⠀⠀𝐎𝟐. ❝ Solo dia que ya no me quieres en tu vida. ❞

—Alteza.

Jennie volteó de inmediato ante la dulce voz de su Doncella favorita a sus espaldas, despegándose de la barandilla del balcón en la que antes había estado recostado observando con cariño las enormes montañas cubiertas por el manto de césped y flores, digno de la recién llegada primavera.

Tras voltearse, su Hanbok de seda negra con detalles plateados siguieron sus movimientos en una elegante oscilación, al igual que su largo y sedoso cabello azabache amarrado en una trenza holandesa que caía por su espalda hasta su delgada cintura marcada por el cinturón de su vestimenta.

—Nayeon —pronuncia su nombre con una dulce sonrisa, el cariño que le tiene a su más cercana amiga brillando en sus ojos usualmente apagados—. ¿Ocurre algo?

La tierna Omega de hebras castañas le reverencia con lealtad, también sonriéndole.

—Nada que deba preocuparle, majestad. Sólo venía a invitarle a su paseo diario por el jardín, ya casi es hora —murmura esto aún con la cabeza gacha. Cuando Jennie se acerca con pasos delicados y le da un suave apretón a su hombro, ella se endereza, mirándole expectante—. Recordarle, de paso, que en unos días vendrá la Reina del reino del Oeste, en una visita a nuestra Reina. Por ello es que su Alfa ha mandado a que este sea su último paseo a nuestros jardines hasta que la estadía de su huésped llegue a su fin —La sonrisa en los labios de Nayeon se tornó amarga, tan impotente por la injusticia que vivía su Reina día a día—. De todos modos, mandé a arreglar su caballo, sé que le gusta pasear sobre Brooke junto al estanque de su majestad. Sentí que eso le haría feliz dada las circunstancias, mi Reina.

Jennie soltó un suspiro, dócil y resignado, antes de sacudir su cabeza y por ende su preciosa trenza siguió el movimiento en su espalda, acompañando una pequeña sonrisa ladeada en la comisura de su boca.

Llevó su cuidado diestra a los cabellos castaños de Nayeon, revolviendo allí con la palma en una risa entre dientes, viendo a su menor quejarse y resoplar, divertida al igual que ella.

—Lo has hecho de maravilla, mi Doncella —con cariño, pronunció—. Es una buena forma de comenzar mi prisión definitiva por las siguiente dos semanas -la sonrisa triste asomó sus labios, siendo reemplazada rápidamente por un gesto complacido—. Bien decidido, cachorra. Prepara todo, saldremos de inmediato.

Nayeon le miró por debajo de las pestañas, sus cabellos desordenados cayendo por su rostro en una divertida imagen. Jennie usó sus dedos para acomodar un poco, viéndole reverenciarle otra vez, antes de girar en sus talones y alejarse con rapidez hacia las puertas para avisarle a los guardias.

Ella tenía tan sólo dieciséis años, y era la alegría en la vida de Jennie junto al Alfa que custodiaba su puerta, Kim TaeHyung. A pesar del tiempo apartado, la Omega no fue capaz de perder su encanto natural, por lo que ganarse ambos corazones fue fácil. Nayeon a penas era una cachorra cuando la unieron a su grupo de Doncellas, Jennie la aceptó con gusto, volviéndole su cachorra confidente y consentida, la personalidad juguetona y soñadora de la Omega contrastaba muy bien con la naturaleza tranquila y mimosa de Jennie. Algo similar ocurrió con TaeHyung, el Alfa era un soldado en las fronteras del reino, había vivido la mitad de su juventud entre el Campo de Lanzas, por lo que su mente estaba bastante trastornada, Jennie sabía hacerle reír y sus conversaciones parecían nunca tener fin, disfrutaban cuidar de TaeHyung y molestarse entre los tres; era una pequeña familia que con mucha suerte, y mucho cuidado, Jennie logró formar.

No podía siquiera imaginar lo sola que se sentiría si ellos no estuvieran en su vida.

Porque ella que se suponía que debía permanecer a su lado, lo tenía allí encerrado. Un destino que nunca creyó tener que soportar.

Agradecía poder mirar el exterior por su pequeño balcón, y tener esos cortos paseos por los jardines. Lastimosamente, eran su única conexión con el mundo real. Lisa tenía designadas a las personas con la que podía relacionarse, en su mayoría Betas y Omegas, sólo tenía dos guardias, de los veinte que le custodiaban, con los que podía hablar para saciar necesidades de emergencia que requirieran fuerza bruta, o protección, TaeHyung estaba entre ellos. De hecho, tener relaciones íntimas con otra persona que no fueran sus Doncellas y Donceles le traería problemas, así que ya estaba cruzando la línea.

