Capítulo nueve.
Sus pequeñas lágrimas dejaron de fluir hace un rato, había terminado de llorar. Ese sentimiento extraño le molesta, ¿Por qué ocurre cuando situaciones así pasan? No le gusta.
Miró por un rato el suelo, siguiendo con el movimiento desesperado de sus manitos. Algo le decía que debía salir del lugar y volver a casa, la ha pasado muy mal desde que llegó.
No notarían que se ha ausentado. Todos necesitamos un respiro.
No perdió tiempo, se levantó de su lugar para encaminarse a la salida de la instalación. No dijo nada, caminaba hacia un apartado de taxis y esperó a uno.
En lo que lo esperaba recordó la vez que Bolivia le intentó enseñar a manejar, cosa que no salió muy bien porque casi atropella a alguien. Después de eso nunca quiso volver a tomar el volante.
Uno se orilló a donde estaba, México abordó el vehículo y le indicó que si podía llevarlo al areopuerto.
Hará lo posible para irse lejos de ahí.
(...)
—Bueno, al final nos compensaron con pastel.
Argentina venía feliz, más bien, todos sus hermanos venían felices. El ambiente agrumador se fue al momento del postre, es la parte favorita de algunos.
El boliviano se encargó de tomar algunos dulces para su hermano, puesto que lo tuvieron que sacar por ese "show".
—Padre, ¿A dónde mandó a México?
Todos voltearon a ver a España, este solo se adelantó para guiarlos a donde dejó a su hijo.
Al llegar uno de ellos pateó la puerta con el fin de asustarlo o algo así. Las risas no tardaron, pero pararon cuando se percataron de que no había nadie.
—¿México?, ¡México!
Oh no, de nuevo pasó, ¿su hijo volvió a irse sin razón? Vaya que España se sentía el peor padre. Por toda la instalación buscó a su pequeño, más no daba con él en ninguna de las habitaciones.
—¡Hijo mío!, ¿Dónde estás?
Veían a ese padre de forma muy extraña, mientras susurraban a sus espaldas, ¡vamos! Su hijo ya es mayor, no debería ir tras él.
"Viejo ridículo".
"Paranoico".
"Estúpido".
Insultos en diferentes idiomas de los cuales no comprendió, pero eso no importaba.
¿Dónde está México?
(...)
—Aquí tiene señor, su vuelo es en 8 horas.
El azteca tomó el boleto entre sus manos temblorosamente. Aquella chica le hacía contacto visual y no le agrada aquello.
Al momento de tomarlo se alejó lo más rápido que pudo y buscó con su mirada el hotel que tenían en el aeropuerto.
Al encontrarlo fue directo a este, pero volvió a tener el mismo problema al pedie una habitación por algunas horas, contacto visual.
Caminaba rápidamente hacía su habitación, pasando la tarjeta para acceder a ella y echarle un vistazo para ver si todo se encontraba en orden. Dejó su tarjeta en la mesita de noche y se dispuso a quitarse los zapatos como es su costumbre.
Al estar descalzo se recostó en la cama y miró al techo por un buen rato. Tomó su celular y se fijó en la hora, observando el tiempo que tardaría su vuelo.
Le daba un poco de miedo desaparecer sin decir nada, pero quiere alejarse de todo.
Pero al parecer no puede.
Llamada de "Padre".
Eso indicaba la pantalla de su celular.
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