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Escuché el sonido de la puerta de mi oficina al abrirse.

Alcé la vista de lo que estaba calificando y una sonrisa adornó mis labios.

Él entró y luego volvió a cerrar, permaneciendo con la espalda pegada a la madera.

—Acércate.

Observé complacido como YeonJun me obedecía, con aquella expresión entre molesta e impotente que tanto me gustaba.

—Quítate la ropa.

Me miró con odio.

Su cejas estaban fruncidas, rodeó el escritorio hasta colocarse a mi lado, sus labios apretados.

Lo miré de vuelta, divertido, mientras me reclinaba sobre mi asiento y subía los talones en el borde del buró.

—No tenemos todo el día.

Chasqueó la lengua y su dura mirada se apartó de mis ojos para mirar a algún punto del vacío, mientras, sus manos viajaron a su ropa, más bien, una al nudo de su corbata y la otra a la hebilla de su cinturón.

Me encantaba ver como era capaz de coordinar dos acciones tan complejas al unísono, y me encantaba ver como sabía exactamente por cuáles prendas comenzar.

—¿Hasta cuándo piensas seguir con esto?—Me preguntó de repente.

Yo sólo amplíe mi sonrisa y comencé a mecerme en la silla, sin quitarle el ojo de encima.

—Hasta que yo quiera.

A pesar de mi respuesta, él continuó lo que hacía, tirando simultáneamente del cinturón y la corbata, extendiendo luego las dos prendas hacia mí, para luego quitarse la chaqueta.

—Es bueno ver que te vas acostumbrando al procedimiento.—Juraría que lo sentí gruñir.

Eso sólo me provocaba aún más.

Tomé las dos cosas y él dejó sus manos extendidas para mí.

Bajé mis piernas del buró y me giré en la silla para estar de frente a él, quien hasta ese momento, había quedado a mi izquierda.

—Me encanta verte tan obediente.—Le susurré mientras ataba sus manos con el cinturón.

Él me miró con desprecio, pero sus manos no se movieron ni un centímetro, de hecho, las unió bien para que yo pudiera apretarlo más.

Me puse de pie, de una patada hice que la silla rodara lejos y me dispuse a usar la corbata.

—¿Es realmente necesario?—Me dijo con aquella voz profunda y enojada.

—Sé que no te gusta tener los ojos vendados. Pero créeme, cachorrito, te ves muy sexy cuando te cubro los ojos con tu propia corbata.

—Estás enfermo.—Su mirada era dura, pero nunca se intentó resistir.

—Tal vez... Pero no puedes hacer nada al respecto.—Finalmente extendí la corbata y la deslicé sobre sus ojos.

La anudé por encima de su nuca, apretándola con fuerza.

Enseguida pude notar como suspiraba. Volví a sonreír, disfrutando el que ya no pudiera verme.

Tanto yo, como él, sabíamos lo que pasaba cada vez que le vendaba los ojos.

A YeonJun no le gustaba admitirlo.

Pero lo que menos me importaba era si lo admitía o no.

Me importaba un carajo.

A mí solo me importaba ver como se transformaba.

—Profesor Choi... Se lo suplico.

Así era como sonaba YeonJun cuando estaba a punto de perder el control. Cuando aquella actitud con la que siempre entraba se iba desvaneciendo lentamente.

—Sabes que es inútil.

Desabotoné uno a uno los botones de su camisa.

Él volvió a suspirar con cada roce y yo pude ver como su pecho subía y bajaba con su agitada respiración.

Me encantaba verlo con su uniforme desarreglado.

Porque sí.

YeonJun era mi estudiante.

Yo era su profesor.

Y, sin embargo, estábamos haciendo aquello.

Divertido, ¿Cierto?

—Arrodíllate.

Era una orden.

Y me encantó verla cumplida.

—Estoy seguro de que en estos momentos te arrepientes de haber hecho lo que hiciste.

—Si lo que quería era darme un escarmiento, profesor, creo que ya lo ha hecho.—No sé si él lo notaba o no, pero cada vez que llegábamos a ese punto, su forma de hablarme cambiaba.

