✰°•『 Ꮯᾰ℘!ɬʊʆꪮ 3 』•°✰
[Narrador/a POV]
Después de un día tan ajetreado, la casa del Color Gang finalmente volvió a llenarse de risas y conversaciones ligeras. Todos estaban sentados alrededor de la mesa de madera en el comedor, disfrutando de un plato de ropa vieja bien calentita que Blue había preparado con sus habilidades culinarias. El ambiente se sentía acogedor, con el crepitar de la chimenea llenando el fondo y el aroma del guiso inundando cada rincón.
—¡Esto está buenísimo! —dijo Red, limpiándose la boca con el dorso de la mano mientras Reuben le daba pequeños empujones con el hocico, claramente esperando alguna sobra.
—Deja de comer como si fuera la última vez —bromeó Green, apoyando los codos en la mesa.
—¡Cállate! Al menos yo sé apreciar un buen plato de comida —replicó Red, llevándose otra gran cucharada a la boca.
Yellow, sentado a un extremo de la mesa, comía con tranquilidad, aunque mantenía su mirada fija en su plato, perdido en sus pensamientos. Blue lo notó y arqueó una ceja, inclinándose hacia él.
—¿Todo bien, Yellow? Te ves más callado que de costumbre.
Yellow levantó la vista por un momento, encontrándose con los ojos curiosos de Blue. —Sí, estoy bien. Solo… cansado.
Second, que estaba a su lado, asintió. —Hoy fue un día largo para todos. Creo que mañana deberíamos tomárnoslo con calma.
—¡¿Calma?! —exclamó Red, casi escupiendo su comida—. ¡Pero si mañana es perfecto para más entrenamiento! Apuesto a que puedo ganarle a Yellow esta vez.
Yellow levantó una ceja, mirándolo con frialdad. —No lo creo.
—¡Oh, vamos! Solo porque eres más serio no significa que seas invencible —insistió Red con una sonrisa amplia.
Green soltó una risa burlona. —Red, seamos sinceros, no podrías ganarle a Yellow ni aunque estuviera dormido.
—¡Eso no es cierto! —protestó Red, inflando las mejillas mientras Reuben gruñía en apoyo.
Blue se cruzó de brazos, mirando a Green. —No seas tan duro con él, ¿quieres? Al menos se esfuerza.
—Claro que se esfuerza… pero nunca deja de hacer el ridículo —añadió Green con una sonrisa maliciosa.
—¡Ya veremos! —dijo Red, apuntando su tenedor hacia Green como si fuera una espada—. Mañana demostraré que puedo vencer a cualquiera de ustedes.
Second se rió suavemente, viendo cómo la conversación giraba entre bromas y retos amistosos. Era en esos momentos cuando la casa realmente se sentía como un hogar, a pesar de sus diferencias y peculiaridades.
Poco a poco, las risas disminuyeron y la comida fue desapareciendo de los platos. Cuando todos terminaron, Second se levantó, llevando su plato a la cocina. —Bueno, creo que es hora de ir a dormir. Ha sido un día largo.
—¡Sí, lo es! —dijo Blue, estirándose mientras dejaba su plato también—. Aunque algunos podrían usar menos energía en burlarse de los demás.
Green fingió no escuchar mientras se levantaba y desaparecía por el pasillo.
Red, sin embargo, no parecía listo para irse a dormir aún. Se estiró en su silla y miró a Yellow, quien seguía sentado, mirando la mesa.
—¿Vienes o te quedarás ahí toda la noche? —preguntó Red, con una sonrisa juguetona.
Yellow lo miró, inexpresivo, y se levantó sin decir nada, llevándose su plato. Red lo siguió, acompañado de Reuben, que iba tropezándose detrás.
Uno a uno, los miembros del Color Gang comenzaron a retirarse a sus habitaciones, dejando la sala y el comedor en silencio, iluminados solo por el resplandor de la chimenea.
Second fue el último en irse, asegurándose de apagar las luces y cerrar las ventanas. Cuando subió las escaleras, no pudo evitar sonreír. Por caótico que fuera el día, esas pequeñas interacciones hacían que todo valiera la pena.
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Red entró a su habitación con pasos lentos, dejando caer su bufanda amarilla sobre la silla junto a la puerta. La habitación estaba iluminada tenuemente por la luz de la luna que se colaba a través de la ventana. Sin prisa, comenzó a despojarse de sus accesorios: la headband amarilla que siempre llevaba puesta, sus pulseras y cualquier cosa que adornara su figura.
Caminó hacia el pequeño armario y sacó su pijama favorito: una blusa de color coral, ancha y larga, que le llegaba hasta los muslos, y unas mallas estampadas con pequeños gatos negros que parecían mirarlo con curiosidad. Se vistió con calma, dejando que el suave algodón le brindara un poco de confort después de un día tan intenso.
Una vez listo, se acercó a la ventana, apoyando sus manos en el marco. Miró hacia afuera, donde la noche ya había caído completamente. No había señales del sol, solo la pálida luz de las estrellas y la brisa que agitaba suavemente las hojas de los árboles cercanos. Red suspiró profundamente, dejando que el silencio llenara la habitación.
