ᝰ Séptimo Acto

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❝Si quieres volar tienes que renunciar a las cosas que te pesan❞

Christopher Barquero 
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27 días después…


El día era tan hermoso como pocos al mes. Taehyung detuvo el BMW al pie del asfalto, justo debajo de la sombra de un árbol que lograba cubrir al menos el lado del conductor. Con indiferencia pasó las manos por las piernas de su pantalón alisándolo contra su piel, la tela negra tenía un patrón que Taehyung descifraba cada vez que acariciaba la misma con el tacto. Se miró por última vez en el espejo retrovisor central y suspiró desesperezándose contra el espaldar del asiento.

El cielo azul no estaba despejado, las nubes de capa fina lo surcaban con tal delicadeza que parecían detalles blancos usados en el lienzo para esclarecerlo. Las nubes, en lugar de resaltar el azul del cielo, lo volvían más pálido y agradable a la vista. La música de las hojas frotándose entre sí de forma ligera al ser empujadas por el aire más bien frío, en compás con los rayos de sol colándose por las mismas hasta bordear el contorno de las gafas de Taehyung, lo hacían justamente sentir que estaba en otro sitio y descansando en lugar de esperando a cierto azabache.

Debido a que no establecieron hora Taehyung llegó tras la hora de almorzar, decidido a no presionar la presencia del pelinegro. Su mirada a cada rato se dirigía a la escalinata que coronaba la entrada del hospital, requería de su aparición para romper el esquema tan pausado y aburrido que es su ritmo cardíaco.

Justamente así sucedió. Una hora después de su llegada el chico que concertó la otra parte del trato abrió las puertas de grueso cristal del hospital, sonrió mirando el cielo y cerró sus ojos para inhalar aire hasta inflar su pecho al tope. Tae, viéndolo, rápidamente salió del auto y el golpe de las suelas de sus zapatos contra el pavimento, resonó más fuerte de lo normal.

Sus ojos estuvieron fijos en el pelinegro que tampoco le sacaba la vista de encima. Los metros que los separaban, aunque no tardó Taehyung en recorrerlos, si que los disfrutó. Frente a él Jungkook esperaba en unos escalones sobre la superficie, aguardaba su llegada con la barbilla en alto y sonrisa deslumbrante; corto fue el estudio pero no necesitó de mucho más, Jungkook tenía puesta su ropa de práctica, zapatillas incluídas y se veía como si no pudiera esperar unos segundos más para cruzar el umbral determinado por las escaleras.

El pantalón de corte ancho de Taehyung ondeó en sus largas piernas y con ello consiguió resaltar la estrechez de su cintura. La camisa rosa pálido con tiernos bordados de flores blancas más abajo de sus hombros estaba precisamente atrapada en el agarre del pantalón.

Taehyung vestía lo que a ojos inexpertos es una pieza femenina, y tal vez ese era su objetivo.

Subió tres de los cinco peldaños y con su espalda tan recta como era usual estiró la mano en dirección a Jungkook, su sonrisa de lado y las gafas en el mediado del puente de su nariz, el brillo del propio sol haciéndole justicia a la belleza de su piel.

—¿Me concede el honor de darle la bienvenida al mundo terrenal, ángel?

La mano de Jungkook, más fuerte que delicada se posó suavemente sobre la palma de la contraria hasta que las yemas de los dedos del azabache rozaron el interior de su muñeca.

Miró desde abajo la comodidad con la que los músculos del pelinegro se relajaban a pesar del tacto que al pulso de Taehyung comenzaba a pasarle cuenta. Jungkook le regaló una sonrisa, tan espléndida y sencilla como él mismo.

—¿Por qué debería concederle tal honor a un mundano?

—Es un mundano perfecto del que habla, he de agregar.

Luego de la tonta presentación, Taehyung impulsó a Jungkook para que recorriera con pasos ligeros la escalinata. Lo empujó contra su cuerpo y descendió a la vez el resto de escalones para que no sufrieran ningún choque.

