54. Plenitud

Capítulo 54

El destello lo cegó completamente, sintiendo el dolor recorrer sus venas y destrozando su cuerpo. Se provocó una onda expansiva muy agresiva, tanto que alejó a quienes estaban cerca varios metros, levemente inconscientes por la energía descontrolada.

De pronto se vio rodeado de colores cálidos y hermosos, una figura estaba de espaldas. No la reconoció hasta que se le acostumbró la vista.

Era el capitán.

Tenía su escudo y estaba de espaldas.

–¿Cap...? —susurró Tony sin entender por qué estaba allí parado.

El hombre se volteó. Tenía su mirada seria. Pero luego de unos segundos sonrió cálidamente hacia él.

La luz se disipó y se dio cuenta que estaba sentado en el suelo. Su respiración era agitada.

Sus ojos sólo pudieron distinguir un rostro pálido con capucha negra. Esa sensación fría en el ambiente le trajo paz.

–Lo hiciste bien —susurró aquella voz que ya había extrañado.

Stephen vio anonadado aquella delgada figura poner sus brazos hacia el castaño.

Asintió cerrando los ojos y se recargó hacia delante. Dejándose abrazar por aquellos anhelados brazos.

–Estoy cansado —contestó él de forma muy baja. La mujer recostó su cabeza entre su hombro y cuello.

–Lo sé, cariño.

–Sácame... Sácame aquí...

Ella no respondió y sólo lo envolvió mejor entre sus brazos.

Antes de poder darse cuenta. Ambos desaparecieron en un pequeño destello azul frente a sus ojos incrédulos.

Stephen no sabía qué pensar ni qué decir.

Todos miraron alrededor con miedo e incertidumbre luego de que la luz desapareciera.

–¿Qué sucedió? —preguntó Fury confundido al ver que nadie se movía.

Hasta que el primer chitauri se desintegró frente a los ojos de Peter.

Luego otro, y otro, y otro.

Uno a uno fue desapareciendo sólo el ejército de Thanos.

Carol miró al titán, él estaba en shock, derrotado, sin palabras y con su cuerpo haciéndose cenizas.

Gamora y Nébula lo vieron a la distancia. Suspirando por la gloria de ver el miedo en sus ojos, el merecido miedo que debió sentir.

Habían ganado.

Peter fue el primero en llegar a donde estaba el doctor Strange.

–¿Y el señor Stark?

–No... No lo sé —respondió honesto.

–¿Ganamos? —preguntó Jane por el auricular.

El ejército ganador sólo pudo observar a cada enemigo vivo desaparecer frente a ellos convirtiéndose en un montón de polvo que se llevaba el viento.

–Ella tuvo razón —dijo Hela hacia Loki, quien se había puesto a su lado—. Quizás él no era tan similar al resto después de todo ¿Qué harán ahora que ganaron?

Loki la observó largo rato, sin responder y desvió la pregunta.

–¿Qué harás tú?

–Volver a Hel —vio a la distancia a la Valquiria igual de sorprendida observando todo desaparecer—. No tengo por qué matarla aunque podría. Que sea feliz siendo la última viva —levantó los hombros—. Mí dama tardó bastante en recoger las almas de las Valquirias, le ahorraré un trabajo supongo.

–¿Te veremos de nuevo?

–Siempre me podrán visitar, hermanito —le guiñó el ojo y abrió un portal, desapareciendo dentro de él.

–¿Jarvis? —preguntó Harley en voz alta, pero nadie respondió—. ¿Jarvis?

–La matriz de Jarvis fue descargada y sacada de la redes —habló Viernes—. No fue borrado, pero sí transportado.

–¿Dónde está Tony? —preguntó Pepper apenas aterrizando frente a Stephen—. ¿Dónde está? Tú debes saber, ¿dónde está?

–No lo sé. Enserio no lo sé.

–¿Cómo que no lo sabes? —exclamó ella alterada. Según su perspectiva, él era quien tenía más conocimiento de las gemas, así que él debía saber dónde estaba su prometido.

Peter se acercó a ella y se abrazaron fuertemente.

Nébula vio a la distancia el dolor. Y Mantis la tomó suavemente de la mano, sintiendo esos sentimientos y dándole fuerzas para mejorar el dolor.

Harley miró al suelo, luego a la distancia hacia Wanda y Pietro. Se secó una lágrima traicionera que estuvo a punto de caer por su mejilla. No podía permitirse que lo vieran llorar.

Se acercó a Pepper y Peter.

–Debemos descansar, luego podremos buscarlo, ¿está bien?

Era increíble que el menor del grupo fuera quien podía verse más fuerte en una situación así.