—Siempre es lo mismo —murmuró, con un toque de melancolía en su voz. Había algo especial en los atardeceres que lo hacía sentirse en paz, pero ahora tendría que esperar hasta mañana para volver a vivirlo. Esa espera, aunque corta, siempre le parecía eterna.
Reuben, su inseparable amigo cerdito, se acercó y le dio un suave empujón con el hocico, como si intentara animarlo. Red sonrió levemente y se agachó para acariciarle la cabeza.
—Tienes razón, Reuben. Mañana será otro día.
Se levantó y miró por última vez el cielo oscuro antes de correr las cortinas. Después, se dirigió a su cama, acomodándose entre las sábanas mientras Reuben se acurrucaba en el suelo junto a él.
Aunque trataba de dormirse, no podía evitar que su mente vagara, pensando en cómo sería el atardecer del día siguiente. Soñaba con los tonos cálidos del sol perdiéndose en el horizonte, pintando el cielo de naranja, rosa y violeta. Ese momento siempre le recordaba por qué le encantaba tanto el mundo, incluso en los días difíciles.
Con ese pensamiento, cerró los ojos, dejando que el cansancio finalmente lo venciera. Reuben soltó un pequeño gruñido, como si le deseara buenas noches, mientras la casa del Color Gang caía en completo silencio.
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El aroma del desayuno llenaba la casa como una cálida bienvenida al nuevo día. Blue estaba en la cocina, moviéndose entre las ollas y sartenes, mientras el suave chisporroteo de la comida y el crujir del pan fresco añadían un toque hogareño a la mañana. Green estaba a su lado, casi cantándole de lo feliz que se veía, aunque Blue, como siempre, mantenía una expresión estoica, solo lanzándole pequeñas miradas de advertencia.
—Green, deja de molestarme o le echo picante a tu plato —dijo Blue con calma, sin apartar la vista de la sartén.
—¿Y quién dijo que eso me detendría? —respondió Green, sonriendo travieso mientras tomaba un cuchillo para picar fruta.
En ese momento, los ruidos de pasos apurados en las escaleras interrumpieron su rutina. Red, todavía en pijama, con su blusa coral y las mallas de gatos, entró corriendo como un torbellino. Empujó ligeramente a Green y Blue para acercarse al desayuno, causando que Green soltara un quejido exagerado.
—¡Oye, torpe! —se quejó Green, mirando a Red con fingida indignación.
—¡Red, cuidado con las ollas! —advirtió Blue, girando rápidamente para evitar un desastre en la cocina.
Red, lejos de disculparse, solo se echó a reír mientras retrocedía con las manos levantadas.
—¡Fue sin querer! —dijo, con una sonrisa traviesa, dando un paso hacia atrás.
Pero justo cuando se giró para huir del inevitable regaño, chocó de lleno con Yellow, quien bajaba tranquilamente las escaleras. Yellow lo atrapó antes de que pudiera tropezarse, sus manos firmes sosteniéndolo por los hombros.
—¿Puedes al menos mirar por dónde vas? —dijo Yellow, con su tono serio habitual, aunque su mirada reflejaba algo de preocupación.
Red, nervioso, soltó una pequeña risa y se apartó torpemente, frotándose la nuca.
—Perdón, no fue mi intención —murmuró.
Yellow suspiró, acomodándose el bastón que llevaba en la espalda.
—Solo ten más cuidado, ¿sí? No corras como loco por la casa, podrías lastimarte… o a alguien más.
Red asintió rápidamente, como si estuviera en un interrogatorio, y se alejó despacio hacia la mesa, murmurando un suave “sí, sí, lo sé” antes de sentarse. Yellow, por su parte, se quedó en el pasillo, observándolo por un momento con expresión neutral.
Fue entonces cuando notó algo curioso: Reuben, el pequeño cerdito, estaba de pie junto a Red, mirándolo fijamente. El animal tenía una expresión que, de alguna manera, parecía molesta. Sus pequeñas patas golpeaban el suelo con impaciencia, y cuando Yellow lo miró con atención, casi parecía… celoso.
—No me lo puedo creer —murmuró Yellow, negando con la cabeza mientras se dirigía hacia la mesa. Aunque no dijo nada, una ligera sonrisa asomó en sus labios al ver al animal actuar como si quisiera proteger a Red.
Mientras todos se acomodaban en la mesa, Blue terminó de servir los platos con la ayuda —más bien estorbosa— de Green. Cada quien recibió una porción de pan tostado, huevos revueltos y fruta fresca, todo cuidadosamente preparado. El ambiente estaba lleno de conversaciones ligeras, risas y el sonido de los cubiertos contra los platos.
Yellow se sentó en silencio, observando a los demás mientras tomaba pequeños bocados de su comida. Red, como siempre, estaba animado, hablando y moviéndose más de lo necesario, aunque esta vez parecía distraído, como si algo le rondara en la cabeza.
