✰°•『 Ꮯᾰ℘!ɬʊʆꪮ 9 』•°✰

[Narrador/a POV]

Yellow quería compensar lo incómodo que se había sentido el ambiente entre ellos y decidió llevar a Red a un lugar especial. Había un bosque cerca, uno lleno de árboles altos que dejaban pasar suaves rayos de sol entre sus hojas, iluminando los colores verdes y vivos del entorno. El camino estaba bordeado de flores silvestres, y la brisa fresca hacía que el aire estuviera lleno del suave aroma de la naturaleza.

Mientras caminaban, Red se relajó un poco, aunque todavía estaba un poco distante. Yellow, por su parte, intentaba suavizar el ambiente, señalando flores, comentando sobre el sonido de los pájaros, y hasta inventando bromas tontas sobre los arbustos que encontraron en el camino. Poco a poco, logró sacar algunas sonrisas de Red, lo cual lo hizo sentir un pequeño triunfo.

—¿A dónde me estás llevando? —preguntó Red después de un rato, deteniéndose para mirar una flor que había llamado su atención.

Yellow le devolvió una pequeña sonrisa. —Es una sorpresa. Pero creo que te gustará, es uno de mis lugares favoritos.

Siguieron caminando hasta que llegaron a un claro en el bosque, donde un hermoso estanque se encontraba en el centro. El agua era cristalina, reflejando el cielo despejado y las copas de los árboles que rodeaban el lugar. Había pequeños nenúfares flotando, y un par de libélulas zumbaban tranquilamente sobre la superficie del agua.

Red se detuvo, admirando el paisaje con los ojos abiertos de par en par. —Es... hermoso —dijo en voz baja, como si no quisiera romper la calma del lugar.

Yellow sonrió con orgullo. —Sabía que te gustaría. Este lugar siempre me ha hecho sentir tranquilo, como si pudiera olvidarme de todo por un rato.

Red miró a Yellow, sorprendido por lo honesto que estaba siendo. Se sentaron juntos en una roca cerca del estanque, dejando que la tranquilidad del lugar los envolviera. Yellow se inclinó un poco hacia atrás, apoyándose en sus manos mientras miraba el agua.

—Gracias por traerme aquí, Yellow. Creo que necesitaba esto más de lo que pensaba —admitió Red después de un rato, su tono más suave de lo habitual.

Yellow giró la cabeza para mirarlo, con una expresión tranquila pero cálida. —Quiero que te sientas bien, Red. Eso es todo.

Red sintió que algo cálido se asentaba en su pecho, pero no quiso decir nada. En cambio, extendió la mano para jugar con el agua del estanque, rompiendo el reflejo perfecto en la superficie. Yellow lo observó, sintiéndose extrañamente contento de haber compartido ese lugar con él.

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El estanque era un lugar perfecto para relajarse, pero Yellow tenía otros planes en mente. Mientras ambos seguían sentados en la roca, él no podía evitar notar cómo Red estaba completamente absorto, mirando las pequeñas ondas en el agua, como si estuviera perdido en sus pensamientos. Fue entonces cuando una idea traviesa cruzó por la mente de Yellow.

Con un movimiento rápido y calculado, deslizó su mano hacia el bolsillo trasero de Red y le quitó el teléfono. Red apenas alcanzó a reaccionar, mirando a Yellow con confusión.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó, frunciendo el ceño.

Yellow no respondió. En lugar de eso, lo empujó al agua sin previo aviso. El sonido del chapuzón resonó en el claro mientras Red desaparecía por completo bajo la superficie del agua.

Yellow, con una sonrisa de satisfacción, dejó el teléfono de Red y el suyo propio sobre la roca junto con el suéter que llevaba puesto. No planeaba darle a Red ninguna oportunidad de jalarlo al agua como venganza.

Red emergió rápidamente, jadeando, mientras el agua goteaba de su cabello y ropa. Sus ojos brillaban con incredulidad y algo de diversión mezclada con frustración.

—¡¿En serio, Yellow?! —exclamó, salpicando agua hacia donde estaba parado su amigo.

Yellow, con los brazos cruzados y una sonrisa triunfante, retrocedió unos pasos para mantenerse fuera del alcance de cualquier represalia acuática. —Te veías muy serio. Solo quería relajarte un poco. ¿No es este el lugar perfecto para un baño?

Red negó con la cabeza, riendo a pesar de todo. —¡Relajarme no significa que me empujes al agua como un loco!

—Bueno, ahora estás refrescado. De nada. —Yellow se encogió de hombros, divertido, mientras se mantenía a una distancia segura.

Red lo miró con ojos entrecerrados, ya planeando su venganza, pero por ahora solo flotaba en el agua, disfrutando de la frescura a regañadientes. —No vas a escapar tan fácilmente, Yellow. Esto no se va a quedar así.

—Por eso dejé todo en la roca. —Yellow señaló el suéter y los teléfonos con una sonrisa burlona.

A pesar de todo, Red comenzó a reírse, disfrutando del momento. A veces, esos pequeños actos impredecibles de Yellow lo sorprendían de la mejor manera.

