☙ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 3 ❧

Por mucha agua que tomaba, sentía que la comida de cafetería en su bandeja estaba atorada en su garganta y la cosa no mejoraba con las palabras de Clare, quien temerosa por el posible castigo que pudiera recibir -si el director escuchaba las palabras del pez y el gato azul no le defendía- por aquella situación malentendida.

— ¿Y si Gumball también malentendió la situación? ¿Y si piensa que tú querías hacerle daño? ¡Oh dios! ¡No tenía que haberte insistido con que fueras! — decía la chica de cabellos verdes, lamentándose como acostumbraba hacer, pero de pronto, pareció "encendérsele la bombilla" y, con una nueva sonrisa en los labios, se dispuso a compartirla con su amigo de gafas de sol -: ¿Por qué no hablas con su hermana? Esa conejita es mucho más lista que sus hermanos mayores, seguro que si le explicas la situación. ella te podrá ayudar.

— Clare... — empezó el perrito caliente, dispuesto a protestar, pero se vio sin palabras para hacerlo. No era tan mala idea —, esa, no es tan mala idea.

Ella, sonrió victoriosa unos segundos mientras le miraba, para después seguir comiendo de su bandeja.

Pero en el fondo, él no tenía todo dicho. Aquella idea, se le antojaba parecida a la anterior. Había sido buena, pero la ejecución..., podría torcerse. El haber ido a buscar al peliazul a su clase aprovechando que se había quedado allí, no era tan mala, pero tenía que admitir que nunca se habría esperado nada de lo que ocurrió, y tenía que admitir, además, que había pecado de pensar que todo saldría de maravilla entre ellos, que arreglarían las cosas, pero parecía que solo había perdido el tiempo y encima, hecho que todo empeorara.

— ¿Pero él no era el novio de tu prima? ¿Cuándo han roto? — escuchó decir en ese momento a su espalda.

— No creo que hayan roto, aún. Pero yo le vi tocarle la cara a un rubio de gafas. — y cuando dijo eso, el rubio miró hacia atrás, como movido por un resorte. Una chica de cabello blanco corto y puntas que parecían hechas de humo del mismo color se lo había preguntado al chico de cabello rubio y gorro rosa que le acompañaba. Pero eso no era lo que a Hot Dog Guy y a Clare les había extrañado más, sino que mientras hablaban, no se movían de ahí, de pie y a apenas dos metros, como si quisieran ver las reacciones de ellos -o más bien al perrito caliente-, de hecho, miraban en su dirección

Aquello no era lo que él había esperado escuchar ese día -esperaba escuchar que le habían visto entrar en su clase ese mismo día y luego cerrar la puerta de ella, como si fuera a ocurrir algo "malo" ahí-, pero seguía dándole mucha verguenza ahora que sabía que estaban hablando de él y el gato azul. Volvió a mirar hacia delante e intento concentrarse en su bandeja, hacer como si a él no le hubiera importado lo que escuchó, pero ya era tarde, obviamente.

— No me dijiste que ese chico tenía novia y un primo tan... Chismoso — le susurro su amiga, quien a diferencia de él, parecía haber disimulado muy bien, como si no supiera de qué estaban hablando esos dos.

— Clare, no sé ni cómo se llama. Hasta hoy ni siquiera sabía que tiene dos hermanos y que uno de ellos es esa coneja rosa tan lista que va a nuestra misma clase. — el rubio no pudo reprimir un suspiro. Su tenedor movía con desgana la comida que había comprado -o más bien, la que su amiga había pagado-. Ya no tenía hambre. Saber que el gato tenía novia le había sentado peor de lo que esperaba -no, ni siquiera había esperado que le sentara mal en ningún grado-.

La chica, al notar como su amigo actuaba, apoyo una mano en el hombro de este, ofreciéndole una sonrisa leve —. ¿Qué te parece si salimos con los demás? GreenBear parecía preocupado cuando te vio salir de la fila antes.

— Vámonos — fue lo único que dijo antes de levantarse. Ni siquiera se molesto en recoger la bandeja, tampoco su amiga, incluso se unió a ello dejando su bandeja -pero vacía- en la mesa también. Salieron al patio y fueron con el chico de cabello verde y orejas de oso del mismo color —. Hola, GreenBear. — le saludo con una sonrisa un tanto forzada. Repentinamente, no tenía ganas de nada.

