ᝰDécimo Acto
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❝Cuando perdemos el derecho a ser diferentes, perdemos el privilegio de ser libres❞
Charles Evans Hughes
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Esa noche su emoción dominaba cada articulación de su cuerpo; su primera actuación después de tanto tiempo... Jungkook irradiaba felicidad y no dejaba de darse a sí mismo empujoncitos en la espalda, por muy rara que suene la acción.
El teatro explotaba en personas, el equipo estaba ahí invitado por pertenecer a Instituciones hermanas, y fue la subunidad Moon la escogida.
A pesar de la emoción, Jungkook tenía un nervio congelado en el bajo de su estómago. No solo es su primera actuación después de casi un mes, es también la primera de su hermano sentado en el público tras quince años. Inhaló con lentitud y cerró los ojos intentando bloquear esos pensamientos de su mente, no se puede permitir equivocaciones, no hoy. Escucha atento las palabras de Hoseok y, tras desearse entre todos suerte puede colocarse en la entrada del escenario, parado junto al telón para no ser visto. El anfiteatro era precioso, con una decoración y estructura de máxima calidad. Desde su lugar Jungkook admiraba los asientos acolchonados rojos y las barandas doradas de la sección Paraíso, tercer piso. El esquema entre tercer piso, anfiteatro y por último el entre suelo y el patio de butacas platea, situados en el primer piso; les daba a los bailarines una vista panorámica aterradora. Principalmente el anfiteatro, el cual parece abrir sus mandíbulas dispuestas en rojas butacas preparadas para devorarlos.
Pero Jungkook nuevamente inhaló profundamente y detalló con más cuidado el público, mirando con una sonrisa a Kim Taehyung llegar y dirijirse directamente a la primera fila. Tenía un vestido negro con detalles morados a lo largo de todo el vuelo, algo raro para el azabache. Los tirantes se arraigaban con delicadeza de los dorados hombros y el vestido, desprovisto de pedrería, era muy sencillo en la parte de su pecho, compensó dicha sencilles extrema con la cadena rodeando su cuello. La joya de oro tenía solo un destello blanco como diamante en la zona de su garganta. La prenda se desprendía cayendo por la espalda, blancas lágrimas volvían la piel trasera de Taehyung más etérea aún. El vuelo del vestido, a la altura de las rodillas estaba muy abultado, haciéndolo parecer una flor incluso, con esas telas cayendo y recogiéndose de vuelta, con color base negro y una ligera red violeta culminando el detalle de matices.
El bailarín omitió sus piernas solo para comenzar desde los talones, unos tacones azules pruzias de punta negra dejaban ver el arco de sus pies. Ascendió con la mirada por los tobillos, rodeando esas pantorrillas levemente tonificadas y deteniéndose en el trayecto en sus rodillas, el vestido cubriendo el resto.
Su aura hacía a todos en el público girar la cabeza en su dirección, y es que su expresión imperturbable no arruinaba la ternura en su rostro; una marca alrededor de sus ojos pronunciando la profundidad de los mismos.
Jungkook no sabía, no, nadie sabía con seguridad quién sería el verdadero espectáculo de la noche. Cuando Taehyung llegó a su destino se encontró al lado de otro surcoreano demasiado hermoso como para no encabezar la lista de bellezas asiáticas, desde su lugar Jungkook maldijo entre dientes por no haberse percatado antes de que la invitación que les dio a su Hyung y a Tae eran asientos consecutivos, y eso no es lo peor.
Jimin también estaba ahí.
Taehyung trasladó la pequeña cartera negra de la misma tela del vestido a su otra mano para, desde el costado de Seokjin, tenderle la mano. El ángel estaba cerca, mierda, más que cercano a comerse las uñas. Vio a su Hyung posar su mirada en Taehyung y recorrerlo con una incontenible expresión de sorpresa. No obstante, como el caballero que es, esbozó una sonrisa y sostuvo la mano extendida de Taehyung para darle una sacudida. Lo mismo sucedió con el rubio a su lado, elegante para la ocasión. Intercambiaron palabras, muchas palabras para el nerviosismo de Jungkook; así se mantuvieron hasta que dio inicio la presentación.
