Ⓜutual ❥ 17.0

|Narra Olivia|

Inmersa en mi propio paraíso onírico, observé a mis alrededores. Un entorno minimalista se extendía, enfundado en tonalidades de blanco, celeste y gris. La fragancia de Jungkook ahora también flotaba en el aire y no únicamente en su piel, generando una abrumadora cercanía imaginaria con él, quien me observaba expectante apoyado en la barra que separaba a la cocina de la sala de estar. Aún estando contra la puerta de entrada detallé al muchacho quien ahora vestía unos pantalones de chándal grises y una sudadera negra y ajustada, la cual al ponérsela posiblemente había alterado su peinado al juzgar por los revueltos cabellos oscuros sobre su cabeza y ojos.

No te has movido de ahí desde que llegamos, anda...- Con su cabeza señalizó un sillón que se encontraba contra el inmenso ventanal que exponía la magnífica vista de la ciudad nocturna. –Quizás te esperabas algo más ostentoso...- Se encogió de hombros recorriendo con sus ojos el vestíbulo en el que nos encontrábamos. – Pero esto es más mi estilo, es más... hogareño...-Pronunció con una tenue sonrisa como si sintiera que debiera darme una explicación al respecto. Se cruzó de brazos provocando que todos sus músculos se marcaban contra la fina tela de su camiseta, posiblemente a sabiendas.

Me desplacé hacia el sofá bajo la atenta mirada del susodicho. Deposité mis cosas sobre el mueble de cuero negro, para luego hacer lo mismo con mi trasero. Me observó, yo también le hice. Ambos compartíamos una extraña sensación de ansiedad entremezclada de incertidumbre. Su oscura mirada no dejaba de monitorear cada uno de mis movimientos, prácticamente nulos debido a mi nerviosismo galopante, de entre sus oscuras hebras tal y como un animal salvaje a unos dos metros de distancia. La tensión incrementaba en la misma proporción que mi ritmo cardíaco, y me preguntaba si el de él también.

Tragué saliva audiblemente buscando algo en mi cabeza para decirle y evadir aquel tajante silencio. Jugué con los dedos nerviosamente, analizando la importante resequedad de mi mano. Aquello pareció captar su atención, ya que ahora me inspeccionaba visualmente con aún más interés, como si fuera un animal de zoológico.

Así que vives solo, eh...- Intenté sonar casual, lo cual no sucedió debido a las vibraciones ansiosas emitidas por mi voz.

Sí, desde ya hace un tiempo.- Confirmó con desinterés soltando un suspiro casi audible. Observó de soslayo el reloj de pared que marcaba las 10 pm. –Yo no tengo mucho sueño por lo que no iré a dormir aún, ¿Te molesta que me quede aquí contigo?

¿Quién era yo para impedirle hacer algo en su propia casa?

Me encogí de hombros demostrando que aquello no me importaba. –No me molesta, ¿Puedo pasar por tu baño? Debo ponerme el pijama.

Asintió, y solo aquello fue suficiente para impulsarme en dirección al baño con uno de mis bolsos bajo el brazo.

Cerré la puerta apoyando la espalda contra la misma, suspirando de forma audible sin saber exactamente la razón de mi irrazonable arrebato de nerviosismo. Podrían ser mis pocas habilidades sociales, o simple y llanamente la inminente atracción en aquellas cuatro paredes. Me deshice del uniforme, e inmediatamente me adentré en mis shorts de pijama grises y blusa holgada.

Mi reflejo abatido en aquel espejo que ocupaba toda la pared del lavabo llevaba ojeras y una palidez causada por mi creciente cansancio. Mis labios resecos denotaban sed, y mis pupilas dilatadas una evidente falta de autocontrol hacia los encantos innatos de Jeon. Apoyé las manos contra la mesada de mármol blanco cerrando los párpados por unos segundos, intentando estabilizar la taquicardia que el simple pensamiento de estar en la misma sala con el moreno me generaba.

1....2....3....

¿Se me vería el pecho a través de esta blusa?

