Capítulo uno.

—¡Dense prisa! Debemos estar a tiempo en la fiesta.

¿Qué estaba pasando en casa de los suramericanos? Pasa que en este lugar todo era un descontrol. Todo se debe a que su padre, España, ha organizado una fiesta desde ya varios meses ( para relajar las situaciones tensas de las reuniones pasadas).

Ellos son puntuales con las cosas, rara vez suelen olvidar fechas importantes, y hoy es de esas raras veces.
Pero no iban tan retrasados; solo son por unos minutos que tomaron para ducharse y vestirse. Son veloces.

—¡Cierra el pico, sapo culeado!

Chile tenía altos niveles de estrés y una migraña leve; hace un momento tuvo un temblor. No andaba de buen humor, de mala gana bajó las escaleras para ir a un lado de Brasil.

—Eres un insoportable. Eras el último, ya vámonos.

Dio la orden Argentina, guiando a todos sus hermanos hasta la camioneta; más tarde tomarían su vuelo a España.
Ya cuando todos subieron, acomodándose listos para dormir o jugar videojuegos recibieron una llamada.

Era su papá.

—¿Diga? - Contestó Perú.

—¿Ya venis en camino? Porque quiero que vayan por su hermano.

—¿¡Qué!?

Perú puso el teléfono en alta voz para que sus hermanos escucharan la conversación.
España, molesto, volvió a repetir lo que dijo.

—Quiero a Nueva España acá.

—¡No! No podemos traer al raro acá.

Protestó Uruguay, cruzándose de brazos.
Despreciaban a México, simplemente que no les agradaba mucho.

¿Cómo querer a un autista?

—¡No es un raro! Yo quiero a todos mis hijos aquí. Más vale que lo lleven con vosotros.

Antes de protestar negativamente, España ya había colgado.
Todos se miraron entre sí con una mueca de desagrado.

—Yo contesté la llamada de papá, que alguien más le hable al subnormal.

Venezuela le arrebató el aparato a Perú, marcándole a México con rapidez. Esperó un momento, escuchando el timbre.

—¿Bueno? - Se escuchaba feliz el mexicano.

Nunca recibía llamadas de sus hermanos, siempre era de su padre.
México sabe que día es hoy y ha estado listo desde ya varias horas. ¡Ahora está muy feliz! Perú le ha hablado.

—Pana, soy Venezuela. El Onda Vital quiere que vayas con nosotros . . . ¿Ya estás listo?

—Sí. He estado listo desde hace una hora.

—Vamos a ir por ti, aguarda.

Terminando la llamada le devolvió el teléfono al bicolor.
Un suspiro pesado se escuchó de Argentina, encendiendo el motor de la camioneta para partir hacia la casa de México.

Está lejos, les tomaría unas horas en llegar solo para recoger a su estúpido hermano. Todos le tenían cierto coraje debido a que su padre lo trata como el hijo favorito.

Solo porque tiene una enfermedad.

Los demás se llenan de regaños y a él le llenan de regalos. ¿Cómo es posible? No debería existir ese favoritismo.
Solo hacen que les de asco verlo (solo algunos).

¿Para qué traerlo a la fiesta? México es invisible, no toleraría el ruido. Colombia dijo que podían dejarlo en el auto para que no cometa una estupidez.
Como en la reunión pasada, pero esa es otra historia.

Pasaron unas horas mirando un camino aburrido para dar finalmente a la casa de su hermano.
Nadie quería ir por él, ni tomarlo de la mano o algo así.
Chile bajó de su asiento (él iba de copiloto), tocando la puerta del mexicano.

No pasó mucho tiempo y se pudo ver a México, portaba una sonrisa algo débil. El chileno no quiso hablarle, solo soltó un "apurate".
Dejaron al chico en la cajuela de la camioneta, ya no había espacio al frente (en realidad sí, pero nadie quería sentarse con él).

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