Pero no podían culparla, cada día ahí era sofocante. La nostalgia de su libertad solía debilitarle tanto a ella como a su loba, aún más cuando el lazo yacía cerrado por parte de Lisa, la mordida en su cuello fresca debido al reciente celo de su Alfa, sin embargo, no había nada especial en ella como cuando era una niña. No significaba amor, protección o unión.

Sólo era una marca de posesión. Algo que le encadenaba a ser de Lalisa Manoban, un adorno que el Alfa adoraba guardar para su placer.

No era una Reina, sólo era un capricho de un Reina malcriada. Eso era todo. Y debía conformarse con ello.

—¡Oh, vamos, alteza! ¡Tramposa!

Ante el chillido de Nayeon, Jennie cubre sus labios con su antebrazo, tratando de no abrir la boca para reírse con todas las ganas que tiene de hacerlo. Aún mastica la fresa cuando su risa muere en un suspiro, jadeante, apretando los muslos delgados alrededor del caballo y tirando con suavidad de las riendas, indicándole a su amada Brooke que deje de corretear detrás de Demian, el caballo en el que su Doncella yacía jugueteando con ella.

Brooke suelta un resoplido, balanceando su cola de lado a lado y sacudiendo la cabeza en busca de cariños en su hocico cuando su dueña se baja de su lomo, deteniéndose frente al caballo para darle una de las fresas frescas que tiene en el bolsillo, mismas que ella y Nayeon, con ayuda de los demás Donceles y Doncellas, recogieron del huerto personal de la Reina hace un rato.

Jadeante, Nayeon llega a su lado, el sudor recorriéndole la frente en cuanto se baja de Demian y le acaricia el lomo, tomando las riendas para evitar que el animal se inquiete.

—Años de estos juegos y aún no puedo igualarle en equitación, majestad. Uff. ~ Qué calor —Ella se queja, peinando su cabello suelto ligeramente húmedo hacia atrás. Jennie le sonríe con leve burla, también agitada por el ejercicio.

Toma un momento para tomar aire y soltarlo con tranquilidad, adorando lo soleado que está el día, la rica vegetación que les rodea, todas esas flores coloridas y los frondosos árboles. De fondo, el sonido del agua del estanque salpicar por los peces que saltan, entretenidos, entre los neufares. Los resoplidos de ambos caballos, los quejidos de Nayeon y sus intentos por refrescarse con el agua de una fuente cercana, junto al canto de algunos pájaros posados en las ramas. Por último, el aroma a fruta fresca, a pasto húmedo, y las feromonas dulces de crema y arándanos que desprende su Doncella, junto al ligero aroma casi imperceptible de limón y cacao que libera TaeHyung a unos metros de ellos, haciendo guardia con su expresión seria e imponente.

Vuelve a suspirar, una sonrisa tirando de sus comisuras. Estos momentos valían demasiado, trataba de disfrutarlos y guardarlos en una pequeña parte de su corazón.

Las pisadas de Nayeon hacen volver al ahora, viéndole acercarse con la mitad del cabello empapado en agua fresca, gotitas de esta misma corriendo por los costados de su rostro enrojecido y las mangas de su Hanbok remangadas hasta los codos, la mueca delatando la incomodidad que siente por el tremendo calor que hace.

—Venga, alteza. Otra ronda, esta vez le pillaré —propone, ladeando la cabeza cuando Jennie emite una carcajada, echándole aire con sus manos al verla tan acalorada—. Yah, ¿Por qué mi Reina se está riendo? —Casi sin pensarlo, su labio inferior se abulta, algo ofendida.

—¿Estás segura de poder siquiera subirte al caballo, cachorra? Te tiemblan las piernas —señala entre risas, negando suavemente con la cabeza. Nayeon comienza a quejarse y a negar lo evidente—. Te gané ocho de nueve, y sólo porque Brooke me pegó en la cara con la cola. ¿No preferirías practicar un poco más? -propone de vuelta, mostrándole una dulce sonris-—. Has mejorado mucho, mi Doncella. Ciertamente, estoy orgullosa. Ya llegará el día en que puedas ganarme, ¿Qué es lo que siempre te digo al respecto? Por favor, recuérdamelo.

Sasha resopla, inflando las mejillas y rascando su brazo con cierta vergüenza.

—Ganar no significa un triunfo cuando el medio para obtenerlo no implicó ningún esfuerzo.

Jennie ensancha su sonrisa, tratando de arreglar los mechones adheridos a su frente.

—Oh, mi Dios, cada día estás más grande. No crezcas más, por favor —terminó por apretarle la nariz con el índice y el pulgar en una burla cariñosa, viéndole retorcerse y echarse hacia atrás, regañando—. ¿Qué haré cuando cumplas la mayoría de edad? No puedo vivir sin que te escabullas en mi cama cuando haya tormenta.