Y, nuevamente, el bailarín respiró con profundidad.
Abrió sus ojos lleno de voluntad y esperó a que las luces se apagasen para silenciosamente trasladarse al centro del escenario, tras la capa que lo ocultaría todo el primer acto.
Era una espectáculo con presencia de sombras, de Jungkook —el personaje principal— se vería su sombra bailando y no haría completo acto de presencia hasta el tercer acto.
Decir que fue un éxito, es un detalle sobrante. Pues Jungkook, entre sudor y lágrimas, se despidió del público con una reverencia de manos de sus compañeros.
Y la sonrisa en su rostro, no pudo si no dedicársela a su hermano.
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Compartieron entre los bailarines unos diez minutos entre felicitaciones y suspiros de aliento. Después de cambiarse y humedecerse el rostro y cabello Jungkook salió a las afueras del teatro.
Cruzando la calle había un parque alumbrado, uno con mucha historia y bastante transitado. Con su bolsa colgando del hombro avanzó a dicho parque hasta encontrarse con Taehyung, Seokjin y Jimin, quienes continuaban juntos, los últimos dos levemente abrazados.
La amena conversación la interrumpió Jungkook con su presencia, ganándose no algo más que sonrisas y abrazos.
—Lo hiciste bien, hermanito—. Susurró el otro azabache en su oído con confidencialidad, Jungkook cerró los ojos entre sus brazos e inhaló el típico olor del perfume que radicaba en el pecho de su Hyung.
—Gracias.
—Aquí tu tonto Hyung estaba lloriqueando desde el público como una ancianita en pos de la muerte viendo por última vez sus begonias.
El escandaloso rubio se vio callado por el apretón a un lado de la cintura de su amado novio, quien lo miró desde arriba enarcando una ceja. Jungkook sonrió al ver a Jimin sonreír sin vergüenza y finalmente puso su mirada en Taehyung; y vaya que se sonrojó lelo al ver una peculiar sonrisa, mas no dijo nada.
Así pasaron un rato, el azabache más que cohibido, pero con el paso del tiempo Taehyung era reconocido y la gran mayoría los encerraba en un círculo irregular, con los celulares fijos en ellos. Con eso, Jungkook se encogía poco a poco hasta ser notado por el rubio oscuro.
—Jungkookie, ¿crees que ya podamos irnos?
Asintió y se giró con una sonrisa algo débil a su Hyung, quien le palmeó el hombro a modo de despedida y le tendió la mano a Taehyung.
—Un gusto, Taehyung-sshi, sinceramente.
—Yo también me siento muy feliz de verte, Taehyung—. Y Kim sonrió sin filtro, pues el detalle de no haber sido llamado ricachón toda la noche no le pasó desapercibido.
—Hasta la próxima.
Jungkook caminó chiquitito a su lado, Taehyung relantizaba sus pasos para no dejar atrás al azabache, algo incómodo por la constante huída de contacto por parte del contrario. Así se contuvo varias veces de tomarle la mano o rodear su cintura mientras avanzaban por el parque, hasta detenerse a mirarlo con el entrecejo fruncido. La tensión de Jungkook aumentó una vez se detuvieron.
—¿Qué sucede, ángel?
Jungkook respiró temblorosamente y su mirada pasó asustada por su alrededor, con todos esos celulares grabando en su dirección.
—N-nada...
—Hey, ven acá... —. Mas su mano se congeló alrededor del aire cuando Jungkook se apartó negando desesperado con la cabeza.
—Aquí no, Taehyung. Hay... Hay mucha gente.
Y mierda, Jungkook sentía asco de sí mismo por ello, pero simplemente no lo podía evitar. Todos esos focos encima suyo, siguiéndolo a donde sea que fuera, los murmureos y grititos del resto; las sonrisas tan desagradables.
