☙ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 2 ❧
El perrito caliente avanzaba por los pasillos a paso de rápido, pero sin correr -sabia que si corría, casi seguro las baldosas harían ruido bajo sus pies y no quería que nadie se diera cuenta de su presencia-, mirando a todos lados, sobretodo cuando iba a girar en un pasillo o, simplemente el que recorría conectaba con otro en un lateral. Ni que fuera a hacer algo malo -él creía y deseaba que no fuera así- para sentirse tan nervioso y ser tan cuidadoso, igualmente, él creía que la gente no estaría en los pasillos a esa hora, ¿Quién da vueltas en lugar de comer? Nadie, que él supiera.
Todo estaba desierto o eso pensó. Hubo un momento -bueno, más de uno, pero solo le hizo caso a la primera vez- en el que sintió que alguien le miraba, pero al dirigir su mirada oculta tras los lentes de sol hacia atrás, no había nadie, tal como en el fondo esperaba. Si realmente había alguien cerca al que le interesaba lo que la salchicha pudiera hacer, debía actuar natural y lo intentaba, de verdad que si; hacía todo el esfuerzo que podía para verse tranquilo, intentaba mantener el ritmo, reprimía sus ganas de jugar con sus propios dedos -en una manía que denotaba su nerviosismo mezclado con una creciente sensación de ansiedad- e incluso, pensaba excusas que poder decir en el hipotético caso de que de verdad se encontrara gente en los pasillos -que no creía que fuera así, pero mejor prevenir que lamentar-, pero sinceramente, no sabía cómo no estaba temblando ahora mismo.
Al entrar en la clase del gato azul, su visión de él le paralizo apenas dió un paso más allá del marco de la puerta. Los dedos de una mano le colgaban del borde de la mesa y su mejilla, era levantada suavemente por el otro brazo, que reposaba debajo de su cabeza a modo de almohada, haciendo que sus labios se entreabrieran y permitieran ver uno de sus pequeños, pero afilados colmillos. Cada vez se sentía más nervioso y empezaba a creer seriamente que esa, no era la mejor forma de arreglar -si es que había algo que arreglar- las cosas con ese gato, Clare le había aconsejado tal vez uno de los peores momentos para hablar con el gato -o tal vez el problema era él, que nunca veía un buen momento-. Negó con la cabeza, como si eso le pudiera sacar completamente de su ensimismamiento o convirtiera aquella situación en algo mejor, algo infalible, algo no incómodo. Nada.
Cuando reunió el valor de dar un paso y cerrar la puerta para que asegurarse de que nadie les molestaría o, el más joven saliera por ella sin que este se diera cuenta siquiera -la verdad, pensaba que la segunda era más probable-, no la cerro con suficiente cuidado. Un chasquido emitido por el pomo al volver a su sitio y acomodarse en su posición de cerrado, se oyó en la clase y a Gumball, le dió una especie de tic en una oreja, levantándose unos centímetros antes de volver a caer, como si le hubiera dado una chispa momentánea.
«Dime que no se ha despertado, dime que no se ha despertado», suplicaba el de lentes que en ese momento sintió sudor frío bajar por su frente mientras contenía el aliento, como si el solo hecho de respirar pudiera despertarle. Tras varios segundos, suspiro aliviado. No se había despertado. «Menos mal.»
— ¿Darwin? — al escuchar la adormirlada voz del gato llamando a su hermano, Hot Dog Guy maldijo entre dientes. Había celebrado demasiado pronto. No había abierto los ojos, podía irse corriendo, pero ¿Y si no volvía a tener oportunidad para aclarar las cosas con el gato? — ¿Darwin? — insistió. Pero él siguió sin hablar. Volvió a insistir, esta vez quedándose en un "Dar", pues había abierto los ojos y visto a la salchicha en lugar de al chico que llamaba.
— Hola... Amm... — se quedo callado, dándose cuenta de algo que había ignorado desde que salió de la cafetería: ¡Aún no sabía el nombre de ese gato azul! Dicho felino intento levantarse apresuradamente, dándose un golpe en el estómago con el borde la tabla que servía de pupitre en esa silla, soltando un quejido —. Hey, tranquilo. — hablaba el rubio, alzando las manos mientras caminaba, en un gesto de que venía en son de paz. Pero el gato solo intento escapar por el lado contrario por el que el contrario se acercaba, otra mala idea: Se dio otro golpe, esta vez en el costado, pues la tabla se unía a la silla por ese lado con dos varas de hierro que la fijaban en su sitio.
