24








Cuando por fin consiguieron llegar casa de Chanyeol, Lay se estaciono como pudo. Llevo a Junmyeon de la mano hasta la casa de su amigo. Toco el timbre y el mismo Chanyeol abrió la puerta. El muchacho reparo en la presencia de Lay, pero no en la de Junmyeon que se le había apartado unos pasos para responder una llamada del celular. 


—¡Mis cincuenta euros, gracias! —exclamo alargando la mano. Divertido, Lay lo miro con una sonrisa socarrona. Se acerco a Junmyeon, que estaba guardando el celular en el bolsillo de su pantalón, lo agarro de la mano y lo hizo pasar. Luego dirigiéndose a Chanyeol que no daba crédito a lo que venia, exclamo con aire de suficiencia: 


—No te preocupes por mis cincuenta euros, ya me los dará mañana...


—Perdóname un momento Lay, voy al baño. —Junmyeon le dio un beso en la comisura de los labios antes de alejarse, y el que no cabía en si de gozo, se acerco al oído de su amigo. 


—O mejor, quedatelos, asi ya no estaré en deuda contigo por el dinero que te hice perder en la maquina tragamonedas y por el coche que te destroce. —le susurro. 


Chanyeol no habia conseguido abrir la boca. No podía creer que Junmyeon hubiese aceptado salir con Lay. Con todo lo sucedido por la tarde, ni siquiera se acordó de preguntarle a su amigo como le habia ido con el. 


—¡No creerás que te vas a librar tanfácilmente! Yo... —reaccionó, pero nopudo terminar la frase.


En ese preciso instante se lesaproximó a los dos su compañero Kris, ese al que todo el mundo llamabael Guaperas, y Chanyeol se alejóinmediatamente, todavía molesto con élporque había ido contando por ahí lahistoria de las prostitutas.



—¡Hola, Lay! —lo saludaron doschicas que a él le parecían espantosaspero que a Kris le debían de gustarmucho, a la vista de cómo lasestrechaba.


—¿Qué tal? —Lay no tenía ganas deestar con él.


Kris  señaló a las dos chicas. 


—Mejor, imposible. ¿Y tú? Hasvenido solo, ¿verdad? Qué se le va ahacer, son cosas que pasan, no tepreocupes. O por lo menos, son cosasque les pasan a los que son como tú...Tras esas palabras, las dos chicasrompieron a reír. 


—Bueno, la verdad es que he venidocon Junmyeon. —Y entonces lo señalómientras el se acercaba a él sonriendo.


Las dos chicas dejaron de reír, y Kris  ya no supo qué decir. Cuando Junmyeon estuvo a su lado, Lay le rodeó lacintura con un brazo y luego preguntó:


—¿Conoces a Kris, mi compañerode clase?El contestó que lo conocía devista.


—Y bien, Kris, ¿no nos presentas atus amigas? —continuó Lay con ironía.


—¡Oh, perdona, lo había olvidado!Estas son mis dos chicas. Ella esSerena, y ella, Valentina.


—¿Tus dos chicas? —intervino Junmyeon con curiosidad—. ¿Cómo es quetienes dos chicas?


—¡Porque se lo puede permitir! —exclamaron a coro las dos damas. 


Kris le guiñó un ojo a Ale.

—¿Qué dices? 


—¿De qué? 


—¿Cómo que de qué? ¡De estos dosángeles! ¿No crees que Serena se parecea Belén Rodríguez, y Valentina aElisabetta Canalis?


—¡Pues sí, ahora que lo dices, sonidénticas! ¡Es realmente impresionante! Junmyeon tuvo que hacer un granesfuerzo para no echarse a reír.


 —Nosotros nos vamos a bailar. ¡Nosvemos! —dijo Lay mientras se alejaban,porque ya no aguantaba más a aquelidiota.


—¡Madre mía! —dijo luego al oído de Junmyeon, que por finpudo reír con ganas. 



Cuando entraron en la sala de baile,todos los chicos miraron a Lay con nopoco estupor.  Muchos estabansorprendidos porque Junmyeon los habíarechazado al menos una vez. Otros, quenunca habían visto a la pareja, teníansolo envidia, pero aquellos queconocían bien a los dos no daban créditoa lo que veían: era francamenteimpensable que el chico más guapo delinstituto hubiera podido aceptar lainvitación de un chico como Zhang Yixing. 