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Red salió del agua con movimientos rápidos, cruzando los brazos alrededor de su pecho mientras temblaba incontrolablemente. Su cabello goteaba agua, pegándose a su frente, y su ropa empapada lo hacía ver aún más desdichado.

—¡Maldita sea, Yellow! Esto está helado —dijo entre dientes, mientras su cuerpo tiritaba visiblemente.

Yellow, parado a unos pasos, lo miraba con una mezcla de diversión y... algo más. Por alguna razón, le parecía tierno cómo Red fruncía el ceño y refunfuñaba por el frío, con sus mejillas ligeramente sonrojadas por la temperatura. Era una imagen curiosa, y Yellow no podía evitar que una pequeña sonrisa apareciera en su rostro.

—¿Te parece gracioso? —gruñó Red al notar la expresión de Yellow, sacudiendo las manos para quitarse el exceso de agua.

—No es eso —respondió Yellow, tratando de ocultar la risa—. Es solo que... no sé, te ves como un cachorro mojado.

—¡Un cachorro mojado! —repitió Red indignado, aunque su tono era más juguetón que enfadado.

Yellow suspiró, finalmente dejando de burlarse. Se quitó el suéter que había dejado sobre la roca y lo extendió hacia Red. —Ven aquí, no quiero que te congeles.

Red lo miró, al principio desconfiado, pero al sentir otra ráfaga de viento helado, no dudó más y se acercó. Tomó el suéter de las manos de Yellow y se lo puso apresuradamente, a pesar de que era demasiado grande para él.

—¿Mejor? —preguntó Yellow, cruzándose de brazos mientras observaba cómo Red intentaba calentarse.

—Un poco —murmuró Red, todavía temblando un poco, pero más cómodo. Luego alzó la vista hacia Yellow, con una sonrisa traviesa—. Aunque si de verdad quisieras ayudar, podrías darme un abrazo. Eso calienta más rápido, ¿no?

Yellow se quedó helado un momento, no por el frío, sino por lo inesperado de las palabras de Red. Lo miró fijamente, sin saber si tomárselo como una broma o si de verdad lo decía en serio.

Red, al notar el silencio, arqueó una ceja, divertido. —¿Qué? ¿Te asusté?

Yellow bufó, fingiendo indiferencia mientras se acercaba. —No digas tonterías. Si lo haces tan dramático, está bien, ven aquí.

Con un movimiento rápido, Yellow rodeó a Red con sus brazos, tirando de él en un abrazo firme. Red, sorprendido al principio, se relajó y dejó que el calor comenzara a reemplazar el frío.

—¿Ves? Esto no está tan mal —murmuró Red, apoyando la cabeza contra el hombro de Yellow, quien por primera vez en mucho tiempo sintió que su corazón latía un poco más rápido de lo normal.

—Tú siempre aprovechándote, ¿verdad? —murmuró Yellow, aunque su tono era más suave de lo habitual.

Red sonrió, escondiendo su rostro un poco más. —Tal vez. Pero no te estás quejando.

Y así, con el frío quedando atrás, ambos se quedaron en ese abrazo un rato más, con el bosque como su único testigo.

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Yellow mantuvo el abrazo un momento más, moviendo lentamente su mano sobre la espalda de Red. Era un gesto instintivo, más por la idea de darle calor que cualquier otra cosa, pero había algo tranquilizador en la cercanía.

Red levantó un poco la cabeza y lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de agradecimiento y algo más que Yellow no supo descifrar. —Gracias... pero creo que esto no será suficiente para que deje de temblar —bromeó con una sonrisa ligera, aunque todavía estaba pegado a él.

Yellow soltó un suspiro corto, sin soltarlo del todo. —¿Y qué propones? No traje más ropa extra ni una fogata portátil.

Red dejó escapar una pequeña risa antes de separarse, aunque sus manos se quedaron unos segundos más en los hombros de Yellow, como si le costara dejar ir el contacto. —Podemos ir a mi granja —sugirió finalmente—. Allí tengo ropa seca, además, los animales siempre me levantan el ánimo. Seguro que también te gusta pasar tiempo con ellos.

Yellow arqueó una ceja, curioso. —¿Quieres que vayamos ahora mismo?

—¿Por qué no? —respondió Red con una pequeña sonrisa—. Será mejor que quedarnos aquí con el frío, ¿no crees?

Yellow lo pensó por un momento y luego asintió. —Está bien, pero primero asegúrate de no resfriarte.

Red se rió y se dio una palmada ligera en el pecho. —Estoy bien, ¿ves? Estoy hecho de acero.

—Claro, "acero" que tiembla con un poco de agua fría —replicó Yellow, rodando los ojos con un toque de sarcasmo.

Red lo empujó suavemente por el brazo, sonriendo. —Vamos, que ya quiero ver a mis vacas y gallinas.

Yellow agarró los teléfonos que había dejado sobre la roca y le pasó el suyo a Red. Luego, ambos comenzaron a caminar en dirección a la granja, con Red hablando animadamente sobre lo que podrían hacer una vez llegaran. Yellow, por su parte, lo escuchaba en silencio, permitiendo que la voz de Red llenara el espacio entre ellos mientras sus pensamientos vagaban.