Hot Dog Guy había seguido avanzando, queriendo ayudar al felino, pues se estaba quejando del dolor en el costado y estómago que se había dado en sus dos intentos por algo tan simple como era levantarse de la silla en la que había estado durmiendo.
— ¿Estás bien? — el rubio, apoyo una mano en el brazo del de cabellos celestes, que en ese momento reposaba en su estómago, como si eso hiciera que le doliera menos. Grave error. El felino, se puso más nervioso y agito su mano, dándole con el dorso en las gafas al chico, haciendo que cayeran al suelo.
— Lo... siento. — se disculpo el felino al ver como estaba actuando -cosa que no paso hasta que escucho los lentes chocar contra el suelo-. Quiso explicarse, pero ¿Qué podía decir? ¿"Es que te estaba intentando evitar porque me siento horriblemente incómodo y verte aquí me ha sorprendido"? ¿"Es que creo que nos hemos besado y prefiero correr de ti a afrontar la realidad"?
Pues, tal vez habría sido mejor que quitarle las gafas, -¡otra vez!-. El rubio, se agachó a por sus lentes, que habían caído debajo del asiento al lado del felino.
— No... pasa nada. — decía el rubio, de forma exageradamente pausada. Una vez tomó sus lentes, fue a levantarse, nervioso, tanto que sin querer, dió un golpe al asiento con la cabeza y volcó la silla. A pesar del ruido que había hecho, el rubio no miró la silla volcada, sino al peliazul, mientras se frotaba la nuca, donde se había golpeado con la silla, con las gafas en la mano — Es culpa mía por... — se quedo unos segundos callado. Por primera vez en el día, sus miradas habían conectado. Intento terminar su frase para no quedar como un bicho raro, pero parecía que estaba destinada a quedar incompleta, su voz había perdido fuerza cuando hablo de nuevo y seguía haciéndolo, cada vez que lo intentaba —. Por... Por... Por...
No había manera. El color rojo de esos ojos le había hipnotizado, atrapado, cautivado.
Se habría quedado así un poco más de no ser por un tercer sujeto: su hermano había abierto la puerta en ese preciso momento.
— ¡Hey hermanito, te traje un...! — al ver al rubio arrodillado frente al chico de ojos rojos, tocándose la nuca con las mejillas rojas, y a su hermano, en el mismo sitio donde había estado desde que llegaron, tocándose el estómago y medio arrinconado contra las barras que unían la silla y la mesa, su voz se atrapo dentro de su garganta, incapaz de decir la última palabra. El sandwich que había comprado para el felino cayo al suelo, al ver un pupitre caído. Dió un paso atrás, y otro y otro, hasta salir del aula y luego, salió corriendo mientras gritaba —. ¡Director Brown! ¡Director Brown! ¡Están pegando a mi hermano!
— Creo que... deberíamos...
— ¿Olvidarnos de esto y yo evitar que mi hermano te meta en problemas? ¡Buena idea! — decía el felino, sonriendo de forma incómoda mientras se levantaba de su sitio de clases. No volteó a ver al salchicha en ningún momento, ni pensó -quiso pensar más bien- qué podía haber estado haciendo el perrito caliente en su clase o mejor, qué podría haberle hecho. Sin darse cuenta, sus mejillas se enrojecieron mientras corría por los pasillos, justo al tiempo en que su hermano había llegado con el director Brown, que ya volvía a su despacho.
—... Y estaba arrodillado frente a él, así. — escucho justo al momento que su hermano se arrodillo frente al director, de una forma casi tan torpe y temblante como la del chico salchicha, hasta con una mano en la nuca.
— ¿Y estaba sonrojado, dices? — el señor miró al felino mientras hablaba, como si le estudiara con la mirada.
Casi al momento, Gumball adivino qué era lo que estaba pensando y se puso a negar efusivamente con la cabeza, aunque su gesto quedo casi en el olvido por el "si" que el chico de cabellos anaranjados pronunció.
— Watterson, deberías enseñarle a tu hermano algo sobre... Las relaciones románticas. — fue lo único que dijo antes de irse. Los pasos del hombre resonaron por los pasillos aún solitarios unos segundos antes de que el pez mirará a su hermano confuso.
— ¿Relaciones románticas? ¿De qué habla? ¡Sé lo que vi! — miraba al felino con cierto enojo. Hasta cuando "no creía que fuera así" se sentía celoso y amenazado por cualquiera que pudiera "superarle".
— No me estaba pegando...
