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Decadencia de un Reino y el Alzamiento de una República.(1953)
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Fue algo inesperado para la realeza que temblaba de pavor al ver que su peón ya no estaba para protegerlos de la furia de su pueblo, uno marginado y viviendo de las miserias de sus despilfarros, sufriendo aun de la herida de una deplorable derrota frente a quien se hallaba vulnerable los primeros días.
Fue aquel 18 de junio de 1953 en que el pueblo se levanto y abolió la monarquía de un siglo y medio de miseria entre sus gente. Nació con el sentimiento nacionalista un revolucionario joven en el seno de aquel pueblo a quien nombraron República de Egipto. El sudanés que había convivido con el reino difunto seguía abatido por su partida que no puso resistencia para que aquel joven tomara el lugar que ocupo el Reino.
El aire de la juventud y la revolución confabulados con la esperanza de un nuevo futuro mas allá del fracaso y la sumisión fue alabado para tomar semejante poder. Un revolucionario, sangre joven que brindaba a la gente un optimismo de que lo pasado quedo ahí y el futuro se pintaría de glorias y renombre más allá de lo que habían conocido y oído. Prometió expulsar la presencia británica de sus tierras, prometió que en las póstumas guerras llevaría la victoria a sus tierras. Hombres y mujeres que trabajan y lo dan todo para que el país creciera y con ello él.
—Nuestro nombre lo limpiare, haré que el mundo no se olvide de nosotros, nuestra lucha culmina en la victoria!. —la revolución corre por sus venas al igual que la adrenalina.
Vitoreado por su gente llego al poder, olvidándose de que alguna vez existió el nefasto Reino de Egipto. Pero tenia muy en cuenta de la cercanía y debilidad que le había tenido a la judía. Israel era peligrosa y de armas tomar.
Había escuchado de lo bella que era pero durante su revolución había conocido a la República Siria, jovial fémina de hermoso orbes naranja, de cabello sedoso, lacio y verde. Tricolor y risueña, dominante y autoritaria. Una dama a su altura, inclusive más bella que la susodicha Israel. Ante sus ojos era arte, un joven enamorado de una fémina que también había sentido interés por el. Su porte sereno mezclados con su autoritaria personalidad y dotado del don de la palabra habían sido piedras bases para que la siria se interesara en él.
Ella era exigente, si no tuviera nada especial jamás se hubiese fijado en un revoltoso muchacho con aires de revolución.
Así, un proceso de cortejo se iniciara siendo aquel joven nacido del pueblo y que había vivido con la "plebe" durante la dinastía y la existencia del Reino, un hombre de renombre, siendo algo más que un revolucionario. Siendo alguien importante. La República de Egipto.
Mientras aquello ocurre, de otra parte del mundo árabe alguien seguía sufriendo de la muerte del Reino. Israel lloraba por su muerte, recordando el ultimo instante en que lo vio con vida. Agonizando frente a sus ojos y entregándole un escrito en hermosa letra árabe que relataba mayor parte de su vida, sus lamentos y sus sentimientos. Entre lo que resulta ser una biografía resalta una declaración. Párrafos que son muestra fidedigna del amor que tanto le tenia. La estimaba en demasía, la quería...la amaba hasta el instante en que la mando en manos de su guardia a salir de su habitación.
Melancólica y sumida en la tristeza de una gran perdida irreparable no le quedan más lágrimas que derramar, los primeros días después de su muerte lloro a mares su partida mientras leía aquel manuscrito. Sus ojos quedaron rojos de tanto llorar como también hinchados y achicados. En sus labios la sonrisa escaseaba convirtiéndose en una linea que se curva hacia abajo con delicadeza dándole un semblante de tristeza. Vestida de negro había pasado sus días en casa...no había salido ni siquiera para atender asuntos del gobierno, no le importaba y no era su prioridad. Guardaba luto aun cuando aquel que había fallecido no compartía un vinculo cercano con ella.
—Te extraño mucho...—nostalgica se dedico a prestarle atención al paisaje de su ventana de la joven ciudad de Tel Aviv.
Muchos de los aliados del egipcio habían lamentado su muerte, solo pocos lo hacían de corazón y muchos por obligación cuando realmente no lo sentían. Sudan había sufrido bastante por la perdida de su gran amigo y aliado, un hermano para él y también un consorte.
Viviendo sin querer hacerlo pero debatiéndose en las ganas de seguir existiendo se encamina a la puerta, usando aquel vestido azul marino que uso el día en que lo visito sale a la calle muestras cubre sus ojos de los rayos del sol que dieron con su cara. Destrozada por dentro y sintiendo una gran aflicción suspira profundamente antes de pasearse por las calles del lugar, buscando en su camino dar con el puerto que la lleve a ver al océano donde podrá derramar sus lágrimas por ultima vez antes de resignarse de haberlo perdido para siempre.
Estaba triste de ello no había duda, una noticia que trascendía hasta los oídos de las potencias. La decadencia de aquel reino había tomado por sorpresa a unos y era de esperar para otros. El nacionalismo corría por la mente de las naciones como una ideología prometedora. Era inquietante como maravillosa ver que había más allá de una monarquía o de algo semejante al poder jerárquico.
Mientras ella sufre en silencio y alejada de quienes más ama, la República adquiría más confianza de aquellos que lo vitoreaban por querer.
Aquel día cambiara por completo, aquel joven seria corrompido por los ideales que movieron a los soldados renegados a la revolución para abolir la monarquía de los reyes. Un nuevo despertad que lo llenaría de vitalidad.
Después de todo alguien seria feliz en esta historia y ese alguien para entonces seria la recién nacida República. Un joven enamorado, un joven revolucionario.
Uno cuyo orgullo iría más halla de los límites de la tierra. La República de Egipto, un nuevo comienzo ha iniciado.
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