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Las dos caras de una misma Historia.
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【ⅠⅠ】

(Traducido del Latín).


Jerusalén, 30 de mayo de 1291, Sultanato Mameluco de Egipto.:

❝Quien habla por hablar del dolor no tiene ni la mas mínima idea de como es sentirlo en carne propia, al igual que el miedo y la impotencia.

Es triste rememorar algo que ha sucedido en frente de mis ojos, he visto morir a quien más quería y adoraba en mi vida, incapaz de siquiera poder haberle ayudado cuando en un arrebato fue capaz de intentar matar al enemigo que lo derroto. Pero, por más doloroso que sea me veo obligado a rememorarlo, para que nadie ni siquiera ella olvide como es que Reino de Jerusalén, mi padre murió a causa suya.

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28 de mayo de 1291, Ciudadela de Acre, Reino de Jerusalén.:

En aquella infame noche se escuchó como enormes explosiones abrían brechas en los muros de la fortaleza, los arqueros no fueron capaces de repelerlos. Desde la torre de vigía mi padre venia corriendo, vi el miedo en su mirar mientras se aferraba a lo que sus manos sostenían, mi hermana, hija suya de sangre, era la única que prevalecería su sangre real por el fin de los tiempos.

Mi miro fijo y sereno, me dijo "extiende las manos y no tengas miedo", lo hice y me entrego a ti, no sabia el porque ni quería saberlo hasta que cruzando nuestras miradas lo supe sin querer hacerlo, no quise asimilar el porque me cedía a ti hasta que depósito sus manos sobre mis hombros. Dormías mientras que el retumbe de las explosiones se hacían más fuertes, los muros temblaban al igual que las antorchas.

Tomala y vete, corre y no mires atrás.—me ordeno mirándome fijo y sacándose aquel rosario de perlas negras que llevaba siempre, regalo del único rey digno de admiración.—pase lo que pase no mires atrás, huye, escondete. Protegeté y protegela, es una orden, es una promesa que debes cumplir.—en una de mis manos dejo aquel objeto, haciendo que mis dedos empuñen con fuerza.

Padre, huyamos juntos...—sostuve su mano y suplique, intentando obligarlo a seguirme.

Me miro frío y se zafó de mi agarre, mirándome serio me dijo:

Es una orden! ¡Vete! ¡Solo tú y ella son la esperanza de que aun pueda vivir! ¡Es una promesa que has de cumplir!.

Me empujó con fuerza, aun sabiendo que la misma escaseaba en su ser y que se debilitaba al hacerlo lo hizo, lo mire mientras se adentraba a su habitación, cerrando las puertas y siendo resguardado por algunos soldados. Los muros del castillo se desplomaron, el enemigo se adentro en el interior, oí sus voces, oi sus pasos y el sonido de sus armaduras al igual que el de sus espadas. Mis pasos se aceleraron al igual que mi corazón hasta que empezaste a llorar. Me oculte en un rincón, cercano a la habitación de nuestro padre creyendo que ahí estaría a salvo de quienes venían guiados por tu llanto. A través de una grieta observe como luchaba contra el enemigo, el choque de sus aceros mientras que padre intentaba devolverlos con la misma fuerza que se le daba sin éxito alguno, terminando tendido sobre el suelo y con el filo de la espada enemiga sobre su cuello.

Un nudo se formo en mi garganta cuando lo vi caer al suelo derrotado. Sentía el filo de una espada en mi espalda, al voltear fui sostenido de los cabellos y arrastrado por los mismos hasta la puerta de la habitación de nuestro padre. Tu seguías en mis brazos, te sostenía con fuerza sin tener el mínimo deseo de soltarte porque prometí cuidarte y protegerte.

Te quitaron de mis manos, fuiste arrebatada de mis brazos con facilidad mientras yo fui pisoteado y tirado al suelo en frente de nuestro padre, quien, sostenido de ambos brazos por dos soldados bajo su mirada para verme, me miro con miedo y preocupación cuando dirigió su mirada hacia el enemigo. Elevando su sereno rostro marcado por el sudor y palideciendo por el miedo que lo consume empezó a forzajear.

Movió sus brazos varias veces mientras negaba con la cabeza y sus labios también negaban reiteradas veces hasta que estalló

¡Padre, no! ¡Resiste!.—vocifere con todas mis fuerzas y rabia.—¡Seas un mal nacido! ¡Juro que he de matarte!.amenaze y al instante una suela de una bota sello mis labios con fuerza, dejándome con un sabor metálico en la boca.

Lo vi retorcerse con todas su fuerzas hasta que pareció rendirse, sabia a perfección que el esfuerzo que hacia terminaría por matarlo, las vendas de sus manos empezaron a caer dejando evidente su enfermedad y como la misma estaba avanzada.

¡No te atreváis a tocarla!.—vocifero con furia mientras intentaba liberarse del agarre de aquellos soldados.

Aquel lo miro por encima del hombro sin siquiera prestarle atención, yo me retorcía en el suelo hasta el instante en que tus llantos dejaron de oírse mientras aquel hombre empezaba a ejercer una fuerza extraña sobre una de sus manos.

¡NO!.—grito con fuerza, un momento de arrebato en donde el coraje y la rabia llenaron de fuerza a nuestro padre.