— ¡Pe-pero...! ¿Entonces te estaba pidiendo salir? — la confusión se entreveia en su rostro junto con los celos. Pero, ¿Acaso él no sabía sobre Penny? No pudo evitar preguntar: — ¿Pero ese perrito caliente no sabe que tú eres el novio de Penny?
El gato suspiró. Había quedado claro que se conocían desde niños, pero, no parecía recordar ni siquiera su nombre, ¿Como iba a saber de su relación con la rubia con alas y cuernos más hermosa del instituto -para él claro-? El pez interpretó su silencio como un no. Esa situación le gustaba menos aún que como la había interpretado anteriormente, pero no quiso hablar más de eso. No quería empeorar sus celos.
— Te traje un sándwich... — Darwin se puso a buscar en su sudadera, de un color casi tan vivo como su cabello. No vió nada. Tiro del interior de los bolsillos, hasta que los saco del todo. Nada —. Juraría que lo tenía aquí...
— ¿Dices el sandwich que se te cayo al suelo cuando entraste al aula y nos viste a Hot Dog Guy y a mi?
— Aja. — respondió, sin darse cuenta de que su hermano le acababa de decir que se le cayo al suelo.
Gumball, se dió un golpe en la frente antes de hablar, con la mano aún en la cara —. Se te cayo en el aula. — y tras esas palabras, el chico salió corriendo con el peliazul detrás.
Ya no estaba cansado o no lo sentía. Los nervios y la incomodidad que paso en aquella aula con el perrito caliente simplemente habían acabado con su sueño -aunque sea por ahora- y con su tranquilidad. Realmente nunca esperó verlo en su aula y menos, después de lo sucedido el día anterior.
Madijo entre dientes cuando recordó aquellos ojos oscuros sobre él. ¡Ahora le había visto sin las gafas dos veces! ¡Y en las dos se había quedado sin habla! Ni siquiera había escuchado lo que le había dicho, ¿Y si era una pregunta? ¿Y si estaba diciéndole "Hey, que no nos besamos. No te preocupes"? Aquella frase, no le encajaba, ¿Pero entonces qué había dicho? Tal vez sea mejor no saberlo. Prefería mil veces morir con la duda que volver a acabar en una situación tan incómoda como la que acababa de vivir.
— Si, ¿Te lo puedes creer? — la voz de Penny hizo que se detuviera y dejará que su hermano siguiera su camino hacía el aula solo. Tenía que disculparse con ella, ¿En qué pensaba para haber estado hasta ahora sin idear un plan romántico y especial para que le perdonará? Ah, cierto, que había estado dormido.
— ¡Penny! — la llamó, volviendo a correr, pero esta vez hacía ella. La rubia le miró por unos segundos para después apartar la mirada rápidamente y seguir su conversación con Leslie. Estaba claro, seguía molesta —. Penny... — siguió llamándola, con el mismo resultado.
— Si. La hicieron recorrer toda la ciudad y se metieron en muchos problemas, ¡En lugar de quedarse en casa cuidando bien de ella! — grito lo último mirando al felino. Sus mejillas se habían enrojecido y parecía que en cualquier momento iba a cambiar de forma, tal vez a un dragón, para escupirle fuego.
— Yo vi a Gumball con un rubio. — habló el chico flor, llamando la atención del gato. Río levemente mientras miraba a todos lados antes de mirar a Penny —. Recuerda que estaba vendiendo sus besos a un dólar, hasta cuando Darwin se fue por sus labios.
La chica miró a su novio, más enfurecida que antes y de seguro pensando lo peor. El felino no sabía cómo aún no había cambiado de forma, ¿Tal vez era porque se contenía? No lo sabía.
— ¡Estaba medio dormido! ¡No sabía lo que hacía! — decía el gato, como si eso fuera una explicación.
— Tranquila, Penny. Yo estuve ahí todo el día y en ningún momento le vi besarse con el, aunque... ¿Porque estabas tocándole la cara? — preguntaba él. No sabía si solo intentaba molestarle o si de verdad estaba tan dormido como para hacer algo así, pero el gato no podía sentirse peor y la chica, seguro no estaba mejor.
— Pero... De verdad que no sabía lo que hacía... No recuerdo nada... — mintió el de ojos rojos, siguiendo a su novia, que se había dado la vuelta y empezado a caminar, dejando solo al chico flor, que se quedó mirando unos segundos antes de ir con Masami, muy probablemente a cotillear de lo ocurrido. Los rumores se esparciran como la pólvora.
— DB.
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