❛❛𓄼 ࣪𝘁𝗿𝐞s❟❟🥛꒱

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Cree que soy... asombroso.

Las palabras de Mariano hacían eco en la cabeza de Camilo.

Nunca me habían dicho que yo era asombroso... o lindo.

Llegando a apenarlo y poniéndolo a chillar.

Es la primera vez que...

Era la primera vez que alguien veía a través de su don.

Alguien me aprecia de verdad.

Pero para el pequeño cambiaformas era simplemente inverosímil.

Desde que obtuvo el don de transformarse en otros Camilo Madrigal había sido sometido a un esclavismo constante que difícilmente podría compararse. Sí, Luisa era un burro de carga y Julieta era explotada día tras día cocinando para un pueblo entero pero Camilo, Camilo tenía que cuidar de todos los niños del pueblo, atender sus necesidades, vigilarlos, criarlos como si fueran sus hijos ¡y él apenas tenía quince años!, no era la vida que un joven debería tener sin embargo ¿qué opciones tenía?, su abuela los obligaba a hacer uso de sus dones por el bien del pueblo y, si alguien le preguntaba a Camilo, él envidiaba a la sindon de su prima Mirabel.

Al menos ella podía hacer lo que quisiera y nadie esperaría nada de ella ni más de cien niños la llamarían "mamá" como a él.
Camilo jamás tenía tiempo para sí mismo, no concretaba ninguna amistad por pasar todo su tiempo siendo un maldito niñero y ni hablar de una pareja.

¿Había algo más en Camilo que su don? Mucho más, pero no es como si a su abuela le interesara alentar la individualidad o la independencia de sus nietos con don. En cambio a Mariano sí.

Él dijo que Camilo era interesante, divertido, que repartía luz por donde caminase, cualidades que Camilo jamás se hubiera adjudicado. Era muy implacable con el juicio hacia sí mismo.

Mariano no lo halagaba a través de un "es que tu don" o un "pero tu don es" como los demás pueblerinos, si no que notaba al chico detrás de la magia.
Al verdadero Camilo Madrigal.

¿Todavía le interesaba que Mariano fuera el novio de Isabela? No, a la mierda ella, Camilo ansiaba pasar más tiempo con Mariano y por primera vez tener un amigo de verdad, una persona que lo valorase por sus virtudes individuales y no por un truco de feria barato que una casa mágica le otorgó y sólo servía para complacer a los demás.

Ese día se verían de nuevo para cuidar de los niños que Camilo tenía bajo su cargo, así que sería un buen día (o al menos eso esperaba) gracias a la dulzura innata de Mariano.

¡Un excelente día, sí señor! pensó Camilo yendo a la plaza principal a encontrarse con Mariano.
Estaba emocionado, no obstante Mariano se sentía igual que él.

Como el caballero que era Mariano llegó quince minutos antes. Esperó pacientemente junto a la fuente a que el cambiaformas recogiera a los niños de sus casas y se levantó de allí en cuanto divisó a la distancia a la figura de Camilo seguida de una manada de niños menores de diez años.
Era como Jesús y su séquito de apóstoles, o una pata seguida de sus patitos.

─ ¡Buen día, Camilo!─ lo saludó Mariano agitando su mano bien alto.

─ ¡Buen día, Mariano!─ y Camilo le respondió riéndose enternecido por la energía y dulzura que Mariano irradiaba desde temprano.

─ ¿Y? ¿Cuál es el plan para hoy?

Una vez que los niños se calmaron Camilo pudo hablar con Mariano y contarle cómo sería su día ya que el mayor nunca había cuidado de unos niños, menos de tantos a la vez.

─ Primero, los cansaremos─ dijo Camilo─ Es mucho más fácil cuidar a los gremlins cuando han pasado el día entero jugando en el mercado. Pero ten cuidado de que no desaparezcan de tu campo de visión, Mariano, o estarás en problemas.

─ ¡Entendido mi capitán!─ le respondió él y el muchachito soltó una risa.

─ Ven.

El mercado del Encanto era un sitio gigantesco donde sencillamente podrían perder a los niños, no obstante Camilo era un experto en el tema y entre los dos mantuvieron el ganado unido.

─ ¡Camilooo!─ llegó corriendo una niña a los brazos de Camilo.

─ ¿Qué sucede?─ le contestó el aludido agachándose.

─ Martín me mordió...─ lloriqueó ella. Tenía una fea mordida en el antebrazo que con una arepa de Julieta sin dudas desaparecería, pero Camilo no permitía la violencia entre su grupo de niños y Martín tendría un castigo por eso.