—¿Y Second? —preguntó Green entre bocado y bocado—. Sigue durmiendo como siempre, ¿no?
Blue asintió con una sonrisa cansada.
—Sí, parece que el día no empieza para él hasta que pasa medio día.
—Al menos así no molesta —agregó Yellow, en un tono seco que hizo que todos lo miraran por un momento.
—Vaya, parece que alguien no despertó de buen humor —comentó Red, riéndose mientras tomaba un sorbo de su jugo.
Yellow levantó una ceja, pero no respondió, volviendo su atención a su plato. Sin embargo, a pesar de su aparente indiferencia, sus ojos seguían de reojo a Red, quien charlaba animadamente con Blue y Green, como si estuviera intentando llenar algún vacío con su energía habitual.
Cuando todos terminaron de comer, Green fue el primero en levantarse de la mesa.
—Bueno, yo tengo cosas que hacer —dijo, estirándose mientras recogía su plato.
—¿Cosas como qué? —preguntó Blue, entrecerrando los ojos.
Green le guiñó un ojo mientras dejaba los platos en el fregadero.
—Nada que te importe… por ahora.
Blue suspiró, sacudiendo la cabeza, pero no dijo nada más. Mientras tanto, Red se levantó también, dando un último trago a su jugo antes de girarse hacia la puerta.
—Bueno, yo me voy —anunció con entusiasmo, ajustándose los tirantes de sus mallas de gato.
Yellow, que estaba en proceso de levantarse, lo miró con un gesto serio.
—¿A dónde?
—Ya sabes… a explorar un poco con Reuben —respondió Red, con una sonrisa que no convencía del todo.
Yellow frunció el ceño.
—¿Explorar? No creo que sea seguro andar por ahí tan temprano.
—Vamos, no te preocupes tanto. ¡Reuben y yo somos un gran equipo! —Red le guiñó un ojo y, antes de que Yellow pudiera objetar, salió corriendo por la puerta principal, con el cerdito trotando alegremente detrás de él.
Yellow se quedó de pie por un momento, mirando hacia la puerta abierta, mientras su mente se llenaba de preguntas. Había algo en la actitud de Red, esa sonrisa aparentemente despreocupada y esas excusas vagas, que le resultaba… extraño.
—Déjalo, Yellow —dijo Blue desde la cocina, lavando los platos—. Red siempre regresa entero, aunque no lo parezca.
Yellow suspiró y se encogió de hombros, pero no podía evitar preocuparse. Había algo en Red que lo descolocaba, una energía incontrolable que contrastaba con su propio carácter metódico y calmado.
Mientras tanto, afuera, Red caminaba por el bosque con Reuben a su lado, tarareando una melodía alegre mientras buscaba un lugar para ver el amanecer. El día estaba despejado, y las hojas crujían bajo sus pies, creando una sinfonía natural que lo llenaba de tranquilidad.
—¿Verdad que es un día hermoso, Reuben? —dijo, mirando al cerdito, que respondió con un suave gruñido.
Red se detuvo un momento y miró al horizonte, donde el sol comenzaba a alzarse entre los árboles. La luz dorada iluminaba su rostro, y por un instante, se quedó en silencio, disfrutando del momento. Pero, en el fondo, había algo que lo inquietaba.
—¿Crees que Yellow piensa que soy un desastre? —preguntó en voz baja, como si Reuben pudiera responderle.
El cerdito inclinó la cabeza y gruñó, como si entendiera la pregunta. Red rió suavemente y se agachó para acariciarlo.
—Tal vez lo soy… pero algún día voy a demostrarle que puedo ser más que eso.
Con ese pensamiento en mente, Red y Reuben siguieron caminando, disfrutando del nuevo día, mientras en la casa, Yellow seguía mirando por la ventana, su mente aún ocupada con la imagen de Red corriendo hacia el bosque.
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Mientras Red caminaba más adentro del bosque, buscaba un lugar especial donde el sol pudiera iluminar todo a su alrededor. El aire fresco le llenaba los pulmones, y aunque intentaba mantenerse optimista, no podía dejar de pensar en las palabras de Yellow. Sabía que a veces era demasiado imprudente, pero no quería que lo vieran como alguien débil o irresponsable.
Se detuvo al llegar a un pequeño claro. El césped estaba húmedo por el rocío, y los árboles a su alrededor proyectaban sombras largas y tranquilas. Red soltó un suspiro, mirando cómo Reuben revolvía la tierra con su hocico.
—Este lugar es perfecto, ¿verdad, amigo? —dijo mientras se sentaba en una roca.
El cerdito gruñó en respuesta, y Red rió.
Por otro lado, en la casa, Yellow no había dejado de pensar en Red desde que salió. Aunque intentaba distraerse ayudando a Blue con algunas pociones, sus pensamientos siempre volvían al chico de cabello alborotado y sonrisa traviesa.
—Estás distraído otra vez —comentó Blue, levantando la vista de la mezcla burbujeante que tenía frente a él.
—No estoy distraído —respondió Yellow, aunque sabía que no convencía a nadie.
