Capítulo Dieciocho
Disclaimer: los personajes de esta historia pertenecen a Masashi Kishimoto. Obra inspirada a fin de entretener y sin fines lucrativos.
"....." pensamientos
-.....- diálogos
●●●● cambio de escena
— Pueden sentirse como en casa —
Kakashi abrió la puerta de la vivienda para ellos, dándoles la bienvenida al que ahora sería su hogar, aunque no sabían por cuánto tiempo. A pesar de la amabilidad del Hatake, Hinata y sus hijos se sentían desconcertados. Llevaban menos de una semana en la aldea, pero se habían mudado tres veces en ese corto periodo de tiempo, algo bastante inquietante para quienes estaban acostumbrados a pertenecer a un sólo lugar.
El peligris por su parte se sentía feliz de poder ayudar, en su casa no sentirían un ambiente hostil, contrario al que se percibía en la mansión y el complejo Uchiha. Ellos tres vivirían bajo el mismo techo que había compartido con su padre, un lugar que representó dolor en el pasado ahora era símbolo de estabilidad para la pequeña familia. Personalmente se había encargado de añadir detalles que ayudarían a todos a sentirse más cómodos mientras se acostumbraban a la nueva vida que tenían.
Mientras tanto él seguiría viviendo en su departamento, aunque no los dejaría del todo solos, se involucraría en la vida de esos niños y de paso ayudaría a su estudiante a acercarse a ellos. Sabía lo doloroso que era vivir sin un padre y las repercusiones que esta ausencia podría tener en la vida de un niño, a pesar de que las condiciones no eran las mismas
— Es bastante bonita, Okaa-san —
Himawari, siempre feliz y optimista, recorrió el lugar con la curiosidad latente en sus ojos. El lugar era tranquilo y pintoresco, un poco más adecuado y parecido a su antiguo hogar, aunque sólo en esencia pues era mucho más lujoso y espacioso. Con celeridad, colocó sus pertenencias sobre los muebles y sin pedir permiso se precipitó al jardín. Boruto por su parte permanecía escéptico, un hombre que jamás había visto aparece de la nada y los hace mudarse así sin más. No hubo aviso ni nada por el estilo, ni siquiera los recibió al llegar a la aldea pero se tomaba ese tipo de permisos.
— No tenía que hacer esto, Kakashi-sensei — agregó Hinata, a la par que el Hatake por fin cerraba la puerta tras de sí.
— En efecto, no tenía qué — le respondió dejando bolsas de comida sobre la mesa, para después girarse y quedar frente a frente — Pero quise hacerlo, además dejate de Sensei Hinata, puedes llamarme por mi nombre —
Hinata no sabía bien cómo reaccionar, el Sensei del equipo 7 estaba haciendo más por ella de lo que imaginó que alguien haría en mucho tiempo y eso le tocaba el corazón.
— Arigatō, Kakashi-san — sus ojos se cristalizaron por las emociones contenidas.
— No necesitas agradecer — una sonrisa sincera se reflejó en los ojos del mayor, quien después se dispuso a sacar los alimentos para colocarlos en su lugar. Ella estaba apunto de acompañarlo en su tarea cuando el grito de su hija llamó su atención.
— ¡Okaa-san! ¡Hay un perrito! — hizo un alboroto agitando en sus brazos al pobre animal — ¡El señor de las canas tiene un perrito y habla! —
Pakkun estaba siendo zarandeado cruelmente por la menor. Había sido dejado a cargo de vigilar la residencia en lo que su amo terminaba de hacer las remodelaciones que creía necesarias para recibir a la familia, en especial el jardín, que había sido preparado personalmente para la ojiperla.
Hinata rió sin poder evitarlo, al igual que Boruto que intentaba contener las ganas de reír para conservar su apariencia de seriedad. En tanto, Kakashi no podía creer las palabras que salieron de la boca de la menor. Si bien era cierto que estaba en sus cuarentas, no se consideraba lo suficientemente viejo para ser llamado así. ¡Él era un alma joven por todos los demonios!, aunque cuando la peliazul lo miró apenada, su desconcierto pasó a un segundo plano.
— Creo que deberías ir — le animó — Así le echas un vistazo a lo que preparé para tí —
— H-Hai — ruborizada tenuemente, decidió marchar sin agregar nada más.
Kakashi siguió en lo suyo, dando viajes desde el comedor a la cocina y de ahí al comedor otra vez. Boruto, quien analizaba la conversación de ambos adultos se acercó a la mesa mientras tocaba los muebles y trataba de aparentar desenfadado.
— Ya dilo de una buena vez — le dijo el peligris cuando sintió su inquisitiva mirada sin siquiera voltear a verlo. El joven se removió inquieto antes de abrir la boca.