─ ¡Mentira! ¡Ella me atacó!─ exclamó Martín que venía corriendo a ellos─ ¡Yo me defendí!

─ Martín, sabes que no tolero estas cosas─ dijo Camilo en tono severo.

─ ¡Pero fue ella, ella me atacó primero!

El jovencito negó cruzándose de brazos.

─ ¿Y si ella te acuchilla tú la acuchillas?─ suspiró con clara decepción en sus ojos─ No, vienes y me dices. Yo te cuido, no te cuidas solo, esto no es la selva, Martín.

─ Pero-.

─ Pero nada. Además las cosas se resuelven hablando, no peleando, si necesitan ayuda vienen conmigo pero no quiero que se hagan daño. ¿Se entendió?

─ Sí...─ contestaron ambos niños.

─ ¿"Sí" qué?

─ Sí, Camilo...

─ Está bien. Ve Martín, llevaré a Maira con mi tía a que la cure. ¡Y no más peleas, me oyeron!

─ ¡Sí...!─ respondieron los demás niños cosa que Camilo pudiera irse unos minutos sin que se mataran entre ellos.

─ Vigílalos, Mariano, ¿sí?

─ Lo que ordenes─ sonrió el aludido.

─ Gracias.

Es como una madre... pensó Milo es como una mamá, ¡se comporta como una madre! sonrió impresionado. La manera en la que el cambiaformas manejó aquella situación había dejado mudo a Mariano.

Sin dudas Camilo tenía un carácter maternal que hacía que todos esos niños lo amaran totalmente, incluso Martín, el cual odiaba hacer enojar a su "madre" y se prometió no volver a pelear si eso molestaba a Camilo.

Es tan hermoso... tan maternal.
Mariano soltó un suspiro embelesado en lo que Camilo iba a buscar a su tía Julieta con Maira de la mano.

Previamente Mariano había imaginado que Camilo tendría ese instinto maternal para cuidar de todos los niños del pueblo, sin embargo nunca calculó la magnitud porque, bueno, era hombre, y por consecuencia acabó sintiéndose abrumado pero también maravillado por los dotes de Camilo Madrigal, el chico que sería una excelente madre si se le diese la oportunidad.

¿Acaso tenía sentido eso?

Camilo era un chico, un hombre que a futuro se casaría con una mujer y tendría hijos que ella daría a luz, así que en todo caso él tendría instinto paternal, no maternal, esa sería de su mujer. Pero algo no cuadraba en Camilo para Mariano, él no era un joven corriente más allá de sus poderes, y su manera de proteger a los niños como lo haría mamá oso no era digno de un padre, era digno de una madre.

Milo siendo mamá...

Nadie haría cambiar de opinión a Mariano. Camilo sería la mejor madre de todas.

─ ¡Oye, Martín! ¡Bájate de ahí!

La pregunta era si Mariano sería un buen padre.

Lo dudo se dijo mientras jalaba de Martín aferrado a las columnas de la iglesia.

─ ¡Que te bajes, Martín!

─ ¡Obligame!

─ ¡Le diré a Camilo!

─ ¡NOOOOOO!

Una vez que Maira curó su espantoso moretón en el brazo y Martín pensó en lo que hizo, Mariano y Camilo llevaron a los niños a almorzar o aquel grupo de adorables comemocos se convertiría en una jauría enojada.

─ ¡Comida! ¡comida! ¡comida!─ exigían los gremlins sentados en la mesa de la casa de Mariano y golpeando la madera con sus pequeñas manos.

─ ¡Sí! ¡ya va!─ les gritó Camilo─ Mariano, por dios, dime que ya está el almuerzo. Van a comernos a nosotros si no lo tienen pronto.

El aludido se volteó con dos enormes bandejas de comida recién hecha.

─ Listo y bien cocido─ sonrió─ no dejaré ni una sola persona con el estómago rugiendo.

─ Ay Mariano, qué haría sin ti─ dijo Camilo aliviado─ además huele delicioso.

Los halagos de Camilo estaban haciendo a Mariano echar humo.
Él era un estupendo cocinero y disfrutaba mucho ayudar a su mamá a hacer la cena, pero serle de utilidad a Camilo le provocaba más satisfacción que todos sus hobbies juntos. Incluído escribir.

─ No digas eso...─ sonrió apenado y agachó la mirada─ sólo quiero serte de ayuda.

─ Bueno... si soy sincero eres la mejor decisión que tomé. Sin ti estaría perdido, Mariano. Eres mi ángel guardián.