Lay, en cambio, halagado poraquellas miradas de envidia yadmiración, y pinchado por lascontinuas provocaciones de Junmyeon,había conseguido olvidarse, al menospor esa noche, del nombre y del rostrode Sehun. Era como si no existieranadie aparte de Junmyeon.Entre bailes y cócteles, risas con losamigos y muchas miradas decomplicidad entre los dos, la fiestapasaba rápidamente. Empezaron losbailes latinos y las carcajadasaumentaron. 

Puede que no hubiera un chico másfeliz sobre la faz de la tierra cuando alcompás de las notas de «I'll Be MissingYou» Junmyeon se abandonó a los brazos desu compañero y apoyó la cabeza en supecho. Lay podía oler su perfume, y suslabios abiertos parecían reclamar unbeso. 

¿Por qué no acceder a esa dulcepetición? Inclinó ligeramente la cabezahacia sus labios, pero en ese precisomomento sintió que le daban unaspalmaditas en el hombro. Se volvió yvio a Chanyeol , que como siempre habíaaparecido para estropearlo todo. Suamigo, en efecto, estaba bailando unlento con Wendy, su compañera de clase,y le murmuraba algo al oído.


—¡Quiero la revancha!

Lay le pidió por señas que seexplicase mejor, y cuando estuvieron denuevo cerca Chanyeol dijo: 


—¡Te apuesto cincuenta euros a queno consigues hacer nada! 



Con un nuevo gesto Lay  le hizo saberque no entendía, y en la tercera vuelta,cuando la canción estaba a punto determinar, Chanyeol le susurró:


—¡Una declaración de amor! 


Lay había intuido que se trataba deuna apuesta, pero no sabía muy bien quéestaba en juego. Sin embargo, no cabíaduda de que la apuesta la tenía perdidade antemano: era imposible que Junmyeon  se enamorase de él. ¡Si no lo habíaconseguido con Sehun, cómo iba aconseguirlo con el! ¡Sehun... quéestaría haciendo, con quién estaría,cómo se lo tomaría si se enterase de quehabía ido a esa fiesta con Junmyeon! 


—¡Oye, Lay, que la canción haterminado! —Junmyeon le estaba sonriendodulcemente.


Estaba tan absorto en suspensamientos que se seguía balanceandoen medio de la pista. Ni siquiera sehabía dado cuenta de que las lucesestaban de nuevo encendidas.Paró de golpe y para ahuyentar lospensamientos propuso: 


—¿Salimos un rato? Aquí dentrohace un calor...


Junmyeon aceptó enseguida; es más,parecía encantado por la propuesta. 


Fuera hacía un frío espantoso, y Junmyeon llevaba puesto saco tambien, aun tenia frió. Como todo un caballero, Lay sequitó su saco y se lo puso sobre loshombros. El le sonrió para darle lasgracias y se apretó contra él. 


—¿Me abrazas? —preguntómirándolo directamente a los ojos. Lay no necesitó que se lo dijera dosveces.


Permanecieron así, abrazados, sinhablar. El único ruido que se oía era elsilbido del viento, que, envolviendo al muchacho como una inmaculada manta, con su suave perfume.

—¿Me acompañas un momento alcoche? Me he dejado el móvil. 


Lay asintió y, cogiéndolo de la mano,fue con el hacia el coche.Una vez allí, apretó el botón de laalarma. Los cuatro intermitentes seencendieron y el coche se abrió. Justo enese instante recordó que el había vistosacar el móvil del bolsillo de su pantalón cuando iban aentrar en casa de Chanyeol. ¿Por qué,entonces, le había pedido ir al coche?


Mientras tanto, Junmyeon abrió lapuerta, se sentó en el asiento trasero y nisiquiera fingió estar buscando nada. Loestaba invitando a entrar. 


—¿Por qué has querido venir aquí?—le preguntó mientras cerraba lapuerta. 


—¡Ya te lo he dicho, quería coger elmóvil! —respondió Junmyeon riendo.