— Hot Dog, Clare, hola... — contestó girando la cabeza para mirar en su dirección. Parecía debatirse entre la preocupación y las carcajadas. El de lentes miró al lugar hacia donde estaba mirando su amigo y entonces empezó a entender -o eso creyó- el por qué de la expresión del oso. El pez naranja de antes -que al parecer era el hermano del gato azul-, se encontraba hablando con Julius, el chico bomba de la clase del rubio y señalándolos -señalándole a él-. El oso verde volvió a hablar, como si pudiera leer sus pensamientos —. Hace poco vino a hablar conmigo y cuando vio salir a Julius del comedor, fue corriendo hacia él. Me dijo que un perrito caliente se arrodillo frente a su hermano en el aula de la señorita Simian y que, había un pupitre tirado ± antes de seguir hablando, explotó en una corta carcajada que hizo que el perrito caliente se diera la vuelta, intrigado por la razón de esa risa —, lo peor de todo, es que él estaba empeñado en decir que no te estabas declarando a ese gato azul, sino que querías pegarle.

— GreenBear — le llamo la fémina, haciendo que la sonrisa de los labios del nombrado se quedara paralizada, al igual que la risa suave que continuo tras sus últimas palabras —. No quería declararse. Intentaba hablar con él.

— ¡Jo, tío!... Por un momento pensé que esa perfecta definición de la inocencia tenía razón y nuestro Hot Dog Guy tiene un lado oscuro... — sus ojos negros se posaron sobre el chico, mientras la alegría de nuevo le invadía —. Entonces, ¿Qué ha ocurrido exactamente con ese gato?

— Yo solo quería aclarar lo que sucedió — aquella respuesta, más que solucionar las dudas del contrario, dio pie a nuevas dudas, pero el perrito caliente simplemente no quiso seguir hablando del tema. Sentía tanta verguenza...

☪• • • • •

En cuanto a la pequeña coneja, después de que su hermano de cabellos anaranjados y branquias en el cuello fuera a ver a su otro hermano a la clase, ella salió al patio a sentarse en un banco a la sombra y leer un libro mientras esperaba a que empezaran las clases. Desde el banco, había visto a Darwin ir y venir por el patio, preguntando a sus compañeros de clase, pero no le hizo mucho caso, más atenta a su lectura. Gumball, no tardó mucho en sentarse junto a ella, pero no tenía el sandwich que su hermano le había comprado hace un rato. Parecía deprimido, más que cuando llegaron a clases.

— ¿Estás bien? — preguntó la menor mirando de reojo al gato. Él, solo suspiro y cerró los ojos, como si quisiera dormirse en ese momento solo para no contestar. Soltó un suspiro cerrando el libro después de poner un marcapáginas de Daisy la mula -protagonista de su serie favorita- entre las páginas donde se había quedado, dejándoselo en el reojo y le miró de forma más directa —. ¿Ha pasado algo? ¿Dormiste mal?

— Penny cree que le he puesto los cuernos... — casi al momento de decir eso, se tapo la cara con ambas manos mientras bajaba las orejas, como si no quisiera que su hermana ni nadie le mirara a la cara.

— Pero eso no es cierto. Te esforzaste hasta el cansancio para que Penny te aceptará como su novio. — aseguró la conejita mirando a su hermano, pero al ver su cara de confusión -como si ni él mismo supiera qué decir sobre el tema- la seguridad con la que había hablado flaqueo. Ladeó suavemente la cabeza —. ¿No es cierto?

— No lo sé. Lo peor de todo esto es que ni siquiera lo sé. - su mirada se encontró con la de su hermana cuando se quitó las manos de la cara. Parecía contrariado, pero a la vez deseando estar seguro, estar seguro de que él nunca haría eso. No, su hermano era incapaz de hacer algo así, le conocía lo bastante para saberlo. Antes de que ella le preguntará, el gato azul siguió hablando —. Fue cuando cuide de la hermana de Penny.

— Pero... Molly dice que estabas tan cansado que no hacías más que actuar de forma extraña y para nada coherente. Tú y Darwin. — su hermano asintió con la cabeza mientras ella intentaba buscar las palabras adecuadas ¿Cómo le preguntas a alguien que sabes que no es capaz de hacer algo, el por qué de sus acciones? No tenía sentido. Solo fue capaz de hacer una pregunta —: ¿Tienes alguna prueba de lo que dices?

El de cabellos celestes suspiró de forma pesada, hondo, como queriendo echar aquel dolor que le oprimía el pecho mezclado con el aire que acariciaba sus labios al salirle de la boca. No funciono.

