✰°•『 Ꮯᾰ℘!ɬʊʆꪮ 10 』•°✰
[Narrador/a POV]
Al llegar a la granja, la noche ya había caído por completo. Pequeñas luces adornaban los alrededores, iluminando el lugar con un cálido resplandor amarillento. El ambiente era tranquilo, con el sonido de los grillos llenando el aire y una ligera brisa moviendo las hojas de los árboles cercanos.
Red se dejó caer en el suelo con Algodón en brazos, acariciándolo suavemente mientras el conejito se acomodaba contra su pecho. Yellow, aún algo incómodo con la situación, miró alrededor, buscando un lugar más adecuado para pasar la noche.
-¿Dónde vamos a dormir? -preguntó, cruzándose de brazos y esperando que Red tuviera una solución mejor que la que imaginaba.
Red sonrió con total calma. -Aquí mismo. En el suelo.
Yellow parpadeó, sin creer lo que acababa de escuchar. -¿Qué?
-Lo que oíste. -Red señaló el césped con una mano, sin soltar a Algodón. -Está seco y cómodo, además, el cielo está despejado. Dormiremos bajo las estrellas.
Yellow frunció el ceño y miró el césped como si fuera su peor enemigo. -¿Me estás diciendo que... vamos a dormir en la tierra, sin nada?
Red rió, divertido por la reacción de Yellow. -Podemos buscar unas mantas o algo dentro del granero si quieres. Pero sí, básicamente dormiremos aquí.
Yellow suspiró, llevándose una mano al rostro. -No puedo creer esto...
Red se recostó en el césped, acomodando a Algodón a su lado. -Vamos, Yellow. Es una experiencia. Relájate un poco.
Yellow miró a Red, quien ya parecía completamente cómodo con la idea, y luego al cielo estrellado. Había algo pacífico en la escena, algo que, aunque no quería admitirlo, le resultaba agradable. Tal vez... solo por esa noche, podría soportarlo.
-Está bien... pero si me despierto con dolor de espalda, será tu culpa.
Red rió suavemente. -Trato hecho.
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Yellow se acostó en el césped, suspirando resignado. Se quedó un poco apartado de Red, con los brazos cruzados sobre su pecho, mirando el cielo estrellado. La brisa nocturna era fresca, y aunque el suelo no era la superficie más cómoda del mundo, tenía su encanto.
Red, sin decir nada, se deslizó más cerca hasta pegarse a Yellow, acurrucándose a su lado junto con Algodón. Yellow sintió el calor de su cuerpo de inmediato, y su primera reacción fue tensarse.
-¿Qué estás haciendo? -preguntó sin moverse, aunque su tono sonaba más cansado que molesto.
-Hace frío -respondió Red con naturalidad, acomodándose mejor. Algodón también se acurrucó entre ellos, moviendo su pequeña nariz.
Yellow miró de reojo a Red, quien tenía los ojos cerrados y una expresión tranquila en su rostro. Sintió un leve escalofrío recorrerle la espalda, pero no estaba seguro si era por el frío o por lo extrañamente cómodo que se sentía así.
Suspiró y miró al cielo nuevamente.
-Si roncas, te voy a empujar -murmuró.
Red sonrió con los ojos aún cerrados. -No ronco.
Yellow rodó los ojos y, sin darse cuenta, su cuerpo empezó a relajarse. Tal vez no era tan malo dormir afuera después de todo.
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Red se removió un poco, acomodándose mejor en el suelo. Luego, con un tono algo perezoso pero sincero, murmuró:
-Oye... abrázame.
Yellow giró la cabeza hacia él, parpadeando un par de veces. -¿Qué?
-Que me abraces -repitió Red, sin mirarlo, pero con una leve sonrisa. Luego, con cuidado, tomó a Algodón y lo movió un poco más lejos, asegurándose de que tuviera su propio espacio para dormir sin peligro de ser aplastado. El conejito hizo un pequeño sonido de protesta antes de acurrucarse en la hierba.
Yellow suspiró, dándose por vencido. Estiró un brazo con cierta torpeza y lo pasó por los hombros de Red, atrayéndolo hacia él. Red no tardó en acomodarse contra su pecho, dejando escapar un suspiro relajado.
Yellow sintió su calor, el peso de su cuerpo contra el suyo, y por un momento, su mente se quedó en blanco. No podía negar que se sentía bien... demasiado bien.
-No te acostumbres -murmuró en voz baja, más para sí mismo que para Red.
-No prometo nada -respondió Red, con una sonrisa traviesa que Yellow no pudo ver.
El silencio se instaló entre ellos, solo interrumpido por el suave sonido del viento y la respiración acompasada de ambos. Yellow cerró los ojos, tratando de ignorar lo acelerado que latía su corazón.
Y así, entre la brisa nocturna y la calidez compartida, ambos se quedaron dormidos.
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El sol apenas comenzaba a iluminar la granja cuando Algodón, inquieto como siempre, se despertó y empezó a explorar. Saltó aquí y allá, hasta que, de alguna forma, terminó en el techo de la granja, mirando todo desde las alturas como si fuera el dueño del lugar.
Mientras tanto, en el suelo, Yellow y Red seguían dormidos. Red había terminado completamente encima de Yellow, con su rostro apoyado en su pecho y una pierna sobre su cintura. Yellow, sin despertar del todo, lo sujetaba instintivamente por la espalda, evitando que se cayera.