No pudo ver la mirada del rubio a su lado ensombrecerse, estaba demasiado ocupado viendo en un borrón los cuerpos sin rostro a su alrededor. Se sentía pequeño, se sentía asquerosamente asustado.
Ante ellos se atravesó un sujeto con menos sutileza que el resto, y eso es mucho que decir. Se paró de piernas abiertas y el flash de su cámara golpeó directo a un Jungkook a punto de malditamente llorar de la frustración. Con la vista en el suelo, apenas notó por los sonidos a Taehyung pisar en dirección al tipo, poniéndose entre ambos.
Escuchó vagamente a Tae cuestionar—: ¿Qué cree que está haciendo?
—Lo mismo que todos.
—Le pido que salga del medio y deje de tomar fotos, a usted y al resto.
Jungkook solo podía escuchar, ya para ese momento sus ojos cristalizados no se atrevían a levantarse del suelo.
—Pero si solo hacemos lo que querías, te esforzaste tanto en verte como un fenómeno de circo ¿Cómo crees que te ignoraremos ahora, majestad Vante?
—¿Qué quieres? —. Lo escuchó tenso Jungkook.
—Grabarte, como el espectáculo que eres, fenómeno.
El suspiro de Taehyung llegó a oídos del azabache, al igual que el paso que dio alejándose de sí.
—Escúchame, imbécil, te sacaré de mi camino a patadas si eso es lo que quieres.
Jungkook tembló y continuó con los ojos cerrados, respirando trabajosamente.
—Por favor ¿Cómo un travesti como tú podría hacerme algo? Espera ¿Me llamarán abusador si golpeo a un aspirante a mujer o...?
Taehyung ríe entre dientes y da otro paso lejos de Jungkook, pero este avanza hasta alcanzar su antebrazo desnudo con la temblorosa mano. Y desgraciadamente, como mismo se ganó la atención de Taehyung, así recibió la del gallito estúpido.
—Y qué decir de este desparpajo, definitivamente Dios se confundió en darte un pene, pero tú, al contrario de Vante, sí me das lástima. No quisiste nacer así ¿No es cierto, debilucho maricón?
Jungkook alzó la mirada, cristalina pero embravecida, para afrontar al desconocido al que solo ahora podía darle rostro. Era joven, joven y con una mirada desagradable, al igual que su percepción del mundo.
Pero su sonrisa lo detuvo, eso y el celular todavía en su dirección, lo que le hizo encogerse de vuelta a las espaldas de Taehyung. Tae simplemente quitó con gracia un mechoncito de cabello que cayó a su frente, molestándole. Después inclinó su cabeza a la derecha y miró desde arriba al tipo, quien no mostró miedo o intenciones de retractarse. Así, despegándose de Jungkook, se acercó serio al que no le prestaba tanta atención a su vídeo como anteriormente.
—La sociedad, no, el mundo se mueve bajo la ley de la naturaleza ¿Sabes cuál es esa ley? —sin esperar su respuesta, continuó—. El más fuerte, sobrevive. Y lo que te debe quedar claro es un pequeño detalle, despojo humano. En la competencia por ver quién es el más fuerte, los ganadores pueden ser tanto las mujeres —e hizo lo que prometió anteriormente, con las manos agarrando el vuelo del vestido inclinó su cuerpo en equilibrio y estiró la pierna izquierda hasta clavar el tacón con rapidez en el abdomen del contrario. Dejándolo sin aire de espaldas al suelo y, desde arriba, con una sonrisa ladeada terminó sus enseñanzas—, como los maricones.
Desde atrás Jungkook lo miró, ya a esas alturas con las mejillas húmedas y el temblor de sus manos siendo más emoción que miedo. Alcanzó la mano de Taehyung haciéndolo girarse en su dirección sin esfuerzo.