Perder una vez más a Tony era algo indispensable para todos. Pero ocurrió y no sabrían si era para siempre, pues no sabían lo que las gemas podrían hacer cuando se usaban todas al mismo tiempo. Menos cuando una de ellas eran parte del propio cuerpo.

Los reyes de Wakanda se llevaron a sus heridos y fallecidos a sus tierras. Ofreciendo también la ayuda hacia los asgardianos, a lo que la reina aceptó agradecida.

Loki por su parte estaba hablando con la gente de su tierra natal.

–Tranquila, querida. Iré pronto hacia allá —le habló a la bestia de Jotunheim. Acariciando su cabeza cual mascota. La diferencia de tamaño era exagerada, con Loki siendo el más pequeño, pero se notaba el respeto que le tenían—. Iré pronto, ¿si?

Los demás gigantes asintieron con mirada neutral, y todos fueron a su tierra gracias al portal que creó aquel Dios.

–Así que... ¿Cómo llegaste a Jotunheim? —preguntó Thor acercándose a él.

–Gracias a Hela.

–Me hubiera gustado conocerla mejor antes de que se fuera.

–Es bastante tenebrosa —Loki miró a la distancia hacia la Valquiria, quien hablaba con algunos de los guardianes y Carol—. Fue ella quien mató a su gente.

–¿De Brunhilde?

–Sí... Padre la crió para ser un arma imposible de detener, hasta que se descontroló y mandó a las Valquirias a intentar pararla. No lo lograron, ella es la última que queda —largó un suspiro—. Usó su propia magia para encerrarla en Hel.

–Y su muerte fue la que la liberó.

–Tenemos un poco de suerte, de hecho. Si Thanos no hubiera a invadido Asgard, nosotros hubiéramos tenido que pelear contra ella —levantó los hombros.

–Y ahora eres el rey de Jotunheim.

–Podrías decirlo.

Thor le sonrió, a lo que Loki correspondió con el mismo gesto.

–¿Cómo fue que supiste llegar? —preguntó Rocket hacia la Valquiria—. La última vez que te vimos fuiste lanzada al espacio.

–Los asgardianos tienen más resistencia que simples mortales —respondió ella con una sonrisa—. Ella me encontró.

–¿Fue por eso que tardaron en llegar? —preguntó Quill.

–Sí —contestó Carol.

–Perdón por eso... Aunque no realmente —la morena le sonrió a la rubia.

—·•·—

El planeta estaba aislado.

Tony abrió los ojos con pereza, sintiendo el suave tacto de un pasto natural bajo su piel.

–¿Qué...? —jadeó en susurros y se sentó con dificultad en el suelo.

Estaba sentado en un hermoso campo natural, con un lago cristalino frente a él.

–Despertaste —sonrió la Muerte.

–¿Dónde... Dónde estamos?

–En un planeta a unos sistemas lejos de la Tierra —la mujer se sentó a su lado—. Es un planeta en desarrollo, pero muy parecido a la Tierra. Es tranquilo... —hablaba con simpatía—. ¿Jarvis?

–Presenta heridas de quemadura de segundo y tercer grado en el 67℅ de su brazo derecho y va bajando el porcentaje de daño conforme se acerca a su hombro, pero el daño causado parece ser del 70℅ alrededor de su pecho. Pero se está recuperando rápidamente gracias a la sustancia extremis. Calculo que en unas horas estará como nuevo.

–¿Qué-? ¿Cómo-?

–Adherí fácilmente la matriz a tú traje para que funcione aquí. Hablamos un rato. Me cae bien.

–Usted también me cae bien, señorita.

–No puede ser.... —exhaló Tony, pasando un mano por su rostro completamente estresado, y soltó una risa triste.

Observó la gemas en sus nudillos y el metal fundido de su mano.

Miró el lago frente a él, sintiendo la calma del ambiente y cerrando sus ojos, añorando el aire fresco. Pero odiando el ruido en su cabeza.

–¿Estás feliz? —soltó sin siquiera voltearse. No era necesario, sabía que lo observaba.

–¿Mh? ¿Qué cosa?

–¿Estás feliz? ¿Te divertiste? —preguntó volteando un poco el rostro.

–La verdad... Sí.

Hubo silencio unos momentos.

–¿Por qué lo reviviste también? —la Muerte lo miró, pero él no de vuelta, seguía mirando perdido aquel lago—. A Thanos. Hubiera sido más fácil si no supiera nada del futuro.

–En mí defensa, cuando lo hice aún no éramos amigos.

–Pudiste haberlo evitado.

–Era inevitable —bromeó.

