Capítulo seis.

—¿Por qué te fuiste así?

Preguntó el boliviano, tratando de no hacer tanto contacto visual para evitar que haga otra de esas cosas.

La respiración de su hermano se relajó, también sus temblores pararon. Miraba a la nada, su vista tenía un punto fijo en el suelo.

—¿Qué ocurrió?

Su hermano estaba insistente en tener alguna respuesta de su repentina ida.
No le veía actuar así desde la primera junta que tuvo; tal vez sea eso.

Con los ojos llorosos, México volteó levemente su cabeza en dirección a su hermano. Sus labios temblaban, como si tuviesen un tic, las palabras no se formulaban de forma entendible; eran balbuceos.
Pero finalmente se escuchó un respiro calmado, dando a entender que el pánico se fue, comenzando a hablar.

—Tengo miedo.

México sabe bien lo que le espera en la junta de mañana. Llegaría y todos le mirarían raro, como una oveja negra.
Se sentaría y los que van a su lado comenzarían a alejarse de él para no "contagiarse" de su "estupidez", y por último lo llamarían con apodos hirientes.

No quiere ver a nadie, ¿A quién engaña? Solo se estusiasmó porque estaría con sus hermanos y padre.

Ni ellos han de quererle.

Solo quiere escaparse de sus problemas y hacer un mundo donde él pueda ser feliz. Aún busca ese sentimiento en alguien, el día en que lo encuentre nunca le dejará.

Alguien atento para su condición, que le quiera y no sienta pena por él. Que le guste pasarse el rato a su lado y caminar tranquilos sin que las miradas acusadoras de los demás les interrumpa.

Que absurdos sueños tienes, México.

—No debes de tener miedo, yo estaré contigo. Le pediré a ONU que si puedes sentarte conmigo o papá para que te sientas bien, ¿sí?

Una pequeña curva se mostró en los labios rosados del mexicano, no era de expresarse tanto pero su hermano sabe que él se encuentra feliz.

Quizás mañana sea un día diferente para todos.

(...)

Las cortinas se movían al ritmo del ligero viento que pasaba sobre estas, entrando a la habitación de cierto mexicano. Los rayos del sol pasaban fácilmente para posarse sobre su rostro, despertándolo tiempo después.

Alzó sus brazos y se sentó en su cama, era hora de su rutina habitual. Sus piernas recibieron la acción de colocarse de pie, para ir directo al baño; no querrá llegar tarde a su segunda reunión.
Al entrar se despojó de sus ropas, quedando su piel desnuda y así para introducirse al interior de la regadera.
El agua corría de forma relajante sobre su cuerpo, dando una tranquilidad perfecta, como debe de ser. La primera parte de su rutina fue cumplida con éxito.

Ya vestidito y con un olor a rosas fue a la planta baja por algo de desayunar. Llegando a la cocina se topó con su padre, el cual también se encontraba arreglado para la reunión.

—¿No crees que es muy temprano? Mi niño, ve a dormir un poco más.

—No.

Arruinaría su lista, no puede hacer eso. Dio su respuesta negativa y siguió su rutina; lo último era comer.
Tomó una caja de galletas integrales con frutillas y nueces, su padre siempre compraba de esas. Devolvió la caja cuando tomo una galleta, pera sentarse frente a su padre.

—En una hora despertaré a tus hermanos, siempre olvidan colocar una alarma. Pero no me molesta, es lindo volver a sentirse un padre joven con sus niños.

—Pero si ya son grandes. No deberías estar detrás de ellos, no es tu problema.

Soltó sin más, dejando a España un poco incómodo con la respuesta. Él sabe que su niño puede ser muy directo, sin embargo lo era demasiado.

—Nueva España, cuida lo que dices.

—Solo digo la verdad, padre.

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