—Bienvenido, Jungkook—. Dijo con una sonrisa sin mirarlo siquiera, simplemente se encaminó al auto y le dio espacio al azabache.

Espacio para correr, saltar. Espacio para disfrutar de su libertad.

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Ya en el auto Taehyung acomodó las gafas sobre su cabeza, recogiendo con ellas su flequillo y dándole protagonismo a su despejada frente. De reojo observaba al pequeño azabache que permanecía con el cuerpo inclinado en su dirección, su antebrazo apoyado en la apertura de la ventanilla y su sien contra el puño cerrado.

Destelló a su lado la sonrisa de Jungkook al decir.

—¿Y bien? ¿A dónde me llevarás a salir?

Siempre ha sido así, las palabras aflorando sin dudas o miedos de los labios de Jungkook, al principio ofensas, luego enseñanzas, siempre expresando con seguridad sus pensamientos sin filtro alguno. Desde un inicio, Taehyung, el infame Vante ha sido el que tartamudea, y esta ocasión no es la excepción. Su expresión denotó estupefacción y solo pudo encajar de mala manera la llave para encender el auto, su mano demasiado temblorosa para entregarse por completo a la labor. La arruga de su entrecejo compitió con la recién aparecida de Jungkook.

—No has planeado nada ¿Cierto?

—N-no... Es solo que el discurso para que salieras conmigo se me ha quedado atorado en la garganta.

Sus voluptuosos labios esbozan una mueca al tachar su actitud como nada aparte de torpe, y lo comprobó al darle un vistazo a Kook, quien a duras penas contiene una sonrisa atontada con sus dedos y se mantiene estudiándolo desde el asiento contiguo al del conductor.

—No puede ser... Es mentira, ¿cierto? No preparaste nada—. Taehyung abre la gaveta justamente sobre el regazo de Jungkook, de la cual extrae una tarjeta.

—La reservación es para las ocho—. Murmura guiando la mano rápidamente fuera del alcance de cierto pelinegro boquiabierto.

A su oído llegó un susurro que brotó de un ensimismado Jungkook.

—Eres una ternurita, un discurso dice.

Tragando con fuerza Taehyung pone en funcionamiento el auto y salen del establecimiento, el silencio lo rompe Jungkook mientras acaricia el suave material de la tarjeta entre sus manos.

—Pero faltan unas seis horas para las ocho. ¿Qué haremos mientras?

Taehyung frota con delicadeza su labio inferior con el índice mientras se incorpora a la senda.

—Hace mucho no hago algo que me gusta...

—¿Sí? ¿Y qué es?

Rasca su oreja con nerviosismo y Jungkook solo puede sonreír a cada gesto tímido del rubio.

—No sé si te guste, es algo realmente superficial pero...

—Oh, vamos, no es como si quisiera pasar este lindo domingo con actividades profundas. ¿De qué se trata?

—Ir de compras—. Casi parece un niño pequeño pidiendo a su mamá comprar helado por tercera vez en la semana.

—¿De veras te gusta eso? A mí me aburre...

—Mhm, intentaremos algo más entonces.

Al ver su expresión rápidamente Jungkook agrega.

—Pero vayamos, necesito cambiarme de ropa para ir a cenar contigo y es más divertido y práctico comprarla que pasarla a recoger a mi apartamento.

Taehyung cambia silencioso la velocidad para pasar apropiadamente el semáforo verde. Prosiguen en silencio.

—Entonces... ¿Qué has hecho este tiempo? 

—Trabajar.

—Ah... —. Incómodo—. ¿Y en qué has estado pensando?

—¿Pensando?

—Claro, eres escritor, piensas un montón.

Taehyung arruga el rostro algo divertido por la explicación, pero le concede cierto sentido a la pregunta cuando con la mirada puesta en el camino replica.

—En que la ropa de hombre es aburrida.

—Oh, vaya, cuéntame más de eso.

Tras eso volvió a relajarse sobre su asiento mirando de reojo a Jungkook hacer lo mismo, solo que este apoyaba el antebrazo sobre la ventanilla.

