✧ O1 ᵎᵎ

Enoc se hallaban sombrías y llenas de cadáveres a su paso. Minho volaba por los aires en busca de algún sobreviviente de su especie, tratando de no ir tan alto puesto que sus alas dolían, al igual que su garganta.

La guerra con los Wyverns había resurgido hacía un mes atrás, cuando un grupo de Dragons fue masacrado por unos vándalos del otro reino.

Aquello había desatado por completo la furia de ambos grupos, aunque en esta ronda, los Dragons eran quienes tenían la razón; aquellos jóvenes habían sido asesinados en su territorio natal, siquiera andaban husmeando en otros lados.

Anteriormente, varios meses atrás, otro grupo de Wyverns se había encargado de torturar hasta la muerte a una joven Dragon y a su pareja. En ese momento, el reino decidió dejarlo pasar con un poco de dinero, tratando de no causar una guerra.

Pero al parecer, el reino de los Wyverns quería guerra. No estaban dispuestos a ceder y querían matarlos poco a poco.

Lo cual Minho creía inútil, puesto que los Dragons los superaban por más de la mitad en número. Incluso tenían más fuerza y estaban mejor equipados.

Quizá había algo en ellos que escondían pero... A él le parecía irracional batallar por la supremacía.

Sin embargo, amaba a su reino y a sus padres, quienes eran los reyes del mismo. En cualquier caso, pelearía lo que fuera necesario por el honor de su especie.

No es que le gustase asesinar a otros dragones, pero era matar o morir.

— Ustedes vayan por allá, yo veré más cerca de la frontera. —les dijo a sus compañeros.

— No, iremos contigo. Mira si te asaltan o algo-

— Voy sólo, ustedes vayan por allá porque es más seguro. —volvió a decir.

Uno de los chicos quiso decirle algo pero no tuvo caso, Minho ya se estaba alejando.

Minho era reconocido no sólo por ser el príncipe, sino también por sus habilidades de lucha y por su terquedad, ya que no sabía cuándo rendirse. Eso, y que era el único dragón vivo capaz de escupir un letal fuego color negro con ciertos destellos rojos. Podía arrasar todo a su paso sólo con abrir su boca.

Sus padres aún no podían explicarlo.

Y también podía ser invisible si así lo deseaba, tanto en su forma humana como de Dragon. Pero eso era algo personal, nadie, ni sus padres lo sabía. Jamás se lo dijo a sí mismo en voz alta cuando se miraba al espejo.

— Demonios, mis alas duelen... —jadeó— Será mejor que baje por un momento...

Seguidamente, comenzó a descender y apenas puso los pies en la tierra, volvió por completo a su forma humana.

Caminó por un largo rato en busca de alguna señal de vida pero no había nada de ella, los hermosos pastizales que cubrían gran parte de la frontera se hallaban tan quemados como se los podía dejar. ¿Por qué no podían ser maduros y dejar las diferencias de lado?

Minho sabe que quienes siempre comenzaron fueron los Wyverns, puesto que toda su raza tenía muy pocas manzanas podridas. Pero en el reino ajeno, al parecer todos se llevaban tan mal que lo único que tenían en común eran las ganas de adueñarse de todos los reinos existentes.

— U-Ugh... —escuchó unos quejidos entre unos montones de tierra y cenizas— A-Ayuda...

Sin importar el dolor de sus músculos, corrió rápidamente los metros que le faltaban hasta aquellos restos de guerra, comenzando a revolverlos hasta que vió una pequeña manito levantándose.

Frente a él yacía un pequeño joven de cabellos completamente blancos, semidesnudo y lleno de rasguños en todo su cuerpo, además de muchos moretones. No dudó en levantarlo rápidamente entre sus grandes brazos y volver sacar sus alas para comenzar a volar hacia su castillo.

Nuevamente, se detuvo abruptamente al prestarle atención al tatuaje de su brazo.

Había un precioso Wyvern de color blanco, con algunos detalles en negro y- maldición, estaba cargando al enemigo.

— Mierda, mierda, mierda...

Mordió su labio, podría pasar desapercibido si llegaba su alcoba como un dragón y lo depositaba de la forma más suave posible en su balcón. Eso sería entonces.

Sabía que no iban a matarlo en su hogar, pero de seguro lo iban a tratar mal y... No sabía por qué demonios estaba haciendo de buen samaritano, a lo mejor cuando despertaba y se mejoraba, le clavaba una daga en el cuello o algo parecido.

Sin embargo, eligió arriesgarse. Le gustaba pensar que no todos en Idris eran malas personas.

Nuevamente y de contrabando, Lee tomó el botiquín para luego subir rápidamente a su habitación. Allí, el chico que había logrado rescatar descansaba boca arriba sobre la cama, aún no había abierto los ojos pero su pecho subía y bajaba con normalidad.

Nadie en el castillo sabía de su existencia y tenía planeado que siguiera así. Continuó sentado en la silla mientras lo observaba. Se había tomado la libertad de cubrir su tatuaje con una venda sólo por si acaso.

Sin embargo, no fue hasta el anochecer que lo vió abrir sus ojos.

