Capítulo Siete
Disclaimer: los personajes de esta historia pertenecen a Masashi Kishimoto. Obra inspirada a fin de entretener y sin fines lucrativos.
"....." pensamientos
-.....- diálogos
●●●● cambio de escena
Con el tiempo, la búsqueda de Hinata por parte de sus amigos y su clan fue menguando. A pesar de que todos tenían esperanzas de encontrarla en un principio, no pudieron soportar buscarla con el paso de los años. Hiashi era más infeliz que nunca, pues no había podido proteger a su primogénita, terminó desencadenando los sucesos que habían pasado por ser tan duro y estricto con ella. Hanabi no era la misma chica enérgica e irrespetuosa de siempre, pues su luz se iba apagando con el tiempo, convirtiéndola en otro maniquí más para la colección Hyūga. Pues todos en el clan habían sentido la ausencia de la peliazul de forma significativa.
Sus amigos habían dejado de buscar, excepto su equipo. Quienes por un tiempo estuvieron estancados sin saber qué hacer para seguir, hasta que sus propias responsabilidades los consumieron, a tal punto de sólo poder buscarla una vez al mes. Shino se había convertido en maestro y manejaba su clan a la vez, al igual que Kiba, quien era el líder de su clan y se encargaba de la división canina.
Naruto y Sakura trataban de mantener a flote su matrimonio, que se vio afectado por la vuelta del único Uchiha del mundo shinobi. El rubio no sabía a qué se debía el cambio, pero con su puesto como el nuevo Hokage de la aldea de la hoja y la apretada agenda de su esposa, no le quedaba mucho tiempo para averiguarlo. Aún así, trataba de ser un esposo atento, cariñoso y complaciente, cosa que parecía no funcionar.
La única persona que seguía fiel a la búsqueda de la menor era Kakashi, quien a pesar de que no era más el Hokage a cargo de la aldea, no dejaba de tener autoridad en la misma. Así que él, junto a Sasuke se encargaban de recorrer cada milímetro de tierra que no había sido revisada, desde el país del remolino hasta los bosques más frondosos. Aunque últimamente no había estado tan presente en esas redadas, pues trataba de buscar la forma de que Guy pudiera caminar de nuevo.
— Deberás hacerlo sólo de ahora en más Sasuke — avisó mientras recogía sus pertenencias con la intención de volver a Konoha.
Habían visitado Suna, recorrieron cada parte de la aldea y los páramos que rodeaban a la misma, pero no habían podido dar con Hinata, cosa que frustraba al peliplata y sacaba de sus cabales a Sasuke. Él estaba harto de buscar a alguien a quien creían un fantasma.
— No comprendo por qué te importa tanto — se quejó colocando su espada en su sitio.
— No lo entenderías y es mejor que no lo hagas — rumió por lo bajo, pero lo suficientemente audible como para que el pelinegro lo escuchara — Tu sigue con la misión, y avísame enseguida si encuentras algo —
— Entiendo —
Después de hablar con Kakashi ese día, Sasuke cumplió algunas misiones urgentes. No era tan necesaria su presencia, pues los demás shinobis daban lo mejor de sí para dar con la princesa Hyūga. Después de completar todo, un año después, se había dedicado a repasar todo el terreno que antes habían revisado los demás, para asegurarse personalmente de que aquella mocosa no estuviera por esos lares. Pero todo terminó igual, no había dado con ella desde entonces.
Irritado y cansado, acompañó a su sensei hasta la aldea, donde descansaría y supervisaría los nuevos cambios en su hogar. Puesto que a pesar de que no había completado la misión, Kakashi había convencido al consejo de que nueve años era suficiente tiempo como para cumplir con lo acordado, así que tenía completo control del complejo Uchiha y la casa de su familia. Además de que tenía más de un motivo para formar un hogar y permanecer en la aldea, debía hacerlo bien esta vez.
●●●●
Para Hinata los últimos años habían sido muy difíciles. Desde el nacimiento de sus hijos hasta la próxima apertura de su propio local habían sido a base de esfuerzos y sacrificios, aunque al menos tenía a aquella familia para apoyarla a cada paso.
Después de saber que no tendría que hacerse cargo de uno, sino de dos niños, casi entra en pánico. Tenía miedo, incertidumbre y, extrañamente, felicidad. Shinrai había estado en cada paso, explicándole como una madre dedicada todo lo necesario sobre cuidados prenatales, cosa que había sido de mucha ayuda para ella.
Tuvo que dejar el trabajo de la construcción, no era bueno para los bebés estar sometidos a tal grado de estrés, además de que su manejo de chakra se volvía más y más inestable. El dinero no la preocupó ni un segundo, pues con los ahorros que tenía y las ganancias en el restaurante, que habían incrementado gracias a su llegada, tenía lo justo para vivir de forma decente y quizá abrir su propia tienda.