Mientras más se acercaban, más claro se hacía para Yellow que estar con Red, incluso en situaciones simples como esa, no era tan malo como solía pensar.

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Mientras caminaban por el sendero, el ambiente estaba tranquilo, solo se escuchaba el crujir de las hojas bajo sus pies y el canto de algunos pájaros a lo lejos. Red iba hablando sobre sus animales, describiendo cada uno con una sonrisa brillante que iluminaba su rostro. Yellow, sin embargo, apenas escuchaba; su atención estaba centrada en otra cosa.

Miraba a Red de reojo, como si su mirada tuviera vida propia y no pudiera evitarlo. Había algo en su cabello rojo despeinado, en la forma en que los mechones caían suavemente sobre su frente. Sus ojos rubí, cálidos y vivos, parecían capturar la luz del sol de una manera que hacía que brillaran aún más.

Yellow bajó la mirada un instante, pero pronto se encontró admirando su piel, un contraste perfecto entre tonos morenos y pálidos. Parecía tan suave, y esa expresión relajada en su rostro lo hacía ver… tierno.

Sin darse cuenta, su mente comenzó a divagar. ¿Por qué estoy mirando tanto? Es solo Red… ¿cierto? Pensaba demasiado en eso, tanto que no se dio cuenta de que un árbol estaba justo en su camino.

—¡Cuidado! —exclamó Red, agarrándolo del brazo justo a tiempo.

Yellow dio un paso hacia atrás, sobresaltado, y miró al árbol que casi se lleva de frente. —Ah… gracias —dijo rápidamente, tratando de disimular el calor que sentía subiendo por su cuello.

Red lo miró con una mezcla de diversión y preocupación. —¿Estás bien? No es como tú andar distraído.

Yellow asintió con rapidez, evitando la mirada de Red. —Sí, sí, solo estaba… pensando en algo.

Red arqueó una ceja, divertido. —¿Tan interesante es ese "algo" como para olvidarte de que los árboles existen?

Yellow apretó los labios, incómodo con la pregunta. —Déjalo, no es nada importante —murmuró, acelerando un poco el paso para dejar el tema atrás.

Red lo siguió con una sonrisa juguetona. —Si tú lo dices… Pero si quieres, puedo caminar delante de ti, por si acaso. Ya sabes, para protegerte de los árboles agresivos.

Yellow soltó un resoplido, aunque no pudo evitar que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios. —No necesitas exagerar.

Red rió suavemente y, sin decir nada más, caminó a su lado en silencio. Pero ahora era Red quien miraba de reojo a Yellow, curioso por esa distracción tan inusual en él.

La caminata continuó, con el sol iluminando el camino y las hojas de los árboles danzando suavemente con la brisa. Había algo en esa atmósfera que hacía que cada momento se sintiera más especial de lo que debería, y ninguno de los dos podía ignorarlo, aunque ninguno lo dijera en voz alta.

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Al llegar a la granja, el ambiente cambió por completo. Había un aroma fresco a pasto recién cortado, mezclado con el olor de la tierra húmeda. Los sonidos de los animales se escuchaban a lo lejos: un gallo cantando, las ovejas balando y un par de caballos relinchando suavemente.

—Bienvenido a mi pequeño paraíso —dijo Red con una sonrisa amplia, extendiendo los brazos como si estuviera presentando un gran espectáculo.

Yellow miró a su alrededor, observando los campos abiertos y la pequeña casa al fondo. El lugar era acogedor, con un encanto rústico que no esperaba. —Es… más grande de lo que imaginaba —admitió, cruzando los brazos.

—¿Lo dices como un cumplido o una crítica? —preguntó Red, alzando una ceja mientras lo miraba de lado.

Yellow rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír. —Como un cumplido, obviamente.

Red lo guió hacia un área donde había varios animales. Había un par de caballos de pelaje brillante, vacas descansando bajo la sombra de un árbol, y un corral con cabras jugueteando entre sí. Un pequeño grupo de gallinas correteaba cerca, picoteando el suelo.

—Mira, este es Sparky —dijo Red, señalando a un perro pastor que corría hacia ellos, moviendo la cola con entusiasmo. Red se agachó para acariciarlo, y el perro le lamió la cara antes de mirar a Yellow con curiosidad. —Y él es Yellow, Sparky. Sé amable con él.

Yellow se agachó también, extendiendo una mano para que el perro lo olfateara. —Es lindo —dijo mientras Sparky le lamía la mano y movía la cola aún más rápido.

—Es más que lindo, es el mejor perro del mundo —respondió Red con orgullo.

Pasaron un rato caminando por la granja, con Red señalando diferentes áreas y presentándole a los animales. Yellow se dio cuenta de lo cómodo que Red parecía aquí, en su propio espacio, como si fuera una parte integral de todo lo que lo rodeaba.

En un momento, Red lo llevó a un pequeño granero pintado de rojo y blanco. —Aquí guardo algunas cosas importantes, pero también es mi lugar favorito para relajarme cuando necesito un momento de paz —dijo mientras abría la puerta.