El sonido de un pequeño ruido en el techo hizo que Yellow entreabriera los ojos con pereza. Parpadeó varias veces, tratando de entender la situación. Primero, sintió el peso sobre él y miró hacia abajo, encontrándose con el rostro dormido de Red.
-...¿Por qué siempre terminamos así? -murmuró en voz baja, sin esperar respuesta.
Intentó moverse, pero Red gruñó adormilado y se aferró más a él, hundiendo su rostro en su pecho. Yellow suspiró.
Fue entonces cuando escuchó otro ruido. Alzó la vista y vio a Algodón en el techo de la granja, mirándolo con su clásica expresión juzgadora.
-¿Cómo demonios...? -Yellow frunció el ceño.
Algodón movió la nariz y se quedó allí, sin intenciones de bajar por sí solo.
Yellow miró de nuevo a Red, que seguía dormido como si nada.
-Despierta -susurró, sacudiéndolo un poco.
-Cinco minutos más... -murmuró Red.
-Tu conejo está en el techo.
Red abrió los ojos de golpe.
---
Red apenas escuchó a Yellow, se levantó de golpe y miró hacia el techo con los ojos bien abiertos.
-¡¿CÓMO LLEGASTE ALLÍ, PEQUEÑO?! -exclamó con pánico.
Algodón lo miró sin inmutarse, moviendo su naricita como si no entendiera el problema.
Red empezó a correr en círculos, buscando una solución.
-¡Necesitamos una escalera! ¡O una red! ¡O algo para atraparlo si salta! ¡O...!
-Red -lo interrumpió Yellow con calma-, deja de gritar.
Red se giró hacia él con desesperación.
-¡¿Cómo no voy a gritar si mi hijo está atrapado allá arriba?!
Yellow suspiró.
-Voy a subir yo, pásame mi suéter.
Red parpadeó.
-¿Qué?
-Voy a trepar y usar el suéter para bajarlo como si fuera un elevador.
-Eso suena ridículo.
-¿Tienes una mejor idea?
Red se quedó en silencio.
-...No.
-Entonces pásame el suéter.
A regañadientes, Red le entregó el suéter de Yellow y lo observó mientras este comenzaba a trepar por la estructura de la granja. Yellow subió con más facilidad de lo esperado, y en pocos segundos ya estaba en el techo, frente a Algodón.
El conejito lo miró con la misma cara de juicio de siempre.
-Vamos, pequeño, no quiero morir hoy por tu culpa.
Algodón no se resistió mucho cuando Yellow lo envolvió suavemente en el suéter y lo bajó con cuidado hasta los brazos de Red.
-¡Lo tengo! -anunció Red con alivio.
Yellow soltó el suéter y se preparó para bajar, pero al dar un paso en falso, su pie resbaló y...
-¡Yellow!
En un segundo, Yellow cayó de espaldas al suelo con un golpe seco.
Red se acercó de inmediato con Algodón aún en brazos.
-¡¿Estás bien?!
Yellow, con la mirada perdida en el cielo, soltó un suspiro de resignación.
-...Creo que voy a quedarme aquí un rato.
Red sonrió divertido.
-Bueno, al menos Algodón está a salvo.
-Genial -respondió Yellow con sarcasmo-, al menos uno de nosotros sigue entero.
Red dejó a Algodón en el suelo y se inclinó sobre Yellow con una sonrisa divertida.
-Vamos, no fue tan malo -dijo mientras le ofrecía una mano para ayudarlo a levantarse.
Yellow la miró con recelo antes de tomarla y, con un pequeño quejido, se puso de pie.
-Dímelo cuando seas tú el que caiga de espaldas desde un techo.
Red soltó una risita.
-Si me caigo, quiero que me atrapes.
-No cuentes con ello.
A pesar de la broma, Yellow estiró su espalda adolorida mientras Red recogía a Algodón y le daba unos pequeños mimos en la cabeza.
-Bueno, ya que sobrevivimos a esto, ¿qué hacemos ahora? -preguntó Red, acomodando a Algodón en su brazo.
Yellow suspiró, todavía masajeando su nuca.
-Démonos un descanso antes de que pase otra tragedia.
Red asintió y caminó hasta la sombra de un árbol grande, sentándose con las piernas cruzadas y dejando a Algodón en su regazo. Yellow lo siguió, acomodándose a su lado, aunque sin mirarlo directamente.
El ambiente era tranquilo, con el sonido de los animales de la granja en la distancia y el viento moviendo suavemente las hojas.
-Oye, Yellow -dijo Red de repente, con la mirada en el cielo.
-¿Mmm?
-Gracias por bajar a Algodón.
Yellow lo miró de reojo y luego desvió la vista.
-No es nada.
Red sonrió, pero luego inclinó la cabeza y lo observó con curiosidad.
-¿Seguro que estás bien?
Yellow suspiró.
-Me duele la espalda, pero sí, estoy bien.
Red se rió y luego, sin previo aviso, apoyó la cabeza en el hombro de Yellow.
-¿Sabes qué ayudaría?
-Ni lo digas.
-Un masaje.
-Red.
-Un masajito...
Yellow cerró los ojos con paciencia mientras Red se acomodaba más en su hombro.
-¿Sabes qué ayudaría más? -dijo Yellow con un tono seco.
-¿Qué?
-Que dejes de ser tan molesto.
Red rió entre dientes, sin moverse ni un centímetro.
-Lo intentaré... pero no prometo nada.
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Red se separó un poco y sonrió de lado, apoyando sus manos en los hombros de Yellow.
-Bien, si te duele la espalda, yo me encargo.
