Tiempo Muerto V
Segunda vez en el mismo día que era despertado por los ladridos del perro, tendrían serios problemas si aquello continuaba. Sus párpados revolotearon y su expresión denotó la molestia que sentía por el ruido del que era consciente a medida que avanzaban los segundos. Lo próximo que le provocó un gruñido fue una presión alrededor de su muñeca, unos dedos que firmes le obligaron a impulsarse hacia arriba despegando la espalda del banco.
—¿Qué mierda...?
La información le cayó, no como cascada, sino como agua caliente partiendo de su cabeza hasta lentamente quemarle todo el cuerpo; conforme sus ojos barrían el escenario a su alrededor, más confuso se sentía.
Era el centro de un semicírculo para nada elaborado de personas que no dejaban de grabarlo y cuchichear. Pero eso no le importaba ni la mitad de lo que le afectó el ver a Jungkook tan cerca, los ojos fieros del bailarín tan cercanos y fijos a su ser. El tacto escoció de tal forma que no pudo evitar retorcerse un poco para transmitir sin palabras al azabache que le soltara.
—¿Eres un exhibicionista ahora, Vante? ¿Qué mierda te pasa por la cabeza?
«Oh, vaya, menuda boca sucia ha desarrollado el angelito» eso pensó primero, mas luego se auto rectificó «no, estoy confundiendo cosas, Jungkook siempre ha sido así, soy yo el que ha cambiado. Cosa que parece, no acaba de entender»
Sin rastros de sueño dobló la muñeca y devolvió el brusco agarre.
—¿Y tú quién te crees para hablarme así?
No obstante, tras asegurarse de que al azabache no se le subiera el poder a la cabeza, analizó la frase.
¿A qué se refería Jungkook con exhibicionista?
No tardó en percatarse de la suave tela de su vestido recogida en dirección a sus muslos, miró la piel desnuda de sus propias piernas y con más calma de la que el contrario podía tolerar, arregló el vestido que se había subido mientras, sin intención, cayó dormido en el banco.
Levantó tranquilo sus ojos de vuelta a Jungkook y enarcó la ceja inquisitivo por la marcada mandíbula del azabache.
—Tú nunca me dejarás de sorprender— Murmuró furibundo el más joven antes de deshacerse del tacto de Taehyung y girarse a la decena de personas que los observaban con temor de acercarse por el perro con el que el pelinegro les había amenazado segundos antes de despertar el crítico—. ¿Y ustedes qué? ¿No les fui claro? Tal parece que son incapaces de entender cuándo les conviene mantenerse en sus putos asuntos.
Ante los ojos incrédulos de Taehyung, Jungkook colocó sus manos en sus labios y exhaló el aire en un silbido que alteró al canino automáticamente fue escuchado. Sin temor a sus acciones Jungkook desató la correa del banco y con un dominuto pellizco tras la oreja del perro, este salió disparado a las personas que rápido corrieron por, literal, sus vidas.
—¿Pero tú qué...?
—No los morderá, en Francia tenía como hobby adiestramiento canino así que lo tengo todo controlado. Concepto que tú pareces no comprender —Taehyung apartó la mirada del perrito que no dejaba de perseguir personas para detallar las manos venosas posadas en la cintura de quien le reprochaba—, control.
—¿Se me vio mucho? —. Preguntó con una adictiva sensación derritiéndose como oro en su pecho.
«La adrenalina de sentirte importante» admitió sin intención alguna de fingir que no se conocía a sí mismo y su necesidad de llamar la atención que, incluso sin haberla buscado, la disfrutaba.
—Ahora mismo todo el mundo debe estar viendo tus bragas rosadas, Taehyung.
—No tengo por qué avergonzarme de algo por lo que siento orgullo, Jungkook —torció la comisura de los labios en una sonrisa que no llegó a mostrar los dientes—; considero que me quedan demasiado bien para no ser vistas así que no me importa.
El pelinegro suspiró cerrando momentáneamente los ojos.
No entendía cómo una persona como aquella llegó a siquiera empatizar con su traumático pasado relacionado con la desnudez cuando no tenía reparos en mostrar la suya.
«¿Qué sintió cuando me vio reducido en mí mismo ante cosas que él veía normales?»
Pero su expresión no dejó entrever al pelirrojo ninguna ansiedad, apenas detectó la interrogante que no llegó a pronunciar. Por eso Taehyung preguntó con la ceja enarcada—: ¿Qué miras tanto?