El interior era cálido y acogedor, con pacas de heno apiladas en una esquina y una vieja manta extendida en el suelo. Una ventana alta dejaba entrar la luz del sol, iluminando el espacio con un brillo dorado.

—¿Te gusta? —preguntó Red, mirando a Yellow con expectativa.

Yellow asintió, sorprendido por lo acogedor que se sentía. —Es bonito. Tiene… personalidad, supongo.

—Gracias, lo tomaremos como otro cumplido —bromeó Red, sonriendo ampliamente.

Yellow miró a Red, viendo lo feliz que estaba en ese momento. Había algo en su sonrisa, en la manera en que sus ojos rubí brillaban con alegría, que hacía que algo dentro de él se agitara. Antes de darse cuenta, estaba sonriendo también, pero rápidamente desvió la mirada para que Red no lo notara.

—Bueno, ¿qué sigue en el tour? —preguntó Yellow, tratando de enfocarse en otra cosa.

Red se rascó la cabeza, pensativo. —Podríamos alimentar a los animales o… —Se detuvo un momento, mirando a Yellow con una sonrisa traviesa. —¿O quieres intentarlo? Podrías montarte en Sparky, aunque no te garantizo que no te tire.

Yellow soltó una carcajada, sacudiendo la cabeza. —Paso. No quiero morir hoy.

Ambos rieron, y la tensión que había entre ellos antes de llegar a la granja se desvaneció poco a poco, reemplazada por una conexión más natural y despreocupada. La caminata hasta la granja había comenzado con cierta incomodidad, pero ahora, en este lugar que claramente significaba mucho para Red, todo parecía un poco más fácil, un poco más ligero.

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Yellow había encontrado un rincón especial de la granja: un pequeño claro rodeado de árboles altos, con el césped fresco y suave bajo sus pies. Desde allí, el cielo parecía inmenso, pintado de un azul brillante con nubes blancas que flotaban tranquilamente. Decidió recostarse en el suelo, cruzando las manos detrás de su cabeza, disfrutando del silencio interrumpido solo por el sonido del viento moviendo las hojas.

Mientras estaba allí, escuchó pasos acercándose. Levantó la vista justo a tiempo para ver a Red caminando hacia él. Llevaba ropa seca, pero lo que más llamó la atención de Yellow fue el suéter. Su suéter. El que había dejado antes en la roca. Red lo llevaba puesto, y de alguna manera, le quedaba increíblemente bien.

El cabello de Red estaba desordenado, aún húmedo por el agua del estanque, y sus ojos rubí brillaban bajo la luz del sol. El suéter, un poco más grande de lo que necesitaba, se ajustaba de manera relajada sobre sus hombros, dándole un aire despreocupado y... atractivo. Demasiado atractivo. Yellow sintió su corazón acelerarse, pero trató de mantener la compostura.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó Red, arqueando una ceja y con una sonrisa pícara al notar la mirada de Yellow.

Yellow rodó los ojos, intentando disimular. —Te queda grande, pero supongo que no se ve tan mal.

Red rió suavemente y se acercó, sentándose a su lado en el césped. —Gracias por prestármelo, por cierto. Aunque creo que me lo voy a quedar. Es muy cómodo.

Yellow lo miró de reojo. —Eso no va a pasar. Te lo devuelves cuando volvamos.

Red ignoró el comentario y se dejó caer hacia atrás, apoyando las manos en el césped mientras inclinaba la cabeza hacia el cielo. —Este lugar es increíble, ¿no? A veces me olvido de lo bonito que es.

Yellow asintió, aunque no estaba seguro si todavía estaba hablando del paisaje o de otra cosa. Sus ojos no podían evitar desviarse hacia Red. Había algo en la forma en que se veía, relajado, cómodo, con el suéter colgando ligeramente sobre uno de sus hombros. Parecía tan... natural.

—Gracias por traerme aquí —dijo finalmente Yellow, desviando la mirada hacia el cielo para no parecer demasiado obvio.

Red lo miró de reojo, su sonrisa más suave esta vez. —No hay problema. Me alegra que te guste.

Se quedaron en silencio por un rato, solo escuchando el viento y los sonidos de la granja a lo lejos. Yellow sentía que su mente estaba demasiado ocupada con pensamientos que no quería admitir. Red, por otro lado, simplemente disfrutaba del momento, inconsciente de la lucha interna de Yellow.

Finalmente, Red rompió el silencio. —Deberíamos venir aquí más seguido. Quizá la próxima vez traigamos algo de comida, como un picnic o algo.

Yellow no pudo evitar sonreír. —¿Un picnic? ¿Con mantel y todo?

—Claro, ¿por qué no? —respondió Red con una sonrisa traviesa. —Hasta puedo traer flores si quieres.

Yellow dejó escapar una carcajada, sacudiendo la cabeza. —Eres un caso perdido.

Red se echó de espaldas en el césped, mirando hacia el cielo con una expresión soñadora. Yellow no pudo evitar mirarlo de nuevo, preguntándose cómo alguien podía ser tan irritante y, al mismo tiempo, tan... encantador.