—No es que me guste mantener mi imagen o perfeccionarla, es que yo soy imagen. El vestuario no hace al bailarín sino su cuerpo mismo. Tu equilibrio es físico, el mío es lo opuesto a eso.

—¿O sea...?

—La ropa, el lenguaje, la forma de caminar y de expresarme. Mi trabajo involucra todo eso.

—¿No basta con escribir buenas críticas?

—Una agencia de moda no tomará en cuenta a alguien que no pueda representarlas en algo además de un papel, Kook.

Jungkook se cruza de brazos y arruga el entrecejo.

—No entiendo por qué tienes que ser tan universal. Desde moda a música, de música a pintura, de pintura a danza y así hasta recorrer las artes y más ¡Incluso he visto críticas culinarias a restaurantes cinco estrellas que han cambiando por ti! ¿Realmente pueden creer que sabes de todo?

—Exacto—. Taehyung gira el rostro unos milisegundos para mostrar su mejor sonrisa y regresar la mirada al frente.— Ellos creen que soy un ser completo, ese es mi equilibrio.

Jungkook sonríe comprendiendo un poco más su lógica .

—Eres un actor.

—Soy más que eso—. Taehyung humedece sus labios brevemente con la lengua antes de musitar.— En lugar de llevar la realidad a una película, yo llevo una película a la realidad.

Jungkook asiente con las comisuras de sus labios arrugadas en señal de comprensión. 

—¿Entonces? —. Insiste y provoca en Taehyung una inhalación.

—Entonces... he decidido arriesgarme un poco... Un poco que sería demasiado si me lo propongo. El equilibrio que tengo está hecho por sus parámetros, los de la sociedad me refiero; y quiero llevarlo a mis parámetros.

—Eso involucra un cambio total en la sociedad, tus puntos de vista contra los suyos. Tu opinión que tiene peso contra todos los que le dieron peso a dicha opinión.

Murmura en acuerdo y tiembla ligeramente, los ojos de Jungkook desconcentrándolo por completo.

—Taehyung...—. Baja la velocidad y cambia de senda para mirar a Kook, quien le dedicó la sonrisa más sincera que haya recibido de su parte.— Perderás a muchos seguidores de diversas partes del mundo con esto, a la mayoría si me dejas agregar.  

Tae regresa la mirada al frente y dice con una sonrisa leve.

—Ya es hora de hacer voz por la minoría que nadie escucha, que yo no escuchaba.

El rubio amplía los ojos al ver a Jungkook limpiar los suyos pasando los dedos por las comisuras.

—¿Q-Qué tienes en mente?

Respira hondo y contesta.

—Como te dije, soy imagen, la cambiaré de forma radical. He probado este mes con vestuarios extravagantes, mejor recibidos por el público de lo que esperé, he de confesar. Pero no encuentro mi estilo, no es suficiente. Y por mucho que me lo haya querido negar en su momento, la ropa de mujer me llama más la atención que la ropa de hombre, lo que me hace pensar que...

—Que la etiqueta de "hombre" y "mujer" sobra.

—Exacto, ven raro que un hombre use ropa de mujer y viceversa pero es como el baile de puntas en un varón. Solo es raro porque nadie se anima a aplicarlo

Jungkook sonríe nostálgicamente dirigiendo la mirada en dirección contraria a Taehyung, del otro lado de la ventanilla.

—Somos bastante parecidos entonces.

—Tal vez lo seamos.

Jungkook parpadea para quitar la humedad sobrante en sus ojos y regresa la mirada a Tae.

—¿Entonces vamos a estrenar tu nuevo concepto esta noche?

—C-Creo que sí.

Y así Taehyung adorna sus mejillas con un rubor, tan sobrenatural en él como cualquier otra reacción producida a causa de Jungkook, quien susurra al contemplar al rubio en dicha situación.

—Esto será tan divertido.

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Como domingo al fin Jungkook no sabía qué esperar, si las calles a rebosar de jóvenes en su día de descanso, o jóvenes en sus casas descansando. Se encontró con ambas, pero para su desgracia más la primera.

—Dios, ¿qué no saben que el día de salidas son los sábados?

