˗ˏˋ夢想 ▸ 𝕊𝐢𝐧𝐠𝐥𝐞 ℂ𝐡𝐚𝐩𝐭𝐞𝐫.๋⭑
⌦ .。.: 【 ·🍡˚❒ CAPÍTULO ÚNICO : SOLO UN SUEÑO. ¡!】*ೃ༄
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▬▬ ❝Porque no merecías vivir en
un mundo cruel, injusto❞.𓍢ִ✧
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𝐄l día por el que tanto esperó había llegado. Izumi no sabía con exactitud qué podría resultar de eso. ¿Qué tramaba aquel joven prodigio de su clan? Por más que se esforzaba en entender su lógica, no lograba hallar una respuesta clara. Itachi era un misterio para todos los que lo rodeaban, alguien que pensaba de una forma distinta y, por esa razón, solía ser distante con los demás.
Negó con la cabeza, deshaciéndose de aquellos pensamientos. Dentro de sí, se repetía constantemente que todo terminaría ese día: hablaría de sus dudas y sospechas hacia él. Por más que haya tratado de ocultarlo, sabía que había algo que no estaba bien en Konoha, como si fuera ajena a aquel lugar que, se supone, era su hogar.
Una de sus manos rebuscó en su bolsillo para volver a revisar la nota. Recordó, por unos segundos, como su mamá se la entregó, emocionada al haber visto el nombre del que la mandó. Parecía que el joven estuvo tan ocupado durante toda la semana que no pudo darle personalmente la carta.
Entendía el porqué de su agenda apretada: había estado observando que él estaba en constantes misiones y, cuando tenía algo de tiempo libre, era atormentado por bastantes chicas. Fue así desde la niñez, siempre estuvo a un par de pasos delante de ella. Comprendió que, tal vez, aspirar a ser cercana a él sería una meta muy ambiciosa.
Llegó al lugar descrito en la nota: el puente, ubicado en el centro del Recinto Uchiha. Sonrió de lado; sintió algo de nostalgia volver, tras un par de años, allí. Cuando eran pequeños, Itachi —cada que estaba libre de sus misiones— y ella se la pasaban sentados en la orilla de aquel puente, disfrutando de la brisa fresca y unos buenos dangos. Sin embargo, luego de que él subiera de puesto a Jōnin, dejaron de hacerlo.
—Izumi —la llamó una voz que reconocería a kilómetros.
Volteó el rostro, encontrándose con el joven Uchiha que la citó allí. La mirada de la fémina descendió hasta sus manos, las cuales estaban ocupadas cargando una caja de dangos. Las mejillas de Izumi se tiñeron de un rojo intenso, por lo que trató de ocultar su rostro entre el cuello de su camiseta. Su sola presencia podía hacer que se pusiera nerviosa.
—Itachi... —musitó con delicadeza—, pensé que no vendrías.
—¿Cómo puedes pensar eso? Jamás haría algo que pudiera dañarte. —Fue acercándose lentamente—. Disculpa por la demora, había una gran fila en el establecimiento.
—Lo creí porque aún no sé la razón por la que me citaste aquí. —Bajó la cabeza y juntó sus manos entre sí—. Ha pasado mucho tiempo desde que... bueno, desde que hablamos.
—Quería recordar buenos tiempos —dijo con algo de melancolía—; te extrañé.
La fémina se sorprendió por lo que escuchó. ¿La había extrañado? Su mente seguía confundida, tanto que sintió un pequeño punzón en esta. No había día que no le diera un ligero dolor de cabeza y recordara hechos que, según las pocas personas a las que les contaba —Shisui y un par de amigos cercanos—, jamás sucedieron. Todo esto se estaba tornando sospechoso, ni siquiera podía fiarse de sus propios recuerdos.
Al principio, creyó que Itachi estaba involucrado en esto; sin embargo, con el pasar de los años, sus sospechas hacia él disminuyeron. Depositó plenamente su confianza en el Uchiha y decidió dejar de lado la idea de que nada de lo que ocurría era real. No obstante, la última frase que le dijo Shisui antes de desaparecer misteriosamente le dejó pensando:
—Nada de aquí es lo que aparece; solo nos queda aceptar esto y fingir que nada pasó. Lo comprendes, ¿cierto?