—No, no quería darte un escarmiento.—Extendí mi mano y agarré su cabello, deslizando mis dedos suave, pero con la suficiente fuerza como para dejarle claro que aquello no era una caricia.—Esto no es un castigo, YeonJun. Simplemente me estoy aprovechando de ti.

Sus labios se contrajeron al sentir lo que le hacía, sus muslos se contrajeron, asegurándose de mantener el equilibrio sobre sus rodillas.

Se veía tan bien allí abajo.

—Oh, YeonJun... Si aquel día no hubieras estado haciendo aquello, ahora no tendrías ningún problema. Pero escogiste el momento y el lugar equivocado.

—Aún así...

—¿Aún así?

—¿No cree que ya ha hecho suficiente? Me paso horas aquí... Y no ha sido una vez, ni dos... ¿Nunca ha pensado que alguien podría sospechar algo?

—No me importa. Estas horas que paso contigo valen cualquier cosa que pueda pasar.

Su respiración brincó y sus dedos se crisparon.

El cuerpo de YeonJun se volvía tan honesto cuando su vista dejaba de formar parte de la ecuación que era delicioso.

Continué tocando su cabello hasta agarrarlo con fuerza.

Tiré de él hacia mí, contra mi cuerpo.

Su cara chocó con mi vientre.

Usó sus manos para apoyarse en una de mis rodillas ante el brusco movimiento.

—¿Dejas que alguien más haga estas cosas contigo, YeonJun?

Suspiró y guardó silencio, aún con su frente apoyada en mi abdomen.

—Dime.—Le pedí dulcemente, paseando un dedo índice por la línea de su mentón, haciéndole alzar la vista.

Él no podía verme, pero sabía que yo lo estaba mirando.

—No.—Apenas susurró.

—Bien, eso es bueno.—Me acomodé de espaldas al escritorio y apoyé mi peso allí.

Continué tirando de YeonJun hasta acomodarlo de rodillas en el suelo, entre mis piernas.

—Ya sabes lo que tienes que hacer. Considéralo tu recompensa.—Ladeó su cabeza brevemente, pero no dijo nada. Permaneció allí, sumiso.

Raramente el YeonJun de todos los días dejaría que alguien lo tratara así.

Era un joven demasiado rebelde, orgulloso y altanero, como para arrodillarse ante alguien y someterse de alguna manera. Pero yo tenía poder sobre él, y, al parecer, había descubierto un lado oculto que ni siquiera él mismo conocía.

Porque YeonJun podía decir que no.

Podía mirarme con desprecio en cada clase, en cada pasillo y cada vez que entraba o salía de mi oficina.

Pero cuando estaba así, a mi merced, a pesar de que trataba de fingir que no, él lo disfrutaba.

Había algo en aquella humillación que lo hacía perder la cordura.

Supongo que siendo como era no había forma de que supiera el placer que se estaba perdiendo hasta que yo se lo enseñé.

Haber intentado robar las respuestas de aquel examen hace un par de semanas, y haber sido descubierto por mí, había sido el detonante para todo esto.

Sí, soy un asco de persona por estar extorsionando a un chico de dieciocho años.

Y soy un asco de persona por estarlo obligando a hacer estas cosas.

Pero mi consciencia está bien con ello.

No es como si de verdad fuera a decirle a alguien lo que YeonJun estaba intentando hacer.

No me importa.

Ya se las vería negras en el futuro por hacer fraude en vez de estudiar.

Pero si no lo amenazaba con algo así nunca hubiera podido poner mis manos sobre él.

Y ya tenía demasiadas ganas de hacerlo.

Pensé que lo haría una vez.

Sólo me quitaría las ganas que le tenía.

Le daría una probada y entonces dejaría el asunto allí.

Pero desde aquella primera vez que lo tuve.

Que lo oí gemir y llamar mi nombre.

Que lo vi entregarse, someterse, dejarme hacer un desastre con él, supe que no iba a conformarme con una sola vez.