A su lado el conductor ríe entredientes como si conociera el por qué de su enfurruñamiento. El ruido de la civilización, el tráfico a explotar y principalmente, los centros comerciales. Cada vez que se acercaban a uno su expresión se arrugaba en totalidad e incluso encogía ligeramente su cuerpo en el asiento, casi rogando porque no sea ese su destino. Pues sus ojos veían las familias y pequeños grupos de personas con el sol de las dos de la tarde mellando sus pieles, sus expresiones exhaustas y todos amontonados queriendo entrar.

«Ay, no, que horrorEra todo lo que podía pensar Jungkook».

No obstante, para su alivio y desconcierto, Taehyung detuvo el auto frente a un edificio de dos plantas, todo de cristal. Pequeño pero vistoso entre una sucursal y una empresa de viajes.

—Espérame aquí, iré a dejar el auto en el parqueo.

—¿Tardarás mucho? —. Pregunta Jungkook estudiando su alrededor algo incómodo por hallarse en el corazón de Seúl, tan rápido y absorbente.

—Dos minutos, Kook.

—Vale.

Y así abre la puerta del auto y se precipita a la acera antes de permitirse continuar comportándose como un niño.

Desde afuera y a una distancia prudente, para no parecer un fisgón, observa el interior del edificio que se vislumbra por las paredes de cristal. Los transeúntes se detenían a mirarlo extrañados por su atuendo, aunque tal cosa no incomodaba a Jungkook en lo absoluto, estaba demasiado ocupado estudiando lo que se llamaba: El taller de Sucrush.

Jungkook arrugó la nariz confundido por el nombre, occidental probablemente, y lo repitió entre murmullos. «Sucrush, Sucrush... Candy Crush». Sacudió la cabeza para detener el absurdo camino de sus pensamientos y admiró las prendas colocadas en los percheros del otro lado del cristal.

De fondo se podían ver unas paredes de fondo blanco llenas de extravagantes colores como decoración. Las letras del cartel caían en rollos de tela gigantescos desde la división entre ambos pisos, hasta casi rozar las puertas de la entrada. Jungkook admiró con ojo artístico lo original de las tiras en rollos de hilo de gran tamaño.

Reaccionó a la presencia del rubio con una sonrisa y se hizo a un lado para que ambos entrasen a la misma vez sin problemas. Incluso se tomó el atrevimiento de agarrar la mano de Taehyung, sonriendo más aún por su desconcierto. No obstante, no dio un paso que guiara el baile, aguardó a que el mayor reaccionar, cosa que hizo cuatro segundos después. Los largos dedos se aferraron alrededor de la palma de su mano sin dejarle otra opción más que hacer lo mismo. Taehyung avanzó dando un paso que, para la mayoría de la población coreana no puede determinarse como algo aparte de una elegante zancada. Jungkook lo admiró, mordiéndose el labio a sus espaldas, la tela ondeando entre las piernas de Taehyung y el tiro del pantalón haciendo maravillas entre las mismas.

La manilla en la mano derecha de Taehyung tintineó al tomar la iniciativa de abrir la puerta y adentrarse a la estancia acondicionada. Desde atrás Jungkook estudió con más detenimiento los pocos asientos dispuestos en la recepción. En el centro, al fondo, había un brillante buró de madera blanca con luces led realzando su presencia, tras este, una muchacha con aspecto sencillo, pulcro y muy profesional los recibió con una sonrisa de labios rojos.

—Bienvenido, señor Vante.

—Buenas tardes.

—Permítame un segundo para hacerle saber de su presencia a la Madame. ¿Desearía tomar asiento?

—Estamos bien así, muchas gracias.

La joven se retiró con un asentimiento de cabeza y Jungkook frunció el entrecejo antes de preguntar. —Hay un interlocutor en el buró, ¿para qué es?

Sus hombros tiemblan un poco al sentir los dedos de Taehyung dar sutiles caricias en su mano, como si jugase con el poder. No obstante permaneció más tenso de lo que esperaba y resistió a las ganas de apartarse, si Tae considera esta su oportunidad para presionar y ponerle nervioso, pues no lo iba a conseguir... O al menos no sería consciente de que lo consigue con creces.