El suave toque de la mano de ella y la del joven shinobi fue lo que hizo que volviera en sí. Con delicadeza, la llevó hacia la orilla del puente. En aquel lugar, se apreciaba mejor el color anaranjado del que se tornó el cielo; ya estaba atardeciendo. Aquello hizo que sintiera como el ambiente se volvía más ameno, agradable.
Ellos se sentaron cerca del otro, dejando la caja de dulces en medio de los dos. La kunoichi no quería interrumpir el tranquilo ambiente que se había formado, por lo que no se atrevió a preguntar nada de lo que tenía planeado. ¿Cómo tenía la habilidad de hacer que las cosas salieran a su favor? Aunque parecía no notarlo, era uno de los grandes enigmas que lo rodeaban.
—¿Y cómo te ha ido con tu puesto de Jōnin? —inquirió él—, te oía hablar de lo mucho que deseabas obtenerlo, y al fin lo lograste.
—Requirió bastante esfuerzo, ¡pero ahora solo me queda disfrutarlo! —exclamó, entusiasmada por la pregunta—. Tal vez, solo es cuestión de tiempo para que pueda ser tu compañera en ANBU.
—Sobre eso... ya no soy parte de allí. Renuncié.
Izumi, quien estaba a punto de comer un dango, se sorprendió por aquella noticia. ¿Acaso planeaba renunciar a ser un shinobi? Era algo impensable para ella; de niños, el pelinegro le hablaba de su deseo de ser el primer Hokage perteneciente al clan Uchiha.
—¿Has estado pensando en... dejar de ser un shinobi?
—Claro que no. —Tomó uno de los dulces—. Simplemente, volví a tomar el puesto de Jōnin. Me servirá para no tener tantas misiones.
—¿Y por qué quieres dejar de tenerlas? ¡Yo daría hasta mi alma por estar en tu posición! —Frunció un poco el ceño.
—Estar en constantes viajes no me permite estar con las personas que quiero. —Sonrió de lado—. Creo que ya es momento de comenzar a pensar en el futuro... y quedarme en la aldea para protegerlos.
Pese a que Itachi estuviera mirando el atardecer mientras pronunciaba aquellas palabras, era como si se lo dijera a Izumi. Su cuerpo se estremeció por su sinceridad. En cierta parte, ambos deseaban la vida del otro: El shinobi quería una vida tranquila, lejos de los problemas del clan; y ella, una en la que pudiera tener un poco de acción.
El tenue roce de sus manos hizo que la joven alzara la mirada, encontrándose con los oscuros ojos del Uchiha. Sus miradas conectaron, pero algo no andaba bien. En ellos, no se reflejaba al verdadero Itachi. Sus sospechas volvieron a ella. ¿En verdad, le estaba ocultando algo?
—Sé que no estás siendo tan honesto como siempre. No tengo idea de cuál sea la razón... —musitó con algo de tristeza—, pero, sea lo que sea, no te juzgaré. Si quieres hablarlo, eres libre de hacerlo.
—No quiero verte sufrir más, no podría tolerarlo —confesó para luego cubrir su rostro con sus manos—. No merecías seguir viviendo en un mundo cruel, injusto.
Y, como si fuera alguna clase de epifanía, todo conectó para Izumi al fin. La última frase que dijo hizo que su mente se aclarara. Ya entendía el porqué de los extraños recuerdos, aquellas borrosas memorias que su corazón seguía anhelando: estaba en un genjutsu, en la fantasía que siempre había querido, en un sueño increíble.
Tras tanto tiempo cuestionándose acerca de todos los sucesos acontecidos, al fin, tenía las respuestas. La borrosa imagen que aparecía por su cabeza pudo esclarecerse y revelarle lo que pasó ese día, el día en el que Uchiha Itachi entró a su casa para asesinar a su madre y a ella:
Como cualquier noche después de una misión, la joven volvía a su casa para contarle a su mamá su desempeño laboral. Sin embargo, esa vez fue distinta; lo más probable es que le dieran el ascenso que tanto quería. A pesar de que mencionara en repetidas ocasiones lo mucho que le gustaría viajar, debía admitir que le costaría dejar a su mamá, a sus amigos, a él...
Itachi. Hacía meses que no oía nada relacionado con aquel prodigio de su clan. Los últimos rumores acerca del Uchiha dañaron mucho su imagen; le acusaron de haber matado a su amigo, a quien —según lo que sabía— consideraba un hermano. Ella no lograba aceptarlo, por lo que trataba de defenderlo de las personas que seguían esparciendo la duda por el Recinto Uchiha.