También pensé que todo iba a ser más difícil, que me iba a ser imposible controlarlo, y que no podría disfrutar plenamente de él sin ganarme un par de puñetazos.

Pero YeonJun se deshizo en mis manos.

Y la forma en la que fruncía su ceño después, cada vez que me veía, fue casi tierna.

Tsundere.

Algo así lo define.

—Mis manos...—Musitó, extendiendo sus manos hacia arriba.

—¿Qué con ellas? Las puedes usar así.

—Pero aún está vestido. Y mis muñecas están atadas.

—Lo sé... Te he dicho que las uses así.—Me recosté hacia atrás.

Apoyándome con mis palmas sobre el escritorio, mirándolo.

Se encontraba un poco turbado.

Hasta que finalmente entendió que yo no lo iba a ayudar en nada.

Él tendría que hacerlo solito.

Se acomodó sobre sus talones y llevó sus manos al cierre de mi pantalón.

Le costó un poco de trabajo hacerlo con las muñecas atadas y los ojos vendados, pero logró desatar mi cinturón y los botones, incluso se mordió un poco el labio inferior mientras lo hacía.

Era tan sensual, que no sé que haría si alguien más lo viera así.

Lo quería para mí, sólo para mí.

Sólo yo podía tener el privilegio de ver este lado suyo.

Deslizó sus manos por dentro del borde de mi pantalón para separarlo de mis caderas y tener acceso a mi cuerpo.

El tacto suave de sus manos era divino, y, a pesar de la ligera torpeza de no poder ver, se notaba que ya sus manos conocían mi cuerpo.

Podía sentirlo temblar un poco, apretar sus labios, pero su erección estaba más dura que la mía.

—Sigue.—Lo incité al ver que se había quedado embobado acariciando mi abdomen.

Pareció reaccionar y sus manos fueron a mi bóxer a la velocidad de la luz.—Después puedes volver a eso, si quieres...

—¿Quién querría...?

—No te ordené que hablaras.

Cerró la boca rápidamente y se encogió un poco en su sitio.

Continuó lo que estaba haciendo, acercando su rostro al bulto que ya había en mi ropa interior, lo mordió con suavidad, asegurándose de no lastimarme.

Siseé ligeramente ante el contacto, asegurándome de que me escuchara.

Si estaba haciendo las cosas bien, tenía que hacérselo saber.

Me incliné sobre él para tirar de su camisa y descubrir sus hombros.

Me encantaba su espalda, sus músculos y el color dorado de su piel eran simplemente hermosos.

Lo había observado cada vez que podía, era mi placer culpable.

Deslizó sus dedos por dentro del elástico, moviéndolos alrededor de mi pelvis y besando desde mi ombligo, bajando por mi cuerpo hasta que el bóxer estuvo en su camino.

Lo fue bajando, continuando con los besos, hasta descubrir el inicio de mi erección.

Diría que él odiaba aquello con toda su alma... Si no lo hiciera con tanta devoción.

Yo nunca le pedí que me besara, o que me acariciara, o que me hiciera sentir así de bien.

A mí simplemente me bastaba con tener su cuerpo.

Pero él seguía dándome mucho más que eso.

Pero bueno...

¿A alguien le molesta? Porque a mí no.

Cuando lo veía hacer cosas así, no podía evitar ablandarme un poco.

Volví a meter mis manos en su cabello, pero esta vez lo hice más suave, sin guiar sus movimientos, solo quería acariciar su cabeza mientras lo sentía allí abajo.

Podría jurar que lo escuché ronronear.

Bajó por completo mi ropa interior, haciendo que mi erección brincara frente a él.

Paseó sus labios por mi miembro, apenas rozándolo, dejando su tibio aliento sobre mi piel, haciéndome detener mi respiración, pendiente de cada movimiento que hacía.

Se retiró, acumulando saliva en su boca, para luego pasar su legua, deliciosamente húmeda, por toda mi longitud, humedeciéndola.

Observé complacido como luego su boca se abrió, y en un segundo me tuvo dentro de sí, tan profundo como pudo resistir.

