ᗒ🛥❀ Cinq.
—Mashi. . .
Había silencio dentro de la habitación. Los padres de Mashiho habían traído galletas y jugos de manzana en cajitas para ambos infantes, pero el de cabellos castaños no quería hablar con Yoshinori aún.
Yoshinori sintió como sus ojitos se llenaban de lágrimas y sollozó.
Él realmente quería hablar con el menor.
La puerta se abrió levemente y un curioso Mashiho observó al de cabellos mentas.
—Yoshinori, ¿Por qué lloras?
—Porque tú ya no me vas a querer nunca más.
—Yo si te quiero, sólo no quiero que vuelvas a hacer lo que hiciste.
—¿Entonces aún somos amigos?
—Sip, de los que comparten galletas.
Ambos niños llevaron los jugos y galletas hasta la mesita de la habitación de Mashiho.
Comieron y Yoshinori intentó hacer reír a Mashiho con algunos chistes que había oído en la escuela. Sabía que el de cabellos castaños nunca había ido a la escuela.
—Mashi, ¿Por qué te habías enojado?
—No quiero abrazos, nop nop.
—¿Por qué?
—No me gustan.
—Oh, está bien.
Yoshinori le sugirió que fueran a ver caricaturas a la sala de estar mientras los padres de Mashiho volvían de las compras.
Pero cuando iban caminando, Yoshinori se detuvo y dio un saltito emocionado.
—¡Tengo una idea!
—¿Qué cosa?
—Yo te ayudaré a que te gusten los abrazos, así iremos a la escuela juntos y yo te cuidaré.
—¿Cómo harás eso?
El pequeño Mashiho lo miraba ladeando la cabeza, algo confundido por todas las cosas que decía Yoshinori. El chico hablaba mucho todo el tiempo.
—No lo sé aún, pero quiero ayudar. Iremos despacito, de a poquito. Como pasitos de pingüino.
Yoshinori imitó los cortitos pasos de los pingüinos y Mashiho rió a carcajadas.
A Mashiho le gustaban los pingüinos.
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