Hazuki, su madre, la recibió amablemente. No demoró en tomarla de la mano y llevarla hacia el comedor para que pudieran hablar sobre cómo les fue el día. La joven sentía un poco de tristeza al pensar en que podría ser la última vez que tuvieran una conversación larga... Algo dentro de ella se lo decía.
Un fuerte golpe, proveniente del patio de su casa, fue lo que hizo que ambas mujeres dejaran de conversar. Estaban tan metidas hablando de los últimos sucesos ocurridos en el Recinto Uchiha que se sobresaltaron al escucharlo. Izumi se ofreció para ir sola a revisar qué fue lo que causó dicho ruido. Sin embargo, fue detenida por su madre, quien la miraba un poco preocupada.
—¿Qué ocurre? —le preguntó, algo extrañada.
—¿Y si vamos las dos?
—Seguro es algún animal que se metió a nuestro patio. No te preocupes, solo iré a revisar y volveré.
Salió de la casa y fue a comprobar su teoría. Vio como el bote de basura estaba tirado en el piso, como si un animal lo hubiera derribado. Suspiró pesadamente y se dispuso a recogerlo. Una vez lo hizo, volvió al comedor para avisarle a Hazuki lo que había pasado.
—Mamá, solo fue el bote de...
Se detuvo en seco. Su mente estaba en blanco. Sus piernas no respondían. El pánico y la duda se apoderaron de su cuerpo, ¿qué estaba pasando? Solo se había ido un par de minutos. Su mamá yacía en el suelo, con una gran apuñalada en el estómago.
Tampoco se esperaba que el responsable del asesinato de su progenitora haya sido ni más ni menos que Uchiha Itachi, del que estaba enamorada. Sus ojos, que no transmitían más que un deprimente vacío, se posaban en su arma ensangrentada.
—¿Itachi? —Sintió un nudo en la garganta—. ¿P-por qué?
—Tsukuyomi. —Activó su Mangekyō Sharingan.
Sintió su cuerpo congelarse. Sus párpados se hacían más pesados. Comenzó a darle un fuerte mareo. ¿Qué le había hecho? ¿Cómo puedo hacerle eso? Si era una de las personas en las que más confiaba...
—Espero que algún día me lo puedas perdonar —murmuró, tratando de que no se note como su tono de voz se quebraba—, porque no merecías seguir viviendo en un mundo cruel, injusto.
Algunas lágrimas salieron de sus ojos: él siempre la amó. La amó tanto que estaba dispuesto a cumplir todos sus sueños, aun si fuera en un genjutsu. Era un sentimiento de felicidad y amargura, un tanto confuso para Izumi. Jamás creyó que una persona podría hacer una técnica tan pulida... una de la que, presentía, sería imposible escapar.
Estaba muriendo, lo sabía. Esa era la sensación que la hizo despertar sus memorias poco a poco. Pero aquel camino era pacífico, sin dolor ni sufrimiento de ningún tipo... Itachi le estaba dando la muerte más feliz que pudo tener. Comprendió que lo mejor que podía hacer era gozar de sus últimos momentos al lado de las personas que amaba... incluyéndolo a él.
—Nada de esto es tu culpa, Itachi —dijo tranquilamente—. Simplemente, tuviste muchas responsabilidades desde una corta edad. No sé con exactitud lo que pasará cuando despierte de esto y vuelva a verte...
El joven iba a interrumpirle, pero ella puso su dedo índice sobre sus labios. Le dedico una sonrisa sincera, no tenía ningún tipo de rencor hacia él. Simplemente quería que él también pudiera disfrutar de lo que creó, de que —por primera vez en mucho tiempo— dejara a un lado la penumbra que lo acompañaba.
—...de lo único que estoy segura es que te agradeceré por lo que hiciste.
—¿Acaso no sientes ni un ápice de odio hacia mí?
—¿Cómo podría odiar al hombre que amo? Eso es imposible. —Posó su mano en la mejilla del shinobi—. Por favor, ¿podrías vivir esta fantasía a mi lado? Seamos felices por un breve momento... alejémonos de los problemas del clan.
Itachi esbozó una ligera sonrisa en su rostro, escuchar que no lo odiaba era música para sus oídos. La tomó del mentón. Acomodó algunos mechones de su castaño cabello detrás de su oreja. Apreció las delicadas facciones de la joven, cuyo sonrojo no hizo más que aumentar.