—Lo siento, ángel, de veras lo siento. Lo último que planeaba era arruinar tu noche, no tengo cómo —sus palabras se vieron interrumpidas por los labios del azabache. Jungkook se puso de puntillas y se pegó a su cuerpo con los ojos firmemente cerrados, sintiendo en su piel la mirada de todos, los flashes, la sorpresa de Taehyung. Sintiendo ese miedo abundar pero el asco a sí mismo desaparecer lentamente. Se mantuvo pegado a Taehyung de forma incómoda hasta que este reaccionó deslizando las manos por la cintura de Jungkook, entrelazó sus propios dedos en el bajo de la espalda del azabache y se permitió cerrar los ojos. Inclinó un poco su cabeza para estar más cómodo contra su boca, pero el beso no pasó de eso, pues Jungkook se separó sin quitarle las manos de encima de los hombros. Simplemente bajó la mirada y susurró.
—Ayúdame a regresar a esa competencia, por favor, no me quiero esconder más —alzó la mirada y el corazón de Tae se detuvo al ver la expresión desesperada de Jungkook—. No quiero ser libre ocultándome, ayúdame, por favor —. Susurró antes de abrazarse al más alto con los ojos cerrados y a punto de sollozar.
Taehyung alzó la mirada con la cabeza de Jungkook escondida en su pecho y los fulminó a todos con ella. Uno por uno fueron guardando temblorosos su celular, asustados por el contacto visual de Vante.
Le tuvieron respeto, sí. La mirada cálida de Kim Taehyung se solidificó en oro y el palpitar violento del azabache golpeando contra la palma de su mano, volvió a Vante mucho más de lo que era. Abrazó al chico roto refugiado en su pecho y le llenó de besos la coronilla.
—Está bien Jungkookie, todo está bien.
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En el auto, el copiloto iba algo soñoliento por el agotamiento general y la tranquilidad en el ambiente; tanto el sonido como la propia caricia del aire circulando y la oscuridad le hacían suspirar con gusto en el hombro de Taehyung.
En medio de sus silenciosas divagaciones, murmuró con ojos entrecerrados.
—¿Crees que pueda ser normal algún día?
Ascendió la mirada para pasarla por el escaso segmento de rostro de Tae que pudo vislumbrar desde su posición. Este mantuvo lo relajado en sus rasgos.
—¿Quieres ser normal como ellos?
Algo dudoso pero demasiado dormido para cavilar más la respuesta, asintió.
—Quieres reprimirte y reprimir entonces.
Negó con la cabeza.
—Eso es lo que conlleva ser normal, eso es lo que nos diferencia de ellos.
—Me he mentido tanto este tiempo sobre ser libre, tenías razón.
—Bueno, tú también tenías razón, yo también me estaba engañando a mí mismo.
—Tae.
—¿Mhm?
Antes de caer dormido y gustoso por las caricias en su mejilla por el cabello de Taehyung, susurró—:Nunca me dejes ser normal.
—Te lo prometo.
La belleza en sí mismo, quiere encontrarla.
No quiere engañarse más.
No quiere esconderse.
Quiere, de verdad quiere, darse a sí mismo su libertad.
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—Tu casa es realmente muy grande—. Comentó acariciando el duro material de la taza de boca ancha en la que estaba contenido su chocolate caliente.
Automáticamente llegó le pidió a Taehyung que abriese la exageradamente enorme ventana de cristal que tomaba toda la pared... Bueno, técnicamente es una pared de cristal. El punto es que pudo abrirlo para él, por ello, la sala de estar misma sufrió cambios bruscos de orden ante la llegada del azabache.
Jungkook era un rollito abultado por la suave y gruesa manta cedida por Taehyung, sentado en un sofá de cara al cielo nocturno visible por la pared de cristal. Tae, con pantalones de pijama y abrigo a juego se sentó con las piernas pegadas al pecho a su lado.
Jungkook miró desde su lugar los rolos naturales de Taehyung, los cuales están mucho más desordenados que lo general.