No, Camilo era su ángel guardián, Mariano no sabría cómo existir sin aquellos ojos verdes inspirando sus sonetos y dedicándole las miradas más tiernas del mundo.
El hombre tenía sólo dos debilidades en su vida y Camilo era una de ellas con su preciosa sonrisa iluminando la triste (decepcionante) persona que era Mariano.

Sólo que el menor no lo sabía, y Mariano no estaba seguro si algún día sería capaz de confesárselo.
Tal vez no por cómo iban las cosas.

─ Siempre te cubriré la espalda, Milo─ susurró viéndolo irse con las dos bandejas─ lo que te haga feliz, yo estaré ahí.

En la casa Guzmán el almuerzo de los niños, Mariano y Camilo transcurrió sin ningún incidente como que alguno se quemara la boca con el sancocho, se atragantaran con una arepa o se lanzaran comida.

Para ser ellos se comportaron muy bien, y Camilo se preguntaba porqué.

Siempre es muy difícil hacerlos apoyar el culo en la silla y que se queden ahí al menos veinte minutos, ¿cómo hizo Mariano para tenerlos allí dos horas?

Apenas Mariano trajo el almuerzo los niños no se movieron de sus asientos, ellos se dedicaron a comer con gran apetito los platos llenos que el mayor les sirvió como si siempre fueran tan bien portados.
Oh, Camilo sabía que no era así, esos niños eran pequeños luciferes.

─ Oye, Mariano─ susurró al hombre sentado a su lado y tomándose un café─ ¿cómo hiciste para que se portaran bien?

─ ¿A qué te refieres?─ inquirió el otro con una sonrisa boba.

─ A que éstos enanos tienen hormigas en el culo y TÚ lograste tenerlos sentados dos horas. ¿Qué le echaste a la comida?

─ Nada, creí que siempre eran así.

─ ¡No! Son unos malditos. Y más si tienen hambre.

─ Qué extraño, pensé que tú los mantenías bajo control, yo sólo cociné.

─ Ni con comida se calman. ¿Seguro que no le echaste algún somnífero o algo?

─ No que yo sepa, ¿tú le echaste algo?

─ No.

─ Entonces no sé.

Si Mariano no había sido, Camilo ya no tenía idea.
Lo único que restaba era disfrutar la tranquilidad que casi nunca tenía en sus almuerzos y agradecer a lo que sea que haya aplacado a las bestias.

─ ¡Terminé!─ exclamó un niño de los mayores.

─ ¡También yo!─ y otro lo siguió alzando su plato vacío.

─ Bueno, llévenlo a lavar─ contestó Camilo.

─ Sí, mamá─ respondieron. Los niños marcharon a la cocina y dejaron allí sus platos para ser lavados más tarde.

─ ¿"Mamá"?─ jadeó Mariano. Él consideraba a Camilo madre de aquellos niños pero no imaginó que los mismos niños estuvieran conscientes de que tenían esa clase de relación con Camilo.

─ Ah, sí, a veces me llaman así─ dijo el jovencito sin darle mucha importancia al asunto─ especialmente los más pequeños. Supongo que paso tanto tiempo cuidándolos que me consideran más su madre que a sus verdaderas madres.

La realidad era que a Camilo no le molestaba en absoluto ser llamado "mamá" por los niños del pueblo, en cierta forma lo halagaba que lo consideraran una figura tan importante en sus vidas como lo es la materna. Sin embargo intentaba suprimir ese apodo porque su abuela se volvería loca si lo escuchara.

Él era hombre, no una mujer, y menos una madre. Aunque a Camilo le gustaría saber qué se sentiría ser una madre de verdad.

─ Eso es tierno, seguro serías una excelente madre─ dijo Mariano claramente no habiendo pensado antes de hablar.

En consecuencia sus palabras acaloraron a Camilo.

─ ¿De verdad lo crees?─ inquirió el menor rojo hasta las orejas.

─ ¡Por supuesto!─ y recibió una hermosa sonrisa─ nunca he visto a alguien tener tan buena mano con los niños, y cuando te veo parece que estoy viendo a una mamá, ¡hasta usas los mismos trucos que usaba la mía cuando yo era niño!─ se rió Mariano─ tienes un fuerte instinto maternal, Milo, y eso es algo que sólo las madres poseen.

Sonaba tan lindo cuando venía de él.
Camilo se sintió tan abrumado de golpe que no supo qué contestarle.

─ Gracias...─ fue lo que a duras penas susurró─ de verdad.

─ Sólo te estoy diciendo la verdad. Es una suerte estar aquí para verte ser una madre en toda su extensión.

Y para Camilo fue una suerte haber conocido a Mariano gracias a Isabela.

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