18. Seducción

Había tenido una pesadilla que lo despertó en la madrugada.

Un joven rubio, piel clara y ojos celestes lo miraba con miedo. Su cuerpo delgado y pequeño debajo suyo con muchos moretones y heridas. Su expresión le daba a entender que gritaba, pero no escuchaba absolutamente nada.

Pasó una mano por su cara y, desorientado, observó alrededor.

Su bolsa de la compra estaba encima de la mesa de cocina, pero no recordó llegar a su departamento.

Suspiró pesado y se levantó a cocinar algo para desayunar.

Perdido en sus pensamientos intentando entender porqué había soñado con alguien que no reconocía al 100℅. Se sentía extraño, como si alguien lo vigilara.

Hasta que el recuerdo lo golpeó.

Hace muchos años atrás, su mejor amigo de Brooklyn, a quien consideraba un hermano.

Un chico delgado y quien pasaba la mayor parte del tiempo enfermo. A quien se prometió proteger incluso después del suero.

Las cosas entre sus manos cayeron al darse cuenta de lo mucho que quería a aquel chico sin nombre y el daño que le causó.

Si era sueño o no, era suficiente como para que su pecho se apretara exageradamente.

Sus gritos en sus oídos sordos y sus inútiles intentos para evitar ser desvestido salvajemente y golpeado hasta la saciedad.

El soldado cayó de rodillas y se agarró la cabeza fuertemente.

–Bucky, Buck deten-detente, por... P-Por favor... Debes-D-Debes despertar, por favor... Buck... Bucky... B-Bucky por favor.

BUCKY BUCKY BUCKY BUCKY BUCKY BUCKY BUCKY BUCKY BUCKY BUCKY

Se sintió el ser más repulsivo del mundo.

Escuchó cada uno de sus gritos por cada salvaje e inconsciente embestida en pos de complacer y obedecer a quien le dio la orden.

Ni siquiera sabía quién le había dado la orden exactamente. En su cabeza habían muchas caras revueltas y recuerdos de órdenes olvidadas hace meses.

Escuchaba los llantos del rubio como fantasmas que lo perseguían y recordaban sus pecados.

El dolor de los recuerdos de asesinar no se comparaban con aquel recuerdo.

Buck... Por favor... D-Debes recordar... Soy Steve... S-Soy tú mejor amigo, por favor... Por favor Bucky.

Steve.

Steve Rogers.

Ese era su nombre.

Steve Rogers. Su mejor amigo.

El capitán de la misión para detener a HYDRA.

El capitán América.

Steve.

Steven Grant Rogers.

Su Stevie.

Su mejor amigo.

Su hermano.

A quien prometió estar para él hasta el final.

Empezó a llorar desconsoladamente en el suelo de su cocina, disculpándose una y otra vez a alguien inexistente en aquel lugar.

Pensando que nadie lo escuchaba.

No podía estar más equivocado.

Muchos kilómetros alejado, estaba aquel rubio de sus recuerdos mirando estupefacto cómo su mejor amigo tenía una crisis mental en el suelo de su cocina, por el ángulo de la cámara no se podría decir mucho, pero se escuchaban sus llantos desconsolados mientras pedía perdón casi a gritos.

–Lindo, ¿no? —Steve se volteó a ver la fuente de la voz. Tony estaba apoyado en la esquina de la compuerta. Sus brazos cruzados y una leve sonrisa—. Eso es a lo que yo llamó una crisis mental severa. Tuve varias, especialmente en el 2016, no necesariamente por haber violado a mí mejor amigo, pero sí bastante con la culpa por la traición y muertes varias. Qué interesante es la mente humana, ¿no es así?

–Eres un maldito... —siseó Steve mirándolo con mucho odio.

Tony hizo una pequeña reverencia y luego miró la pantalla.

–¡Oh! Mira, mira. Parece que lo va a hacer.

Steve miró la pantalla y el castaño había tomado un cuchillo de su cocina.

El rubio contuvo la respiración mientras veía cómo su amigo observaba su propia muñeca.

Pero no ocurrió lo que temía.

En vez de eso, lanzó el cuchillo fuertemente al suelo en un arranque de ira e impotencia.

–Es mucho más fuerte de lo que esperaba. Supongo que tendré que enviar un androide para-

Recibió un golpe en el rostro, era uno de los zapatos de Steve.

