábanas, bañándote en mis feromonas hasta que yo quede satisfecha con cada poro tuyo impregnado en mi aroma. ¿Ha quedado claro?

Jennie apretó los labios, resignándose a tal humillación.

—Sí, A-Alfa.

Y la sonrisa orgullosa que Lisa le mostró, fue suficiente para que su loba gruñera, a la defensiva, y sus uñas se enterraran en sus palmas, aterrada.

—Vendré en la noche para acurrucarte en mi pecho, ¿Te gustaría eso, cariño? 

La misma respuesta vacía, su cuello ardiendo con las marcas de falanges que de seguro quedarían violáceas en su piel sensible y rencorosa.

—S-Sí, Alfa.

Lisa le besó los labios, acariciando su rostro al trazar con sus yemas, delineando cada facción y deteniéndose en su pelo, tomando su tiempo para soltar la trenza y dar un corto masaje, hundiendo los dedos que tanto daño le habían hecho en su cuero cabelludo, acurrucándolo aún más entre todas las almohadas y las sábanas.

—Te amo, Omega —murmuró, alejándose para bajar las cortinas de seda que rodeaban los pilares de la cama, generando una especie de nido que, de alguna forma, hizo a la Omega suspirar con agonía, poco a poco calmándose por las feromonas de la Alfa con la que estaba enlazada rondando por la enorme y elegante habitación, metiéndose en su cabeza y haciendo estragos allí.

—Jennie, dije que te amo —repitió Lisa, su voz más firme y demandante. Jennie se quejó, pero obediente, lo dijo.

También t-te amo, Alfa. 

Lisa emitió una risa entre dientes.

—Eso es. Ámame hasta el día de mi muerte, Jennie.

Ojalá Jennie hubiera sabido todo lo que le esperaba a partir de ese día, donde Lisa perdió el control por primera vez.

La primera de muchas.

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