El viento sopló suavemente, moviendo las hojas de los árboles, y por un momento, todo se sintió tranquilo. Solo ellos dos, el cielo, y el pequeño rincón verde que ahora se sentía como un refugio.

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Red estaba recostado junto a Yellow, con una sonrisa traviesa pintada en su rostro. Había estado tranquilo por un rato, pero, como siempre, no podía evitar intentar molestar a Yellow. Se giró un poco hacia él, inclinándose para acercarse más.

—Oye, Yellow... —comenzó con un tono juguetón, mientras su sonrisa se ensanchaba—, ¿te has dado cuenta de que siempre terminamos solos en lugares románticos? ¿Crees que es una señal o solo el destino?

Yellow lo miró de reojo, sintiendo cómo un calor subía rápidamente a sus mejillas. Red no podía estar hablando en serio... o al menos esperaba que no lo estuviera.

—¿De qué estás hablando? —respondió Yellow, cruzando los brazos en un intento de mantener la calma.

Pero Red no dejó pasar la oportunidad de seguir con su broma. —No sé, digo, tú y yo... el bosque, el cielo despejado... Esto parece sacado de una novela. Quizá...

Yellow ya no pudo soportarlo. Se levantó rápidamente, su rostro ahora completamente rojo. —Voy a buscar algo de agua, ahora vuelvo.

Red se echó a reír, viendo cómo Yellow se alejaba apresuradamente. —¡No te tardes, amor! —gritó detrás de él, solo para provocar más a su amigo.

Yellow no respondió, demasiado avergonzado para voltear. Caminó entre los árboles, dejando atrás a Red y tratando de calmarse. Mientras avanzaba, algo entre los arbustos llamó su atención. Se detuvo en seco al escuchar un pequeño sonido, casi como un chillido ahogado.

Miró con atención y, para su sorpresa, vio un conejito café atrapado entre unas ramas bajas. El pequeño animal parecía estar luchando por liberarse, pero no podía. Yellow se acercó rápidamente, agachándose para observar mejor.

—Tranquilo, amiguito, no te haré daño —susurró, tratando de no asustarlo más de lo que ya estaba.

El conejito lo miró con una expresión que casi parecía... juzgadora. Sus pequeños ojos oscuros brillaban bajo la luz que se filtraba entre los árboles, y su cara parecía decir: “¿Qué estás mirando?”. Yellow no pudo evitar reírse suavemente ante la actitud del animalito.

—Vaya, tienes carácter, ¿eh? —dijo, extendiendo una mano con cuidado para intentar ayudarlo.

El conejito no se movió de inmediato, pero tampoco trató de escapar. Yellow se dio cuenta de que necesitaba ganarse su confianza, así que se quedó quieto, permitiendo que el animal se acercara por su cuenta.

Después de unos momentos, el conejito finalmente dio un pequeño salto hacia él, quedándose a su lado. Yellow sonrió, aliviado de que no estuviera herido. Sin embargo, al mirar a su alrededor, notó algo inquietante.

El bosque se volvía más oscuro en esa dirección, y todo estaba en silencio. Demasiado silencio. Yellow miró al conejito, que ahora estaba sentado junto a él, aparentemente sin intención de regresar al bosque.

—¿Estás solo? —preguntó en voz baja, aunque sabía que no obtendría respuesta. Se levantó y observó los alrededores, buscando señales de otros conejos. Pero no había nada. El pequeño estaba completamente solo.

Yellow suspiró, mirando nuevamente al animalito. No podía dejarlo allí. Ese bosque oscuro no era seguro, y dejarlo a su suerte no era una opción.

—Bueno, parece que vienes conmigo —dijo, tomando al conejito con cuidado en sus manos.

El conejito no protestó, simplemente se quedó quieto, como si aceptara que Yellow era ahora su protector. Con una última mirada al bosque, Yellow comenzó a caminar de regreso, con el conejito acurrucado contra su pecho.

Mientras regresaba, pensaba en cómo iba a explicarle esto a Red. Aunque, conociéndolo, probablemente haría un comentario sarcástico sobre cómo ahora era "el salvador de conejos". Una sonrisa se formó en su rostro al imaginarlo.

El día, que había comenzado con bromas y nervios, ahora se sentía un poco más especial. Quizá, pensó Yellow, no era tan malo estar fuera de su zona de confort... al menos cuando tenía algo (o alguien) que proteger.

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Red estaba sentado en el suelo, mirando a sus animales con una expresión tranquila. Su sonrisa se iluminaba cada vez que uno de ellos se acercaba o hacía algo gracioso. Yellow, acercándose lentamente con el conejito escondido detrás de su espalda, no pudo evitar notar lo feliz que se veía Red en ese momento. Había algo especial en cómo interactuaba con sus animales, como si fueran una extensión de él mismo.

Yellow respiró hondo, tratando de mantener la calma. Quería que esto fuera una sorpresa, así que decidió jugar un poco con Red antes de entregarle al pequeño conejo.