Jungkook suspiró una vez más negando con la cabeza, no tenía sentido darle vueltas al asunto, si la oportunidad se volvía idónea, preguntaría a Taehyung todo lo que no comprendía de su persona; sobre aquella que compartió existencia con él, y del desconocido que se ponía de pie para recolocar sus brazos en las mangas del abrigo.
—Si me disculpas, mi perro y yo debemos irnos—. Dijo sin dedicar una mirada al sujeto que no desviaba los ojos de él.
En cambio, calzó nuevamente las botas y sin prestar atención al desorden que de por seguro era su cabello, caminó para buscar a Cookie, la correa en su mano.
Al no verlo al instante un miedo comenzó a corroer su conciencia: «¿Y si escapa otra vez como lo hizo con su antiguo dueño?» Porque sí, Taehyung había decidido quedarse con el cachorro no tan cachorro que corría donde él no podía verlo.
«Ay Jungkook, si pierdo a Cookie por tu culpa considérate inválido de por vida»
No obstante, el pensamiento no flotó demasiado en su mente pues no tardó en localizar al canino que aplastaba a una chica del tamaño de un frijol.
—Oh por Dios.
La muchacha se retorcía en el suelo intentando quitarse al peludo castaño que no paraba de regarle lamidas por el rostro.
—¡Baboso Cookie, salte de encima! —escuchaba Taehyung mientras se acercaba trotando—. ¡Kook, sácalo, me está babeando el pelo!
—Mierda—. Gruñó el pelinegro pasando por el lado de un Taehyung que acabó parado observando desconfiado la escena que se desarrollaba.
Apenas Jungkook se acercó el perrito saltó a su dirección y buscó caricias del hombre, la chica se incorporaba limpiándose, su joven expresión enojada pero igualmente divertida se direccionaba al canino que la había olvidado.
—¿Qué tiene este perro con aplastarme cada vez que me ve?
Taehyung no tardó en atar cabos.
—¿Charlie?, te pedí que me esperaras. ¿Cómo se te ocurre irte por tu cuenta?
La adolescente rodó los ojos y desagrado tiñó su expresión al instante en que capta la voz de su padre adoptivo.
—Tú querías ir al baño, solo a ti te tocaba esperar. Primero me obligaste a venir aquí como para que ahora también me hagas estar como poste junto al asqueroso baño público.
Jimin suspiró cansino y engrandeció los ojos al notar al perro entre los brazos de Jungkook.
—Espera, ¿no lo habías dejado con...?
—Conmigo, sí —Taehyung se hizo visible con la mandíbula apretada—. Y creo que ya sé el por qué.
—Espera, yo te conozco —Taehyung miró a la chica de máximo catorce años que le señaló con dedos pálidos y uñas negras—. Tú eres el alien.
«Oh vaya, como si la situación de por sí no estuviera rara»
—Charlie, con respeto, es un mayor.
—Lo que digas —la chica de cabello rojo natural se acercó a Taehyung, estiró una de las manos a la altura de su abdomen a modo de saludo—. No nos habíamos presentado, Charlie Red.
Taehyung destensó la mandíbula para observar impasible los ojos mieles que le estudiaban, sostuvo la pequeña mano y le dio una sacudida, sin soltarla preguntó—: ¿Tú eres la hija de Jimin?
La mano de la muchacha dudó por unos instantes, hizo un puño la que escondía en el enorme abrigo de capucha marrón para redireccionar su incomodidad a un sitio donde el resto no podría notarla.
—¿Y tú eres el novio de Kook?
La sonrisa que esbozó Taehyung erizó los vellos de todo aquel que pudo verla, todos menos la chica por la que torció la comisura derecha y apretó el agarre sobre los dedos, por supuesto, cuidadoso de no lastimarla... De más.
Porque mierda, aquella pequeña pelirroja tenía una sonrisa justo como la suya, torcida y burlona; a ella le dolió el golpe por algo que Taehyung no comprendía, pero entendió la razón del comentario.
—Me gustas, aunque prefiero que me llames Taehyung, sin formalidades.
—¿Sin formalidades? —cuestionó Jungkook sin poder evitarlo, la forma de hablar irrespetuosa siempre le había molestado, nadie podía culpar al azabache de mirar dudoso el extraño desarrollo de los hechos.
—No iba a ser formal de cualquier forma, alien.
Taehyung soltó su mano con un suspiro y la miró desde arriba con verdadera curiosidad.
—¿Por qué me llamas alien? —. Preguntó.
