𑁍┊Cᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ xʟ

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▗ ▘➤ "Recuerdos de una vida anterior"
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La joven cayó en un estado de inconsciencia y yacía en el suelo, vulnerable y desprotegida. Ante ella se encontraba una deidad, cuya presencia era imponente y serena al mismo tiempo. Con una sonrisa en su rostro, la deidad se inclinó con gracia, acercando su mano hasta un delicado mechón de cabello de la joven. Con un gesto suave, lo tomó entre sus dedos, como si fuera un objeto valioso.

— "Pronto recordarás todo lo que has vivido anteriormente" -Dijo la deidad con voz melodiosa- "Y entonces, deberás asumir el papel que una vez ocupaste en tu vida anterior."

La deidad se desvaneció bajo el resplandor de la luna, que continuó brillando intensamente, bañando con su luz el cuerpo de la joven estudiante. Mientras tanto, Shiba se encontraba siguiendo el rastro de todos sus amigos. Una vez que logró encontrarlos, se dio cuenta de que ahora solo le faltaba localizar a (T/N). Sin embargo, de repente, el rastro de ella desapareció sin dejar rastro, y Shiba no pudo percibirla en absoluto.

— Ya no la siento... -Murmuró con seriedad Cloe, el peso de la preocupación reflejado en su rostro-

— ¿Cómo que no la percibes? -Acyn parecía estar completamente desconcertado ante la situación-

— No logro encontrar su rastro... -Respondió Shiba, visiblemente preocupado, mientras continuaba olfateando el aire con intensidad-

— Es extraño... -Nagi, también confundido, observaba la situación- Tú eres muy bueno rastreando, pero que el aroma desaparezca de repente no es algo común.

— Es verdad. -Asintió Erica- Este tipo de cosas no suelen ocurrir.

— Bueno, será mejor que nos callemos y tratemos de tranquilizarnos para poder buscarla adecuadamente. -Sugirió Cloe, intentando mantener la calma entre los presentes-

— Separémonos y busquemos en toda la Academia. -Propuso Acyn-

Después de que tomaron la decisión de separarse, cada uno de ellos comenzó su propia búsqueda a través de los distintos rincones de la academia. Al no encontrar ningún indicio que los guiara, Acyn tuvo una corazonada y decidió dirigirse al salón de música, ya que algo en su interior le susurraba que allí podría hallar a su hermana.

Apenas cruzó el umbral de la puerta, lo que vio le heló la sangre. Su hermana yacía desmayada en el suelo, inmóvil y en una posición inquietante. Con rapidez, se acercó a ella y sintió una extraña energía que emanaba a su alrededor, una aura que transmitía un profundo sentido de anormalidad y misterio, como si algo no estuviera bien. Sin perder un segundo, se lanzó hacia su hermana, su corazón palpitando con fuerza en su pecho, ahogado por el temor y la aflicción que lo invadían.

—¡(T/N)! -Gritó con angustia, levantándola con delicadeza en sus brazos mientras la preocupación se reflejaba en su rostro. Con cuidado, comenzó a golpear suavemente su mejilla, tratando de despertarla- ¡Despierta!

Al no recibir respuesta alguna, decidió tomar a su hermana en brazos y salir del salón de música. Se dirigió rápidamente hacia la enfermería de la Academia, sintiendo una mezcla de preocupación y prisa en su pecho. Al llegar a su destino, colocó cuidadosamente a su hermana en la cama, asegurándose de que estuviera cómoda. Luego, se dio la vuelta y se acercó a su padre, a quien le explicó lo sucedido con la voz entrecortada por la ansiedad que lo invadía. Su mente estaba llena de inquietud por la situación de su hermana; recordaba el momento en que Robin la abrazó y cómo, en ese instante, ella parecía estar sumida en un profundo estado de inconsciencia.

—¡Papá! ¿Qué le está pasando? -Preguntó con una mezcla de temor y desesperación en su voz-

El padre, visiblemente preocupado, se agachó para mirar a su hija en la cama y respondió con un tono sereno pero cargado de inquietud:

— Solo está inconsciente. -Hizo una pausa, tratando de calmar los nervios tanto de su hijo como de sí mismo- Dejémosla descansar.

— Esto es alarmante. La encontré bajo la luz de la luna y parecía estar rodeada por un aura celestial -Explicó Acyn-

— Ahora solo nos queda esperar a que despierte, pero no le digas nada a ninguno de tus compañeros... Simplemente informarles que ella está mal y que está descansando en la enfermería -Indicó de manera estricta-

— ¡Lo haré! -Respondió-

El joven salió corriendo, apresurándose a alejarse, dejando a su padre que se quedara allí, observando a su hija. Con un gesto cuidadoso, el padre colocó una cortina para garantizar la privacidad de la habitación, asegurándose de que estuviera bien cubierta. Luego, decidió permitir que ella descansara tranquilamente. Mientras tanto, se encargó de vigilar su estado, pendiente de cualquier señal que pudiera necesitar su atención o ayuda.