Blue se encogió de hombros, dejando el tema. Pero Green, que también estaba en la cocina, no pudo resistirse.
—¿Sigues preocupado por Red? —preguntó con una sonrisa burlona.
Yellow no respondió, simplemente rodó los ojos y continuó midiendo los ingredientes para la poción. Sin embargo, Blue decidió intervenir antes de que Green pudiera decir algo más.
—Déjalo, Green. Todos sabemos que Red siempre regresa... eventualmente.
Green soltó una carcajada y salió de la cocina, dejando a Blue y Yellow en un silencio incómodo.
—No lo entiendo —dijo Yellow finalmente, rompiendo el silencio—. ¿Por qué siempre tiene que ser tan impulsivo?
Blue lo miró con una pequeña sonrisa.
—Porque es Red. Es parte de lo que lo hace ser él. Y admitámoslo... a veces su impulsividad es lo que nos salva cuando menos lo esperamos.
Yellow no respondió, pero las palabras de Blue se quedaron grabadas en su mente.
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En el claro, Red había pasado un buen rato en silencio, disfrutando de la calma y la compañía de Reuben. Pero, eventualmente, se levantó y comenzó a caminar de regreso a casa. No quería que los demás se preocuparan, especialmente Yellow.
Al llegar, vio a Yellow sentado en el sofá, con los brazos cruzados y una expresión de leve irritación en el rostro. Red tragó saliva, preparándose para lo que venía.
—Llegas tarde —dijo Yellow sin mirarlo directamente, su tono seco como de costumbre.
—¡Pero llegué! —respondió Red con una sonrisa amplia, intentando aliviar la tensión—. Y traje esto.
Red sacó una flor del bolsillo de su camisa, una pequeña flor amarilla que había encontrado en el bosque. Se la tendió a Yellow, quien lo miró con una mezcla de sorpresa y desconfianza.
—¿Qué es esto? —preguntó Yellow, tomando la flor con cuidado.
—Es solo una flor —respondió Red, encogiéndose de hombros—. Pero pensé que te gustaría. No sé, combina contigo.
Yellow bajó la mirada hacia la flor, sus dedos jugando con los pétalos delicadamente. Por un momento, pareció dudar, pero luego dejó la flor sobre la mesa y se levantó.
—Gracias... supongo —dijo antes de irse hacia su habitación, dejando a Red solo en la sala.
Reuben gruñó suavemente y miró a Red, como si intentara consolarlo.
—Sí, ya lo sé, amigo —susurró Red, acariciando al cerdito—. Pero al menos lo intenté.
Desde la cocina, Blue había visto todo, y cuando Green entró preguntando qué pasaba, Blue simplemente sonrió.
—Nada... solo Red siendo Red, y Yellow siendo... Yellow.
Green rió entre dientes, y ambos continuaron con sus asuntos, mientras Red se dejaba caer en el sofá, mirando al techo. A pesar de todo, no podía evitar sonreír un poco. Había algo en Yellow, incluso en su frialdad, que lo motivaba a seguir intentándolo. Y aunque sabía que no sería fácil, estaba dispuesto a esperar el momento en que Yellow finalmente lo entendiera.
El día apenas comenzaba, y con él, nuevas oportunidades para intentar derribar las barreras que Yellow había construido a su alrededor.
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Los Color Gang estaban ocupados con sus actividades cotidianas, compartiendo momentos de camaradería y discusiones en la casa. Mientras tanto, en un rincón oscuro y apartado de ese mundo lleno de color y vida, tres figuras sombrías se materializaban entre las sombras: Rosenthal, el espíritu que alguna vez tomó el control de Red; Lucky, el perturbador pero curioso espíritu que había poseído a Yellow; y Abyss, la entidad oscura que representaba la parte más oscura y peligrosa de Second.
Estas entidades, aunque separadas de sus antiguos anfitriones, compartían una conexión única: un pasado lleno de caos y control. Ahora vagaban como espíritus, observando desde la distancia, siempre al acecho, esperando una oportunidad... o simplemente entreteniéndose con lo poco que tenían.
Abyss, con su presencia imponente y voz grave, observaba a los otros dos con curiosidad. Aunque era el más silencioso del grupo, siempre encontraba momentos para cuestionar su existencia.
—¿Creen que algún día habrá más de nosotros? —preguntó Abyss, cruzando los brazos mientras su figura etérea flotaba entre las sombras.
Rosenthal, sentado en un tronco inexistente que parecía haber surgido de las mismas sombras, rodó los ojos.
—¿Más de nosotros? —respondió con tono burlón—. ¿Y quién querría eso? Tres somos más que suficientes para causar problemas.
Lucky, que flotaba despreocupadamente cerca, se rió con un tono agudo y molesto mientras lanzaba una piedrecilla imaginaria.
—Oh, vamos, Rosenthal. Sabes que sería divertido tener más compañía. Tal vez alguien que pueda soportar tu mal humor.
—Cállate, Lucky —gruñó Rosenthal, claramente molesto. Su paciencia con el espíritu de Yellow era siempre limitada—. No necesitas más de nosotros para causar caos. Ya tienes suficiente con molestar a Yellow cada vez que puedes.