Él intentó taclearlo, pero era como intentar mover una muralla.

Tony rió sarcástico y lo empujó fuertemente contra la pared, casi rompiendo su columna.

–Eres valiente, y eso es mala señal. Eres un idiota al creer que puedes contra mí —le dio un golpe seco en el rostro que lo dejó tumbado—. Soy superior, debes entenderlo, ¡Y ESO QUE NO ESTOY USANDO ARMADURA! ¿Qué se siente, eh? Ser denigrado de esa manera, ¿sentirse tan impotente y miserable? —lo agarró del cabello—. ¿Sentirse usado?

Lo soltó y volvió a levantarse para salir.

—·•·—

–¿Cuál es el nuevo plan? —preguntó Coulson.

Habían pasado semanas estando en el quinjet, increíblemente nadie los ha atacado. Estaban lo más apartados de toda conexión posible.

–Hay que tener todas las variables, ¿señor Beck? —preguntó hacia el castaño.

–Quien sea que esté detrás de todo esto, tiene acceso a toda la red inalámbrica. Códigos de seguridad, Internet, toda esa información de todo el planeta —empezó el hombre—. No nos ha pillado porque-

–O no nos ha buscado —interrumpió Natasha, ganándose una mirada de desaprobación del contrario.

Porque... No tenemos conexión más que entre nosotros mismos. No estamos usando redes externas, estamos fuera de su mapa.

–¿Entonces qué hacemos? —preguntó Hill.

–Perfeccioné en estas semanas una tecnología de ilusiones. Podemos ponerla en algún dron y grabar por la ciudad, serán invisible a simple vista y análisis si no la conectamos a ninguna red y le hacemos un recorrido previsto —en el holograma mostró el modelo de sus drones—. Podemos saber qué hace exactamente por las ciudades y usarlo en su contra. Los recorridos, las acciones, la actitud ante amenazas o tranquilidad.

–¿Cuánto tardaría? —preguntó Barton.

–No tengo idea. Si todo sale bien, quizás tardemos unos días.

–Es lo mejor que tenemos —Beck hizo una cara de ofendido hacia Fury, pero éste lo ignoró—. Hagámoslo.

—·•·—

–Esto está muy tranquilo...

–Así es.

–¿Cuánto crees que tarden en intentar algo de nuevo?

Pepper se recostó boca abajo para poder ver a Tony mejor.

–Les doy máximo 2 semanas. Salieron de mis mapas, así que deben estar en el quinjet.

–¿Y no los buscarás?

Tony guardó silencio un momento y la observó largamente y directamente a los ojos.

Algo estaba raro en ellos. No era la Pepper que él conocía, nunca lo ha sido desde esa vez en que decidió apoyarlo.

El lo sabía.

Pero se negó a verlo. A despertar de su propio engaño.

Sonrió con cariño y le acarició la mejilla suavemente.

–Eso sería muy sencillo.

El rió levemente y lo volvió a abrazar, recortando su cabeza en el pecho ajeno.

–Quizás debería empezar a estrenar mí labial negro para combinar.

–Te verás muy sexy.

–Ya me veo sexy.

–Tienes toda la razón.

Ni se había dado cuenta de que el plan de los sobrevivientes de SHIELD parecía funcionar.

Se dieron cuenta de que la Legión de Hierro asesinaba, pero sólo a un cierto tipo de personas.

Ladrones, asaltantes, violadores, traficantes. Todos ellos eran asesinados por una bala en el pecho, dejándolos sufrir un par de minutos antes de perecer. Mientras más grave era su delito, más se alargaba su muerte.

Para los políticos corruptos era un tanto distinto, les inyectaban un veneno letal incurable.

Pero todos tenían el mismo desenlace.

Eso era una señal.

Los androides se mantenían en un sólo lugar, vigilantes y al acecho. Se movilizaban sólo si ocurría algún asalto o algo que afectara la integridad de la mayoría.

Eso, al mismo tiempo, había causado que la mayoría de gente ovacionara y anulara al dictador.

Ya ni siquiera había gobiernos estables. La mayoría de presidentes desistieron al cargo por miedo, y el resto de políticos corruptos que intentaron hacer planes para evitar el control de una mente maestra desconocida, fueron asesinados por el método del veneno.