En otro lado...

En un rincón sombrío y tenebroso, se encontraba la joven, quien parecía estar observando a su alrededor con inquietud. Sus ojos se movían de un lado a otro, como si intentara encontrar una salida a su estado de inconsciencia. En medio de su confusión y desasosiego, de repente, apareció una intensa luz que la envolvió y la iluminó por completo, disipando la oscuridad que la rodeaba.

(. . .)

En el remoto y sombrío mundo de antaño, hace más de mil años, había un pequeño y apartado pueblo oculto en una zona conocida como "Cairo". Este lugar, envuelto en un aura de misterio, era conocido por los forasteros con el nombre de pueblo lunar, debido a que sus habitantes habían establecido una profunda y devota religión centrada en la figura de la luna, a quien veneraban como su diosa primordial: Selene. La influencia de esta deidad lunar estaba presente en todos los aspectos de su vida, guiando sus rituales, costumbres y creencias, y convirtiendo a la luna en el símbolo central de su identidad cultural y espiritual.

En aquella pequeña aldea, vivía un selecto grupo de ninfas y elfos que coexistían en armonía y paz. Este lugar era conocido por la belleza de sus edificaciones, que reflejaban la destreza y el talento de sus habitantes. Entre todas las construcciones, lo que más llamaba la atención era un magnífico templo erigido en honor a la diosa Selene, una de las deidades más veneradas por estas criaturas mágicas. Este templo, con su espléndida arquitectura y adornos resplandecientes, se convirtió en un símbolo de devoción y respeto. De hecho, la prominencia de este sagrado lugar y la reverencia que le tenían sus habitantes fueron las razones por las cuales el pueblo adoptó el nombre que lleva en la actualidad. Así, la aldea se transformó en un lugar donde la belleza natural y la espiritualidad se entrelazaban, creando un ambiente de serenidad y admiración.

En el interior de aquel sagrado recinto, existía un grupo de guardianes dedicados a la protección tanto del templo como de la venerada Santa Aíne, quien residía en aquel lugar. La sacerdotisa, considerada una ninfa, poseía un inmenso poder que le había sido concedido por su antigua señora. Además, Aíne es reconocida como la fundadora de la comunidad, un legado que se remonta a más de cuatro mil años atrás. La devoción de los guardianes y la autoridad de la sacerdotisa se entrelazaban en una armonía sagrada, asegurando la seguridad y la continuidad de las tradiciones que han perdurado a lo largo de los siglos.

En un momento determinado, la calma que reinaba en el pueblo fue interrumpida por la llegada de un contingente militar liderado por un Duque llamado Beltrán. Este noble era famoso por sus impresionantes conquistas y por haber acumulado vastas extensiones de tierras bajo su dominio, todo ello acentuado por el hecho de que era un vampiro, lo que le confería una notoriedad aún mayor y un aura de temor entre los aldeanos.

Ante esta amenaza, la ninfa Aíne tomó la decisión de proteger a su pueblo. Utilizando sus poderes divinos, logró crear un poderoso campo de fuerza que rodeaba la comunidad, impidiendo que los caballeros del duque pudieran penetrar en sus tierras. Aunque sabía que sus habilidades místicas eran cruciales para la defensa, Aíne se presentó frente a los guerreros del duque con un coraje admirable, dispuesta a defender a su gente y mantener la paz en su hogar. Su valentía y determinación brillaron en un momento tan oscuro y desafiante, recordando a los aldeanos que la protección de su hogar era una causa digna de luchar.

— ¡Deseo hablar con su Señor! -Exclamó en voz alta-

—¿Cómo se atreve una mujer a mencionar a nuestro Señor? -Exclamó un caballero, interponiéndose frente a la mujer con un gesto de desafío-

— Soy la fundadora de este pueblo y la sacerdotisa del templo de Selene -Respondió ella con desdén, sin dejarse intimidar- Merezco al menos un mínimo de respeto.

— Una mujer como tú no merece respeto alguno -Replicó él, esbozando una sonrisa burlona que denotaba su desprecio-

— ¿Cómo se atreve a insultar a la gran Sacerdotisa? -Exclamó León, la mano derecha de Aíne y el guardián sagrado, con un tono de indignación que resonaba en sus palabras-

— Calma, León. -Respondí con serenidad, levantando mi brazo para impedir que se acercara y le diera una lección a aquel que había ofendido a nuestra líder-

— ¿Qué está sucediendo aquí? -Interrogó un hombre de porte elegante y tranquilo, observando la escena con una expresión de curiosidad contenida-

Todos los hombres se inclinaron respetuosamente ante la presencia de su señor y mostraron signos de inquietud ante la imponente figura de Beltrán. La situación no pasó desapercibida para la mujer, quien, movida por la curiosidad y una dosis de valentía, decidió hacer una reverencia hacia él. Mientras lo hacía, no temía en absoluto al temido duque, que, por un momento, la observaba con una expresión de sorpresa que pronto se desvanecía, regresando a su habitual expresión estoica.