—Pero ¡si el móvil lo tienes en elbolsillo de tu pantalón!


—Vale, me has descubierto...


De repente, abandonó la actitudprovocadora que había mantenido todala noche y se transformó en un chico tímido, capaz también de abochornarse yde ruborizarse. 


—¿Por qué te has puesto rojo?


—¡Porque quería estar a solascontigo! —Junmyeon no se atrevía a mirarloa la cara. 


Ahora Lay sí que se sentía trabado,no sabía cómo comportarse.


—¿Cómo es que no tienes novio?Hay un montón de chicos detrás de ti. 


—Ya, pero no me interesan.


—¿Ahora mismo no te interesaninguno? 


—A decir verdad, sí hay un chicoque me interesa, pero él nunca se hafijado en mí y creo que está enamoradode otro. 


Lay no dijo nada. 


—Me gusta desde que estábamos enprimaria, pero nunca me he atrevido aconfesárselo. Y él nunca se ha dadocuenta —prosiguió. 


—¿Y quién es el afortunado?


—Tú, Lay... 


Se quedó petrificado. El chico másguapo del instituto, con el que todossoñaban, al  que todos deseaban, los quepocos habían conseguido, le estabadiciendo que estaba enamorado de éldesde primaria. ¡Y él, como un ciego,como un idiota, nunca se había dadocuenta de nada! Y pensar que siemprehabía soñado con un momento así, loconsideraba un sueño imposible, y ahoraen cambio el estaba ahí, en carne yhueso, precioso, dulce y frágil, y leestaba pidiendo que lo quisiera. 

Embargado por la emoción, sintió unsabor nuevo en los labios, el sabor deun chico maravilloso que lo besaba conpasión, ardor y desesperación.Era como si estuviese viviendo unsueño, no controlaba su cuerpo, eracomo si actuase por su cuenta, el poderde su mente estaba anulado. Junmyeon loestrechaba, y él le besaba la frente, labarbilla, el cuello, los labios, le mordisqueaba la oreja, y más abajo.  Ahora le acariciaba por todas partes, teníaentre los dedos el elástico de susboxers y era más fuerte que él, noconseguía parar, no podía frenarse, lo quería, lo deseaba ardientemente, queríaposeerlo  y hacerlo suyo, suyo por fin.El empezó a temblar como una hoja enotoño, quizá no estaba preparado parallegar hasta ahí, creía ser maduro, perosolo era una chico necesitado  de cariñoy de mimos.


—¡Lay, tengo miedo! Debo decirtealgo... nunca lo he hecho —dijo Junmyeon con la voz palpitante y los labios sobrelos suyos.


Lay paró de golpe, abrió los ojos ylo miró. Tenía los ojos entornados y lacara roja. Parecía hambriento de besos yde caricias, solo deseaba la boca y lasmanos de él sobre su cuerpo, solo pedíaser amado. Nada más.


—Lo siento, no puedo... —Lay sesentó, dejándolo ahí medio desnudo,tumbado en el asiento, con los ojosbrillantes y un deseo que él no podíasatisfacer, porque en su cabeza solotenía un nombre. Un nombre que, pormucho que se esforzase en olvidar, erade otro.


—¿Qué significa eso? —preguntó Junmyeon incrédulo.


—Lo siento, pero estoy enamoradode otro. No puedo hacerte esto. Nopuedo ser el primero, no me lo merezco.En algo tan importante... Lo siento.


Lay hablaba y se vestía, mientras Junmyeon se había estirado en el asientopara recoger sus cosas sin mirarlo.


—Me he equivocado, no tendríamosque haber llegado hasta esto. Espero quepuedas perdonarme. 


Junmyeon rompió a llorar.


—¿Perdonarte? ¿Te das cuenta de loque me estás haciendo? ¡Eres un cabrón!¿Por qué me has ilusionado? ¿Por quéme has invitado esta noche? ¿Por quéhemos llegado hasta esto? ¿Y por quéahora me dejas aquí, de esta manera?¿Comprendes cómo me puedo sentir?¿Comprendes lo humillado que puedosentirme? Es por culpa de ese, ¿verdad?¿De ese miserable niño al que tepasas la vida persiguiendo? ¡Pues, porsi no te habías enterado, a el no leimportas un pimiento! Ni un pimiento,¿te enteras? Eres un pobre iluso. 