— Ano... Hatake-san — vaciló por un momento antes de continuar, pues el hombre frente a él parecía mucho más temible que el Uchiha — ¿Por qué nos ayuda? ¿Qué intenciones tiene? — sacando coraje preguntó al fin, intuía que lo que hacía no era simple caridad.
El mayor se tomó su tiempo en responder, dejó las cosas que tenía en las manos, dió la vuelta y recostó su cuerpo en una de las sillas para quedar de brazos cruzados frente al mocoso que le interrogaba. Mirándolo detenidamente, era muy parecido a su discípulo aunque sus rasgos no eran tan marcados, además podía notar que era aún más inteligente que Naruto en su momento cosa que lo hizo sonreír divertido.
— Mmmm... resulta que — se inclinó en su dirección hasta quedar relativamente cerca de su rostro — Eso no es asunto tuyo muchacho, así que no debes preocuparte — vio como el menor apretaba los puños con impotencia y la rabia se hacía presente en sus ojos — Deberías ir con tu madre —
— No me digas que hacer viejo, dattebasa — con la poca dignidad que le quedaba, se dio la vuelta y caminó hasta su hermana mientras mantenía las manos tras su cabeza.
Kakashi lo vio alejarse complacido, definitivamente aquel pequeño pillo era la viva imagen del gran Hokage que ahora dirigía la aldea de la hoja.
●●●●
Estaba muy desanimada, más que eso, se sentía agotada mentalmente. Las responsabilidades en el hospital no dejaban de crecer, los problemas en Suna tampoco dónde el hospital que había fundado con Ino estaba presentando ciertas dificultades y para completarlo todo su esposo aún no pisaba su hogar. Desde su discusión días atrás, Naruto había mantenido su distancia a tal punto de enviar a Shikamaru por ropa limpia o documentos necesarios. Ni siquiera preguntaba por su comida o ella, desconocía plenamente las razones por las cuales estaba de esa forma pero los ánimos no le alcanzaban para averiguarlo. Ella también tenía mucho con lo que lidiar.
Exhaló melancólica desde su palco, mientras posaba su cansada vista en las luces que titilaban en la aldea. La paz reinaba entre los aldeanos, felices por poder pasar tiempo de calidad entre todos, y el cielo brillaba bañado de numerosas estrellas. Aquello no hacía más que alimentar su desazón.
— ¿Está tu esposo? — preguntó una voz sobre ella, justo en el techo de su hogar.
— ¿Sasuke-kun? —
El mencionado bajó de donde estaba y se colocó junto a la mujer de rosados cabellos. Se la veía triste, pero no sería él quien preguntara qué le ocurría, pues no le correspondía. Sakura a veces podría ser un enigma que no convenía descifrar.
— ¿Y el Dobe? —
— En la torre — murmuró y volvió a posar sus ojos en la luna — ¿Necesitas algo? —
— Es algo que trataré con Naruto directamente —
— Entiendo... —
Estuvieron en silencio por unos minutos, cosa extraña para el pelinegro pues Sakura no solía ser una persona silenciosa, más bien era un torbellino de energía que en algunas ocasiones llegaba a ser molesto. Algo le sucedía y estuvo mucho más seguro cuando sus ojos se anegaron en lágrimas que dejó salir sin siquiera decir una palabra. No sabía porqué no seguía su camino, o qué lo impulsó a rodear sus hombros para acercarla a él, pero lo hizo. Y la fuerte mujer se permitió derrumbarse en los hombros de quien siempre fue su primer amor.
En un ambiente de intimidad Sakura desahogó sus sentimientos, mientras era observada por su esposo quien había decidido volver justo esa noche. Tenía unos días fuera de casa desde su último encuentro, y como la misión de la pelirosa estaba cerca doblegó su orgullo herido para pasar el tiempo restante a su lado. Ingrata fue su sorpresa al verlos abrazados como nunca antes, justo en su residencia, el hogar que compartía con ella.
"Creo que ahora está más que claro, ¿verdad?" se preguntó a sí mismo molesto, sin esperar ninguna contestación.
"Un consejo mocoso" habló el Bijū en su interior aburrido de todo el drama "No saques conclusiones sin confirmar, lo podrías lamentar"
Pero el rubio, ignorando cualquier aviso, volvió sobre sus pies y caminó de vuelta a la torre. Donde lo esperaba una montaña de papeles junto a su siempre irritable advisor.
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Escribí este cap con el firulais en mi regazo, la pendeja no se quería bajar :v
¡Feliz día de San Valentín mis amores!, que la paz esté con ustedes, la fortuna les sonría y el amor les acompañe.
Eaton fuera (✿◠‿◠)
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