☙ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 17 ❧
— ¿Por qué no sólo te olvidas? — preguntaba un rubio de gorro rosa sentado en su pupitre.
— ¿Olvidarlo? ¿Olvidarlo? — preguntó, incrédula, sin poder creerse la forma en la que el chico flor le estaba hablando. Se veía tan tranquilo, al contrario que ella, que cada paso que daba, quemaba el duelo de madera del aula.
No habían querido salir a almorzar ni ir al patio, por lo que se quedaron el aula a hablar. Normalmente, la simia que les daba clase les diría algo "No podéis estar en el aula", por ejemplo; pero con los días que llevaba Penny Fitzgerald, cualquiera le decía nada.
—¿No te preguntas por qué ni siquiera la señorita Simián nos ha echado de clases? — Rodó los ojos mientras apoyaba el peso de su cabeza en una mano y el codo en la mesa a su vez.
— ¡Pero Lesie-...! — se quejó dejando la frase a medias. Ni siquiera ella era capaz de saber de qué se estaba quejando exactamente, ¿De qué lo hacía? Estaba cantado que aquello pasaría tarde o temprano…, Gumball la semana anterior había ido dejando de ser el mismo poco a poco; pero no quiso darse cuenta hasta que les vio cantándose delante de su casa tras recibir hace unas horas la foto de ellos dos abrazados.
— Deberías sólo dejarlo ir, Penny. No merece la pena enfadarte por alguien así…, olvidate… — le decía aún a sabiendas de que era imposible que “le olvidara” en un momento. Ojalá. En su lugar, lo siguiente que sus ojos azules presenciaron fueron los lloros de la rubia, que se había detenido mientras agachaba la cabeza, entristecida e incluso decepcionada.
Por supuesto que no merecía la pena llorar por alguien que te engaña.
Pero… ¿Qué se supone que debía pensar o sentir ahora?
Para Penny, el que Gumball estuviera con Hot Dog Guy en secreto no le quitaba solo a su novio, también a un amigo, un gran y muy preciado amigo que estuvo con ella en momentos muy importantes de su vida; el gato fue el único que asistió al funeral del S.r peluso -donde por cierto fue mordido por él muchas veces porque resultó que no había muerto-, sacrificó su dignidad para que ella pudiera entrar en el equipo de animadoras, la apoyó en momentos duros en los que no sabía que hacer… ¿Por qué él? ¿Por qué alguien a quien tanto quiere, es quien tanto daño le hace?
·|| S.r Peluso es la araña de Penny, no sé cómo se llame en otros países, lo siento por mi ignorancia. (¿ ||·
Penny era demasiado joven como para simplemente decir ”lo entiendo” y demasiado mayor como para que el problema se resuelva con un abrazo.
La adolescencia es lo peor…
No tiene lo bueno de ser adulta.
Y tampoco tiene lo bueno de ser una niña.
¿Por qué?
— ¿Qué te parece si vamos luego a ver una película? — sugirió mientras la tomaba del brazo para acercarla a él, con el motivo de abrazarla. Se sentía tan mal por su pobre prima…
Y lo peor es que no era capaz de posicionarse en un bando; Gumball nunca le ha hecho nada malo como para odiarle, aunque su prima esté llorando por él, y Penny además de su prima era una amiga. ¿Qué se supone que se debe hacer cuando estás en medio de dos bandos? ¿Qué pesa más, la familia y amistad o, la amistad y apoyo de alguien que pasa el tiempo con él por sus propios méritos?
Casi prefiere ser suizo hasta que no tenga más remedio…
·||Suizo: Neutral||·
— ¿Qué haré si quiere hablar conmigo? ¿Y si me dice algo...? — preguntó, pavorosa. Repentinamente le daba mucho miedo hablar con él; no se sentía emocionalmente preparada para el día en el que el felino finalmente haga pública su relación con el producto cárnico y se lo venga a contar con toda la alegría de su corazón.
— Pero Penny… — Chasqueó la lengua intentando apartarse del abrazo para secar las lágrimas que ya mojaban su ropa o acariciaban el cuello de la chica tras una carrera por sus mejillas, pero la nombraba estaba bien aferrada a su chaqueta verde y no parecía muy por la labor de soltarle; se abrazaba con fuerza de él, mojando cada vez la tela verdosa —, tienes que hacerlo…, no puedes simplemente dejar de hablar con Gumball cuando es evidente lo mucho que te quiere…, estoy seguro de que-
— ¿Si tanto me quiere por qué no me dijo la verdad? ¿Por qué me lo ocultó hasta que lo ví yo con mis propios ojos?...
