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El avión aterrizó suavemente en la isla Jeju, y Jennie sintió que su corazón latía con una mezcla de emoción y ansiedad. Había esperado este momento durante años, desde que era una niña que soñaba con las playas de arena blanca y las montañas verdes de la isla. Ahora, después de renunciar a su trabajo como modelo y dejar atrás una vida que ya estaba arruinada y ya no la satisfacía del todo, finalmente estaba allí.

Se bajó del avión y tras recoger su equipaje, caminó hacia afuera del aeropuerto. Respiró profundo, llenándose los pulmones con el aire fresco del océano que estaba solo a unos cuantos metros de allí.

La brisa marina acarició su rostro, y en ese instante, Jennie supo que había tomado la decisión correcta. A pesar de las dificultades que había enfrentado en su vida, ahora tenía la oportunidad de comenzar de nuevo.

O eso esperaba.

Jennie tomó un taxi hacia el hotel que había reservado. Durante el trayecto, admiró el paisaje que se deslizaba a través de la ventana. Las flores de primavera estaban en plena floración, y los campos verdes parecían abrazar el cielo azul. Era un lugar mágico, y cada rincón parecía susurrarle que aquí podría encontrar su verdadero »yo«.

Al llegar al hotel, Jennie se registró y se dirigió a su habitación. La decoración era acogedora, con toques de madera y tonos suaves que invitaban a la relajación. Se dejó caer sobre la cama, sintiendo el cansancio del viaje, pero la emoción la mantenía alerta. Decidió que no podía esperar más; tenía que explorar la isla.

Después de cambiarse, salió del hotel y comenzó a caminar por las calles. Las pequeñas tiendas, los cafés y los mercados la rodeaban, y la gente parecía amable y sonriente. Sin un destino específico en mente, se dejó llevar por la corriente, disfrutando de cada momento.

Finalmente, se encontró frente a una cafetería encantadora, con un letrero de madera que decía "Café de la isla". El aroma de pan recién horneado y café fresco la envolvió, y no pudo resistir la tentación de entrar. Al cruzar la puerta, el ambiente acogedor y las risas de los clientes la hicieron sentir como en casa.

Lisa estaba detrás del mostrador, sirviendo café a un grupo de clientes habituales. Era una joven tailandesa con una sonrisa radiante que iluminaba la habitación. Sus ojos brillaban con calidez y energía, y su risa era contagiosa. Había estado viviendo en Jeju durante un par de años, y se había convertido en una figura conocida y querida en la isla gracias a su amabilidad y generosidad.

Cuando Jennie se acercó al mostrador, Lisa la saludó con una sonrisa.

─¡Hola! Bienvenida al Café de la Isla. ¿Qué te gustaría probar hoy?

Jennie sintió una chispa de alegría al escuchar la voz de Lisa. Era amable y genuina, y eso la hizo sentir cómoda de inmediato.

─Hola, gracias. Creo que me gustaría un cappuccino y un trozo de pastel, por favor ─respondió Jennie, sintiendo que su nerviosismo se desvanecía.

─¡Excelente elección! Nuestro pastel de limón es uno de los favoritos─dijo Lisa, mientras preparaba la orden.─ ¿Es tu primera vez en Jeju?

─¿Soy tan evidente?─Jennie frunció el ceño mientras sonreía levemente.

─Soy buena recordando caras, y a ti no te he visto nunca por aquí─la rubia soltó una risita por lo bajo.

─Siempre he soñado con venir aquí, pero nunca había tenido la oportunidad hasta ahora─confesó Jennie mientras observaba a Lisa trabajar con gracia─. Por cierto, soy Jennie

Lisa giró la cabeza y la miró con curiosidad.

─Lalisa, pero me dicen Lisa o solo Lily, como prefieras─chasqueó la lengua arrugando su nariz─. ¿Y qué te trajo a la isla, Jennie?

Jennie dudó un momento, considerando si debía compartir su historia. Pero algo en la calidez de Lisa la animó a abrirse.

─Renuncié a mi trabajo como modelo. Estaba cansada de vivir una vida que no sentía que me perteneciera. Quería encontrarme a mí misma, y como dije, siempre he querido conocer Jeju.

Lisa asintió, comprendiendo el peso de sus palabras.

─A veces, necesitamos alejarnos de lo que conocemos para descubrir lo que realmente queremos. Jeju es un lugar hermoso para encontrar respuestas─contestó, entregándole el cappuccino y el pastel.

Jennie tomó su orden, sintiendo una conexión instantánea con Lisa. Era como si compartieran un entendimiento profundo, una complicidad que iba más allá de las palabras.

─¿Y tú?─preguntó Jennie, mientras buscaba una mesa en la esquina─. ¿Cómo terminaste aquí?

Lisa se unió a ella en la mesa, tomando un breve descanso entre clientes.