—Mi presencia debe ser avisada en persona, es una muestra de respeto.

—Vaya—. Murmura Jungkook como si realmente le importase algo además de las desvergonzadas caricias en su mano, que no se detienen.

Posa la mirada en los patrones rosa fucsia en la pared blanca para esquivar los enormes ojos de Taehyung de forma disimulada.

No permanecen solos más de medio minuto cuando una presencia llega acompañando a la empleada, opacándola por completo. Jungkook se abstiene a reaccionar con algo más que una expresión asombrada viendo a la chica, que máximo tendrá par de años más que él, llegar con una sonrisa de oreja a oreja.

Su cabello coronaba su cabeza como un nido de pájaros en distintos tonos grisáceos, eran nudos que no parecían para nada estar descuidados. De entre los nudos brotaban cintas de colores con alguna que otra flor roja culminando el extraño cuadro que era la mujer. Unos espejuelos reposaban en el puente de su nariz con gracia, casi tragándose el delgado rostro por su gran excentricismo; espejuelos rojos enormes y hermosos con un lazo en el extremo derecho.

Y qué decir del vestuario de la señorita.

—¡Taehyungie! Hace muchísimo no hablamos, no dudé ni un solo instante en cancelar todas mis citas el día de hoy con tal de recibirte.

Los ojos del otro lado de los cristales brillaban en dirección al rubio sin poder notar algo aparte de él, era como las polillas con la luz. El azabache lo miraba todo con una sonrisita algo divertido por la reacción de todos a Taehyung.

—Perdone por eso, Madame Sucrush.

La nombrada enarca la ceja y la sonrisa se convierte en una mueca de lado.

—No me trates así.

Jungkook miró a la extravagante personita derretirse como azúcar bajo el sol cuando Taehyung sonrió.

—Pasaste mucho tiempo dirigiéndote a mí como las cartas a la reina de corazones. Eres una ternurita, Sucrush.

Tae le acaricia el nido de pájaros con cuidado de no arruinar el desordenado peinado y avanza en dirección al pasillo, que se pierde de vista en la recepción, justo como Pedro por su casa, dejando a su paso a una linda mujer en trance.

Jungkook tiene la intención de hacer lo mismo pero los ojos grandotes de la chica lo detienen, asustándolo.

—¿¡Pero, Taehyung, a quién has traído!?

Por lo visto Sucrush no lo ignoraba a propósito, simplemente no se había percatado de su presencia.

—Ah, él es Jeon Jungkook.

—Esas ropas... él es el bailarín de puntas de tu blog, ¿cierto?

—Sí...—. Las palabras se pierden para oídos de Kook, quien está demasiado asustado por las sacudidas en sus brazos a modo de saludo de la mujer de ojos enormes.

—¡Es un gusto! Estuve en la presentación del accidente, fui a verte automáticamente supe de tu existencia en el blog de Vante, pero no he podido disfrutar de ninguna en tu presencia. Lo cual es una pena en exceso, pero me he vuelto espectadora leal a tu ballet, en serio, es PURO ARTE.

Borracho por su entusiasmo Jungkook solo puede asentir y rogar por no perder un brazo a causa de la mujer, que por delgada no es menos fuerte. Solo puede despertar de la ensoñación cuando Taehyung lo rescata, agarrándola suavemente por el codo y los separan ganando la atención de la fémina.

—Sucrush...

Ella lo mira inclinando la cabeza con confusión pero al parecer en la expresión de Tae encuentra la respuesta, pues se gira exclamando un gran y agudo AH y le sonríe en una disculpa al atontado Jungkook.

—Perdona, cuando empiezo no sé cómo parar.

Jungkook se calma por la mezcla de risas de ambos, la de ella aguda pero leve, como si calmase la tormenta de colores que es su interior. Por otro lado la de Taehyung, grave y divertida.

Será una tarde rara, como pocas en la vida de Jungkook.

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Liberty
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