21. Ancestral
Ya no habrían problemas.
Resulta que Loki era bastante buen asistente, pero aún así el proceso de análisis y experimentación con el líquido viviente fue tardío.
El Dios lo describió como un simbionte. Una criatura que cuando es compatible con otro organismo, es capaz de unirse a él, alimentarse y protegerlo, una regeneración instantánea.
¿Pero por qué necesitaría eso en su cuerpo?
No necesariamente.
Optó por otra opción: Unirlo con su nanotecnología. Una armadura simbionte, más resistente, poderosa y que se regenere a su voluntad.
La armadura perfecta.
No se dio cuenta que pasaron meses desde el inicio de su nuevo proyecto.
–¿Cuál es el siguiente paso? —preguntó Loki, quien había entrado al taller de la base.
Tony levantó su rostro y lo miró algo confundido.
–¿Por qué preguntas?
–Ellos no eran los únicos que pueden detenerte, ¿o si? —el contrario guardó silencio—. Los hechiceros.
–Diría que la hechicera. Stephen aún no choca su auto —dijo la Muerte divertida. Notó el silencio de Tony y rió—. ¿Qué tienes en mente?
–Debo ir a Asgard —soltó finalmente y fue hacia la bóveda en busca del Tesseracto.
Sabía que Stephen era poderoso, y era obvio que su maestra lo era aún más. No se podía arriesgar a que ella lo detuviera, necesitaba apoyo ¿Y quien mejor que la propia Diosa de la muerte?
El lugar estaba devastado y oscuro. El puente estaba destruido al igual que el centro del Bifrost donde había dejado el cadáver de Heimdall.
Asgard había sido reemplazado por un lugar de mala muerte. Pocos asgardianos quedaban y en su mayoría eran aldeanos. Los soldados que había eran cadáveres vivientes, quietos en su posición.
Ellos voltearon a ver a Tony. Los soldados inexpresivos, incluso se diría que respetuosos. Mientras que los aldeanos lo miraban con miedo y rencor, reconocían su armadura.
El Stark se dirigió al gran castillo, sólo para encontrar a Hela sentada en el anterior trono de Odín. Un gran lobo negro a su lado durmiendo mientras ella le acariciaba la cabeza suavemente.
Tony sonrió con gracia y sin pavor.
–Sí que eres una reina del drama.
–Mucho cuidado con tú forma de hablar, mortal —escupió la contraria con bastante asco.
–Hey, yo te traje aquí, así que necesitamos compañerismo para que esto funcione.
–Sí que eres osado por siquiera pensar que puedes hablarme así.
–Soy una caja de sorpresas, bonita. Ahora, necesito tú ayuda.
–¿Y quién dice que te voy a ayudar, escoria?
–Por favor, ¿si? De favor a favor. Yo te liberé de tú prisión y tú matas a una maestra de Howarts. No es tan difícil.
–No seré compañera de un débil mortal como tú. Sólo no te he matado porque me causas curiosidad.
–Wow, tú y la Muerte se llevarían bien.
–De hecho... —se escuchó la voz de aquella mujer—. Somos pareja.
–¿Por qué no me sorprende? —rió Tony—. ¿La podrías convencer de ayudarme?
–Ya hablé con ella, tú tendrás que convencerla —la Muerte levantó los hombros con indiferencia y pasó uno de sus brazos por los hombros de la Diosa.
–Wow, entonces ¿Por favor?
–¿Es enserio?
–Por favor.
–No.
–Por favor.
–No.
–¡Por fiiiiiiiis!
–¡No! ¿Estás demente?
–Sip, bastante —sonrió amplio—. Por fis, por fis, por fis, ¡por fis!
Hela gruñó y miró a la Muerte. Ella levantó sus hombros, divertida de la situación.
–Te lo dije.
La Diosa apretó su tabique entre su pulgar e índice y suspiró frustrada.
–Soy la Diosa de la Muerte, legítima reina de los 9 mundos. No tengo tiempo de estar ayudando a un simple humano que podría matar en un pestañeo.
–¿Enserio estás ocupada? Porque pareciera que simplemente estás pasando tiempo de calidad con tu mascota.