Sin duda, le haría mucha falta. La extrañaría, pues ella siempre fue la mujer de la que estaba enamorado. Porque nadie más que Uchiha Izumi fue capaz de ver algo en él más allá del prodigio del clan. Y se culparía constantemente de lo que hizo, probablemente habría veces en las que se arrepentiría de haberla asesinado... pero fue por el bien de la aldea.
Acercó su rostro y le dio un casto beso en los labios. Al menos allí, se encargaría de hacerla la mujer más feliz del mundo. No permitiría que algo la hiciera llorar, ya no más. Notó como su la joven, por los nervios que se apoderaron de ella después de su inesperada acción, botó su dango accidentalmente. Soltó una carcajada, sus problemas se esfumaban cada vez que estaba a su lado, disfrutando de algo tan simple como lo era sentarse a comer en un puente.
Y así sería la rutina durante unos setenta años, aunque solo había pasado una centésima de una milésima parte de una millonésima del tiempo en el mundo real. Gracias al Tsukuyomi, pudo hacer posible una Konoha fuera de peligro, un lugar donde solo se respiraba paz. Las aldeas convivían en armonía, sin ningún conflicto pendiente.
Él pudo tener la vida que jamás hubiera tenido al lado de Izumi. Logró casarse con ella en una ceremonia privada, únicamente sus familiares y amigos asistieron allí. Al poco tiempo, dieron la bienvenida a su primer hijo, y no tardaron mucho en volver a tener otro. El ciclo de la vida se repitió, como en todos los que formaban parte del genjutsu, en ellos: los años pasaron y ellos consiguieron formar sus propias familias.
La piel de ambos se arrugó, de sus cabezas solo brotaba cabello blanquecino. La vejez ya había llegado. Izumi se enfermó y él tuvo que cuidar de su esposa. Eran conscientes de que el tiempo se les estaba agotando, pronto volverían a afrontar la cruda realidad.
Y, al final, todo valió la pena. Murió en el genjutsu sin tener ningún tipo de resentimiento o tarea pendiente. En cuanto cerró los ojos por última vez, pudo salir de allí; volvió en sí. Sin embargo, parecía que su cuerpo no aguataba más. Sus rodillas flaquearon, haciéndola caer. Colapsó en el suelo, alegre de haber vivido su sueño.
Itachi, quien estaba demasiado agotado por haber usado el Tsukuyomi, se apresuró a tomar el cuerpo de la joven entre sus brazos, sintiendo como su piel se enfriaba. La mente y el cuerpo son indivisibles. Si la mente se descompone, el cuerpo también se derrumba. Estaba enterado de eso. No tardaría mucho en morir.
—Gracias —dijo Izumi en un suspiro; su voz sonaba como el de una señora mayor.
—Gracias a ti... por amarme.
Colocó suavemente su inerte cuerpo sobre el piso. Una pequeña lágrima descendió por su mejilla. Decidió que ella sería la primera víctima, porque era la última vacilación que tenía, el único lazo que lo mantenía atado al clan. Una vez que estuviera muerta, sus dudas desaparecerían y tendría el valor de cometer el peor acto de todos.
Se levantó del suelo, aún tambaleándose. El uso de ese tipo de genjutsu requería una gran cantidad de chakra. Aquel desgaste hizo que su cuerpo temblara, pero todavía no era momento para descansar, a penas era el comienzo del evento que marcaría tanto a Konoha como a él: La Masacre del Clan Uchiha.
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ㅤㅤજ⁀➴ 𓏲๋࣭࣪˖《𝐴𝑢𝑡ℎ𝑜𝑟❜𝑠 𝑛𝑜𝑡𝑒》﹕Muero sin avisar y revivo del mismo modo. No pude encontrar inspiración durante estas semanas, principalmente por el hecho de que vuelvo a clases el lunes y estuve ocupada en adaptarme de nuevo a la rutina escolar.
Quise traer un pequeño one-shot de una de mis parejas favoritas de Naruto. Sé que no es tan conocida como otras, pero le tengo un cariño especial.
Originalmente, iba a ser un libro más grande donde Izumi resolvería ciertos enigmas y, a través del genjutsu, se verían unos posibles traumas de Itachi (al pobre lo traumaron desde niño). Sin embargo, la imaginación no me alcanzó y terminó en este relato. ¡Espero que les haya gustado!
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