«Son tan atractivos...» Pensó sin permitirse evitarlo siquiera.
Tae encontró sus ojos y le dedicó una hermosa sonrisa, cálida como ninguna otra, íntima.
Ah... Están tan cerca.
—No me has dicho nada de la presentación—. Dijo Kookie en un susurro, no era necesario levantar más la voz siendo prácticos.
—Realmente no sé qué decir —lo dijo como si se disculpase con él y, principalmente, regañándose a sí mismo—. No sé qué me sucede, cuando intento escribir o siquiera hacer a una idea tomar forma... No lo logro. Es como cuando quiero pintar y la imagen de lo que quiero conseguir está borrosa, lejana y...
Lo interrumpió sacando el brazo de la calidez de la colcha y colocándola en su mano, la cual empezaba a moverse con brusquedad articulando la frustración que Tae intentaba expresar. Este llevó sus ojos de regreso a los de Jungkook y se detuvo en la sonrisa débil y en el contraste de la seguridad de esta y los retazos de miedo en su mirada. El ángel abrió sus brazos para hacer un espacio en la colcha y lo invitó a compartir su espacio personal.
—Ven.
Tae encogió sus piernas y cuerpo para situarse bajo el brazo de Jungkook, el cual lo rodeó junto a la cálida manta. La cabeza de Taehyung acabó en el hombro de Kook, su mejilla cómoda contra la seda del pijama que le prestó azabache para pasar la noche. Inhaló gustoso el olor al chocolate que le ofreció a Jungkook y que se quedó en el mismo.
—Tae...
—¿Mhm?
La atmósfera era tan... Etérea. Todo en silencio total, como si no estuvieran en Seúl con toda una pared abierta de cara al cielo. Pareciera que este lugar hubiese sido cortado de todo espacio y pegado en un universo congelado. No el espacio de la casa, su espacio.
Jungkookie abrió sus dedos para tomar el antebrazo de Tae que le quedaba al alcance, así acarició la piel sedosa y respiró el dulce de su cabello.
—Me gusta esta paz.
El rubio se arriesgó y pasó el brazo que tenía encogido a un costado, por encima del abdomen del contrario hasta tenerlo abrazado.
—No esperaste nunca tenerla conmigo, ¿cierto? Por eso huíste antes.
«Ah... Sí se dió cuenta» Pensó Jungkook.
—Lo siento.
—No... Está bien, tuviste tus razones. Y no es mi intención arrastrarte de lleno a todo esto. Pero te quiero.
—¿Me quieres?
Taehyung murmuró un asentimiento admirando desde su lugar las flores blancas en la copa de los árboles que alcanzaba ver. Nunca se había fijado en ello.
—Te quiero cerca, siempre aprendo algo cuando estoy contigo. Eres como... Una brújula mágica que me hace querer cambiar de rumbo cada vez que siento estoy en el camino correcto.
—Me gusta como suena eso —le respondió Kookie en un susurro—, tú eres más bien un mapa, para mí. Desde que era un adolescente puse mi vida en un camino recto, sin problemas, sin líos. Nadie se atravesaba en el mío, no me interponía en los del resto. Mi vida estuvo planeada y hecha por mí mismo desde el momento en que cumplí quince años —perdió su mirada en las estrellas destellando blancas en la oscuridad del cielo—. Pero ahora llegas y tengo el impulso de mirar hacia un lado, eres como un mapa que me muestra todo lo que me pierdo si sigo como estoy.
—Cuando vives a tope todo el tiempo, mirando solo hacia adelante te pierdes detalles importantes.
Jungkook usa su agarre sobre el antebrazo de Tae para separarlo de su cuerpo y poderle mirar a los ojos. Solo están iluminados por la luna y estrellas, además de algún que otro farol fuera, con su luz en reflectores interrumpidos por las ramas de los árboles de flores blancas. Por ello Jungkook se deleita con el rostro que puede contemplar, la piel dorada de Taehyung pierde ahora esa coloración y se convierte en un hermoso destello interrumpido por sombras. El azabache lleva su mano al lado más iluminado del rostro, se pierde en los labios entreabiertos y la respiración acariciando los suyos. Finalmente cierra los ojos y sin apuro cierra la distancia, sin prisas devora el labio inferior de Taehyung con los suyos, lo amolda y lo vuelve sumiso. Las suaves pieles se humedecen entre ellas y no dejan de frotarse con delicadeza.