─Soy de Tailandia, y vine a corea hace un par de años a cumplir un sueño, no funcionó, así que cuando estaba dispuesta a volver a mi país, un folleto promocionando a la isla, cayó como por arte de magia en mis manos. Tomé un avión y aquí estoy─contestó Lisa observando con nostalgia a su alrededor soltando un profundo suspiro─. Al principio, solo quería una nueva aventura, pero luego me sentí tan conectada con la isla y su gente que decidí quedarme. Aquí, he encontrado un hogar y la oportunidad de hacer lo que amo: ayudar a los demás y hacer pasteles. Es un trabajo que me llena de alegría.

Jennie tomó un sorbo de su cappuccino, disfrutando del sabor cremoso y suave. La conversación fluía con naturalidad entre ellas, como si se conocieran de toda la vida.

─¿Tienes alguna recomendación sobre qué hacer en la isla?─preguntó Jennie, genuinamente interesada.

─¡Oh, hay tantas cosas!─exclamó Lisa, emocionada─. Puedes visitar el monte Hallasan, que es impresionante. También hay hermosas playas como Hyeopjae y Jungmun. Y no te puedes perder los mercados locales; la comida es increíble. Si quieres, puedo llevarte a algunos lugares este fin de semana.

Jennie sintió una oleada de gratitud y emoción. La oferta de Lisa era inesperada, pero la idea de explorar la isla con alguien tan amable era justo lo que necesitaba.

─Me encantaría eso, Lisa. Gracias─respondió, sintiendo que su corazón se expandía de alegría.

Mientras continuaban conversando, Jennie se dio cuenta de que Lisa no solo era amable y generosa, sino que también poseía una sabiduría que la atraía. Las historias que compartía sobre su vida en Tailandia, su experiencia en la isla y su amor por la repostería llenaban a Jennie de inspiración.

─Siempre he admirado a las personas que pueden crear algo con sus manos─dijo Jennie, mirando a Lisa con admiración─. Nunca he sido buena en la cocina.

─¡No te preocupes! Todos pueden aprender. Siendo sincera, yo tampoco lo era. La cocina es como la vida; a veces, es cuestión de experimentar y no tener miedo de cometer errores. Cada pastel que hago tiene una historia detrás─respondió Lisa, con una sonrisa traviesa.

Jennie rió, sintiéndose más relajada. La conexión entre ellas parecía crecer más fuerte con cada palabra. Era como si compartieran una energía especial, una chispa que iluminaba el ambiente.

─¿Y qué historia hay detrás de tu pastel de limón?─preguntó Jennie, intrigada.

─Ah, esa es una historia divertida─dijo Lisa, inclinándose un poco hacia adelante, como si compartiera un secreto. ─Cuando llegué a Jeju, no sabía nada sobre hacer pasteles. Pero un día, decidí intentar hacer un pastel de limón para la fiesta de unos vecinos. No tenía los ingredientes correctos y, por supuesto, salió un desastre. Pero todos se rieron y lo disfrutaron de todos modos. Así que, decidí perfeccionarlo y ahora es uno de los favoritos de la cafetería.

Jennie se imaginó a Lisa en su cocina, rodeada de ingredientes desordenados, riendo y disfrutando del momento a pesar de los errores. Esa imagen resonaba con ella, ya que Jennie también había cometido errores en su propia vida, pero había aprendido a reírse de ellos.

─Esa es una gran lección─dijo Jennie, sintiéndose inspirada─. A veces, los errores pueden llevar a algo maravilloso.

Lisa asintió, y su sonrisa iluminó aún más su rostro.

─Exactamente. La vida es un viaje de aprendizaje. Y a veces, las mejores experiencias vienen de los momentos más inesperados─respondió, con su voz llena de calidez.

El tiempo pasó volando mientras charlaban.

Jennie se sentía completamente en paz, como si hubiera encontrado un refugio en la cafetería y en la compañía de Lisa. Cada palabra que intercambiaban parecía fortalecer un lazo que ninguna de las dos había anticipado.

Finalmente, el sol comenzó a ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosas. Jennie miró por la ventana, sintiendo que el día había sido un regalo.

─Debo irme pronto, pero esto ha sido increíble─dijo Jennie, sonriendo mientras se levantaba─. Gracias por todo, Lisa. Me has hecho sentir bienvenida aquí.

─La bienvenida siempre está abierta, Jennie. No dudes en volver─respondió Lisa, con una sonrisa que hizo que el corazón de Jennie saltara de alegría.

Antes de salir, Jennie sintió la necesidad de compartir algo más con Lisa.

─Me alegra haber venido aquí, no solo por la isla, sino porque conocerte ha sido una de las mejores partes de mi viaje hasta ahora─confesó, sintiéndose un poco vulnerable pero también liberada.

Lisa se sonrojó, sorprendida por la sinceridad de Jennie.

─Gracias, no hay de que... Supongo─aclaró la garganta un tanto nerviosa.

Jennie sonrió y finalmente se fue de ahí, dejando a Lisa con una extraña y cálida sensación.

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