—¡No la llames asi! ¡Ni siquieralo conoces! ¡No tienes derecho ajuzgarlo! 


Junmyeon estaba aturdido. No replicónada, y se limitó a agacharse en elasiento para llorar desconsolado.


—Te espero fuera, al lado del coche.Avísame cuando hayas terminado devestirte, estás demasiado alterado paraquedarte en la fiesta. Te llevaré a casa.


Junmyeon se vistió rápidamente y sequedó unos minutos sola en el coche,demasiado desconsolada para hablar. 

Lay le gustaba muchísimo, y le habíahecho albergar ilusiones. Lo habíallevado a la fiesta, le había hecho creera saber qué, lo había desnudado, lo había tocado, y cuando por fin estaba apunto de hacerlo feliz se había echadoatrás, porque en realidad no lo quería ael, sino a otro. El solo era unpasatiempo, la diversión de una noche.Su corazón, su mente y sus gestos eranpara Sehun, que en cambio no semerecía ni una sola de todas aquellasatenciones.


Sin hablar, abrió la puerta de Lay, yél entendió que podía subir. Se sentó y,poniéndole una mano en el hombro, ledijo:


—De verdad que lo siento, te juroque no quería, no creía... Espero quepodamos aclarar...


—¡No me toques! —le gritó el volviéndose de golpe.


Junmyeon se sentía tan humillado. Los ojos hinchados, su cabello echo un desastre y el corazón destrozado.


 Lay comprendió que era mejorguardar silencio, esta vez había metidobien la pata. Lo había heridoprofundamente y era probable que jamáspudiera perdonarlo.Arrancó el coche y emprendiórumbo hacia casa de Junmyeon. 


—¡Vaya idiota! ¡Lo bien que telo vas a pasar con tus amigos cuando lescuentes cómo me has humillado estanoche, y cómo se van a reír ellos de mí!


—¡Oye, que yo no soy así! No piensocontarle a nadie lo que ha pasado estanoche! Además, por si te sirve de algo,debes saber que si todo esto hubieseocurrido unos meses antes no habríadudado un segundo en hacer el amorcontigo, y si tú hubieses querido habríasido tu novio encantado de la vida, peroahora es demasiado...


Junmyeon lo interrumpió gritando ypegando puñetazos. 


—¡Calla, calla, no quiero oírexcusas, no me interesan tus mentiras!¿No te das cuentas de que así solo mehaces más daño? ¡Te odio, no quierovolver a verte! ¡Hijo de puta! ¡Te odio!


Durante el resto del trayecto los dospermanecieron en silencio. Lay tenía unajaqueca terrible a causa del alcohol y detodo lo demás. 


Había rechazado a Junmyeon. Habíaperdido una oportunidad única, el novolvería siquiera a saludarlo, ¿y todoeso por qué? Por el amor probablementeno correspondido de un chico al quequizá jamás conseguiría. 

Pero había hecho lo que debía. Si sehubiese enrollado con Junmyeon, no sehabría vuelto a atrever a mirar a Sehun a los ojos. Qué raro, hasta hacía poco nohabría tenido tantos reparos por unarelación tan insegura, ni tampoco poruna muy segura. Nunca habría dejadoque se le escapara una ocasiónsemejante, ni aun a costa de pelearsecon un buen amigo.  Hasta hacía unos meses era unapersona diferente, apenas un chiquillo.Nunca había estado realmenteenamorado.


Junmyeon se apeó del coche dando unportazo, sin despedirse. Había tratadode arreglarse como mejor pudo para quesu madre no le hiciera preguntas, perodurante todo el camino no hizo sinosollozar desesperadamente. 

Lay esperó a que hubiese entrado encasa para marcharse. Durante unsegundo lo asaltó el temor de quepudiese hacer una locura, peroenseguida comprendió que la heridacicatrizaría pronto.




















N/A

¿Alguna vez han sufrido de corazón roto como nuestro Jun?

Me disculpo por los errores. 

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