— ¿Por qué deseas hablar conmigo? -Inquirió con seriedad-

— ¿Por qué te encuentras en mis tierras con un ejército? -Preguntó con firmeza-

—¿No es acaso algo bastante evidente? -La miró con seriedad-

—Sí, lo es, pero no deseo una guerra, no quiero heridos ni muertes en mis tierras. Solo anhelo que mi gente pueda vivir en paz, sin tener conflictos con otras criaturas. -Expresó con preocupación, acercándose al vampiro- Se lo suplico, no inicie un conflicto sin razón.

— Tienes coraje al pedírmelo. -Respondió él, con una expresión que no mostraba emociones-

— Sí, soy la fundadora de este pueblo desde hace más de 4000 años y mi deber es proteger a mi gente. -Explicó con firmeza-

— Respeto tu valentía. -Solté un suspiro mientras una sonrisa se dibujaba en mi rostro- Podría considerar ser benevolente contigo, pero a cambio deberás ofrecerme algo que garantice la paz entre nosotros.

— Me pregunto qué será lo que el señor Beldran desee de nosotros. -Comenté con una expresión seria, tratando de desentrañar sus intenciones-

— Es más sencillo de lo que imaginas. -Dijo con una sonrisa arrogante, mientras acariciaba un mechón del cabello de Aine de manera posesiva- Lo que tendrás que hacer es entregarte como tributo.

— ¿Cómo se atreve a sugerirle algo así a la venerada Gran Sacerdotisa del templo lunar? -Exclamó Leon, visiblemente enfadado. Su furia era evidente, y no pudo contenerse más; intentó avanzar con determinación hacia el rubio, preparándose para lanzarle un ataque-

De manera repentina, una flecha mágica fue disparada y aterrizó justo a los pies de León, lo que lo obligó a detenerse en seco. Con la mirada fija, León observó cómo un joven de cabello violeta emergía ante él, esbozando una sonrisa llena de diversión. A su lado, se encontraba otro chico, de cabellos albinos, que parecía sentirse intrigado y curioso por la extraña situación que se estaba desarrollando ante sus ojos.

— Si yo fuera tú, no me atrevería a avanzar un paso más, o de lo contrario, mi flecha demoníaca te maldecirá y morirás en cuestión de segundos —declaró el demonio, manifestando una clara diversión ante la situación.

— Creo que deberías considerar seriamente su advertencia -Intervino el albino, quien, utilizando su poder como brujo, formó una espada que apuntaba directamente hacia los habitantes del pueblo- Será mejor que cooperes, o la gente que tanto te preocupa se enfrentará a un trágico destino.

— No creo que tus flechas sean capaces de atravesar el campo de barrera que protege mi pueblo -Respondió el otro, confiado y desafiando la amenaza lanzada por sus adversarios-

— ¿Estás segura? -Preguntó el hechicero, pareciendo dudar de su convicción-

La observó con una expresión impasible y, con un gesto decidido, lanzó una de sus poderosas varitas contra el campo de fuerza que protegía al pueblo. La energía chisporroteante del hechizo se encontró con la barrera, atravesándola tras un esfuerzo notable, causando daños en el proceso y poniendo en peligro a los civiles que estaban allí.

— ¡Dios mío! -Exclamó ella, con preocupación reflejada en su rostro por la seguridad de su gente-

— Tu barrera no parece tan resistente... -Comentó el hechicero con desdén- Una vez más, te pedimos que no te resistas.

— Gracias por su ayuda. -Respondió Beltrán-

— Son unos... -La mujer tragó sus palabras, esforzándose por mantener la calma en medio de la tensión que se respiraba- Está bien, pero les imploro que no hagan daño a los civiles inocentes.

— ¡Gran Sacerdotisa, no lo haga! -Exclamó Leon, visiblemente preocupado por la situación-

Ante la creciente tensión, la mujer levantó la mano en un gesto de rendición y se arrodilló ante la presencia de aquellos seres, notando que parecían observarla con curiosidad. La atmósfera estaba cargada de incertidumbre y ella podía sentir cada mirada fija en ella.

— No puedo ofrecerme como tributo -Continuó, su voz temblando ligeramente- Hice un juramento de servir a la Gran deidad Selene hasta el final de mis días... Debe de haber otra forma en la que podamos ofrecer algo como señal de paz.

— Retira tu barrera y permítenos quedarnos en este lugar hasta que logremos resolver las negociaciones -Dijo con una expresión seria en su rostro-

—Oye, Beltrán, ¿por qué te estás tardando tanto? -Preguntó otro hombre que apareció en escena- No deberías tratar a la hermosa dama de esa manera. -El titiritero mantenía una expresión serena en su rostro, y continuó- Además, esto se está volviendo aburrido.

La mujer, visiblemente sorprendida por la reacción del hombre ante la situación, se percató de la mirada que él le dirigía. Su expresión era bastante amable, y eso la hizo sentir un poco más cómoda en medio de la tensión.

— Continuará.

VOTEN-COMENTEN-SIGANME.

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