Las indecisas manos de Kim quedan algo temblorosas a cada lado de su cuerpo, simplemente se deja llevar por Jungkook, quien lleva la mano que no está en su rostro a un costado de su cuerpo.
Siente la música, se siente, se escucha, Jungkook siente su sangre bailar y todo su cuerpo en completa armonía, como si todo le indicase que eso es lo correcto. Guió a Taehyung a tenderse de espaldas en el sofá, con su cuerpo entre las piernas abiertas del mayor. Metió la mano dentro de la camisa ancha de Kim y sus dedos buscaron acariciar las costillas apenas perceptibles. Y su boca buscó más, su lengua penetró en los labios entreabiertos a modo de invitación y con ella conectó sus cuerpos, la de Tae buscó la misma hasta encontrarla y tímido lamió empujando la lengua de Jungkook dentro de su boca. Se removió bajo el cuerpo de Jungkook y arqueó la espalda, solo a ese punto el azabache abrió los ojos y se encontró con el rostro de Tae, con toda su natural magneficiencia.
Jungkook admiró los rizos dispuestos en halo alrededor de su cabeza, contra el material del sofá; vio la energía de Taehyung gritar por él, la sintió. Las letras de la súplica volviéndose un hilo rojo alrededor de sus manos, las cuales buscaron quitar la tela de la camisa del pijama. Escuchó el canto de Tae controlando sus labios al besarlo, al buscar más cercanía.
Solo quería más.
Solo lo quería todo.
Mas no se apresuró, se deleitó con cada roce de telas, cada suspiro escapando del mayor conforme sus manos acariciaban la piel dorada.
No obstante, su agarre sobre la piel contraria se volvía más demandante conforme avanzaba el tiempo. Sus dedos se hundieron en los rubios rizos y sus dientes pidieron por los botones tan apetitosos a su vista, los mismos eran como flores resaltando en un cuadro, pidiendo por ser vistas, desnudándose para ser atendidas. Así Jungkook mordió con gusto y gula, ganándose lo único que el infame Kim Taehyung, dueño del equilibrio mismo, no podía controlar: Su vulnerabilidad.
Al menos así lo sintió.
Cuando Jungkook se hizo con la intimidad de la obra de arte que estaba cercano a completarlo, de la música y color que le faltaban a su danza. Tomó el placentero grito de Taehyung como su llamado a la libertad. Lo tomó sintiendo a su intimidad ahogarlo, arrastrarlo a un camino sin vuelta atrás, el cuerpo del mayor no dejaba de pedir más por sí solo, en medio de la armonía que ambos eran, Jungkook lo sintió.
Y compartió las ansias.
A cada embestida, ambos ojos chocaban y uno se vio reflejado en el otro. No hubo espacio para palabras ni otro arte que no fuere el sexo mismo, la unión de todas las manifestaciones posibles.
Porque eso era.
Sexo.
Lo que unió el danzar del corazón de Jungkook, a la melodía del palpitar de Taehyung.
Las manos de Kim empujaban abrazándose a Jungkook, y desde abajo, vio las flores blancas trasladadas al cielo, siendo una con las brillantes estrellas.
Un tap tap como de pasos le hizo voltear la cabeza y mirar a Jungkook por última vez, sentirlo abrirse paso entre sus piernas y tocar su cielo. Solo como su ángel haría, con toda la pasión que le caracteriza.
Entre jadeos, sonrieron sintiéndose encontrar su lugar en ese espacio; el espacio en el que podían ser libres, estando acompañados.
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Liberty
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