Yellow frunció el ceño.
-No necesito un masaje.
-Oh, sí que lo necesitas -dijo Red con un tono divertido mientras comenzaba a presionar suavemente sus hombros.
Yellow suspiró, cerrando los ojos por un momento. No quería admitirlo, pero las manos de Red eran cálidas y sabían exactamente dónde aplicar presión.
-¿Ves? No es tan malo -dijo Red con una sonrisa mientras deslizaba sus manos hacia la parte baja del cuello de Yellow, masajeando con más profundidad.
Yellow intentó responder, pero un suspiro de alivio se le escapó sin querer. Red lo notó y rió.
-¿Eso fue un gemido?
Yellow abrió los ojos de golpe y se giró para mirarlo con una expresión fulminante.
-¡Cállate!
Red se echó a reír, pero no dejó de masajearlo.
-Tranquilo, Yellow. No hay nada de qué avergonzarse. Sé que mis manos son mágicas.
Yellow rodó los ojos, aunque su cuerpo se relajaba más con cada movimiento de Red.
-Eres insoportable.
-Y tú lo disfrutas.
Yellow no respondió, pero tampoco se apartó. Red sonrió para sí mismo y continuó masajeándolo, disfrutando de la rara oportunidad de ver a Yellow bajar la guardia.
Después de un rato, Red dejó escapar un suspiro y apoyó la frente contra la espalda de Yellow.
-Oye, deberíamos hacer esto más seguido.
Yellow ladeó la cabeza, curioso.
-¿Masajes?
-No. Pasar tiempo juntos. Sin interrupciones, sin los demás molestándonos.
Yellow se quedó en silencio unos segundos antes de responder.
-Sí... estaría bien.
Red sonrió, satisfecho, y apoyó su mejilla contra la espalda de Yellow, disfrutando del momento.
---
La mañana seguía tranquila en la granja, con el sol bañando todo de un tono cálido y dorado. Yellow, aún sintiendo los efectos relajantes del masaje de Red, permanecía sentado, disfrutando del momento. Red, por su parte, se apoyaba ligeramente contra él, con una sonrisa satisfecha en el rostro.
Pero, a lo lejos, ocultos entre las sombras de unos árboles, dos figuras observaban la escena con expresiones de absoluto disgusto.
-Qué desperdicio de tiempo... -murmuró Luck con los brazos cruzados, frunciendo el ceño.
A su lado, Rosenthal tenía una expresión de duda, con los brazos también cruzados pero con un leve gesto de ternura en sus ojos. Ver a Red y Yellow interactuar así, sin gritos ni discusiones, le daba una sensación extraña, como si... fuera lindo.
Sacudió la cabeza de inmediato.
-Sí, da asco -dijo, tratando de convencerse a sí mismo mientras hacía una mueca.
Luck lo miró de reojo y levantó una ceja.
-Te tardaste en responder.
Rosenthal chasqueó la lengua.
-Solo estaba procesando lo ridículo que es esto.
Luck bufó, desviando la mirada de la escena.
-Lo que sea. Vamos, no vale la pena seguir viendo esta cursilería.
Rosenthal asintió, pero no pudo evitar echar un último vistazo a Red y Yellow, todavía juntos, en completa tranquilidad. Se preguntó, aunque solo por un segundo, qué se sentiría experimentar algo así. Luego desechó la idea y se giró, siguiendo a Luck hacia las sombras, dejando atrás la imagen de la supuesta "pareja" disfrutando de su momento.
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De regreso con la "pareja", digo, los amigos, Red dejó de hacer el masaje y se acomodó junto a Yellow en la hierba.
-Oye, ¿y si hacemos un cuarto especial aquí en la granja? -preguntó Red de repente, apoyando la cabeza en su mano-. Por si Blue nos vuelve a dejar afuera.
Yellow, que aún estaba medio relajado por el masaje, abrió los ojos y lo miró con una ceja levantada.
-¿Un cuarto especial?
-Sí, algo cómodo, con una cama grande -Red sonrió-. O dos camas, si prefieres.
Yellow suspiró y miró el cielo, pensativo.
-No es una mala idea... aunque no creo que nos dejen dormir aquí tan seguido.
-Pero nunca sabemos cuándo Blue se va a poner en modo guardián de la puerta. Mejor estar preparados.
Yellow lo miró de reojo.
-No es que te emocione la idea de quedarte a dormir conmigo, ¿verdad?
Red abrió la boca para responder, pero luego solo se encogió de hombros con una sonrisa juguetona.
-Yo no dije eso~
Yellow sintió el calor subir a su cara y apartó la mirada rápidamente.
-Hablaremos de eso después...
Red rió por lo bajo, disfrutando de lo fácil que era molestar a Yellow. Pero en el fondo, la idea de tener un lugar especial para ellos dos no sonaba tan mal.
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Mientras Yellow y Red estaban tranquilos en la hierba, Algodón se dedicaba a hacer lo típico de un conejito: escarbar un poco la tierra, mover la nariz curiosamente y dar pequeños saltos de un lado a otro.
Red lo observaba con una sonrisa divertida.
-Mira a este pequeño, tan feliz con su libertad.
Yellow giró la cabeza para verlo. Algodón se había subido sobre una roca y desde ahí los miraba como si estuviera juzgándolos.
-Ese conejo siempre tiene cara de estar planeando algo -comentó Yellow, entrecerrando los ojos.
-Tal vez está pensando en cómo dominarnos a todos -bromeó Red.