Lucky sonrió de forma traviesa, sus ojos brillando con una energía maliciosa.
—Es que es demasiado divertido. ¿Has visto su cara cada vez que me aparezco frente a él? Siempre tan serio, tan concentrado... hasta que lo saco de quicio. Es una obra de arte.
—Arte o estupidez, no hay mucha diferencia contigo —murmuró Rosenthal mientras se levantaba de su lugar y se cruzaba de brazos.
Abyss, aunque no solía participar en las discusiones triviales, decidió intervenir.
—Lucky tiene razón en algo, Rosenthal. Al menos él interactúa con su anfitrión. Tú, en cambio, solo lo miras desde la distancia, como si estuvieras esperando algo. ¿Qué intentas probar?
Rosenthal lo fulminó con la mirada, aunque sabía que Abyss no era fácil de intimidar.
—Yo no necesito molestar a Red para sentirme importante. Solo... lo observo. Es diferente.
—¿Diferente? —repitió Lucky, flotando cerca de Rosenthal con una sonrisa burlona—. Por favor, admítelo. Aún te importa lo que pase con él.
Rosenthal apartó la mirada, claramente irritado.
—No sabes de lo que hablas, Lucky.
Abyss cambió el tema, su tono volviendo a ser más neutral.
—Lo que es interesante es que no todos los Color Gang tienen un espíritu como nosotros. Blue, por ejemplo, nunca fue poseído.
—Eso no es cierto —interrumpió Lucky, señalando a Abyss con una sonrisa divertida—. ¿Recuerdas lo de la bruja? Esa que se hizo pasar por él. Técnicamente no era un espíritu, pero fue bastante convincente.
Rosenthal asintió, aunque no parecía especialmente interesado.
—Y Green... bueno, lo suyo fue un clon. Todo su desastre de destrucción y emociones fuera de control. Ni siquiera necesitaba un espíritu.
Abyss asintió lentamente, recordando los eventos pasados.
—Supongo que eso nos hace únicos, entonces.
Lucky se rió, girando en el aire como si celebrara algo.
—¡Por supuesto que somos únicos! Somos las sombras de su luz. Y, sinceramente, creo que hacemos las cosas mucho más interesantes. ¿Qué serían ellos sin nosotros?
Rosenthal bufó, pero no lo negó. Mientras tanto, Abyss miraba hacia el horizonte, su expresión pensativa. Aunque los tres compartían una existencia incierta, había algo que los unía: un deseo insaciable de permanecer conectados con aquellos a quienes habían poseído alguna vez.
Mientras tanto, en la casa, los Color Gang seguían con sus vidas, sin saber que las sombras de su pasado seguían acechándolos, observándolos y, de vez en cuando, interfiriendo de maneras sutiles... o no tan sutiles.
Abyss asintió ante su propia conclusión.
—Sí, eso tiene más sentido —dijo, cruzando los brazos y mirando hacia la distancia.
Rosenthal, curioso por la actitud distante de Abyss, frunció el ceño.
—Dime algo, Abyss. ¿Crees que Lucky alguna vez se unirá a nosotros para hablar como antes?
Abyss lo miró por un momento, como si estuviera evaluando la pregunta, y luego negó con la cabeza.
—No tengo ni idea. Lucky es... impredecible. Hace lo que quiere, cuando quiere.
Mientras tanto, Lucky no estaba lejos de ellos. El espíritu observaba desde las sombras con una expresión extrañamente pensativa. Sus ojos se fijaron primero en Yellow, que estaba leyendo un libro en silencio, sumido en su mundo. Después, su mirada se desvió hacia Red, y, finalmente, hacia Rosenthal, como si intentara descifrar algo. Un suspiro escapó de sus labios, uno casi melancólico, antes de que desapareciera sin dejar rastro.
「En la casa」
Second estaba en la puerta principal, recibiendo la visita de Purple y Orange, quienes habían llegado temprano. Con una sonrisa de bienvenida, Second los guió hacia el sofá donde los demás estaban relajándose. Al entrar al salón, Red alzó la vista y, al reconocer a Purple, sus ojos brillaron de emoción.
—¡Purple! —gritó Red antes de salir corriendo hacia él, prácticamente lanzándose en sus brazos.
Purple soltó una risa fuerte, atrapando a su amigo en un abrazo igualmente efusivo.
—¡Red! Te extrañé tanto, amigo.
Green, al ver la escena, también se levantó para unirse al abrazo colectivo.
—¡Purple, hermano! —dijo con entusiasmo mientras los envolvía a ambos en un fuerte apretón.
La reunión de los tres amigos parecía sacada de una película. Red y Purple estaban tan emocionados que era como si no se hubieran visto en décadas. Saltaban, reían, hablaban al mismo tiempo, intercambiando anécdotas y preguntas sin esperar respuestas completas. Su alegría era contagiosa, y hasta los demás en la sala sonrieron al ver la escena.