Hela pestañeó con incredulidad. Volvió a mirar a la Muerte.
–Creo que te ganó.
La Diosa suspiró con frustración y muy exagerado esta vez, lanzando nuevamente un gruñido.
–Bien, si con eso dejas de molestar, lo haré. Pero es el primer y único favor que alguna vez te hago.
–Pues muchas gracias. Es el único favor que necesitaré de ti. Un placer hacer negocios contigo. Ah, y la gema es mía, que quede claro.
Se dio media vuelta y se dirigió a la salida, sin prestar atención de lo que las dos mujeres inmortales hablaban.
–No tiene una pizca de miedo, no se parece en nada a los otros que me mostraste, ¿qué le hiciste?
–Lo mejoré simplemente.
–Eso es desquiciado.
–¿Y eso es malo, mí Diosa?
–Por supuesto que no. Me encanta.
Tomó el Tesseracto y se teletransportó a su añorado planeta donde sus niños, prometida y amigos lo esperaban.
Estaban a la espera de la noticia que pronta llegó. El accidente de una misteriosa mujer de traje amarillo que al parecer se suicidó y estaba en un estado muy crítico en el hospital de Nueva York.
Pensó que eso iba a ser rápido como las otras veces, pero ella apareció como un fantasma que se lo lleva el tiempo.
Frente a él estaba la ancestral con mirada seria y preocupada, como si sintiera lástima.
El tiempo alrededor se había detenido completamente.
–¿Q-Qué haces aquí? ¿Vienes a espantarme espiritualmente o qué? —silencio—. Pues adivina, no funcionará.
–Lo sé —su voz era tranquila y algo apagada. Lo miraba cual madre miraría a un hijo que perdió su camino correcto—. Desafiaste ésta realidad.
Eso lo tomó por sorpresa.
Ahora que lo pensaba, nunca se puso en verdad a meditar sobre eso.
Se reinició la línea de tiempo, sí, ¿pero y todos los cambios tan radicales que hizo? ¿No habían reglas?
–Uh, ¿... si? ¿Eso creo? —Su voz salió mucho más confusa de lo que le hubiera gustado.
–Mis visiones fueron bloqueadas pot el poder que te han concedido sin que te dieras cuenta. No puedo ver los futuros, y por eso no puedo saber con exactitud el futuro de esta realidad... Ni el futuro de ti.
–¿Me debería preocupar?
–Deberías —su voz no cambiaba del tono amable y a la vez serio—. Estás dejando que el poder de la gema te consuma, al igual que el poder cambiar cosas a tú propia conveniencia insana. Usas el egoísmo como soporte para tus acciones.
–Okey, primero que nada: yo NO estoy siendo egoísta, para nada. Sólo... Sólo intento hacer que se detenga.
Esa palabra le había hecho un muy notorio nudo en el estómago, lo que logró ponerlo a la defensiva de inmediato.
¿Egoísta? Claro que no.
¿Cierto?
–¿A quién quieres detener exactamente? ¿A quién sea que te hizo daño? ¿O a ti mismo? —Tony guardó silencio un momento—. Nunca supe quién causaba todas esas muertes hasta el día de la mía propia ¿Qué causó que guardaras tanto rencor frente a un mundo que no tuvo la culpa?
Tony pestañeó un par se veces, extrañado de que sus palabras fueran tan precisas para ponerlo ansioso.
–Si lo tuvo... —susurró—. ¡Si lo tuvo! Yo era capaz de dar mí vida por un mundo que nunca me quiso en él. Me dio la espalda, ¿por qué yo no haría lo mismo?
–Estás consciente de que este mundo no es el mismo que el tuyo. Aquí la gente no te respeta, te teme. Tus amigos, tú familia. Todo lo que ves, escuchas y sientes son algo que tú causaste y creaste.
–¿Y?
–La venganza en verdad nunca te va a satisfacer lo suficiente como para no sentirte culpable por lo que hiciste y harás a futuro. Perdiste un camino que fue escrito especialmente para ti. Se supone que tú debías ser un salvador, no un tirano, no puedo ver tú futuro ahora, pero si antes de que ella hiciera esto.