Justo en ese momento, Algodón dio un salto y aterrizó sobre el pecho de Red, haciéndolo soltar un pequeño quejido.
-¡Ah! ¿Ves? Ya empezó su ataque -se quejó Red, pero aún así lo acarició.
Yellow rió por lo bajo y se acomodó mejor, disfrutando del momento tranquilo. Pero en su cabeza, la idea del "cuarto especial" no dejaba de rondarle.
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Red seguía acariciando a Algodón, mientras Yellow miraba el cielo, aún con la idea del cuarto especial en la cabeza.
-Hablando en serio, ¿cómo sería ese cuarto? -preguntó Yellow de repente.
Red levantó la mirada y sonrió.
-Podría ser una cabañita pequeña, algo rústico pero acogedor. No solo para nosotros, sino para Algodón también.
Yellow arqueó una ceja.
-Entonces sería más su casa que la nuestra.
-Exacto -dijo Red, riéndose.
Yellow suspiró, pensando en lo bien que sonaba la idea. Un lugar donde no dependieran de si Blue los dejaba entrar o no, algo que fuera suyo.
-Podríamos empezar a construirlo pronto -dijo Red.
Yellow lo miró de reojo.
-¿Tan emocionado estás?
Red encogió los hombros.
-No quiero que nos vuelva a pasar lo de ayer.
Yellow se quedó en silencio por un momento, luego se sentó y miró alrededor de la granja.
-Si vamos a hacerlo, quiero que quede bien.
Red sonrió.
-Entonces, ya es oficial.
Yellow no respondió de inmediato, pero cuando Algodón saltó a su regazo y lo miró con sus grandes ojos, supo que no había vuelta atrás.
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Después de un rato descansando, Red se levantó con determinación y se estiró.
-Bueno, si vamos a hacer esto, más vale empezar ahora.
Yellow lo miró con duda.
-¿Ahora mismo?
-Sí, ¿qué? ¿Vas a esperar a que nos congelen otra noche afuera? -Red sonrió de lado y le dio una palmadita en la espalda a Yellow para que se pusiera de pie.
Yellow suspiró, pero en el fondo le gustaba la idea.
-Está bien, pero hagámoslo bien.
Ambos comenzaron a explorar la granja en busca de materiales. Red sabía dónde había madera sobrante de algunos arreglos que había hecho antes, y Yellow se encargó de medir y pensar en cómo armar una estructura estable.
-No tiene que ser una mansión, solo un lugar donde podamos dormir cómodos si nos dejan afuera otra vez -dijo Red, mientras clavaba unas tablas juntas.
Yellow asintió.
-Sí, pero tampoco quiero que sea una choza que se caiga con el viento.
-¡Eso duele! -se quejó Red, fingiendo indignación.
Ambos siguieron trabajando, con Algodón saltando alrededor, observando todo con curiosidad. Pasaron las horas y la estructura de la mini cabaña comenzó a tomar forma. Era pequeña, pero acogedora, con suficiente espacio para que ellos dos y Algodón estuvieran cómodos.
-No está nada mal -dijo Yellow, cruzándose de brazos mientras observaba su trabajo.
Red sonrió con orgullo.
-Te dije que lo haríamos.
Yellow miró el cielo, que ya empezaba a teñirse de tonos naranjas.
-Aún no terminamos, pero creo que hoy dormiremos aquí.
Red se apoyó contra la cabaña, satisfecho.
-Y será la mejor noche de nuestras vidas.
Yellow lo miró de reojo y sonrió levemente. Algo en esa idea le gustaba más de lo que esperaba.
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Red estaba completamente concentrado en la decoración. Había traído algunas mantas y cojines de colores para hacer que la cabaña se sintiera más acogedora. Incluso colocó algunas luces pequeñas que había encontrado en la granja, colgándolas alrededor de la entrada.
-No está tan mal, ¿verdad? -preguntó, con las manos en la cintura mientras admiraba su trabajo.
Yellow, que estaba terminando de asegurarse de que la estructura estuviera firme, miró a su alrededor y asintió.
-Debo admitir que tienes buen gusto.
Red sonrió con orgullo y se dejó caer en la cama improvisada. Justo en ese momento, Algodón corrió y saltó sobre la cama, brincando de un lado a otro con emoción.
-Parece que a Algodón le encanta -dijo Red, riendo mientras lo veía rebotar.
Yellow lo observó también, con una leve sonrisa.
-Bueno, si él la aprueba, supongo que está perfecta.
Red se acomodó mejor y palmeó un espacio junto a él.
-Vamos, prueba qué tan cómoda es.
Yellow dudó un momento, pero finalmente se sentó a su lado. La cama no era lujosa, pero tenía algo especial... tal vez porque la habían construido juntos.
-¿Ves? Es perfecta -dijo Red, con una sonrisa satisfecha.
Yellow rodó los ojos, pero no pudo evitar relajarse un poco. Tal vez, solo tal vez, dormir aquí con Red y Algodón no sería tan malo.
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Red se estiró con satisfacción, disfrutando de la comodidad de la nueva cama improvisada. Algodón siguió saltando de un lado a otro, hasta que finalmente se acomodó entre ellos, acurrucándose sobre una de las mantas.
-Bueno, ahora tenemos un lugar propio -dijo Red, apoyando la cabeza en su brazo mientras miraba el techo de la cabaña.
Yellow suspiró, cruzando los brazos. -Solo espero que no tengamos que usarlo tan seguido. Prefiero mi cama real.
Red rió con suavidad. -Vamos, admítelo, esto tiene su encanto.