—Oye, Red —dijo con un tono ligeramente misterioso, lo que hizo que Red lo mirara con curiosidad—. Tengo algo para ti, pero necesitas cerrar los ojos y alzar las manos.

Red lo observó con una ceja levantada, claramente intrigado pero también algo desconfiado. —¿Qué estás planeando ahora, Yellow?

Yellow rodó los ojos y sonrió. —Solo hazlo, confía en mí.

Con una ligera risa, Red finalmente accedió. Cerró los ojos y levantó ambas manos frente a él, esperando lo que fuera que Yellow tenía preparado.

Yellow se inclinó con cuidado, sacando al conejito de detrás de su espalda y colocándolo suavemente en las manos de Red. El pequeño animal se acurrucó inmediatamente, como si también confiara en Red desde el primer momento.

—Está bien, abre los ojos —dijo Yellow, con una pequeña sonrisa de satisfacción.

Cuando Red abrió los ojos, sus labios se separaron en una expresión de asombro. Miró al conejito y luego a Yellow, como si no pudiera creerlo. —¿Es para mí?

Yellow asintió, un poco nervioso. —Bueno, pensé que te gustaría... Pero, si no quieres, puedo quedármelo yo.

Red negó rápidamente con la cabeza, abrazando al pequeño conejo contra su pecho. —¡Claro que quiero! Este pequeño será nuestro, de los dos. ¿Qué te parece?

Yellow no esperaba esa respuesta, pero una cálida sensación se instaló en su pecho. —¿Nuestro? Sí, está bien.

Red sonrió, mirando al conejito con ternura. —Bueno, ahora necesitamos un nombre. ¿Qué se te ocurre?

Yellow se quedó pensativo por un momento, mirando al pequeño animal. No era muy bueno para estas cosas, pero algo simple y bonito podría funcionar.

—¿Qué tal... Algodón?

Red lo miró, aguantando una risa. —¿Algodón? En serio, Yellow, eres pésimo con los nombres.

Yellow frunció el ceño, algo avergonzado. —¡Bueno, si tienes una idea mejor, dilo!

Red sacudió la cabeza con una sonrisa. —No, está bien. Algodón es perfecto. Es simple, pero... es como tú.

Yellow no sabía si eso era un cumplido o una burla, pero decidió no discutirlo. En ese momento, el conejito se acurrucó más cerca de Red, ganándose un lugar definitivo en su corazón.

—Bienvenido a la familia, Algodón —dijo Red, acariciando suavemente al pequeño animal.

Mientras los dos se quedaban allí, mirando al nuevo miembro de su pequeña "familia", Yellow no pudo evitar sentir que ese momento era especial. No importaba cuán diferentes fueran, de alguna manera, siempre encontraban formas de conectar.

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Red, aún sosteniendo a Algodón entre sus manos, comenzó a hablar con un tono serio, como si estuviera dando una conferencia importante. Yellow se sorprendió al notar cuánta información parecía saber sobre los conejos, así que decidió escuchar atentamente.

—Primero que nada, los conejos son animales muy delicados. Tienen un sistema digestivo sensible, así que no pueden comer cualquier cosa. ¿Sabías que las zanahorias no deberían ser su alimento principal? —dijo Red, mirando a Yellow con los ojos entrecerrados, como si estuviera listo para corregir cualquier malentendido.

Yellow negó con la cabeza, claramente interesado. —¿En serio? Pensé que era lo que más les gustaba.

—Es un mito —respondió Red, con un leve tono de superioridad—. Les encanta, claro, pero tiene demasiada azúcar y puede causarles problemas. Lo mejor es alimentarlos con heno, hojas verdes como espinaca o albahaca, y un poco de pienso especial para conejos.

Yellow asintió, tomando nota mentalmente de todo. —Eso tiene sentido. ¿Qué más?

Red acarició suavemente las orejas de Algodón mientras continuaba. —También necesitan espacio para moverse. No puedes dejarlos todo el tiempo en una jaula. Deben correr y saltar. Es parte de su naturaleza. Si no, se estresan y eso les afecta la salud.

Yellow apoyó el mentón en su mano, fascinado con el entusiasmo de Red. —Wow, parece que sabes mucho de esto.

Red sonrió, un poco sonrojado. —Bueno, cuando tienes una granja, aprendes cosas. Pero esto también es importante: los conejos son muy sociables, necesitan compañía. Por eso me alegra que Algodón esté con nosotros. Nunca debe sentirse solo.

Yellow miró al pequeño conejo, que parecía perfectamente feliz en los brazos de Red. —Entonces... supongo que tú también eres su compañía.

Red se rió suavemente. —Supongo que sí. Pero tú también eres parte de esto, ¿recuerdas? Es nuestro conejo.

Yellow no pudo evitar sonreír ante la forma en que Red dijo "nuestro". Había algo reconfortante en compartir algo tan especial con él.

—Por cierto —continuó Red, mirándolo de reojo—, también hay que revisar sus dientes de vez en cuando. Crecen constantemente, así que necesitan madera o juguetes especiales para desgastarlos.

Yellow levantó una ceja, impresionado. —¿Cómo sabes todo esto?