Cerní mi agarre sobre sus castaños cabellos, hundiéndome aún más profundo en su garganta.

Lo dejé que chupara como quisiera, solo sujetaba sus cabellos mientras mordía mis labios.

No podía darme el lujo de gemir en mi oficina cuando las clases habían terminado apenas hacía unos minutos y aun había estudiantes y profesores deambulando por ahí.

Pero era difícil, era muy difícil no hacer ruido, sobre todo con las cosas que YeonJun hacía, y lo sexy que se veía haciendo cada una de ellas.

—Detente.—Le ordené cuando noté una cosquilla familiar asentarse cerca de mi bajo vientre.

Además la frente de YeonJun estaba sudada.

No quería hacerlo gastar energía en cosas innecesarias.

YeonJun se detuvo, aún con mi miembro dentro de su boca, alzó la vista, a pesar de no poder verme.

Era palpable la interrogación en su rostro.

—No seas así, cachorro, agradece que hoy no tenemos suficiente tiempo, de lo contrario te llenaría toda esa bella carita con mi semen.

Su ceño se frunció un poco debajo de la tela y sacó suavemente mi erección de su boca, dejándola húmeda y enrojecida.

—Párate.

Se puso de pie frente a mí y agarré sus muñecas para soltarlas.

—¿No vamos a seguir?—Me preguntó.

Sonreí ampliamente al oír el tono de su voz.

¿Tantas ganas tenía?

—No tienes tan buena suerte.—Rodeé su cuello con una de mis manos y haciéndole un poco de presión me acerqué para susurrarle.—Así que no pienses que vas a salir de aquí sin una buena follada.

Tragó en seco trabajosamente, pude sentir su nuez de Adán recorrer la palma de mi mano.

—Date vuelta.

Cuando lo tuve de espaldas a mí, agarré de nuevo sus muñecas y las até, esta vez sobre su espalda.

Después acaricié su cuello, por ambos lados, deslizando mis manos por sus hombros y luego por sus brazos, sintiendo cada músculo y la suave cosquilla de sus vellos sobre la yema de mis dedos.

Él estiró su cuello, ahogando un suspiro.

Yo lo continúe tallando con mis manos, aún tenía todas las prendas de su uniforme encima.

Su camisa colgaba de sus antebrazos, sus pantalones se cernían, tirantes, a sus caderas y ya sabemos dónde estaban su corbata y su cinturón.

Lo rodeé con mis brazos y lo apreté contra mí.

Quería deslizar mi nariz por su cuello, quería sentir su olor, quería probarlo.

Lamí desde el centro de su espalda hasta la base de su cuello.

La reacción que tuvo fue tan jodidamente tierna.

Me encantaba escuchar sus suaves gemidos de placer, sobre todo cuando trataba de ocultarlos, aunque en realidad era inútil... Su espalda era demasiado sensible.

Lo sujeté por los brazos mientras barría todo lo que había sobre mi escritorio.

Unos cuantos papeles y material de oficina, nada cuya rotura fuera a lamentar.

Lo obligué a recostarse ahí, boca bajo, con su precioso trasero expuesto para mí.

¿Había mencionado que YeonJun tiene el mejor trasero del mundo?

Porque lo tiene.

Zafé suavemente su pantalón y su ropa interior hasta que cayeron por sus piernas.

Me incliné sobre él, rozando su entrada con mi miembro.

—Abre la boca.—Le pedí con el mismo tono autoritario que venía usando, cuando lo hizo, deslicé dos dedos dentro.

Ya él sabía lo que tenía que hacer, así que los lamió atentamente, llenándolos de saliva.

Su respiración era agitada y se retorcía un poco debajo de mí.

Casi estaba a punto de perder el control.

Saqué mis dedos de su boca y los llevé a su entrada, penetrándolo suavemente, expandiendo su esfínter con mis movimientos, preparándolo, aunque él, de por sí, ya estaba bastante suave.

Noté que la corbata se había aflojado, pero aun así, sus ojos estaban fuertemente cerrados.