—Mi madre decía que no eras de este mundo —se sinceró Charlie, y Jimin desde atrás se estremeció, era la primera vez que la escuchaba hablar de su madre con normalidad o algo que no fueran reclamos a él—. Eras su ídolo.
Taehyung guardó silencio y estudió los ojos que por primera vez no se atrevían a devolverle la mirada.
«Ella no es una niña común»
El tono de tristeza y el uso del verbo en tiempo pasado le gritaron a Taehyung que aquella no era una línea que debía cruzar.
—Quién diría que el que ahora quiere ocupar su lugar es amigo tuyo, menudo mal chiste—. Escupió las palabras con la repentina rabia que solo la adolescencia podía explicar como inexplicable.
Taehyung quedó congelado en el lugar, verdaderamente estupefacto y Jimin ni siquiera le dirigió una palabra antes de seguir en silencio a la chica que se iba a soltar los sollozos encerrados en su garganta, tras meses de convivir sabía que no debía hablar ni entrometerse en el tornado que Charlie estaba a punto de exteriorizar.
—Creo que esta no era la presentación que Jimin esperaba —comentó Jungkook con un suspiro preocupado por su mejor amigo—. Escucha Taeh– ¿Taehyung? ¡Oye, espera!
—No tengo ganas de una escena después de lo que acabo de ver así que déjame en paz y quédate con tu perro.
—Pero... Se encariñó contigo, no es correcto que...
—No aceptaré tu acto de caridad, para comprar perros tengo dinero y no necesito uno, además.
Taehyung intentaba ignorar la presión en su pecho.
—No lo dejé en tu casa porque lo necesitaras... Es que no aceptas compañía de nadie así que pensé–
—¿Qué pensaste? —Jungkook trastabilló ligeramente al tener de imprevisto la mirada de Taehyung encima suyo, con aquel gesto que siempre había usado en los demás; uno de fría superioridad. Nunca lo había mirado así, aunque no podría decir lo mismo de él—. ¿Piensas que tengo miedo a desarrollar lazos afectivos con personas? —insinuó torciendo las sonrisa, citando con exactitud la pregunta que encontró perdida entre los párrafos de una revista—. ¿Crees que le temo a mi dependencia y por eso huyo a las personas que se preocupan por mí?
«Justamente eso»
Jungkook se sentía tan frustrado, la transparencia que le caracterizaba permitía que aquello se entreviera sin problema por sus rasgos. La arruga en su entrecejo, las manos en puños, la duda plasmada en cada rincón de sus ojos chocolate. Taehyung respondía a su confusión con nada más que una sonrisa burlona.
—Y–yo... ¿Entonces es verdad? ¿Tienes... Te alejas porque temes... Eso?
—No realmente, no estoy enfermo ni necesito ayuda, Jeon; ¿te cuesta tanto entender que los rechazo de puro corazón? —se agachó ignorando la tensión del cuerpo contrario, sus manos tomaron con la suavidad que lo caracterizaba la correa del canino—. No pensaba quedarme con Cookie conociendo tus intenciones —su sonrisa forzada logró enmascarar la rabia de haber sido recibidor, al menos por un instante, de la lástima y preocupación del hombre por el que su corazón no sentía sino despecho—, pero lo llevaré conmigo, me gusta. Realmente no me importa lo que puedas pensar, así que no explicaré más.
Tras colar la muñeca por el hoyo de la correa colocó los guantes que yacían en los bolsillos del abrigo de regreso a sus manos. Alzó la mirada sin miedo de decir adiós, sin interés por los sentimientos que de seguro corroían a Jungkook.
—Deja de aferrarte a mí, lo que queda del sol no es más que la sombra, Jeon.
«La sombra del sol... Me gusta eso» pensó para sus adentros mientras bajaba las gafas de regreso a su nariz.
La ventaja de no sentir, es que no duele. Taehyung no se cansaría de pronunciarle al bailarín tantas despedidas como este considerase necesarias. Solo quedaba ignorar la costumbre que iban formando sin quererlo, la dicha de ver al azabache regresar a él una y otra vez.
«Menuda relación tóxica puede existir entre dos estrellas que intentan apagarse la una a la otra, todo por la desesperación de ser bañada por la oscuridad que podrían recibir. Helada paz tras tan asfixiante calor. Si luego de tanta felicidad quieres sufrir, entonces bienvenido a mi corazón, Jungkook, la soledad te matará antes de siquiera pedir permiso para entrar»
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