— ¿D-Dónde est-toy? —preguntó sentándose rápidamente en la cama, lo cual al parecer lo mareó un poco.

— Cálmate, estás en mi habitación. —se paró de su silla y se acercó de forma lenta, no queriendo asustarlo.

— ¿Y-Y t-tú quién eres? —comenzó a respirar rápido— ¿D-Dónde me encontraste? D-Déjame ir...

— Tranquilo, puedes respirar bien. No voy a lastimarte. —se acercó un poco más— ¿Cómo te llamas?

— E-Eso no t-te interesa... —se hizo aún más pequeño en la cama— T-Tú espalda... Tu tat-tuaje... E-Eres un Dragon. —lo miró con ojos asustados.

Minho sonrió, era tierno y al parecer tartamudo. Y también estaba despierto hace rato, ya que ahora él traía puesto algo encima.

— Sé que eres un Wyvern, te encontré de nuestro lado tirado en un montón de tierra y cenizas. —respondió— De verdad no voy a hacerte daño, sólo quiero saber tu nombre y cómo es que llegaste a nuestro lado. —suspiró— Es que... Estabas a pocos pasos de tu territorio y aún así, terminaste en el nuestro.

A Minho se le ocurrió que quizás lo habían dejado para morir sólo, y lo arrojaron del otro lado.

— E-Es muy c-confuso... N-No recuerdo mucho... —aún seguía tenso— No sé c-cómo llegué allí.

— Bien, no hay problema. —se encogió de hombros— Puedo curarte y luego escoltarte hasta la frontera, o si lo prefieres, afuera del castillo. —le propuso.

— ¿C-Castillo? —sus ojitos se abrieron desmesuradamente al oír aquello.

— Sí. Soy Lee MinHo, el príncipe de Enoc. —se presentó por primera vez, e hizo una pequeña reverencia de costumbre.

— O-Oh... —asintió.

Seguidamente, tocaron la puerta y el de cabellos blancos se asustó.

— ¿Quién es? —gritó el castaño.

— La cena está en la mesa, Honnie. —esa fue la voz de su madre.

— Gracias mami, en un momento bajo. —respondió sonriente.

Desde la cama, alguien lo miraba con una ceja levantada. ¿En serio ese muchacho frente a él era el príncipe?

— ¿Quieres que te traiga de cenar? —preguntó— Tapé tu brazo, no sabrán que eres un Wyvern.

— N-No como carne... —dijo bajito, pues tenía hambre pero no quería molestar a quien podía matarlo tan fácilmente.

— Traeré algo sin carne, entonces. —asintió.

Cuando estaba por salir de su habitación, oyó nuevamente la voz del peliblanco.

— Y-Yo soy H-HanJisung, príncipe d-de Idris. —dijo bajito.

— Está bien, de igual manera yo lo suponía. —sonrió— Tu tatuaje se realizó con tinta fina, sólo quienes pertenecen a la realeza pueden hacer uso de ella.

Dicho aquello, se dió media vuelta y procedió a salir de su habitación. Le diría a sus padres que estaba pintando y no quería desperdiciar la pintura, así que comería en su cuarto.

— Volví. —dijo con dos platos en mano— Mi madre no come nada de animales... Espero te guste la escalivada. —le sonrió.

En cambio, el plato de Minho estaba lleno de arroz junto a dos enormes filetes que eran del tamaño de la cara de Jisung, aproximadamente. Todo eso junto a una botella de vino y otra de agua. El príncipe de Enoc era también conocido por su buen comer, un tanque bastante difícil de llenar.

— G-Gracias... —el peliblanco agradeció cuando el más alto lo llamo a su escritorio.

Ambos se sentaron a comer, en un silencio un tanto incómodo hasta que el más bajito volvió a hablar.

— E-Está deliciosa... M-Muchas gracias. —hizo una pequeña reverencia.

— Nfo ehs nadwa... —dijo con la boca llena despidiendo así algunos granos de arroz, que cayeron al escritorio.

Jisung más que asquearse, solamente rió, su padre era igual para comer. Luego volvió a su estado de alerta y se preguntó si la comida tenía veneno, por lo que dejó de comer un momento.

— No la mires así, no tiene veneno. —negó— Eso es más del estilo de... Tu reino. —siguió comiendo.

— E-Eso es m-mentira... N-No todos somos a-así...

— Lo sé, sólo un gran porcentaje. —se encogió de hombros— Pero en fin, por hoy puedes dormir aquí para que te recuperes un poco mejor, y ya mañana en la noche yo te llevo a la frontera.

— B-Bien. —asintió.

Entonces, cuando terminaron de comer y MinHo limpió su parte del escritorio, que era la única parte toda sucia y llena de comida, conversaron unos momentos más antes de irse a la cama.

Y al sofá, porque Lee insistió en dormir allí.

Era demasiado raro que arrojaran al pequeño príncipe de Idris para su lado. De verdad que los Wyverns no tenían ni un poco de respeto por su propia realeza.

Mañana podría investigar mejor.

nueva adaptación 😙✋

Gracias por leer, votar o comentar <3

🪴;; Minnh-aye

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