Sonreí quedamente para luego sacar mis dedos y penetrarlo con un solo movimiento de mis caderas.

Su espalda se arqueó y el agudo gemido que partió de sus labios fue como música para mis oídos.

Su interior seguía siendo maravilloso, tan caliente y suave, envolviéndome con fuerza, tan difícil de resistir.

Sujeté sus caderas y lo volví a embestir, haciéndolo gemir de nuevo.

YeonJun tuvo que morderse los labios para ahogar su propia voz, aunque ambos sabíamos que no iba a ser tan fácil.

—¿Es así como lo quieres?—Le pregunté, sabiendo lo que estaba causando en él.

Lo fui embistiendo lentamente, entrando y saliendo por completo, aun cuando tenía que sujetarlo fuertemente para evitar que se retorciera más de lo necesario.

—N-No...—Musitó sacudiendo la cabeza.

—¿Cómo lo quieres entonces?—Lo vi apretar más sus labios.

Sus nudillos estaban blancos y sus uñas marcaban de rojo las palmas de sus manos.—Si no me dices, solo lo haré así... Suave y lento...

—¡No!—Casi brincó.—No, profesor... Sólo... Un poco más...

—¿Un poco más que, YeonJun?—Dejé de moverme y me acerqué a él para susurrar.—Dime.—Sacudió su cabeza, negando. Lo volví a embestir con fuerza, haciéndolo gritar.

—¡Así!... Sí...

—Dímelo.

—¡Más duro! ¡Por favor! ¡Házmelo más duro! ¡Maltrátame más! ¡Sólo házmelo más fuerte!

Ese era el YeonJun que me gustaba.

Me erguí sobre él y agarré sus nalgas.

—Buen chico.—Lo azoté con fuerza, dejando enrojecida la piel de su trasero.

—Sí...—Suspiró estirando su cuello hacia atrás. Lo volví a azotar.—Así, profesor...—Volvió a morderse los labios para ahogar su propia voz.

Aquella era la cosa más sensual que había visto, por mucho.

Dejé de golpearlo y usé mis manos para sujetar sus caderas y continuar follándolo rápido y duro, justo como él me lo había pedido, como yo sabía que le gustaba.

Su interior se volvió mucho más caliente y me apretaba tan fuerte que a veces me era difícil moverme.

Sujeté sus caderas para poder follarlo mejor, aún cuando eso le dejaba marcas.

Me gustaba ver el rosario de manchas violáceas que mis dedos habían dejado alrededor de su pelvis y en sus muslos, eran la marca fehaciente de todo lo que habíamos hecho.

La marca de cuán mío se había vuelto.

Mi firma sobre su piel.

Eso me ponía a mil.

—¡Sí! ¡Por Dios! ¡Sí!...—YeonJun trataba de mantener su voz baja pero le era casi imposible.

No por gusto lo estaba embistiendo tan duro como podía, sin preocuparme por como iba a caminar después de eso, solo dejándome llevar.

Hacía tanto calor, y el sonido de nuestros cuerpos chocando juntos era tan obsceno como hermoso.

YeonJun era perfecto, y allí, debajo de mí, se veía más perfecto que nunca.

Sus gritos se fueron volviendo gruñidos incomprensibles hasta que pareció quedarse sin aire, las arterias de su cuello marcándose, palpitantes, y sus esfínteres apretándome tan duro que solo podía significar una cosa.

Su orgasmo.

Era indescriptible todo lo que sentía cada vez que YeonJun se venía sin yo haberlo tocado apenas.

Cada vez que su cuerpo se contraía y lo veía retorcerse debajo de mí, después de haberme suplicado por más, me confirmaba que tanto él como yo éramos cómplices en aquel pecado.

Me hubiera gustado demorarme más con él, disfrutarlo mucho más, pero el poco tiempo del que disponía no me iba a dejar. Por lo tanto dejé que su orgasmo condujera al mío.

Me metí en él tan duro como pude, llegando hasta el éxtasis, inundándolo con mi esencia.

Algo que por más que hiciera nunca me iba a aburrir.

Terminé con él cuando salí de su interior.