Fruncí el entrecejo analizando mi reflejo ansioso.

Suspiré intentando remover aquellos miedos irracionales. No es como si hubiese algo que él no haya visto antes.

Asentí buscando reconfortarme, de seguro conversaría conmigo unos minutos y luego se iría a su recámara de todas formas.

Ordené mi uniforme dentro del bolso ya abierto buscando organizar mis pensamientos en un hilo coherente que no provocara un comportamiento errático frente a él.

Me di una palmadita imaginaria en la espalda dándome confianza abandonando aquel moderno baño y arrastrando mi bolso a medio abrir.

Le vi allí, sentado en el sillón que estaba yo antes, mirando algo en su celular. Caminé hacia él dejando mi bolso debajo del sillón. Me senté junto a él, quizás demasiado cerca por alguna razón que desconocía. Despegó su mirada concentrada de la pantalla brillante, dedicándome una tímida sonrisa.

–Arriba del taburete de la cocina te he dejado unas colchas y una almohada.-Comentó mientras guardaba su celular en el bolsillo, sin despegar sus ojos de los míos. Le escuché tragar duro mientras relamía sus labios a una distancia muy reducida de los míos. –En verdad...- Rascó su nuca con algo de nerviosismo, dejando su mirada vagar por mis piernas desnudas instintivamente. –En verdad yo quería que durmieras en mi cama...-Confesó con algo de rubor cubriéndole los pómulos. Volvió a colocar su mirada sobre la mía. – Pero no en el mal sentido... em... en verdad....yo... no creo que esté bien que duermas aquí en el sofá cuando mi cama es enorme.

Le miré como un cervatillo nervioso frente a las farolas de un auto en camino. –Oh...-Solamente eso pude pronunciar ante aquel arrebato de honestidad. De pronto le vi más cerca, y más cerca. Pude jurar que mi imaginación simplemente me estaba jugando una mala pasada, aunque aquel pensamiento fue descartado cuando con su dedo índice trazó todo el recorrido de mi mandíbula desde mi oreja hasta el mentón. Sus ojos se fijaron sobre mis labios entreabiertos que tanto le deseaban, y sus ojos oscuros arremolinaban un deseo similar al que cada poro de mi cuerpo emanaba. Sus respiraciones eran calientes, y ahora impactaban con fuerza sobre mi mejilla izquierda. Depositó allí sus labios, pegándolos contra mi piel añorante y confundida. Sentí su nariz presionada de igual forma, no efectué ningún movimiento que pudiera dar a entender que quería que se detuviera. Sus pestañas cosquilleaban al igual que su flequillo despeinado. De pronto su otra mano se posicionó sobre mi espalda baja; su tacto caliente traspasaba aquella fina tela.

Finalmente sus labios provocaron un pronunciado chasquido dando por entendido que aquel beso había terminado. No obstante, antes de siquiera quejarme internamente, con su mano redirigió mi rostro en dirección al suyo, como si tuviera pensado perpetuar aquel contacto en otro sitio. Mordió su labio inferior, dejándolo enganchado entre sus dientes por unos segundos, sosteniendo mis ojos con los suyos impregnados en oscuridad y magnetismo puro. Le imité, dándole por entendido que deseaba lo mismo que él en aquel momento.

Lo comprendió, o al menos eso dio a entender al fusionar nuestros labios ansiosamente. Encastró mi labio superior entre los suyos, succionándolo y entornando la cabeza hacia un lado para profundizar aquel contacto desesperado. Su lengua ya danzaba con la mía de una forma tan erótica y sucia que sonrojaría a las paredes que eran testigos de aquello. Su mano se arrastró de mi cintura a mi muslo expuesto quemando mi piel a su paso, me jaló contra su cuerpo con ambas manos, sentándome sobre sus piernas fornidas.