Yellow desvió la mirada, sin querer aceptar que, en el fondo, la idea no le molestaba tanto. Estar allí, en un espacio solo para ellos, con la brisa nocturna entrando por la pequeña ventana que Red había dejado abierta... tenía cierto encanto, aunque no lo admitiría en voz alta.
-Supongo que Algodón estará feliz aquí -murmuró, acariciando al conejito, que ya estaba completamente dormido.
-Sí, él seguro la pasará bien. Y nosotros también -dijo Red con una sonrisa, antes de girarse para ver a Yellow directamente-. Gracias por quedarte aquí conmigo.
Yellow sintió un leve calor en su rostro, pero lo disimuló mirando hacia otro lado.
-No es gran cosa -respondió, pero su voz no sonó tan firme como quería.
Red sonrió con picardía. -Claro, claro, sigue diciéndote eso.
Yellow chasqueó la lengua, pero no dijo nada más. En el fondo, sabía que Red tenía razón.
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Yellow estaba recostado en la improvisada cama de la cabaña, observando el techo de madera con la mente divagando, cuando sintió la vibración de su teléfono en el bolsillo. Sacó el dispositivo y vio un mensaje de Blue.
"¿En serio piensan dormir allí otra vez? Están locos. Pero bueno, así tienen más tiempo para estar solitos~"
Yellow sintió un escalofrío de incomodidad recorriéndole la espalda. Frunció el ceño y rápidamente respondió:
"No es lo que piensas."
"Ajá, claro. Como digas."
Yellow apretó los dientes. Blue siempre tenía que hacer comentarios como esos. Guardó su teléfono y suspiró pesadamente, volviendo la vista a Red, quien estaba de espaldas, entretenido ajustando unas mantas para hacer la cama más cómoda.
-¿Todo bien? -preguntó Red sin mirarlo.
-Sí, solo Blue molestando -murmuró Yellow, frotándose las sienes.
Red soltó una risa nasal. -¿Dijo algo sobre nosotros?
Yellow dudó en responder, pero la sonrisa burlona en el rostro de Red lo hizo soltar un gruñido.
-Dijo que estamos locos por dormir aquí otra vez y que... así tenemos más tiempo "solitos".
Red parpadeó y luego soltó una carcajada. -¡Vaya, Blue sí que nos ve como pareja!
Yellow sintió el calor subiendo a su rostro y se cruzó de brazos. -¡No le sigas el juego!
-Vamos, admítelo, es divertido -insistió Red, dándole un codazo amistoso.
-No lo es.
-Un poco sí.
Yellow suspiró, mirando a otro lado mientras Algodón brincaba sobre una de las mantas, completamente ajeno a la conversación.
-Solo... olvídalo. Ya es tarde, mejor durmamos -dijo Yellow, acomodándose en la cama.
Red lo miró de reojo con una sonrisa traviesa. -Está bien, pero si Blue pregunta, le diré que dormimos abrazados.
-¡Red!
La risa de Red resonó en la cabaña mientras Yellow se cubría el rostro con la manta, arrepintiéndose de haber mencionado el mensaje en primer lugar.
Red acomodó cuidadosamente a Algodón en un nido de cobijas que había preparado con paciencia. El pequeño conejo se acurrucó de inmediato, parpadeando con sus enormes ojitos antes de esconder su nariz entre la tela.
-Duerme bien, pequeño -murmuró Red con una sonrisa.
Yellow lo observaba desde su lugar, ya acostado, tratando de encontrar una posición cómoda. Estaba a punto de cerrar los ojos cuando, de repente, sintió un peso cayendo sobre él.
-¡¿Qué demonios, Red?! -exclamó Yellow, abriendo los ojos de golpe.
Red se había lanzado sobre él sin previo aviso, apoyando su peso sobre su pecho con una expresión divertida.
-Te veías demasiado tranquilo, tenía que hacer algo al respecto -dijo Red con una sonrisa traviesa.
Yellow gruñó, sintiendo cómo el calor subía a su rostro. -Bájate de encima.
-No quiero. Eres cómodo -respondió Red, moviéndose un poco para acomodarse mejor, lo que solo hizo que Yellow se tensara más.
-¡Red!
-Shhh, Algodón está durmiendo, no hagas escándalo.
Yellow apretó los dientes. Quería empujarlo, pero al mismo tiempo... había algo en la calidez de Red que lo mantenía inmóvil. Suavizó un poco su expresión, suspirando pesadamente.
-Solo quédate quieto y duérmete de una vez -dijo en voz baja.
Red sonrió satisfecho y apoyó la cabeza sobre el pecho de Yellow, cerrando los ojos.
-Buenas noches, Yellow.
Yellow miró el techo con un millón de pensamientos cruzando su mente, pero al final solo pudo suspirar otra vez.
-Buenas noches, Red.
---
La noche avanzó en silencio, con la luz de la luna colándose entre las rendijas de la cabaña improvisada. Yellow aún no podía dormir del todo. No era exactamente incómodo tener a Red encima, pero su mente no dejaba de dar vueltas.
Podía sentir la respiración tranquila de Red contra su pecho, el ritmo pausado de su sueño profundo. Su calor, su peso, su cercanía... todo le hacía pensar en lo ridícula que se había vuelto su situación.
Suspiró y levantó ligeramente la cabeza para verlo. Su cabello rojo desordenado contrastaba con la suavidad de su expresión dormida. Parecía... pacífico. Vulnerable, incluso. No era común ver a Red tan callado, sin hacer bromas o moverse de un lado a otro.