Me acomodé la ropa y desaté sus manos y su corbata.

Cada vez que terminábamos su expresión era algo turbia, no se atrevía a mirarme a los ojos y sólo permanecía en silencio.

Ya yo sabía como era... No le iba a insistir, después de todo, la relación entre nosotros no era una en la que pudiéramos abrazarnos después de tener sexo.

—Voy al baño.—Le anuncié.—No te quiero ver aquí cuando regrese.

Simplemente salí.

Ya recogería y limpiaría cuando regresara.

Di un par de vueltas después de salir del baño.

Me fumé un cigarro y dejé que todo mi sistema se calmara con la nicotina.

Algún día tendría que parar.

YeonJun era algo que estaba haciéndome perder el control de mis actos.

No me importaba mucho la implicación moral, a pesar de que lucía como un abuso de mi parte, la forma en la que YeonJun disfrutaba el sexo conmigo bastaba para aclarar ese hecho.

No era un abuso.

Es sólo que hay algunas personas a las cuales hay que decirles la mentira que quieren escuchar.

Pero aún así, YeonJun se estaba metiendo debajo de mi piel casi tanto como yo debajo de la suya.

Y eso no es bueno.

Porque si seguía así, me iba a enamorar de él.

Probablemente lo terminaría todo pronto.

Sí, solo una vez más, para no quedarme con ese sentimiento amargo de no haber disfrutado el últimamente.

Esa fue la decisión que tomé en aquel momento.

La conclusión que le daría a todo el asunto.

Por eso no puedo evitar sorprenderme al ver a YeonJun abrir la puerta de mi oficina sin que yo lo haya llamado.

Me mira con una sonrisa ladina, sin pedir permiso, sin enojo, sin nada de todo eso que estoy acostumbrado a ver en su rostro, sólo sonríe, y no es una sonrisa alegre, como ya dije, es una sonrisa que me da demasiada mala espina.

—¿Qué haces aquí, YeonJun? No recuerdo haberte llamado.—Lo miro por encima de mis gafas, tratando de que no se note mi desconcierto.

—No, no me llamaste.—Se acerca a mí, caminando con un poco de incomodidad, no habían pasado ni veinticuatro horas desde que follé su culo con todas mis fuerzas, me extrañaría incluso que pudiera caminar.

—¿Entonces qué haces aquí?

Su sonrisa se amplía.

—Tengo algo que mostrarle, Pro-fe-sor Choi.—Me dice, juguetón, y solo consigue confirmar mis sospechas de que hay algo raro sucediendo.

Rodea el escritorio y se para frente a mí, recostando su trasero contra este.

—¿A qué estás jugando, YeonJun?

No me responde y se empieza a desabotonar la chaqueta, cuando pienso que se va desvestir se detiene y saca su celular del bolsillo interno de esta.

—Sabes que no está permitido traer eso...

—¿Me vas a venir a joder ahora con lo que está permitido o no? Porque creo que mi trasero y tú podrían tener una discusión muy interesante al respecto.

Me quedo callado.

Tenía un punto.

—Sólo mira...—Me extiende el móvil con un vídeo.

Un vídeo de mi oficina.

—¿Qué...?

—Shhh...—Se inclina sobre mí para ver también la pantalla.—Sólo velo hasta el final.—De nuevo esa sonrisa pícara mientras me susurra al oído.—Te va a encantar.

Dejo que el vídeo se reproduzca y puedo ver claramente todo lo que hice con YeonJun el día anterior.

El vídeo estaba grabado desde algún punto junto a mi escritorio.

Me giro para mirar hacia allá, notando que probablemente la cámara había estado escondida en una planta que tengo allí.

En el vídeo se ve y se escucha claramente todo lo que hice a YeonJun hacer, su actitud sumisa, mis palabras dominantes.

Todo.

Desde el principio hasta el final.

YeonJun sólo continúa sonriendo a mi lado.

—¿Qué significa esto?—Me giro lentamente, encontrándome con esa expresión que ya estaba empezando a asustarme.