—Ustedes dos parecen locos —comentó Blue, apoyado en el marco de la puerta con los brazos cruzados y una sonrisa divertida—. ¿Qué pasó? ¿No se veían desde hace años?
Yellow, sin dejar su libro, lanzó una mirada rápida al grupo. Aunque no dijo nada, notó la intensidad con la que Red abrazaba a Purple. Algo en él se sintió un poco extraño al verlos tan cercanos, pero decidió ignorarlo.
Green, siempre el más animado, abrazó a Purple una vez más antes de retroceder.
—¡Es que es Purple! Claro que tenemos que celebrarlo.
Second, viendo la escena desde el fondo, soltó una carcajada y negó con la cabeza.
—Son como niños pequeños... pero está bien. Purple, Orange, bienvenidos.
Los demás siguieron con sus actividades, pero Red y Purple continuaron conversando como si el mundo a su alrededor no existiera, compartiendo historias y riéndose de cosas que solo ellos entendían. A pesar del tiempo y la distancia, su amistad permanecía intacta, tan fuerte como siempre.
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Después de un rato, todos comenzaron a instalarse nuevamente en la sala. Purple tomó asiento junto a Red, quien no dejaba de hablar sobre todas las cosas que habían hecho últimamente. Orange, más tranquilo, simplemente observaba a los demás mientras bebía algo que Second le había ofrecido.
—¡Y no te imaginas, Purple! ¡Ayer casi pierdo a Reuben porque se metió entre los arbustos! Tuve que... —Red se detuvo, recordando algo repentino—. Bueno, ya sabes, esas cosas que pasan.
Purple rió, dándole una ligera palmada en la espalda.
—Sigues siendo el mismo de siempre, Red. No cambias nada.
Green, que había estado escuchando desde su lugar, intervino.
—¿Cambiar? Red jamás cambiará. Lo llevamos con nosotros a tantos lugares y sigue siendo el caos en persona.
—¡Oye! —protestó Red, fingiendo estar ofendido, pero no pudo evitar reírse también—. ¡Por eso me quieren!
Mientras todos reían, Yellow permanecía en su rincón, todavía con el libro en las manos, pero ya no tan concentrado en la lectura. De vez en cuando, su mirada se desviaba hacia Red y Purple. Aunque no entendía del todo por qué, algo en él se sentía... diferente al verlos interactuar. Sin embargo, no dijo nada y volvió su atención al libro, intentando ignorar ese sentimiento.
Second, siempre observador, notó la actitud de Yellow y decidió acercarse.
—¿Qué lees? —preguntó casualmente, sentándose a su lado.
Yellow le mostró la portada sin levantar demasiado la vista.
—Un libro que encontré en la biblioteca.
Second asintió, aunque no le prestó mucha atención al título. En cambio, aprovechó para susurrarle:
—Pareces más callado de lo usual. ¿Todo bien?
Yellow negó lentamente, pero no dijo nada más. Second decidió no insistir. Sabía que Yellow hablaba cuando quería, y presionarlo no ayudaría.
Mientras tanto, Blue se levantó de su asiento y se dirigió a la cocina para traer más bocadillos. Green lo siguió de cerca, murmurando algo que hizo que ambos soltaran una pequeña risa antes de desaparecer de la sala.
Orange, que hasta ahora había permanecido en silencio, finalmente habló:
—Es agradable estar aquí con ustedes. Siempre pensé que este lugar sería más caótico, pero tienen una dinámica interesante.
Second sonrió, agradecido por el comentario.
—Cuando no estamos peleando o entrenando, sí, podemos ser bastante tranquilos.
Purple asintió, apoyando la cabeza en su mano.
—Tranquilos, pero ruidosos. Especialmente con Red aquí.
—¡Yo soy el alma de esta casa! —exclamó Red, levantando los brazos en señal de victoria.
Todos rieron nuevamente, incluso Yellow, aunque fue un gesto breve. Sin embargo, Second, siempre atento, notó la leve tensión entre él y Red. Algo le decía que había más en juego de lo que parecía, pero decidió dejarlo para más tarde. Por ahora, era mejor disfrutar del momento.
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El aire estaba tenso en la arena. Todos se preparaban para el entrenamiento, pero el ambiente ya no era el mismo. Purple había llegado, y la emoción del reencuentro con Red era palpable. Sin embargo, pronto el entrenamiento se volvió mucho más serio de lo esperado.
Green y Blue se pusieron en su equipo, discutiendo estrategias, mientras Second se acercaba a Purple para enseñarle nuevas técnicas. Pero Yellow, con la mirada fija, sabía que su compañero de entrenamiento sería Red.
Red, lleno de energía, desenvainó su espada con un movimiento rápido y elegante, quitándose la bufanda de golpe, dejando al descubierto su headband. Estaba listo para la pelea, su mirada ardía de determinación.
—¿Cómo será el modo de combate? —preguntó Yellow, sosteniendo su propia espada con firmeza.