Nayeon se abochornó, enrojeciendo hasta las orejas.

—L-Le tengo mucho miedo a las tormentas, mi Reina. Simplemente no puedo lidiar con ellas. Tendré treinta años y seguiré refugiándome en sus brazos protectores como una débil cachorra —refunfuñó, bajando la cabeza en modo de disculpa. Lo único que le consuela son las risas entretenidas y enternecidas que abandonan los labios de su majestad.

—Por mí, todo bien con eso —dejó una última caricia en su mejilla casi inexistente, antes de alejarse dando un paso hacia atrás y arreglar su trenza, cambiando su sonrisa a una más desafiante-. Ahora, a entrenar. Debes ganarle a tu Reina en algún momento, Demian ya se está avergonzando de ti.

Nayeon se rio, cubriendo sus mejillas con sus palmas al sentirse acalorada todavía, pero siguiendo las ordenes de su Reina, caminó hasta Demian, quien comía algo de pasto.

Jennie no pudo ni siquiera subirse en Brooke cuando el escandaloso sonido de las trompetas en armonía resonó en todo el jardín, junto a la voz de los guardias encargados en las puertas del palacio y el conocido bullicio de la multitud moviéndose con nervios, de pronto, el ambiente era tenso.

Sus ojos de inmediato buscaron los de Nayeon, ella lucía tan confundida como Jennie. Se giró hacia TaeHyung, y recibió un gesto que le indicaba estar tranquilo, que todo saldría bien. Le sonrió, cansada, al presenciar a uno de los guardias personales de su Alfa llegar corriendo desde el interior del palacio, pasando junto a TaeHyung al acercársele con notable apuro.

—Mi Reina, debe entrar ahora mismo. La Reina Lisa no desea que esté afuera por las siguientes semanas —balbuceó, notablemente exhausto. Debió haber corrido bastante—. Sígame, por favor. La escoltaré personalmente.

Jennie sabía que eso no era un acto de amabilidad, sólo era Lisa asegurándose de que cumpliera sus ordenes.

Con algo de tristeza, le cedió el caballo a uno de sus Donceles que se acercó en silencio, y pronto tuvo a Nayeon a su lado, dedicándole una sonrisa que destellaba ánimo. Mientras dos Omegas se llevaban a los caballos, Jennie caminó rodeado de su grupo de compañía, y aquel guardia azabache, hacia el palacio.

Nayeon le susurró algo de tarta de fresas, y eso bastó para que la ilusión le hiciera brillar los ojos. Comería algo dulce hoy, al menos, las tardes de repostería con su Doncella eran una de sus cosas favoritas. Ya después podría leer un libro y terminar su pintura de aquellas dos Loicas que vio pararse en su balcón la semana pasada.

Sus pies tocaron los escalones de las puertas de entrada, pasando el elegante pórtico decorado con piedras preciosas, cuando un fuerte aroma llenó sus fosas nasales, su lobo reacio de inmediato, puesto que eran feromonas de Alfa.

El guardia de su Alfa trató de agarrarle del brazo, pero TaeHyung se interpuso, gruñendo amenazante por el gesto irrespetuoso. Pero Jennie no pudo siquiera fijarse en eso, no cuando tenía a la mismísima Reina del reino del Oeste avanzando hacia ella con aquella aura imponente, rodeado de sus guardias y portando una capa gruesa de piel de oso pardo.

Se congeló en su sitio por unos segundos, hace mucho que no veía un rostro diferente.

—Reina Manoban, es un verdadero placer encontrarme con usted. Hace un tiempo tenía la ilusión de conocer a su Alteza Corazón de Miel, como la gente del pueblo le llama —La Alfa le sonrió, e inclinó su cabeza en una respetuosa reverencia. Al ser llamada de esa forma, Jennie recordó su lugar luego de mucho tiempo, y aquello le calentó el pecho.

Ella era una Reina, no tenía por qué esconderse, ¿Verdad?

Mostró una cordial sonrisa, regresando la reverencia con la gracia y elegancia que sólo ella podía tener.

—Me alegra saber que soy querida en mi pueblo con tan adorable apodo —respondió, voz tersa y suave—. El placer es mío por tener el privilegio de recibirle, majestad. Creímos que llegaba en unos días, lamento la falta de calor en su bienvenida.

La Alfa le restó importancia, volviendo a inclinar la cabeza, al parecer, disculpándose.

—Mi viaje se adelantó, lamento también no poder avisar a tiempo. No se inquiete por detalles, mi Reina, la belleza de su reino es suficiente para sentirme acogida.

