Capítulo ocho.
España sudaba frío, temía que pasara una situación así. Todos estaban impactados, pero el rojizo con amarillo destacaba más.
La expresión de USA no tuvo precio, era un rostro lleno de sorpresa que repentinamente se frunció; había invocado su enojo.
El tricolor con escudo de águila se lo tomó igual, dijo la verdad, ¿por qué se ponen así de algo obvio?
—¿En qué estás, pequeño salta muros?
Los puños del americano chocaron contra la mesa de cristal, dando un ruido exaltante.
Sin dudarlo dejó su lugar para acercarse al mexicano, plantándole un golpe en la mejilla.
El recién golpeado cayó de su silla, sobando su mejilla. No se sentía bien, su respiración se volvió fuerte y sus manos temblaban.
Bolivia había reaccionado tarde, se sentía culpable de no haber evitado ese golpe.
—¿Te crees muy listo? Pedazo de mierda.
Otro golpe pasó, lo sorprendente es que nadie hacia nada y es porque no se quieren meter con una potencia, ni siquiera la ONU.
Pero el boliviano hizo lo que pudo, se puso de pie y empujó a la potencia para tomar en brazos a su hermano.
—¡Detente! Tú conoces sus condiciones.
Alterado estaba aquel tricolor, alejándose lo más lejos posible del vecino norte de su hermano. Llegó al lado de su padre, para entre los dos evitar algún otro ataque del enfurecido usa.
—¿Acaso quieres tener un problema conmigo? Puedo hacerlos trizas en un segundo.
Amenazó el de 50 estrellas, pero Bolivia se mantenía firme, no iba a dejarse intimidar por alguien.
No de nuevo.
—Es muy bajo el querer tratar con desprecio a una alguien que no pidió tener esa condición.
Todo hubiese sido un caos de no ser que por fin el de celeste se interpusiera. Su voz hizo callar a los que peleaban, teniendo la atención de los presentes en la sala.
Su mirada seria y apagada no mostraba nada, pero muchos piensan lo que ha de estar sintiendo; enojo.
—Y es por eso que no me agrada la presencia de tu hijo, España. Largo.
Fueron tan rápidas sus palabras. El responsable de los latinos no emitió palabra alguna, simplemente llevó a su hijo fuera de la sala.
(...)
España dejó a México en una sala aparte de las instalaciones, le dijo que esperara en lo que terminaba la reunión.
El tricolor miraba a su alrededor, buscando algo que hacer aunque nada le llamaba su atención.
Se posó sobre un pequeño sofá, juntando sus manos para moverlas de un lado a otro o frotarlas entre sí. Sus ojos cristalinos se encontraban, quería llorar.
¿Qué hizo mal?
Sintió el líquido húmedo salado en sus mejillas resbalar, sus manos se movían con más rapidez.
¿Papá porque lo miró así cuando lo dejó en esa habitación?
—Lo siento.
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