Capítulo diez.

El sonido de su celular resonaba por toda la habitación, ese tono algo molesto insistía con fuerza que debía contestar.
Tapó sus oídos para ignorar la melodía, de ninguna manera contestaría.

Terminó, ya no se escuchaba.

Sus manitos se retiraron para colocarlas sobre su teléfono. Es de las primeras veces que ignoraba a su padre, podía leer la notificación de llamada perdida de padre. Para evitar de nuevo eso decidió apagar su teléfono y continuar enfocarse descansar ya que tendrá un día muy largo.

La palma de su mano se posó en su mejilla lastimada, acariciándola un poco. Aún arde, pero España le limpió antes de dejarlo solo en esa horrible habitación.

Sigue insistiendo con la pregunta, ¿qué hizo mal? No lo sabe, pero debió ser muy grave para que su vecino tuviera esa reacción. Podría decir que ahora está considerado vetado del lugar.

Adiós segunda impresión.

(...)

—¿Cómo vas a perder a tu hijo?

Reino Unido iba detrás de España, este último ha llevado su preocupación más allá. Caminaba de un lado a otro, llamando a su retoño como un loco, desesperado.

—¡Calmate! Debe de estar por alguna parte.

—¡Puede estár en cualquier parte! Van a lastimarlo.

—¿Podrías dejar de exagerar?

Esa tercera voz fue de uno de sus otros retoños; Venezuela. Sus brazos cruzados y mirada fría eran algo común sobre él. Encaró a su padre, estando frente a frente le dijo eso.

—¿Qué?, ¿A que se debe eso?

—¡A que siempre te preocupas demasiado por un inútil?, ¿Qué te va a dar México?

—Vene, ve relajandote que no quiero pelear contigo.

El mayor intentó calmar a su hijo, tratando de colocar sus manos sobre sus hombros, pero fueron retirados bruscamente por el contrario.
Los ojos del tricolor con estrellas eran de enojo, parecía que iba a explotar y eso haría.

Se ha guardado demasiado sus emociones contra México, Bolivia y España.

—¡No! Todos estamos enojados que lo bueno se arruine por ese idiota. Preguntale a cualquiera de nosotros y responderemos igual.

Apuntaba con su dedo de forma amenazante, evitando de romper en llanto frente a su tutor. Apretaba su mandíbula con fuerza para no descontrolarse, porque no le faltan las ganas de soltarse un golpe. 

—¡Deja de ser tan egoísta! Ya sabes lo que tiene tu hermano.

Venezuela explotó pero se contuvo, respiró cerrando sus puños y después los soltó. Pero no abandonó su ceño fruncido, solo le miró y no dijo mada.

—Ahora dile a tus hermanos que me ayuden a buscar a México.

(...)

Han pasado algunas horas, México sigue suspendido en la cama ahora su cuerpo se encontraba bajo las sábanas.
Temblaba levemente, hace un poco de frío y no lo disfruta tanto.

"Ya solo falta poco y pronto iremos a casa"

Se repetía una y otra vez.

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