Jennie le mostró una sonrisa honesta, sintiéndose a gusto con sus palabras.

—Espero que su viaje haya sido ameno, entonces. Le garantizo una agradable estadía en Évrea —jugueteó un poco con su trenza, esta cayéndole por el pecho al rodear su hombro, la brisa fresca desordenando sus hebras sueltas por la agitación anterior. Señaló a su alrededor con un delicado gesto, orgullosa de la flora de sus tierras—. Como puede ver, nuestros cerezos ya comenzaron a florecer, es una época cálida.

La Reina del Oeste le brindó la vista de sus hoyuelos en ambas mejillas al sonreír, conmovida por el manto rosa que rodeaba el palacio.

—Valoro mucho la naturaleza, Alteza. Me permito disfrutar y cuidar de ella, es una de las cosas que más me gustan de Évrea. Y que envidio, si soy completamente sincera.

Jennie emitió una risita entre dientes, a punto de responder, hasta que un tirón en su brazo le lleva a esconderse a la fuerza detrás de una amplia y dura espalda, los músculos tensos presionándose contra su cuerpo.

La Reina de Évrea, Lalisa Manoban, le tomaba por el antebrazo hundiendo sus dedos en la piel cremosa, cubriéndola con su fornido cuerpo. Estaba tensa, y agitada, al parecer había corrido, o se encontraba tan enojada que hasta su respiración era errática.

Sea cual fuera la razón, Jennie sintió sus rodillas flaquear.

La Alfa notó de inmediato el enojo de Lisa, su aroma estaba agrio, amenazante y posesivo, mientras escondía a su Omega.

—Kim JiSoo. Recuerdo haber leído en tu carta que llegabas unos días después de que la primavera cayera en mis territorios —Musitó, sonando seria y a la vez fuera de control, su voz temblaba, pero no parecía ser de de otra emoción que no fuera la impotencia pura. Su mandíbula apretada a tal nivel que las venas de su cuello se hincharon, las fosas nasales se expanden en cada dolorosa respiración caliente, y sus iris parecen inyectadas en sangre por el carmín que adoptan, mientras ahoga gruñidos en su pecho, los falanges dejando marcas en la lechosa piel de su pareja.

Por instinto, Jisoo retrocedió, consciente del comportamiento posesivo de la Alfa hacia su Omega.

Algo muy común en licántropos, pero no a esa intensidad.

—Tuve un camino muy tranquilo, Lisa. Envié a mi mensajero hace unos días pero me lo encontré en las fronteras. Lamento la sorpresa, aunque tu Reina me recibió con sus encantos, de todos modos continúo avergonzada. Así que he traído la mente abierta para nuestra negociación, junto a algunos regalos de mi gente.

—¿Ah, sí?, ¿Con sus encantos?, ¿De verdad lo hizo? —Lisa susurró con la cólera palpable en su ronca voz, girando el rostro con sutileza para mirar a la Omega acurrucada en su espalda, sus ojos enrojecidos siendo suficiente para sentirle temblar. Con un suspiro, forzó una sonrisa totalmente creíble, inclinando sólo la cabeza en una reverencia hacia Jisoo—. Aprecio el detalle de los regalos, estaré encantada de compartirlo con mi pueblo durante la cena de hoy. Te daremos una bienvenida tan cálida como mi querida Évrea.

Jisoo pareció caer, devolviendo la reverencia con la serenidad cruzando su sistema.

—Lastimosamente, tengo unos asuntos que atender con mi Reina. Estaré contigo en un momento, por favor, ponte cómodo. Aquí eres bienvenida —Luego de esto, se giró hacia sus guardias, quienes le esperaban con paciencia en el marco de las puertas—. Asegúrense de que complazcan bien a nuestra Reina de Dynes, bríndenle a las mejores Concubinas, el mejor de nuestros vinos y una habitación agradable.

—Sí, mi Reina —recibió un coro de esta respuesta, y conforme, reverenció una última vez a Jisoo antes de enroscar sus dedos en la muñeca de su Omega, sin dudar en tirar de ella dentro del palacio, sin dejarle siquiera despedirse.

Cuando vio a Nayeon siguiéndolas, rugió con notable furia.

—Quieta, Doncella —ordenó, siendo obedecida de inmediato. La chica se detuvo abruptamente y bajó la cabeza en muestra de sumisión, aunque Lisa notó su miedo e impotencia, no le dio importancia y continuó tirando del débil cuerpo hasta las escaleras.

Jennie contuvo la respiración, sintiendo ganas de llorar al notar que Lisa abrió el lazo, transmitiéndole toda su furia e inquietud. Y era mucha, maldición.

Tragó el nudo en su garganta. La estaba llevando a su habitación.

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