–No juegues conmigo, Muerte —exclamó Tony ya molesto, girando su rostro hacia ella y encontrando su mirada—. Mírame, ¿acaso logré satisfacer tus... malditos deseos? ¿Logré arruinarme la cabeza lo suficiente como para que estés feliz? —la contraria calló y sólo lo observó. Tony se rascó la cabeza y cerró los ojos apuntando al suelo—. Si quieres llevarte mí alma, ya no me importa. Si vuelvo, me tomarán por loco. Actué como ese maldito Ironman Superior, o casi me convierto en Letalis Ferrum, ¿y quién dice que no me convertiré en algo peor? Soy una maldita amenaza para ellos. Quizás sea peor que Than-

–No —interrumpió ella con voz calmada y mirada suave, incluso arrepentida. Él la observó incrédulo y serio—. No eres una amenaza.

–¿Ah si? ¿Cómo lo sabes?

La Muerte extendió su mano y tomó la contraria. Aquella mano quemada y con las gemas en sus nudillos. Acarició su palma suavemente, mientras el castaño observaba sus facciones de forma paciente.

–Una vez le prometiste a alguien que cuidarías de esta realidad —lo miró a los ojos—. Y lo hiciste. La cuidaste. Tanto así que ocasionaste un desdobles total.

–¿Qué...? ¿Cómo... Estás tan segura de ello?

La Muerte acarició su reactor suavemente, con una pequeña sonrisa en su delgado rostro.

–Tus sentimientos, anhelos y promesas se fusionaron con la gema cuando se juntó contigo. Todo lo que cambiaste ya no volverá a ser como antes, y lo sabes. El chasquido fue el momento cúspide, por eso fue tan potente. Era el punto decisivo, del camino que tomaría de aquí en adelante —se volvieron a mirar—. Cuando lanzaron los misiles, tú no estabas seguro si tu familia se iba a salvar, pero lo hicieron. Porque tú los protegiste —tocó una sola vez el pecho del humano, reafirmando sus palabras—. Ni siquiera en batalla. Todos siguen vivos gracias a ti. Tú y la gema son uno sólo, Tony... La gema siente lo que tú sientes. Cuando sufrías ella sufría.

–¿Ella... Sufría? —preguntó Tony aún un poco incrédulo con todo eso. Miró unos segundos su reactor parpadear en rojo.

–Ella sufrió cuando tú sufrías tus peores miedos y tus más indeseados sentimientos salieron a la luz. Envió gritos de ayuda a la Tierra para que te salvaran, pero no modificó la realidad para que ella se salvara, porque sintió esa necesidad tuya por naturaleza de cumplir la promesa de mantener esta realidad.

–Si yo me volví parte de la gema, ¿por qué me afectó tanto la gema de la mente? Creí que las gemas eran muy parejas una de la otra.

–Eso lo respondiste solo —sonrió la Muerte—. Eras un portador, tenías una mente que pudo ser controlada. Además... Las gemas pueden contrarrestarse una a la otra.

–¿Te explicas...?

–La gema de la realidad puede modificar el tiempo, pero el espacio y la última pueden contrarrestarla. La de la mente puede quebrantar almas y activarlas o desactivarlas a su antojo. La de poder puede quitar almas pero puede ser controlada por la mente, al igual que la realidad en un portador. El tiempo puede devolver almas a sus portadores o pueden quitarla. El espacio redirige el poder. El tiempo incrementa a la mente. Tiempo y realidad pueden traer a la vida un alma —habló ella observando el lago junto a Tony—. Todas se pueden complementar o contrarrestar. Depende de quien las use y para qué.

–Por eso fueron creadas cuando se creó el universo.

–Exacto.

Hubo silencio largos momentos.

–¿Qué debería hacer? —preguntó Tony casi en susurros. Apretando JNA mano contra la otra, sintiendo el bulto de las gemas.

–¿Qué crees que deberías hacer? —sonrió la Muerte, pero él no volteó a encontrar la mirada contraria. Ella le acarició el cabello suavemente—. Cualquier decisión que tomes ahora es la correcta porque ya lograste lo que el destino quería que hicieras. Creaste una línea de tiempo diferente, una realidad distinta-

–La realidad perfecta de esta línea de tiempo —susurró Tony para sí mismo, entendiendo sus palabras.

La Muerte sonrió más amplio. Dejó de acariciarle el cabello y apoyó su cabeza en el hombro ajeno.

El castaño finalmente bostezó, sintiendo el sueño apoderarse de él nuevamente y disfrutando el calor del planeta rodearle.

Apoyó su cabeza en la de la mujer. Cerró los ojos y se quedó completamente dormido, exhausto por todo lo que había pasado.

Pero se sentía feliz.

Pleno y en paz.

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