Levantándose del suelo y con algunas heridas que sangran de sus costados fue capaz de acabar con la vida de aquellos dos soldados que lo recluyeron y le hicieron observar tu "muerte".

Con la fuerza escasa que le quedaba empuño con fuerza su espada, corrió hacia el dando un intrépido alarido sabiendo que así advertía al enemigo de su intención. Vi la furia en sus ojos celestes, vi como apretaba los dientes conforme su cuerpo corría para ser atravesado por una espada, lo presencie en silencio y grite en el interior de mi boca.

Quise desgarrar mi garganta intentando advertirle sobre aquella espada, intentando gritarle que tuviese cuidado o siquiera distraer al enemigo. Nada de eso se realizo, nada en absoluto pude hacer cuando lo vi aferrarse con sus manos al cuerpo ajeno, mirándolo y obligándolo a que lo mire, como si con su mirada le preguntara '¿Ya estas contento?'.

Pero aquel hombre clavo más su espada en su ser, atravesando su cuerpo sin piedad alguna y tirando de la espada sin compasión siquiera. Lo tiro al suelo y volví a oír tu llanto.

Logre quitarme aquella bota de la boca y logre ponerme de pie para ir a socorrer a nuestro padre. Tendido sobre el suelo; la sangre, aquel liquido carmín teñía sus vestiduras mientras que el dorado de sus rizos empezaban a opacarse, su piel se tornaba fría, perdiendo la calidez y el color al mismo tiempo; el celeste de sus ojos se apagaba conforme su mirada sucumbía a la oscuridad, sus labios se sellaron dejando salir parte de su sangre por un costado de los mismo.

Elevó su mirada hacia él, te tenia en brazos y él nos miro con desprecio. Sus ojos se clavaron en ti en todo instante mientras agonizaba entre mis brazos. El paso de aquel hombre se hacia más rápido y nuestro padre extendió su mano queriendo evitar que él se fuera, que tú te fueras.

Me miro fijo, con su mano ensangrentada tomó de mis vestiduras y me inclino a verlo.

Promete...promete que has de cuidarla...has de salvarla...has de protegerla...—fueron sus palabras. Palabras en forma de suspiro que prontamente quedaron en silencio.

Su voz no la volví a oír, sus manos soltaron mi vestidura y sus ojos murieron viéndome a mi, fijo y sereno. Lágrimas brotaron de mis ojos mientras abrazaba su inerte cuerpo. Lágrimas que bañaron su celestial rostro, solo mis labios tocaron los suyos, tocaron sus mejillas antes de que perdiesen el vivo de sus colores. Mis dedos bajaron sus párpados con solemnidad para que cerrara los ojos, mis manos acomodaron su ser sobre mis brazos mientras lo llevaba a las afueras de lo que fue el ultimo bastión.

Lo tendí sobre el suelo con delicadeza, busque su corona entre los escombros y se la puse, arranque un pedazo de mi ropa y con el agua que yace sobre el suelo desparramado limpie su rostro, limpie la sangre de sus heridas mortales, quite sus vendas y observe su extraña enfermedad.

Hermosas rosas rojas decoraban todo su ser, algunas amarillas y solo una era dorada. La dorada sobresalía de su pecho, brillaba como el fuego, como una fugaz centella. Su manto real cubría su cuerpo mientras preparaba el lugar donde lo enterraría.

Aquel hombre, montado en su caballo se acerco a verme, mirándome indiferente me lanzo aquel crucifijo, aquel rosario de perlas negras que mi padre me dio antes de la tragedia. Me lo lanzo en la cara y con ello emprendió marcha. El relincho de su caballo al igual que su galope es el ultimo recuerdo que tengo de ti, la oscuridad de su pelaje y el de su mirada.

Me voltee y vi como el cuerpo de él desaparecía, convirtiéndose en una estela de luz que sube al cielo. Mariposas de color blanco aparecen de sus vestiduras mientras que un manto de rosas rojas quedan donde alguna vez estuvo su cuerpo y en la tierra, justo en el centro mismo la rosa dorada prevaleció. La tome entre mis manos sin arrancarla de la tierra, mis lágrimas fueron el rocío agrio que la hizo florecer y deslumbrar su belleza. Tan solo una hizo que se abriera y en un abrir y cerrar de ojos se convirtió en una gran mariposa que se esfumo volando en el firmamento infernal de la ciudadela. Donde la sangre recorre sus calles al igual que los muertos y las víctimas de la derrota."

Poco es lo que queda de recuerdo, pocas cosas han sobrevivido del incendio que logren hacerme recuerdo de él. Apenas parte de su manto real, un pedazo siquiera de lo que fue, parte de aquella corona que fue destruidas por una de las piedras de aquel muro. Un retrato de aquella vez en donde poso en la Torre de David frente al ocaso, un retrato de aquel día en donde de perfil mimaba a su pequeña, a ti que tal vez nunca leerás este escrito ni regresaras a tu hogar.

Te odio y te despreció, esperó que llegues a quedarte donde estas ya que por tu culpa él se ha ido, fue asesinado, dio su vida por ti. Sacrifico en vano su vida al haberla intercambiado por la tuya, eres la maldición que Dios le dio por haberse...*manchas y borrones de tinta*.

Este día jamas he de olvidar, aquel día siempre lo he de recordar. Y tu cargaras con la culpa de haber ocasionado su muerte.❞

Palestina, 1291.

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Reino de Jerusalén ✞

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