Yellow sintió un pequeño tirón en su pecho. No supo si fue incomodidad o algo más.
-Ridículo -murmuró para sí mismo.
Decidió cerrar los ojos y obligarse a dormir. Ya pensaría en esto mañana.
---
La mañana llegó con los primeros rayos de sol filtrándose por la cabaña. Yellow fue el primero en despertarse, sintiendo un peso sobre él. Por un segundo, se le olvidó lo que pasó la noche anterior, pero cuando vio el cabello rojo sobre su pecho, lo recordó de inmediato.
Red seguía dormido, con una expresión de pura calma, pero su agarre se había aflojado un poco. Yellow no sabía si moverse o seguir ahí.
Antes de que pudiera decidir, un sonido pequeño llamó su atención.
Algodón se había despertado y ahora estaba trepando lentamente por la tela de la cama improvisada, acercándose curioso a la cara de Red.
Yellow observó en silencio, reprimiendo una sonrisa cuando el conejo se detuvo justo al lado de Red y le dio un pequeño empujón con la nariz.
Red gruñó en sueños y movió la cabeza, murmurando algo incomprensible.
Yellow se tapó la boca para no reírse. Algodón lo intentó de nuevo, dándole otro empujón con su hocico.
Esta vez, Red frunció el ceño y entreabrió los ojos con una expresión de puro desconcierto.
-¿Qué...?
Yellow no pudo contenerse más y estalló en una leve risa.
-Despierta, dormilón. Algodón quiere atención.
Red parpadeó varias veces antes de notar al conejo justo en su cara.
-¡¿Ah?! -se echó ligeramente hacia atrás, sorprendido, pero luego suspiró y sonrió-. Buenos días, pequeño intruso.
Le rascó la cabecita a Algodón, quien se dejó hacer con gusto.
Yellow lo miraba divertido.
-Vamos, levántate. Tenemos que ver qué haremos hoy.
Red se estiró perezosamente y finalmente se sentó, aún adormilado.
-Pero primero... ¿qué hay de desayunar?
Yellow rodó los ojos.
-Siempre pensando en comida.
-¡Tengo hambre!
-Sí, sí... vamos a ver qué encontramos.
Red tomó a Algodón en brazos y, junto con Yellow, salieron de la cabaña hacia la granja, listos para empezar un nuevo día.
---
El aire matutino era fresco, y la luz del amanecer pintaba el cielo con tonos dorados y anaranjados. Red, con Algodón en brazos, se quedó quieto por un momento, observando en silencio cómo el sol ascendía poco a poco en el horizonte.
Yellow salió detrás de él, estirándose un poco antes de fijar la vista en lo que Red estaba viendo. Sin embargo, en cuanto sus ojos se posaron en la escena, algo más atrapó su atención.
No era el amanecer. Era Red.
La luz dorada caía sobre él de una manera que lo hacía ver diferente. Su cabello rojo brillaba intensamente, reflejando los tonos del sol naciente, mientras que su piel morena adquiría una calidez especial bajo la luz. Sus ojos, normalmente vivaces y llenos de travesuras, tenían un brillo sereno y pensativo.
Yellow no se daba cuenta, pero lo estaba mirando demasiado.
Cada pequeño detalle de él, desde la forma en que sostenía a Algodón hasta la manera en que su respiración era tranquila y acompasada, lo hacían ver... hermoso.
Fue un pensamiento extraño, inesperado.
Yellow parpadeó varias veces y se obligó a apartar la mirada, sintiendo su cara calentar un poco. ¿Por qué estaba pensando en esto?
Red, por su parte, notó el silencio y se giró un poco hacia él.
-Oye, ¿qué pasa?
Yellow se tensó un poco.
-¿Eh? Nada, nada...
Red lo miró con una ceja levantada, pero no insistió.
-¿Sabes? Creo que este es mi momento favorito del día -comentó Red, observando el sol con una pequeña sonrisa-. Todo se siente más tranquilo cuando el mundo aún está despertando.
Yellow asintió lentamente, sin dejar de mirarlo de reojo.
-Sí... es bonito.
Red dejó escapar una risa suave.
-Nunca pensé que escucharías algo como eso de mí, ¿verdad?
Yellow negó con la cabeza, sonriendo un poco.
-Definitivamente no.
Red se rió y luego suspiró.
-Bueno, mejor vamos por ese desayuno. Algodón también debe tener hambre.
Yellow lo siguió, aún con la imagen de Red en el amanecer grabada en su mente. No entendía por qué se sentía tan raro al respecto... pero tampoco podía ignorarlo.
---
Yellow y Red apenas habían dado unos pasos cuando una voz familiar los interrumpió.
-¡Mira nada más lo que tenemos aquí!
Green y Blue estaban parados a unos metros de distancia, con los brazos cruzados y sonrisas maliciosas en el rostro.
Yellow sintió un escalofrío en la espalda. Ya conocía esa mirada. Red, en cambio, solo les lanzó una mirada aburrida.
-¿Qué quieren? -preguntó con indiferencia.
-Nada, nada... solo que es curioso verlos aquí, juntos, tan temprano y tan... pegaditos -comentó Green, haciendo un gesto con las manos como si estuviera describiendo algo adorable.
Blue asintió, pero antes de seguir molestándolos, sus ojos se posaron en Algodón. Sus facciones cambiaron de inmediato, pasando de la picardía a una expresión completamente derretida.
-¡Espera, espera! ¿Ese es un conejito?