Todo terminó en un enorme juego de ajedrez injusto. Donde el que se hacía llamar Ironman era el rey y la Legión eran sus peones, y sus aliados sus torres y caballos.

Así que armaron un plan para hacer que el tipo apareciera, o al menos uno de sus aliados que parece preocuparse por ellos.

–¿Todo listo, Beck?

–No apresuren al genio.

El tipo estaba haciendo los últimos ajustes a sus drones, y con ayuda de los de SHIELD configuraron los hologramas mediante una señal totalmente cerrada, rezando por ser indetectables al control de los gobernadores.

Debían llamar la atención el más tiempo posible. Y necesitaban la mayor cantidad de aliados.

—·•·—

Tony observaba las "reliquias" en su bóveda.

La espada de Heimdall, la gema de la mente y espacio.

Ahora que lo analizaba, le faltaba el escudo del capitán. Recordó que nunca exigió pedirlo.

Qué desperdicio. Hubiera sido de oro haber presumido frente a Steve.

Suspiró y volvió a tomar de aquel vino que Pepper le había traído antes de que tuviera que volver a la ciudad.

Empezó a pensar.

Y empezó a ahogarse en sus propios recuerdos.

Después de todo, aún tenía un poco de cordura, pero se centraba en las personas por las que en verdad se preocupaba en esa nueva línea de realidad.

Rhodey, Happy, Pepper... Todos ellos tenían distinta actitud. Y le daba pánico pensar en Peter.

–¿En qué piensas, cariño?

–Que estoy loco.

–Las mejores personas lo están.

–Sí entendí esa referencia, y no me gusta... —suspiró pesado y pasó una mano por su cara—. Mierda...

Desde que la línea se reinició y empezó a planear sus movimientos sádicamente, no ha vuelto a tener un ataque de pánico. Y justo en ese momento floreció en aquella soledad con su cabeza.

Se agarró a la pared intentando buscar apoyo.

La Muerte, en vez de ayudarlo, ladeó la cabeza y tomó suavemente la copa en su mano. Ignorando la primera regla de los ataques de ansiedad, no traspasar la barrera de espacio personal.

Tony se sintió completamente ahogado y empeoraba por cada segundo de silencio que la Muerte le otorgaba. Se sintió observado por los fantasmas de las personas que murieron en sus manos, y sintió la sangre y polvo en sus manos.

Su pequeña parte cuerda intentaba reparar la gran brecha en su mente, y eso causó un enorme pánico que antes no sentía. Como si su mente se liberara e intentara sacar al Tony de antes, aquel que intentaba hacer lo correcto y temía no lograrlo.

No podía articular palabra alguna, sólo jadeos desde la garganta se escuchaban en la habitación.

Se sintió sólo y desamparado en aquel enorme lugar. Y eso le dio libre parada a la Muerte para aprovecharse de esa debilidad.

Tomó el rostro contrario con ambos manos de forma firme, obligándolo a mirarle a sus ojos.

Tony quedó en trance, y como si fuera un vídeo, quedó sordo momentáneamente y se dejó seducir por aquella hermosa y sínica mujer.

–Pobrecito. Sigues sin entender que eres sólo una marioneta. Ya van 2, cariño. Quedan solamente 4 para saber qué sucederá —le acarició el cabello suavemente—. Eres mío... Desde hace mucho eres sólo mío —su voz se hizo un poco más rasposa y agarró su cabello por la parte de la nuca.

Ignorando sus jadeos que buscaban ayuda, lo volvió a besar.

Pero era un beso distinto a los que le daba para el reinicio, no era un beso de vida. Era un beso territorial, de hacerle entender que no podía tener control sobre sí mismo.

Tony intentaba respirar entre el salvaje beso.

El Stark sintió una lengua inexistente que le hizo olvidar aquel sentimiento y se dejó guiar por aquella lujuria implantada por su compañera.

Entre la pelea por el control de las bocas, la Muerte pasó una de sus huesudas manos debajo de la camiseta de Tony. El humano sintió la fría sensación de ansiar aquel tacto con una desesperación insana.

Sus manos huesudas adquirieron la carne justa como para asemejarse más al mejor cuerpo femenino que ha probado. La atracción física se hizo evidente cuando Tony acabó sentado en el frío suelo con la Muerte encima de él, causando un notorio roce.

La Muerte había seducido completamente a Anthony Stark.

Ahora no habría vuelta atrás.

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