Capítulo quince.
—Ya llegamos, ¿sigues con ganas de vomitar?
Rusia apuró la velocidad por eso, casi llegan a parar a un trafico horrible pero por el contrario se apresuró. El mexicano miraba a la nada, se había olvidado de lo que sintió por unos momentos ya que esas emociones fueron reemplazadas por la preocupación de su padre y hermano, volvió a tener nervios y se sentía muy incómodo.
Sus manos se deslizaron por sus piernas, repetía la acción una y otra vez por lo mismo de sus nervios. El ruso le miraba un poco confundido, no debería estar de ese modo.
El más alto trató de acercar sus palmas a los hombros del azteca, acariciando sus clavículas con suavidad para tratar de devolverlo a la tierra y llamarle; lo malo de esto es que el soviético no es muy frágil por lo que lo sacudió de forma brusca.
—México, ¡México!
Reaccionó por el movimiento brusco de la potencia. Separó un poco sus brazos y parpadeó un poco rápido para devolver sus pies a la tierra. Bajó la mirada para evitar el contacto visual que le generaba el ruso.
—No me asustes de ese modo, ¿qué ocurrió contigo?
—España.
—Agh, ya estará contigo.
De mala gana abandonó su vehículo para abrirle la puerta al mexicano, dejándole salir para llevarlo a la entrada de su hogar con velocidad.
Al entrar se encargó de llevarlo al lado de la chimenea; lo colocó sobre un gran sillón de piel y fue a encender esa vieja chimenea.
Corrió escaleras arriba para buscar una manta o un abrigo, no quiere ver la cara de su padre o Bolivia enojados con él por no cuidarlo como le encargaron. Fue entrando por distintas habitaciones para tomar lo que buscaba, aquellos objetos los encontró en el cuarto viejo de Bielorrusia ya que es la talla más pequeña que puede hallar y al parecer al pequeño le quedarían bien.
Al regresar donde se encontraba, éste cambió de parecer, se le veía de nuevo con esa sonrisa tan extraña. Con cuidado fue acercándose a él para dejarle las cosas, necesita guardar calor en este terrible clima para él. Sabe lo malo que le pondrá el cambio de clima, investigó y por sus regiones es normal tener una temperatura de 40-50°.
—Es lo mejor que pude encontrar, espero te quede.
México se le quedó viendo unos momentos los objetos que se trajo y después de un rato ya contaba con ellos.
—Gracias, señor Rusia.
Esa sonrisa retorcida seguía plasmada en sus labios rosados, era un poco perturbador porque según siempre lo había visto con sus comisuras hasta el suelo, sin mostrar una sonrisa, ahora ya veía la razón.
Pero ¿qué le iba hacer?, ¿decirle que dejara de hacer eso porque le causaba incomodidad? No.
—No es nada.
El arropado miró con entretenimiento las llamas que bailaban de un lado a otro, esto le daba tranquilidad. Sus manos dejaron se temblar para después entrelazarlas y dejar que el calor le arrullara. Lentamente sus ojos fue cerrando, ya se encontraba muy cansado del pésimo día que tuvo y lo mejor que su cuerpo puede ofrecerle es una siesta tranquila.
Algo le faltaba a ese pollito tembloroso y eso era un ushanka. No dudó en quitárselo para colocarlo sobre la cabeza del tricolor dormido, al momento de ponérselo abandonó la sala para pensar en lo que acaba de hacer.
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