–¿Y qué veías?
–Destrucción.
–Ellos me destruyeron primero.
–¿Y eso te dará paz? ¿Dejar que el mundo se consuma ante olas brasas del fuego que causaron personas ajenas a este tiempo o mundo? ¿La venganza logrará saciar el destino que crees merecer y causar?
–Debería.
–¿Hasta cuándo te vas a engañar a ti mismo?
No iba a negar que eso lo hizo pensar, y el nudo en su estómago traspasó a su pecho.
Hace mucho tiempo que no se sentía así.
Un pequeño suspiro salió de la Mujer, derrotada y aparentemente cansada lentamente.
Volvió a su tiempo normal, todo continuó con naturalidad excepto sus pensamientos, como si hubieran quedado atrapados en aquella dimensión.
Harley, Pietro y Wanda sonreían amistosos desde el comedor.
–¿Todo bien? —preguntó el menor de todos de forma amistosa.
–Sí... Todo bien.
Pepper, quien también estaba allí de visita, se levantó y le dio un pequeño beso en los labios.
Con eso, el sentimiento desapareció como si nunca hubiera estado allí.
–Deja ayudarte con eso —exclamó suavemente mientras le ayudaba a llevar los platos con comida hacia la mesa.
En la tarde fue a su refugio: su taller. Y aquella mujer estaba sentada en el escritorio como siempre, mostrando sus hermosas y delgadas piernas como acostumbraba.
–¿Buscabas algo? —sonrió la mujer coqueta mostrando la gema verde entre sus dedos. La lanzó y Tony la atrapó en el aire—. Pequeño gran favor que mí novia te hizo. De nada.
Tony miró la piedra. Escuchó un sonoro mordisco y volvió a mirarla. Ella tenía en su mano una esfera del alma, una mitad era sumamente brillante y la otra estaba apagada.
Era raro, pero no le dio importancia.
Literalmente, ver comer o comer ese tipo de cosas ya se le había hecho costumbre.
Fue a dejar la singularidad en la bóveda junto al Tesseracto, gema de la mente y espada de Heimdall. Observó aquellos objetos un largo rato sin una expresión determinada en su rostro, como si su cerebro se hubiera desconectado, como cuando miras mucho tiempo la televisión y dejas de observar o prestar atención.
Perdido en sus pensamientos, sintió las manos inquietas de la Muerte rodearlo.
–¿En qué piensas?
–Cosas.
–¿Qué clase de cosas? —Tony guardó silencio—. Oh~
–No empieces, ni siquiera sabes lo que estoy pensando.
–Bueno... Pepper se está preparando para bañarse, quizás puedas unirte.
El Stark observó a la Muerte y sonrió de lado.
–Eso estaría bien.
El resto de la tarde fue bastante tranquila.
Pepper y Tony se bañaron juntos.
El Stark pudo dar un paseo por un bar cercano junto a Happy y Rhoey, con su disfraz para no ser reconocido, obviamente.
Luego trabajó un poco con Harley y Loki en el taller. Preparó ajustes futuros a los cuerpos de Jarvis y Viernes.
Y finalmente vio unas pocas películas junto a los dos gemelos, Harley, Pepper y Loki. Todos sentados en el sillón, las nuevas decoraciones que hicieron a la base para hacer una parte de ella como si fuera una casa cualquiera.
Todo extrañamente amistoso y cálido.
Pero no para él, él estaba feliz.
Quiso terminar algunas actualizaciones a los cuerpos de sus queridos androides, incluso planeando hacer uno más pequeño para su más nueva I. A, Alem.
Hasta que el aviso de Jarvis, quien estaba de vigila junto a Ultrón por los alrededores de los Estados cercanos, le dijo.
–Señor. Creo que esto le alegrará.
–Okey, dime qué es.
–Encontramos actividades en Queens...
–¿Tienes que ser tan dramático?
–A usted le agrada.
–Sip —y rió un poco—. ¿Y pues? Dispara.
–Peter Parker empezó su recorrido.
Sólo dos personas sonrieron.
Una con malicia.
Otra con esperanza.
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