Tsuyoi le había permitido agregar sus postres al menú del restaurante, las ganancias eran netamente de ella, sólo tendría que preocuparse por los ingredientes. Ese fue su gesto de amor hacia ella, pues se había robado los corazones de ambos señores. Se autoproclamaron sus padres, y en ellos se apoyaba cuando las cosas se ponían difíciles.
Fueron muchas las noches de lágrimas y lloros descontrolados, era feliz, pero los fantasmas de su pasado la atormentaban siempre. Incluso luego del nacimiento de sus retoños, el cual fue el día más feliz de toda su vida, a pesar de que sus hijos eran la viva imagen de su padre. Sus pequeños Boruto y Himawari, a quienes había nombrado en honor a su querido y amado niisan, quien nunca la abandonaba. Neji estaba presente en cada momento de su día, le daba fuerzas con sólo ver su banda ninja o pensar en él, a veces hasta sentía que podía escucharlo dándole ánimos para continuar y no rendirse.
A pesar de todo lo malo, lo bueno y lo complejo, había criado a sus hijos con amor y dulce rectitud. Himawari y Boruto eran buenos niños, quienes casi no hacían preguntas difíciles de contestar y trataban de ser felices. Un paseo por el parque, un helado o cuentos para dormir, era lo mejor del mundo para ambos y se lo hacían saber.
Ahora, diez años después de toda su odisea, estaba lista para empezar una nueva etapa. Ya no tendrían que vivir en posadas, las cuales cada vez se veían mejor al igual que la aldea. Pues Hinata había podido conseguir una humilde casa donde ella y sus hijos podrían vivir a gusto, la cual poseía un pequeño pero cómodo local en la parte delantera, que daba paso a un patio ideal para sembrar flores.
— ¿Nerviosa? — le preguntó la castaña mientras la veía arropar a sus hijos.
Se habían mudado a su nuevo hogar esa mañana, acababa de desempacar la última caja, oficialmente tenían un hogar. A pesar de que era lo suficientemente espaciosa para que sus hijos tuvieran cada uno, una diminuta habitación, estos no habían querido separarse.
— Un poco — dijo para después besar la frente de los mellizos — Espero tener el éxito necesario para terminar de pagar todo esto —
— Sabes que puedes contar con nosotros para lo que necesites, Hinata —
— Lo sé — tomó las manos de la mujer — Han hecho más por mí de lo que merezco, no les puedo pedir que hagan esto también — colocó uno de los mechones detrás de su oreja — Ahora debo crecer por mi cuenta —
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La apertura había sido todo un éxito, su pequeño local era lo suficientemente concurrido para permitirle pagar sus cuentas y que sus hijos empezaran a ir a la escuela. Era muy feliz, todos apoyaban su talento e incluso sus padres, como le gustaba llamarlos, vendían sus delicias en el restaurante para luego pasarle lo ganado. La aldea cada vez crecía más y más, el Daimyō del país pensaba en agrandar sus exportaciones mercantes, eso ayudaría a estabilizar la economía de la aldea y de sus habitantes.
Apresurada, sirvió el desayuno de sus hijos, quienes gustosos lo disfrutaron para después ayudar a su madre con la apertura de su negocio. Hinata tenía que empezar a hornear temprano, así las personas que iban por algo dulce en las mañanas encontrarían lo mismo de siempre.
— Déjame a mí, Okaa-san — habló Boruto — Yo abriré la puerta para ti —
Boruto solía creerse el hombre del lugar, pues era su deber cuidar a ambas mujeres siempre. Cosa que siempre enternecía el corazón de su madre y la llenaba de orgullo y preocupación a partes iguales, pues a su corta edad no debería preocuparse por esos problemas.
— Arigatō, Boruto — entró cargada de lo necesario para trabajar.
— Arigatō, Onii-chan — canturreó alegre Himawari como siempre.
— No es nada, dattebasa —
Abrieron las puertas delanteras y ayudaron a colocar las bandejas, mientras Hinata alistaba el horno y todos los ingredientes. Limpiaron el piso, las mesas y colocaron todo en su lugar. Hasta que vieron la hora en el reloj sobre el mostrador.
— Onii-chan rápido o llegaremos tarde —
— Oh, es cierto — tomaron sus cosas y besaron a su madre antes de salir.
— ¡Sayōnara Okaa-san! — gritaron como de costumbre.
— ¡Sayōnara! — los despidió desde la puerta — Cuídense mucho —
Y a pesar de que se preocupaba por ellos siguió con su día, sin saber que alguien de su pasado arribaba a la aldea, para voltear su mundo de cabezas.
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Maratón 3/3
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