— No directas. — miro a otro lado, buscando las palabras para explicarse —, quiero decir, no recuerdo haberlo besado de verdad. Pero Leslie dice que me vio tocar la cara a un rubio.

— ¿Y qué recuerdas tú?

— Creo..., que le quite las gafas. — murmuró, volviendo a mirar a otro lado. No quería decir que se había quedado mirando la mitad de los ojos del chico, que él le agarraba las manos... No, no quería decir nada de eso.

— Espera, ¿Gafas? ¿No será...? — su pregunta quedó silenciada por la campana que indicaba el comienzo de las clases y su hermano al escucharla, salió corriendo tras decir un "hasta luego" de forma atropellada —. ¡No, espera! — grito, pero él no se detuvó. Tal vez no le había escuchado o tal vez, simplemente hizo como si no la hubiera escuchado.

Suspiró levantándose del banco, aunque antes de llegar a su clase, su otro hermano acudió a ella.

— Anais, ¿Dónde está Gumball? — preguntó, caminando unos pasos al nivel de la coneja. Le miró de reojo mientras mantenía el libro que estuvo leyendo -o intentando leer- contra su pecho. Su hermano era más alto que ella, más de una cabeza, lo que mostraba los años que se llevaban en realidad aunque a que él y el gato azul siempre acudieran a ella en busca de consejos o ayuda.

Se encogió de hombros. Él se había ido en cuanto toco el timbre, pero su hermano no era precisamente estudioso, así que bien podría haberse ido a otro sitio, como a algún armario o baño para esconderse del chico que probablemente le había besado.

— No lo sé, estuvo conmigo en el patio un rato antes de que sonara la campana. Pero justo cuando sonó, se fue corriendo. — su hermano asintió con la cabeza cuando la chica de cabellos rosados habló y después, se fue corriendo entre alumnos del instituto -algunos de la clase de uno de los dos, otros, solo conocidos de pasada- que les habían adelantado.

Cuando la conejita llego a su aula, se sentó en su pupitre, en primera fila y se dispuso a seguir leyendo. Pero no pudo ni leer un nuevo párrafo cuando alguien se detuvo delante de ella, justo enfrente de su mesa. Levantó la mirada, dispuesta a preguntar si esa persona quería algo, pero cuando vio la cara del contrario, se quedó helada. Pelo rubio. Gafas -de sol, pero gafas al fin y al cabo-. Sus sospechas empezaban a coger fuerza, solo necesitaba un suave empujón para confirmarlas.

— Quería hablar contigo un asunto... — se rascó la nuca, visiblemente apenado antes de seguir explicando el por qué de estar hablando con ella cuando nunca lo habían hecho —, sobre tu hermano — ya no necesitaba más pruebas, era suficiente con lo que tenía para confirmar que era él de quien habló el gato azul antes, pero por si acaso...

— Tengo dos hermanos, ¿Hablas del gato azul que siempre se mete en problemas o del pez naranja que siempre sigue al otro? — cerró el libro sin dejar de mirar a su compañero.

—Del... gato

— ¿No sabes su nombre y aún así se tomó la confianza de tocarte la cara y quitarte las gafas? — se arriesgó a preguntar. Ante la sorpresa del rubio, ella no pudo evitar hacerlo también, por mucho que intentó mantenerse serena. De verdad era él.

Al cabo de unos segundos en silencio, tosió, pasando su peso de una pierna a la otra, incómodo y seguramente queriendo verse indiferente, como si ese asunto no fuera con él, como si en realidad no supiera de qué estaba hablando, pero eso no pudo ocultar la sorpresa de haber sido descubierto. No pudo ocultar nada.

— ¿Cómo? — preguntó al ver que no podía fingir no saber de qué estaba hablando.

— ¿Qué querías hablar sobre mi hermano? — evitó la pregunta.

Suspiró de forma pesada, obviamente resignándose a dejar que la coneja iba a ser quien dirigiera la conversación a dónde ella quisiera. Aun siendo la primera vez que hablaban, el perrito caliente entendía -por fin desde que la vio por primera vez- el por qué de que una chica de edad tan joven fuera a su mismo curso -incluso iba un año por delante de sus propios hermanos mayores por lo que había visto-. Antes de que él pudiera responder nada, el profesor Corneille entró por la puerta y tuvo que irse a su propio asiento, pero la coneja estaba segura de que volvería a hablar con ese perrito caliente -sobre algo referente a Gumball claro-.

— DB.

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