Red se encogió de hombros. —Me gusta aprender cosas útiles. Además, siempre quise tener un conejo, pero nunca pensé que sería así, contigo.

Yellow desvió la mirada, un poco sonrojado. —Bueno, me alegra que sea especial.

Ambos compartieron una sonrisa, y por un momento, el mundo pareció detenerse a su alrededor. Era un instante simple pero significativo, donde todo encajaba a la perfección.

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Red miró a Algodón con ternura antes de agacharse y dejarlo suavemente sobre el suelo cubierto de césped. El pequeño conejo movió su nariz rápidamente, como si estuviera explorando todos los nuevos olores, y luego comenzó a dar pequeños saltos alrededor de ellos.

—Mira cómo se mueve, parece curioso —comentó Red, con una sonrisa orgullosa mientras seguía los movimientos de Algodón con la mirada.

Yellow observaba al conejo desde donde estaba, apoyado en un árbol cercano. —Es lindo. Se nota que confía en nosotros.

—Bueno, claro que sí. Lo estamos cuidando bien —respondió Red, inflando un poco el pecho con orgullo. Luego señaló con la mano hacia el conejo—. Mira, está investigando cada rincón. Algodón ya está haciendo suyo el lugar.

Yellow se acercó y se sentó junto a Red, observando cómo el pequeño conejo se escondía entre las plantas bajas y luego volvía a salir, saltando alegremente. —Es más valiente de lo que pensé. Me preocupa que se aleje demasiado.

—No lo hará —dijo Red con confianza—. Está acostumbrándose a nosotros. Y si lo hace, lo buscaremos. Aunque dudo que quiera estar lejos de ti.

Yellow lo miró con curiosidad. —¿De mí? ¿Por qué lo dices?

Red lo miró de reojo, con una sonrisa traviesa. —Porque fuiste tú quien lo salvó del arbusto. Seguro piensa que eres su héroe.

Yellow soltó una risa suave, negando con la cabeza. —No creo que los conejos piensen en héroes, Red.

—¿Ah, no? —Red arqueó una ceja, siguiéndole el juego—. Entonces tal vez piensa que eres su sirviente personal.

Ambos rieron mientras Algodón daba vueltas cerca de ellos, moviendo sus orejas al ritmo de los ruidos del bosque. Yellow observó cómo Red parecía completamente absorto mirando al conejo, y no pudo evitar notar la alegría genuina que se reflejaba en su rostro.

Después de un rato, Red señaló hacia una flor cercana que Algodón parecía estar olisqueando. —¿Crees que deberíamos darle un nombre completo? Algo como "Algodón Esponjoso".

Yellow se llevó una mano al rostro, tratando de contener la risa. —¿Qué clase de nombre es ese?

—Un buen nombre, claro —dijo Red, fingiendo estar ofendido—. Aunque, si tienes una idea mejor, dime.

Yellow se quedó pensativo por un momento. —¿Qué tal solo Algodón? Suena simple, pero bonito.

Red asintió, sonriendo. —Me gusta. Pero igual, Algodón Esponjoso queda guardado por si algún día lo necesita.

Mientras el conejo seguía explorando, Yellow notó cómo Red estaba completamente inmerso en el momento, como si el resto del mundo no importara. Y de algún modo, esa paz que transmitía era contagiosa. Ambos se quedaron en silencio, disfrutando de la simpleza del momento y de la compañía mutua, mientras Algodón brincaba alegremente alrededor de ellos.

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Yellow rompió el cómodo silencio, observando cómo Algodón seguía explorando con entusiasmo cerca de las gallinas. —¿Y qué crees, Red? ¿Deberíamos dejar a Algodón aquí, en la granja, para que esté con los demás animales?

Red se recostó sobre sus brazos, mirando al conejo. —No estoy seguro. Aquí tiene espacio para correr, pero también me gusta la idea de que esté con nosotros en casa.

Yellow asintió lentamente. —Eso pensé. Aunque aquí parece estar muy feliz, ¿no? Es un lugar tranquilo, lleno de naturaleza.

Red giró la cabeza hacia él, con una expresión reflexiva. —Sí, pero... si lo dejamos aquí, no podríamos verlo todos los días. Sería raro no despertarme y ver cómo brinca por la casa.

Yellow soltó una pequeña risa. —¿Eso significa que quieres que Algodón viva con nosotros?

Red se encogió de hombros, sonriendo. —Tal vez. Sería divertido. Además, imagina las cosas que haría en casa. Brincaría en el sofá, se metería en las cobijas...

—¿Y destruiría los muebles? —interrumpió Yellow, arqueando una ceja con una sonrisa burlona.

—¡Nah! —protestó Red, sacudiendo la mano como si fuera imposible—. Con lo lindo que es, podríamos perdonarle cualquier cosa.

Yellow rió, viendo cómo Red ya parecía tener planes para Algodón en su vida diaria. —Bueno, creo que deberíamos pensarlo bien. Si se queda con nosotros, tendremos que asegurarnos de que tenga todo lo que necesita.