Green también lo notó y, sin poder evitarlo, su actitud juguetona se convirtió en un gesto de ternura absoluta.
-¡Míralo! Es tan esponjoso...
Ambos dieron un paso adelante, casi con las manos extendidas para acariciar a Algodón, pero el pequeño conejo, aún en los brazos de Red, solo los miró con una cara completamente juzgadora.
Como si no estuviera impresionado en lo más mínimo.
Green y Blue se detuvieron.
-...Nos odia -murmuró Green con dramatismo.
-Nos está juzgando fuertísimo -agregó Blue, frunciendo el ceño.
Red soltó una carcajada, acariciando con suavidad la cabecita de Algodón.
-Sí, bueno, así es él. No confía en cualquiera.
Yellow cruzó los brazos, mirándolos con una media sonrisa.
-Es irónico, porque le caigo mejor a él que ustedes dos.
Green bufó, fingiendo estar ofendido.
-Eso duele, Yellow, eso duele.
-¡Solo queremos amor conejil! -se quejó Blue.
Red se rió nuevamente y miró a Algodón.
-¿Tú qué dices? ¿Les damos una oportunidad?
Algodón parpadeó lentamente, con la misma expresión neutral. Luego, sin moverse ni un poco, simplemente giró la cabeza en otra dirección.
Silencio.
Green y Blue abrieron la boca, incrédulos.
-¡Nos ignoró!
-¡Este conejo nos odia de verdad!
Yellow negó con la cabeza, divertido.
-Tal vez es porque tienen una vibra demasiado intensa para él.
Green se cruzó de brazos, fingiendo estar dolido, mientras Blue suspiraba dramáticamente.
-Bueno, bueno, algún día nos ganaremos su respeto...
-Claro, en tus sueños -se burló Red.
Todos rieron mientras el sol seguía ascendiendo en el cielo. A pesar de la interrupción, Yellow no pudo evitar sentirse aliviado. Green y Blue los habían sacado de ese momento extraño que estaba teniendo con Red... aunque, si era sincero consigo mismo, no estaba seguro de querer olvidarlo.
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Mientras el amanecer bañaba la granja con su cálida luz dorada, Blue miró a Red y Yellow con una sonrisa traviesa.
-Oigan, ¿por qué no van al bosque a buscar moras? He oído que están en su mejor temporada ahora mismo.
Red se encogió de hombros.
-No suena mal.
-Bien, entonces es un trato -dijo Blue rápidamente, extendiendo los brazos-. Déjenme a Algodón.
Antes de que Red pudiera decir algo, Blue ya estaba tomando con cuidado al pequeño conejo y abrazándolo como si fuera un tesoro. Algodón, en respuesta, lo miró con la misma cara juzgadora de siempre.
-No sé si esto es buena idea -comentó Yellow, cruzándose de brazos.
-Oh, vamos, ¿qué podría salir mal? Solo van a buscar moras y volver -dijo Blue con una sonrisa inocente-. No hay trampas aquí, lo prometo.
Green, que había estado observando en silencio, esperó a que Red y Yellow se alejaran hacia el bosque antes de mirar a Blue con sospecha.
-De acuerdo, suéltalo. ¿Para qué las moras?
Blue sonrió de lado, sosteniendo a Algodón con más ternura de la necesaria.
-Es solo una excusa para que pasen más tiempo juntos.
Green lo miró fijamente, como si analizara cada palabra.
-¿Y también querías aprovechar para quedarte con Algodón?
Blue suspiró dramáticamente.
-Tal vez.
Green negó con la cabeza, divertido.
-Eres tan obvio.
-¡Mira su carita! ¿Cómo no iba a querer quedármelo un rato? -dijo Blue, acurrucando a Algodón contra su pecho, aunque el conejo seguía sin mostrar emoción alguna.
Green rodó los ojos, pero no dijo más. Mientras tanto, en el bosque, Red y Yellow caminaban en silencio, disfrutando del ambiente tranquilo, sin saber que su búsqueda de moras era más una conspiración que una necesidad.
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El bosque los recibió con su frescura matutina. Las hojas susurraban con el viento, y los rayos del sol se filtraban entre las ramas, pintando sombras suaves en el suelo cubierto de musgo. Red iba adelante, moviendo algunas ramas con la mano para abrir paso. Yellow lo seguía de cerca, con los ojos atentos al camino y a la silueta de su amigo.
-¿Tienes idea de dónde encontrar las moras? -preguntó Yellow, rompiendo el silencio.
-Más o menos -respondió Red-. Suelen crecer en arbustos cerca de los claros. Si seguimos caminando, seguro encontramos.
Yellow asintió y continuaron en silencio. Había algo cómodo en estar así, sin necesidad de hablar todo el tiempo.
Después de unos minutos, Red se detuvo y señaló un grupo de arbustos cargados de moras oscuras y jugosas.
-Aquí están.
Yellow se agachó para inspeccionarlas y tomó algunas con cuidado.
-Tienen buen aspecto.
Red sonrió y empezó a recoger moras también. El ambiente tranquilo del bosque los envolvía, y por un momento, se sintió como si fueran los únicos en el mundo.
Yellow, distraído en sus pensamientos, decidió romper el silencio.
-Blue nos mandó aquí solo para estar a solas, ¿verdad?
Red se detuvo un momento, mirándolo con una ceja levantada.
-Sí, probablemente.
Yellow suspiró, aunque en el fondo no le molestaba tanto.
-Es un caso perdido.