—Significa que ya estamos en igualdad de condiciones, Choi SooBin.—Se pone de pie, arrebatándome el teléfono y empieza a caminar lentamente por la habitación.—Tengo el vídeo bien guardado en mi computadora, por cierto, así que no resuelves nada con hacerme algo ahora.

Lo miro con atención, no dejando que el pánico se apodere de mí.

Quiero pensar con calma, pero me es extremadamente difícil.

Si ese vídeo sale a la luz...

Este chico no era alguien con quien pudiera jugar desde el principio, algo me lo decía.

Me echo hacia atrás, me quito las gafas y tallo el puente de mi nariz, suspirando.

—¿Qué es lo que quieres, YeonJun? Si sólo quisieras joderme no estarías aquí, sino en la oficina del director.

—Tienes razón, no eres profesor de matemáticas por nada.—Su sonrisa se suaviza.—Ahora que tengo esto, sólo quiero poder sobre ti.

—¿Poder sobre mí?—No me gusta para nada como suena eso.

—Dime algo, profesor...—Se acerca de nuevo, deja el móvil sobre una silla y va hasta donde yo estoy sentado.—¿Exactamente por qué me has estado haciendo todo esto? ¿Eres sólo un pervertido? ¿O hay algo más aquí?—Me mira directamente a los ojos, aquella sonrisa extraña había desaparecido por completo.

—¿Cuál es la respuesta que quieres escuchar, YeonJun?

—La de verdad.

—Si quieres convencerte de que no soy mala persona, puedes ir perdiendo tus esperanzas.

—No es esa mi intención... Tengo bien claro que eres un hijo de puta, sólo necesito tus razones.—Vuelve a sonreír.—Yo tampoco soy un santo.

—¿Pues qué quieres que te diga? Algo me dice que preferirías un par de mentiras dulces...

—Sólo dime por qué decidiste tener sexo conmigo en vez de reportarme.

Esa era una buena pregunta.

¿Por qué decidí tener sexo con él en vez de reportarlo? Yo sé perfectamente que el chico me gusta, me provoca, pero eso no justifica mi decisión.

Sé perfectamente que eso está mal, aunque no me importa.

Sin embrago, he pensado antes que otros estudiantes son atractivos y no he hecho esto.

Lo miro directamente a los ojos, se nota la expectación en su semblante.

—Ya llevaba demasiado tiempo mirándote. Sólo aproveché mi oportunidad.

YeonJun, para mi sorpresa, sonríe, complacido.

—Lo sabía.

Alcé una ceja, poniendo sin querer mi expresión más sexy.

—¿Lo sabías?

Pone una de sus rodillas sobre la silla, entre mis piernas.

—¿Crees que no sé cuando alguien me desea? Aunque debo admitir que, por momentos, me engañaste. Aún así, en alguna parte de mí, siempre supe que me deseabas. Había algo en tu mirada, en la forma en la que me hablabas, la forma en la que reaccionabas a mí.

—Pues finges tu ignorancia bastante bien.

—Es un don.

—Ahora que ya sabes el por qué de todo esto... ¿Qué piensas hacer? ¿Me vas a denunciar?

—No.

Vuelvo a alzar mi ceja.

—Por Dios, no hagas más eso.—Se muerde el labio.—No pienso denunciarte, más bien, pienso seguir tu ejemplo.

—¿Mi ejemplo?—Por alguna razón toda aquella situación me estaba calentando.

—Sí.—Agarra mi corbata y tira de ella suavemente hasta acercar nuestros rostros.—Ahora me voy a aprovechar de ti.—La desata lentamente, permitiéndome tragar cómodamente el nudo que se ha formado en mi garganta.

—¿Quieres mejorar tus notas?—Le pregunto.

Aunque sé que no es por ahí por dónde anda la cosa.

Se ríe.

—No sé si te has fijado, pero mis notas ya son lo suficientemente buenas sin tu ayuda.

—¿Qué quieres entonces?

—¿No te lo imaginas?