Pero Red no contestó. En un parpadeo, estaba frente a Yellow, atacando sin previo aviso. ¡El choque de espadas resonó en el aire! La fuerza del golpe fue tan intensa que hizo vibrar el suelo bajo ellos. Yellow apenas pudo esquivarlo a tiempo, saltando hacia atrás para evitar el corte. Su respiración era pesada, pero sus ojos no perdían concentración.
Red sonrió con satisfacción, viendo cómo Yellow evitaba el ataque, pero no podía permitir que fuera tan fácil. Empezó a lanzar ataques más rápidos, cada uno con más fuerza, buscando una grieta en la defensa de Yellow. Pero Yellow, ágil y calculador, bloqueaba o esquivaba cada uno con una gracia impresionante. El combate se intensificaba.
—¡Vamos, Yellow, deja de ser tan perfecto! —gritó Red, tratando de desconcentrarlo mientras lanzaba un giro rápido, intentando desarmarlo.
Pero Yellow no respondía. Estaba completamente enfocado, cada movimiento fluido y preciso, como una danza de combate. Red se frustró. Sabía que necesitaba algo más si quería ganar.
—¡No puedes evitarme para siempre! —Red gritó, lanzando un golpe tan fuerte que la tierra bajo ellos tembló. Pero, aún así, Yellow bloqueó.
Mientras la batalla continuaba, Luck, desde las sombras, observaba con atención. Sabía que Yellow estaba mejorando, pero aún faltaba algo para que pudiera ser derrotado sin su ayuda. Un movimiento calculado, y Luck decidió intervenir.
—Este no es un entrenamiento, es una batalla. —dijo Luck para sí mismo, sus ojos brillando de poder.
Rosenthal, que también estaba observando desde la distancia, vio a Red volverse más y más furioso con cada golpe sin éxito. Fue el momento perfecto. Con un susurro en el aire, Rosenthal se infiltró en la mente de Red, tomando control de su cuerpo con una rapidez brutal. Los ojos de Red se volvieron blancos como la nieve, vacíos, sin alma.
De repente, Red dio un paso atrás, giró en el aire, y con una velocidad sobrehumana, lanzó una patada directamente hacia Yellow. La fuerza del golpe fue tan devastadora que Yellow no pudo evitarlo y chocó contra la pared con un estrépito ensordecedor. La grieta en la pared se extendió rápidamente, como si la tierra misma hubiera sido rasgada.
—¡Yellow! —gritó Second, con los ojos desorbitados de sorpresa. Nadie podía creer lo que acababa de suceder.
Yellow estaba aturdido, con la respiración entrecortada, su rostro contraído por el dolor. Pero Red, o mejor dicho, Rosenthal, no se detuvo. Con la espada en mano, comenzó a caminar hacia él, los pasos calculados y fríos.
Second intentó correr hacia Yellow, pero algo lo detuvo. Luck apareció frente a él, sonriendo con malicia.
—No dejaré que lo lastimes —dijo Luck con una voz gélida.
Luck no era tonto. Sabía que debía actuar rápido antes de que Rosenthal se encargara de Yellow por completo. Con un movimiento rápido, entró en la mente de Yellow, tomando control de su cuerpo. El resplandor de un punto blanco brilló en la frente de Yellow, y de repente, unas alas brillantes emergieron de su espalda, llenas de poder.
Yellow, ahora bajo el control de Luck, invocó un arma de energía que surgió con un destello brillante. Con rapidez, se balanceó hacia Red, desafiando a Rosenthal en una feroz batalla de poder.
—¡No dejaré que lo lastimes más! —gritó Luck, mientras las chispas de energía volaban a su alrededor.
Red, ahora completamente controlado por Rosenthal, lo desafió con su espada, el acero brillando en la luz del sol. La batalla se desató con furia. Los dos combatían con una fuerza que parecía desafiar la gravedad misma, los golpes resonando en el aire con cada choque. La energía que desprendían sacudía el suelo.
Second, Orange y los demás intentaron intervenir, pero el caos era total. Los golpes de energía volaban por todos lados. La arena de combate se convertía en un campo de batalla de destellos y sombras.
Pero entonces, Blue, con su calma característica, apareció en el horizonte. Sin decir una palabra, sacó una pequeña botella de su cinturón y, con una precisión mortal, la lanzó al aire. El líquido brilló con un resplandor mágico. En el momento en que tocó a Red y Yellow, ambos fueron impulsados hacia atrás, despojados del control mental.
Los ojos de Red y Yellow volvieron a la normalidad, pero el impacto los dejó exhaustos. Ambos cayeron al suelo, desmayados, mientras Luck y Rosenthal salían abruptamente de sus cuerpos, derrotados por la poción de Blue.
Abyss, quien había estado observando desde las sombras, entrecerró los ojos, confundido y curioso por lo que acababa de presenciar. Sabía que algo mucho más grande estaba en juego, pero no entendía bien el propósito detrás de todo eso.
—¿Qué demonios…? —murmuró Abyss, antes de desaparecer en las sombras, dejando que los demás se encargaran de sus compañeros caídos.