-Sí, pero también consiguió que tengamos este momento. -Red tomó una mora y la levantó-. ¿Sabías que las moras pueden simbolizar la paciencia?
Yellow lo miró con curiosidad.
-¿Ahora eres un experto en el significado de las frutas?
Red se encogió de hombros.
-Solo lo leí en algún lado. Pero tiene sentido, ¿no? Toman su tiempo en madurar. Si las tomas demasiado pronto, son ácidas. Pero si esperas, obtienes algo dulce.
Yellow lo miró fijamente por un momento y luego sonrió de lado.
-Eso fue sorprendentemente profundo para ti.
-Ja, ja -Red rodó los ojos, pero sonrió también-. ¿Volvemos antes de que Blue se vuelva loco con Algodón?
Yellow asintió y recogieron las últimas moras antes de emprender el camino de regreso. Sin darse cuenta, sus pasos se habían sincronizado. El bosque seguía en calma, pero entre ellos, la atmósfera había cambiado un poco. Algo había ahí, algo que ninguno de los dos estaba listo para nombrar todavía.
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Mientras tanto, en la cocina, Blue y Green estaban ocupados con una tarea inesperadamente complicada: intentar tomarle una foto a Algodón.
-Vamos, solo quédate quieto un segundo -suplicó Blue, sosteniendo su teléfono en alto mientras intentaba enfocar a Algodón junto a Green.
El pequeño conejo café no parecía compartir el entusiasmo de Blue. En lugar de quedarse quieto para la foto, se retorció en los brazos de Green y, sin previo aviso, hundió sus pequeños dientes en su mano.
-¡Oye! -se quejó Green, sacudiendo la mano mientras Algodón saltaba al suelo con total tranquilidad.
Blue soltó una carcajada.
-Parece que no quiere ser fotografiado.
Green miró su mano y frunció el ceño.
-Este pequeño demonio...
Pero Algodón, en lugar de sentirse culpable, simplemente los miró con su clásica cara de juicio, como si fueran ellos los que estaban actuando de manera irracional.
Blue intentó acercarse lentamente con su teléfono.
-Si lo tomamos por sorpresa...
Antes de que pudiera terminar la frase, Algodón dio un pequeño salto y corrió debajo de la mesa, esquivando cualquier intento de captura.
Green suspiró.
-Ya me rendí.
Blue miró a Algodón, que ahora los observaba desde su escondite con una expresión desafiante.
-Bien jugado, enano -dijo Blue, cruzándose de brazos-. Pero algún día, algún día, tendré una foto tuya.
Green rodó los ojos y se dirigió al refrigerador.
-Mientras te obsesionas con un conejo, voy a preparar algo con las moras que traigan esos dos.
Blue miró su teléfono y luego a Algodón, quien bostezó como si toda la persecución hubiera sido agotadora.
-Sí, bueno, diviértete con eso.
Y con eso, los dos esperaron el regreso de Red y Yellow, mientras Algodón, satisfecho con su victoria, se acomodaba en un rincón a descansar.
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Green seguía viendo su mano con molestia, mientras Algodón, con total indiferencia, saltaba y se alejaba para explorar la casa.
-No puedo creer que me mordiera -refunfuñó Green, observando la pequeña marca en su piel.
Blue, con una sonrisa divertida, se acercó y tomó la mano de Green con suavidad.
-Déjame ver -dijo en un tono casi melodioso.
Green sintió un escalofrío al notar la cercanía de Blue.
-No es nada, solo fue un mordisco -intentó decir con desinterés, pero no apartó su mano.
Blue, con una expresión juguetona, le acarició los dedos antes de inspeccionar la mordida.
-Aun así, podría infectarse... ¿qué tal si lo curo con un beso? -bromeó, acercándose un poco más.
Green se quedó en silencio por un momento, su rostro se tornó un poco rojo, y apartó la mano con rapidez.
-No necesito un beso, solo un poco de desinfectante, gracias.
Blue se rió, divertido por la reacción de Green.
-Como quieras, pero que sepas que mi método es infalible.
Green rodó los ojos y se giró hacia la alacena para buscar algo con qué limpiarse.
Mientras tanto, Algodón seguía explorando la casa, saltando por los muebles como si fuera suya. Blue y Green apenas notaron cuando desapareció en otra habitación, demasiado ocupados en su pequeño juego.
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Algodón seguía explorando la casa, moviendo sus pequeñas patas con curiosidad, hasta que, sin darse cuenta, chocó contra algo.
Era un pie.
Parpadeó varias veces y alzó la mirada. Frente a él, recién despertando, estaba Second, quien se inclinó con una expresión adormilada y lo recogió con cuidado.
-¿Y tú quién eres? -murmuró, aún con la voz algo ronca por el sueño.
El conejito no lo juzgó como a los demás. Simplemente lo miró con sus grandes ojos oscuros, moviendo la nariz.
Second sonrió levemente y le acarició la cabeza con un dedo.
-Vaya, al menos tú no me miras como si estuviera loco.
Con calma, lo sostuvo contra su pecho y se levantó, dirigiéndose a su habitación. Encontró una canasta con mantas en su cuarto y la acomodó junto a su cama.
-Ahí estarás cómodo -susurró, dejándolo dentro con suavidad.
Algodón se acurrucó en la manta, y Second, aún con algo de sueño, se acostó en su cama, mirándolo por un momento antes de cerrar los ojos.
Y así, mientras los demás seguían con su día, Algodón y Second se quedaron dormidos juntos en la tranquilidad de la habitación.
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[Continuará...♡]
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