Prólogo.
–... Cuando duerma, soñaré contigo... Siempre se trató de ti.
Estiró su temblorosa mano y apagó el casco y con eso la grabación. Suspiró pesadamente y recargó su espalda en la fría pared de metal. Fatigado y desganado sólo se pudo quedar allí.
–Creo... Que es todo, ¿no es así? —habló la voz que le había estado acompañando todos esos días. Su voz, apagada y seria, tenía un toque dulce, preocupado.
Tony la miró y analizó su expresión inerte.
–Quizás para mí... Pero no para ti —logró sonreír entre las lágrimas que amenazaban con deslizarse por sus mejillas al saber que su final se acercaba. Miró su mano. Huesuda, su piel pálida y enferma, había perdido mucho cabello por el estrés y la inanición. Soltó una risa triste—. Te diría que si muero y te da hambre, podrías comerme... Pero estarías comiendo un saco de huesos.
Nébula se sentó al frente de él. Una expresión que, dentro de la frialdad que contenía, era de tristeza.
–Hey... No te sientas mal por esto. Puedes aún encontrar a tú familia.
–Yo no tengo una —soltó la chica casi en susurros—. ¿Qué ocurrirá con la tuya?
–Ni siquiera sé si están vivas las personas que quisieran mí regreso —volvió a sonreír intentando guardar el poco líquido que le quedaba en vez de gastarlo en lágrimas sin sentido.
–Aún así... —guardó silencio. No le gustaba parecer débil, pero odiaba tener que despedirse de su nuevo y único amigo que le quedaba—. Preferiría que siguieras aquí antes de llegar a un lugar seguro.
–Lo lamento, Nebs... —Nébula se sorprendió. Era la primera vez que alguien le ponía un apodo que le gustara—. Pero creo que eso no va a pasar... Perdón por decepcionarte...
Intentó apoyar su cabeza en una saliente de la pared para observar a su compañera de viaje. Pero no encontraba ningún soporte.
Sintió sus lágrimas caer por sus mejillas y el cuerpo pesado. Las ganas de dormir llegaron en segundos. Su cuerpo y mente se rendían ante lo inminente.
Nébula se apresuró en sujetar su cabeza suavemente para que no cayera al suelo como un saco. Lo sintió muy suelto, como un trapo.
Intercambiaron miradas. El brillo en los ojos del humano se estaban apagando. Nébula se aseguró de acomodar la cabeza del castaño encima de sus piernas para asegurarse de ver bien su rostro.
Imágenes aparecieron frente a sus ojos.
Cuando conoció a Rhodey.
Recuerdos felices con su familia.
Cuando conoció a Pepper.
Cuando logró descubrir el elemento que lo mantendría con vida.
Recuerdos felices con los Vengadores.
Su primer beso con su futura prometida.
Peter.
Los juegos con Nébula.
Su mente le había traído paz. El empujón que necesitaba para dejarse caer ante los brazos de la muerte que siempre ha estado golpeando su puerta para entrar.
–¿Tony? —exclamó Nébula al notar que su mano cayó al suelo fuertemente. Tocó su pecho, el reactor se apagó—. ¿...Tony? —susurró.
Se había quedado sola.
Con su mano cerró los ojos del humans suavemente y observó su rostro plácido, en calma, como si estuviera teniendo la siesta que tanto necesitaba hace años.
Frunció los labios y las cejas. Pensando en qué hacerlo qué pensar.
No pudo evitar sentirse débil.
Estaba de nuevo sola. Y lo peor es que ahora en verdad lo estaba.
Antes tenía a Thanos, quien le daba un propósito.
Luego a Gamora, quien le demostró que aún había esperanza en poder cambiar.
Y ahora Tony. Quien le enseñó lo que se sentía ganar y haber disfrutado el proceso, y no necesariamente el resultado.
Y ahora no tenía nada.
No había herida física, pero si una gran brecha mental que no se curaría. Perdió todos los motivos para seguir.
Incluso ver a Thanos muerto no valdría la pena. El daño ya estaba hecho. Su propósito, su hermana, su amigo, todos estaban más desaparecidos que las personas víctimas del chasquido.
Sus sistemas se empezaron a apagar. Se estaba muriendo y ni siquiera le importaba.
En ningún momento apartó el cuerpo de Tony de su lado.
Apoyó su espalda en la pared mientras que su mano acariciaba muy lenta y suavemente el cabello del humano.
Cerró los ojos cuando sintió que su cuerpo quedaba rígido. Y dejó de mover su mano por la cabeza del cadáver cuando finalmente se apagó por completo y sin vuelta atrás.
•
·
–Pobres almas... Tan torturadas, tan rotas. ¿Por qué tuvieron que perecer así?
La voz juguetona y sensual soltó una risa. Ambas almas flotaron alrededor de ella.
Acarició el rostro de la chica.
«Una Luphomoide, tomada por Thanos y criada para ser una leal hija... Aunque no sucedió tan bien, ¿no? —caminó alrededor del alma, observando cada detalle, y nuevamente se detuvo para admirar su rostro—. Torturada para ser mejor... Querido Thanos... ¿Nunca supiste cómo hacerlo en verdad, no?
«Sin motivos para vivir. Perdiste a los que amabas y lo que amabas ya no quieres. Una niña que nunca pudo ser.
Se volteó a ver al humano, admirando su cuerpo y tocando su pecho con el reactor.
–El humano renegado. Gran guerrero de la Tierra.... El hombre que lo tiene todo... Y nada —sonreía deformando su cara esquelética—. Quien derrotó a los Chitauri y salvó a la ciudad... El hombre que mató a los Vengadores, o eso es lo que piensas, ¿no?
«Oh... Cariño. Los humanos pueden llegar a ser tan idiotas —subió el rostro inerte del castaño para admirar su rostro mejor. Mantenía sus manos en sus hombros—. Puede que Thanos me haya traído más víctimas... Pero creo que tú serías una buena entretención.
Acarició sus labios con su huesudo dedo.
–Veamos de lo que eres capaz y hasta dónde quieres llegar si se te da una segunda oportunidad —tomó su rostro con ambas manos—. Te devolveré a dónde todo empezó.
Posó sus huesudos dientes en los labios del que alguna vez fue el hombre de hierro.
El beso de la vida.
•
·
La plenitud de la calma se había ido. En su lugar sólo sentía mucho dolor en el pecho, como si le arrancaran el corazón.
Gritó fuertemente intentando zafarse. Por su mente pasó el fugaz pensamiento de que estaba en el infierno, llegando a pedir perdón a gritos por sus faltas y la culpa que lo carcomía.
Todo se puso en calma nuevamente.
Abrió los ojos en un jadeo. Frío, sentía frío y escuchaba el sonido de las chispas de una pequeña fogata.
Miró sus manos. Temblaban por lo enfurecidas que estaban.
Notó la manguera que le alimentaba y se la quitó con desesperación y confusión.
Se sentó sin preocuparse de la sed que tenía y se desgarró la camisa, deseando que no fuera cierto.
Pero lo era.
Allí estaba el primer reactor unido a la batería de auto.
–Yo no me movería tanto si fuera tú.
Esa voz.
No podía ser esa voz. ¿O si?
No era el cielo, todo estaba oscuro.
No era el infierno, estaba frío.
No... Era una cueva. La maldita cueva de Afganistán.
El hombre mayor se volteó. Con sus característicos ojos que irradiaban simpatía e intelecto. Se acomodó los lentes y le ofreció al menor el vaso con agua que tenía al lado.
Tony no se pudo mover, estaba completamente paralizado.
–¿Y-Yinsen?
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