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El caos se disipó lentamente, pero el aire seguía cargado de tensión. Los miembros del Color Gang se reunieron rápidamente alrededor de Red y Yellow, quienes yacían desmayados en el suelo de la arena, aún visiblemente alterados por el control de los espíritus. Aunque la lucha había terminado, las secuelas de lo ocurrido eran claras. La preocupación pintaba en los rostros de todos, especialmente en los de Second y Green, quienes se acercaron con rapidez.
—¡Rápido, tenemos que llevarlos a sus habitaciones! —exclamó Second, su voz llena de urgencia.
Blue, quien aún sostenía la botella vacía en la mano, observó a los demás con seriedad, consciente de que la poción no era una solución definitiva, sino solo un alivio temporal. La amenaza de Rosenthal, Luck y Abyss seguía latente, y todos sabían que tendrían que estar preparados para lo que viniera.
Green fue el primero en actuar, agachándose junto a Yellow, ayudando a que se levantara con delicadeza. Yellow estaba semiinconsciente, sus ojos entrecerrados y su respiración irregular. A pesar de todo, su rostro mostraba signos de alivio, como si la presión del control de Luck finalmente hubiera desaparecido.
—Vamos, amigo. —Green le susurró, intentando animarlo mientras lo sostenía firmemente—. Necesitas descansar.
Red, aún tendido en el suelo, fue levantado por Orange, quien con su fuerza habitual lo sostuvo con cuidado. Aunque su cuerpo estaba desorientado, los ojos de Red comenzaban a recobrar algo de claridad, aunque la frustración seguía reflejada en su rostro.
—¿Estás bien, Red? —le preguntó Orange, preocupado pero sin mostrar demasiado.
Red asintió lentamente, aún confundido por lo que había sucedido. Miró a su alrededor, viendo que sus amigos lo observaban con una mezcla de inquietud y compasión.
—Sí… solo… no sé qué pasó. —murmuró, sintiéndose avergonzado, pero también aliviado de estar de vuelta en control de sí mismo.
Yellow, ahora un poco más consciente gracias al apoyo de Green, miró a su alrededor, sintiendo el peso de lo que acababa de suceder.
—Lo siento, chicos. —dijo Yellow, con voz cansada—. Fue… Luck… ¿verdad?
Second asintió con seriedad, sabiendo que la batalla no había sido suya, sino de los espíritus que los habían poseído. El peligro aún no había desaparecido, y cada uno de ellos sabía que algo más grande estaba acechando.
—Sí, Luck y Rosenthal. Ellos no se van a quedar quietos. —dijo Second, con una mirada dura. Sus palabras pesaban en el aire, como una advertencia para lo que vendría.
Los amigos rápidamente llevaron a Yellow y Red a sus habitaciones, asegurándose de que estuvieran cómodos y seguros. Green se encargó de que Yellow se recostara en su cama, y Blue entró poco después, llevando una pequeña caja con medicina que comenzó a preparar.
—Lo bueno es que ya no están bajo control. Pero aún necesitan descansar, no sé cuánto efecto tendrá lo que pasó. —comentó Blue, mientras comenzaba a revisar las heridas de Yellow.
Por otro lado, Orange había ayudado a Red a sentarse en su cama. Los dos intercambiaron una mirada de entendimiento, aunque el silencio entre ellos era pesado. Red miraba a sus amigos, sintiendo que todo lo que había ocurrido esa tarde había dejado una marca, algo que no podía borrar tan fácilmente.
—Lo sé, lo sé… no fue mi culpa. —dijo Red, rompiendo el silencio mientras miraba a Second. Sabía que había fallado, pero la idea de que Rosenthal tomara su cuerpo sin su consentimiento lo dejaba frustrado.
Second suspiró, acercándose a él.
—No te preocupes, Red. Todos sabemos lo que ha pasado. Esto no es culpa tuya, pero debemos estar preparados. Si ellos nos encontraron una vez, pueden hacerlo de nuevo.
Red asintió con una mirada seria, pero un poco aliviada por el apoyo de su amigo. Mientras tanto, Yellow, aún recostado en su cama, observaba en silencio.
—Tenemos que detenerlos. No podemos quedarnos de brazos cruzados. —dijo Yellow con determinación, su voz más firme que antes, ahora que el control de Luck ya no lo afectaba.
Second asintió, y todos se miraron entre sí con la misma resolución en sus ojos. Sabían que los espíritus aún acechaban, y que la batalla no había hecho más que empezar. No podían descansar, no hasta asegurarse de que Luck, Rosenthal y Abyss fueran derrotados de una vez por todas.
Blue terminó de preparar la medicina, asegurándose de que Yellow y Red descansaran lo suficiente para recuperar fuerzas. Por el momento, el combate había terminado, pero la batalla en sus mentes aún continuaba.
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La calma se asentó por un breve momento, pero la sombra de los espíritus seguía colgando sobre ellos, esperando a dar su próximo golpe. Cada uno de ellos sabía que no era solo una cuestión de poder físico. La guerra mental, la lucha por mantener el control, era la que definiría el destino de todos.
Pero por ahora, el descanso era lo único que podían permitirse.
[Continuará...♡]
★6126 palabras★
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