Red asintió con entusiasmo. —Por supuesto. Puedo buscar una jaula grande para él, con un espacio donde pueda correr. Pero igual creo que no necesitará mucho. Solo nos necesita a nosotros.

Yellow lo miró, divertido por el entusiasmo que Red mostraba. —¿Hablas del conejo o de ti mismo?

Red se quedó en silencio por un segundo antes de soltar una carcajada. —De los dos, tal vez.

Ambos rieron, mientras Algodón volvía a acercarse a ellos, moviendo sus pequeñas orejas. Yellow lo observó con cariño y luego volvió a mirar a Red. —Bueno, tal vez podamos llevarlo a casa por un tiempo. Veremos cómo se adapta y, si parece que no le gusta, siempre puede volver aquí.

Red sonrió ampliamente. —¡Perfecto! Entonces Algodón será oficialmente parte del equipo.

Yellow negó con la cabeza, divertido por la emoción de Red, pero en el fondo también se sentía contento. Había algo en esa pequeña criatura que parecía unirlos aún más.

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La tarde ya comenzaba a ceder ante el ocaso, y los tonos naranjas del cielo se reflejaban en las hojas de los árboles, creando una atmósfera cálida y tranquila. Yellow miraba el reloj en su teléfono, dándose cuenta de que el día ya casi terminaba. Justo cuando pensaba en la manera en que había disfrutado la tarde con Red y Algodón, un mensaje de Blue apareció en la pantalla de su teléfono.

"Cuando se hace tarde no puedes volver a entrar, se quedarán afuera hasta mañana. 😒"

El mensaje de Blue lo dejó desconcertado. ¿Qué significaba eso? No podía creer que Red y él tendrían que dormir afuera. Yellow sintió una punzada de preocupación y miedo. Aunque Red parecía tener siempre una actitud despreocupada, la idea de quedarse fuera por la noche no le gustaba nada.

—¡Red! —dijo, mirando al pelirrojo que acariciaba a Algodón con una sonrisa relajada. —Tenemos que irnos, ahora. Es tarde.

Red levantó la vista, sin comprender bien la urgencia en la voz de Yellow. —¿Qué pasa?

Yellow le mostró el mensaje de Blue, su rostro reflejando un claro desconcierto y una ligera ansiedad. —Blue dijo que no podemos regresar a casa, que se quedarán afuera hasta mañana. ¡No podemos dormir aquí!

Red frunció el ceño, pero rápidamente se puso de pie, levantando a Algodón con cuidado en sus brazos. —No te preocupes, ya tenemos la granja. Estaremos bien allí, no es tan malo.

Yellow lo miró, respirando hondo para calmarse. —Sí, pero me preocupas. Además, no quiero que pasemos la noche en la granja. ¡Es más fácil si volvemos ya! —dijo, decidido.

Ambos se apresuraron a caminar hacia la salida del pequeño bosque que los rodeaba, con Algodón abrazado por Red, mientras Yellow pensaba rápidamente en soluciones. Cuando llegaron a la entrada de la granja, la oscuridad comenzaba a caer, y aunque el camino era familiar, no podía evitar sentir que algo no estaba bien.

Al llegar a la casa, notaron que Blue estaba allí, de pie junto a la puerta, con los brazos cruzados y una mirada seria.

—¿Ya se les hizo tarde? —dijo Blue, mirando a ambos con una expresión algo molesta.

Yellow sintió un nudo en el estómago, pero intentó mantener la calma. —¡Lo siento! No pensaba que sería tan tarde. Pensamos que podría ser mejor regresar...

Pero Blue no parecía tan dispuesto a dejarlo pasar. —¿Sabes qué? Ya es tarde. Si no estáis dentro a tiempo, tendrás que dormir fuera hasta mañana. No hay más que hablar.

Yellow estaba desconcertado. —¡¿Pero qué?! ¿Eso no es algo demasiado cruel? Somos tus amigos...

Red se adelantó, sin inmutarse. —No pasa nada. La granja está cerca, podemos dormir allí sin problemas.

Yellow miró a Red, sorprendido por la tranquilidad con la que lo tomaba. —Pero... —comenzó a decir, sin poder ocultar su inquietud.

Red sonrió ampliamente, dándole una palmada en el hombro. —No te preocupes. La granja está bien. Ahí no falta nada.

Yellow no dijo nada más, sabiendo que no ganaría la discusión. —Bien, entonces... vamos —dijo, resignado.

Antes de que se alejaran, Blue soltó una última palabra. —Solo recuerden, no hagan ruido ni molesten a los vecinos en la granja.

Red asintió con una sonrisa juguetona, como si realmente le importara poco lo que Blue dijera. Yellow, por otro lado, se sintió preocupado y no pudo evitar echar una última mirada a la casa. Sin embargo, sabía que lo mejor sería aceptar la situación, al menos por esa noche.

Con los tres caminando en la penumbra, con Algodón entre los brazos de Red, la granja estaba a solo unos minutos, pero Yellow no podía evitar sentirse extraño por toda la situación. La idea de pasar la noche fuera no le agradaba, pero al menos no estarían completamente solos.

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[Continuará...♡]

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