Jadeó sobre mis labios. Su mano jugó con el dobladillo de mis shorts como si estuviese buscando alguna forma de desaparecerlos de la ecuación, la posicionó debajo de estos, rozando peligrosamente con mi entrepierna palpitante que masajeaba con desenfreno. Con valentía, me separé unos centímetros de sus labios ganándome su mirada atenta y enturbiada; un hilo de saliva se desprendió de entre nuestras bocas deseosas. Tomé los bordes inferiores de su camiseta levantándola por sobre su torso; él aceptó aquello con una sonrisa cómplice y socarrona, alzando sus brazos para deshacerse de la prenda y arrojarla a algún sitio desconocido. Su marcado torso y brazos se expusieron ante mis codiciosos ojos.

Retomó el contacto bucal por unos segundos más, abandonándolo para reemplazarlo con su lengua sobre mi cuello. El ruido de succión sobre mi piel y gemidos casi silenciosos eran los únicos sonidos en el lugar. Su mano masajeó mi pecho por debajo de la sudadera con una moción circular y debilitante, mientras que la otra aún permanecía en las cercanías de aquel lugar prohibido y aún enfundado con mis bragas humedecidas.

Le deseaba tanto que cada sitio por donde sus dedos pasaban parecía estar en llamas, y la sonrisa que enmarcaba sus labios ahora demostraba que aquello ya era de su conocimiento. Me despojó de la blusa sin siquiera preguntármelo dos veces. Sentí la piel caliente de su torso bajo mis huellas dactilares, me pegué a él para sentirle más cerca provocando que ambos gimiéramos en el acto.

Olivia....-Gruñó en el momento que arrastré mi mano al bulto emergente en su entrepierna. Lo froté ansiosa de liberarle. Se mordió el labio expectante observándome con los ojos entrecerrados. Adentré mis dedos por debajo del elástico de sus pantalones y bóxers que ya comenzaban a asomarse debido a la fricción de nuestros cuerpos. Lo tomé entre mis dedos, enjaulándolo como un animal endurecido.

Gimió audiblemente.

Comencé a hacer un movimiento perpendicular a su entrepierna con mis dedos formando un anillo alrededor de su miembro. Parecía estar al borde del éxtasis mientras arqueaba su nuca hacia atrás revelando la totalidad de su grueso cuello igual de venoso que lo que mis manos frotaban en aquel instante. Me abalancé sobre su cuello pálido como un vampiro lujurioso, dejándole mordidas con mis dientes que castañeaban de placer. Sus dedos corrieron a un lado la parte inferior de mi ropa interior, acariciándome con puro ímpetu con su pulgar, jugueteando con alguna que otra estructura anatómica al alcance de su mano. Ambos gemimos por el placer mutuo otorgado. Aumenté el ritmo con el que masajeaba su tronco, él hizo lo mismo con sus dedos que ahora frotaba en los interiores de mis paredes. Enderezó su cuello, para luego atacar el mío con sus dientes, dejando un camino de besos desde mi clavícula hasta el valle de mis senos de forma lenta y tortuosa. Aumentó la intensidad, y yo también.

Visualicé un túnel simbólico cuyo final era blanco. No podía dejar de gimotear mientras sus labios ahora succionaban el extremo de mi pecho pálido. Sentía mis paredes contraerse, y el miembro de él palpitar en mis manos. No había mucho que pudiera frenar lo inminente, lo que tanto buscábamos como jóvenes hormonales.

Mi cuerpo se contrajo de sobremanera, mientras de forma simultánea algo viscoso y tibio ahora inundaba la palma de mi mano como una inundación mortífera. Mi garganta soltó un gemido incontenible al igual que mi contraparte, quien se desarmaba sobre el sillón negro con mi cuerpo pegajoso contra su torso agitado. Su frente sudorosa tenía el cabello azabache aplastado, y sus labios a medio abrir soltaban arrítmicamente sonidos incomprensibles en forma de gemido.

Me encontraba igual que él.

Aquello había sido lo último que me esperaba que pasara al entrar a aquella sala de estar con Jungkook, quien ahora me observaba embobado con una sonrisa lánguida sobre sus labios rosados.

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