VI
La vida se volvió un tanto más soportable.
El tiempo pasaba, porque nunca espera a nadie. Crecí, rodeado de golpes, murmuros a mi espalda, videojuegos y encierro.
Así hasta que termine la primaria.
Sorprendentemente, llevo una carta de beca, para una prestigiosa academia en el centro. No sabía sabía hacer, tenía miedo de que decir o hacer.
Pero lo hice.
"Si declino, entonces sabrán que algo malo pasa aquí."
Y fue el primer paso hacia mi presente.
En la academia no hacia mucho. Las clases era mucho más duras, así que ocupaba más tiempo en estudiar, lo que me evitaba estar con él. Y era un sentimiento recíproco el no querer estar con el otro.
Ciertos días, mi cansancio o mis heridas eran mucho más que soportar, provocando que terminara en una camilla de la enfermería. Un pequeño descanso y estaba como nuevo, las energías repuestas luego de esas siestas eran tan reconfortantes que no me preocupan la preocupación de mis profesores.
Además, una de esas veces lo conocí.
Es lindo dar unos pasos atrás y recordar todo lo que hemos pasado juntos, todo por la casualidad de ese día. Aunque el pobre Kuro del pasado estaba demasiado confundido.
Había despertado de mi siesta, y pegue un salto al notar que no estaba solo. En la silla frente a mi había un chico de mi edad, de unos fríos ojos rojos jugando con una consola.
Mi consola. Sigo molesto por eso.
Pero el hecho es que nunca lo había visto. Para peor, tengo una llamada "super memoria fotográfica" que según mis profesores aduladores es "un don que me abrirá muchas puertas y me dará muchas facilidades". Todavía no los entiendo.
Por ende, el no conocer a él más miedo me daba sobre todo.
"Perdona", había dicho con el tono más inexpresivo y monótono que escuche en mi vida. Nada de agresividad, solo desinterés, un desinterés que iba a todo, no a mi.
Me quedé mirándolo, sin saber que decir o hacer. Su cabello era blanquecino, pero no del todo, como si hubiese sido celeste en algún momento y se hubiera ido decolorando llegando a ese blanco.
Iba con el uniforme escolar, que no decía nada. Ningún signo de su personalidad o carácter, un cascarón vacío.
Por tanto tiempo evitando a las personas, aprendí a reconocer como eran y de allí como contrarrestarlas. En cambio Yuuto siempre fue ese libro tan complicado que nunca supe leer.
"Tienes un récord alto, me demoré en superarte" dijo, acercándose a mi y devolviendome el aparato, en donde estaba el tetris abierto y efectivamente me había superado. Lo miré de nuevo.
"¿...Por qué?"
"Estaba aburrido", mencionó como si nada.
"¿Te gustan?"
"Ajá"
Ni siquiera sabia hablar con alguien, que vergüenza me doy.
"Si es así, no tengo problema en prestartela" se la ofrecí, quien la tomó sin mucha energía. Vi como tomó la silla y se sentó más cerca mío, aún sin interés.
Y rayos, si jugaba bien.
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Ese fue la principal razón por la que me quise acercar. Disfrutaba su silenciosa compañía, que cada vez era más recurrente. Una vez, incluso me atreví a llevar juegos cooperativos.
"Ahora que lo pienso, ni me sé tu nombre", dije entre risas nerviosas una de aquellas tantas veces.
"Yuuto, Yamagawa Yuuto", se presentó, sin despegar los ojos de la pantalla.
"Oh, lindo nombre"
"¿Y el tuyo es Kuro, no? Poco creativo"
"No me agrada"
"Comparto el disgusto"
Y supe sin dudar (o sea, solo un poquito) que se refería al suyo, no al mío.
"Yuuto, ¿en que clase estás?"
"Ninguna"
"¿Eh?"
Me miró, con actitud de quien va a contar un secreto hiper super mega peligroso. Hice la cara de mejor cómplice que pude hacer, y lo escuché atento.
"Soy un fantasma. Morí hace años"
"Ya, deja que me lo creo"
"Solo la mitad es mentira. Te lo dejo ahí"
"¿Como un secreto de estado aquellos de videojuegos? ¿Así?"
"Es curioso como los videojuegos influyen tanto en tu pensamiento."
"No tengo mejores ejemplos, perdón"
"Entendí. Es parecido a tu idea, aunque es preferible que no hable de eso. Guárdate la curiosidad."
Yuuto nunca fue normal. Y eso me daba paz de cierta forma. Tenía demasiados problemas lidiando con los normales, por ello la brutal sinceridad de Yuuto más su apatía me hacían sentir cómodo. Mis inseguridades no salían a flote, no pensaba en que decir o que pensaría de mí.
Además, sus ojos me encantaban.
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