Si le dijera lo que me estoy imaginando en este momento, con toda esa calentura subiendo desde donde su rodilla toca mis muslos hasta mi cuello, probablemente se dé la vuelta y se vaya a denunciarme.

O tal vez no.

—¿Que pensarías si te dijera que quieres que te vuelva a follar aquí mismo, justo como ayer?

—Pensaría que no vas por mal camino.—Toma los extremos de la corbata con ambas manos y la estira frente a mis ojos.

¿Qué?

—¿En serio eso es lo que quieres?

—¿Por qué crees que un alumno como yo, que ni siquiera presta atención en las demás clases, con un historial disciplinario más largo que un rollo de papel higiénico, siempre permanecería despierto y atento en tus clases? ¿Por qué crees que me robaría precisamente tus exámenes? ¿Por qué crees que dejaría que me hicieras todo eso en silencio? Si no me gustara, profesor Chou, no hubiera permitido que me pusieras un dedo encima.

Coloca la corbata suavemente sobre mis ojos, casi con temor.

Pero yo no me resisto, lo dejo vendar mis ojos y me sumo en una oscuridad en la que solo puedo escuchar su voz y sentir su cuerpo cerca del mío.

Pienso en lo que acaba de decirme.

Eso sonó extraño en mi mente, como si YeonJun...

—O sea que has estado jugando conmigo desde el principio.—Siento como las piezas van encajando poco a poco.

—Exacto, profesor Choi. Digamos que... Te estaba dejando probar el producto. Por lo que veo, te ha gustado mucho. Me has hecho venir diez veces a tu oficina, profesor. No una, ni dos, sino diez veces. Las he contado todas y cada una. ¿Has quedado complacido?—Mueve un poco su rodilla.—Porque yo aún no he tenido suficiente.—Siento su aliento cerca de mi cara, incluso juraría que sus labios rozan levemente los míos.

Sonrío una vez más.

Este chico definitivamente acaba de sorprenderme.

—Sí lo que quieres es sexo no tenías que haber pasado por todo esto.

—¿Como iba a saber que el respetado y estricto profesor Choi era un pervertido que disfruta de atar a sus estudiantes y tener sexo con ellos? Yo sólo fui tanteando el terreno. Sólo quería acercarme a ti. Ser diferente a los demás. Y si para eso tenía que robar los exámenes justo cuando sabía que ibas a regresar a tu oficina, dejar que me sorprendieras y dejar que te acostaras conmigo, a pesar de que, probablemente, lo hagas con muchos otros, lo haría con mucho gusto.

—Sólo lo hago contigo.

YeonJun guarda silencio, puedo notar que su respiración se detiene y luego reinicia, más rápida que antes, siento como se inclina más sobre mí al oírme decir eso.

—Entonces más razones tengo para pedirte lo que quiero.

—Ya te dije...

—Lo que yo quiero no es sexo, profesor Choi. Al menos no sólo eso ¿Aún no lo entiendes?...

—Hazme entender, YeonJun...

Toma una de mis manos entre las suyas.

Es la primera vez que siento sus manos, que lo toco para algo distinto al sexo.

Su mano es cálida, está un poco sudada.

—Comencemos por algo sencillo, profesor Choi.

—Te escucho.

Una de sus manos abandona la mía y acaricia levemente mi mejilla, lo puedo sentir temblar.

El calor en mi rostro va aumentando, a medida que se inclina sobre mí.

Siento en mis muslos la presión de su cuerpo, lo siento acercándose a mí.

Sus labios se posan entonces sobre los míos.

Es una sensación suave y explosiva a la vez.

Noto en ese momento, que nunca lo había besado.

Nunca.

Y no sé por qué, pues sus labios son la cosa más maravillosa que he sentido.

Dentro de mí, algo se aclara, se revela.

A pesar de no ver nada, todo se vuelve evidente.

Sus labios se alejan un poco.

Siento su vacío.

—¿Querrías salir conmigo?—Susurra.

Sonrío.

Por alguna razón, no le quiero decir que no.

¡Gracias Kakure por dejarme adaptar
tu OS! ❤✨


¡Gracias por leer!

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