— Porque Gumball es Gumball. — Ante la tercera voz, los primos se separaron rápidamente de un salto y miraron hacia la puerta, a tiempo para ver al pez acercarse a la fémina y darle un abrazo —. Él te quiere mucho, Penny, estoy seguro de que todo este lío es precisamente porque no quería hacerte daño… Ya sabes cómo es; siempre busca el camino más difícil en lugar de decir las cosas directamente…
Penny abrió los ojos con sorpresa, dejándose abrazar, pero sin corresponder. Lo que dijo le había sonado a algo tan…, típico de Gumball.
— ¿Sabes? Siempre mira tus fotos en casa y espera a que le contestes con una cara de enamorado que causa diabetes... Me extraña que no haya hecho un altar directamente. — Aquello sacó una risa melancólica a la chica y al rubio, que miraba la escena con los brazos cruzados. Finalmente, los tres acabaron abrazados —. Estoy seguro de que hagas lo que hagas, él vendrá detrás de ti para hablar contigo y haría lo que sea por hacerte feliz; mejor acepta directamente para evitarte una escena de las suyas…, hazme caso.
Más risas, apagadas y melancólicas, como las sonrisas que se dibujaban en sus rostros con tristeza y lástima.
— Además, también te pido que te apiades de mí, de mi familia, del cuerpo de bomberos. el cuerpo de policía y hasta a la perrera — pidió —, ya sabes que cada vez que hace algo, involucra a al menos tres de estos grupos; no falla una. — Su risa sonó con levedad, como hojas siendo acariciadas con delicadeza por una suave brisa; parecía que el pez temiera asustar a alguien de hacer mucho ruido.
— Gumball… — lo llamó entre susurros suaves la fémina entre las risas que el de ojos verdosos le había contagiado.
— Ese chico es un caso… — comentó Leslie mirando al techo.
Al menos, la rubia había podido echarse unas risas que esperaba, pudieran seguir por más tiempo. Lo agradece, de verdad; pero no puede evitar preguntarse qué podría hacer si él quisiera hablar con ella.
«Supongo que no me negaré para evitar que se monte un gran espectáculo que probablemente termine con un incendio, una inundación, animales sueltos o palabras en el cielo.» pensó Fitzgerald.
☪• • • • •
— Gumball… — le llamó un rubio de chaqueta acolchada amarilla, el mismo que sin que él lo supiera, era el motivo de que su relación hubiera terminado y de que, de nuevo sin saberlo, su exnovia estuviera llorando en brazos de su hermano y el primo de la misma.
Le miró tras sentir que se ahogaba.
No, de hecho así era; se atragantó al escucharle, pero entre su hermana y el rubio, aquella sensación tan angustiosa pasó, al contrario que su comida. Ya no tenía apetito.
— ¿Podemos hablar? — La coneja se sintió orgullosa. Aquel chico se veía decidido y estaba tomando las cosas con calma… Tal vez no era tan malo que esté enamorado de su hermano después de todo.
O eso pensaba, ignorante, al igual que todos los demás, de que fue su culpa el que el gato y la hada rompieran.
— Cla-claro. — aunque el tartamudeo y los nervios venían por el anterior atragante y no por los nervios, Anais pensó que su hermano se había visto realmente adorable así, al igual que cuando buscó apoyo en el de mirada oscura para levantarse del banco de cafetería —. Vuelvo en un rato. — dijo mirando a la pelirosa.
— A ver quién vuelve antes de los dos… — comentó la pequeña en referencia a él y su otro hermano puesto que el de cabellos anaranjados también se había ido y aún no volvía. El libro que esta vez se había traído por si las moscas, por fin era un peso útil; al no estar Gumball y Darwin, podría leer mientras comía y luego, solo leer hasta que lleguen los demás Watterson o el timbre; lo que ocurra primero.
El gato acarició la cabeza de su hermana,acariciando sus largas orejas y despeinando aquellos cabellos recogidos en moño; el peinado perfecto se redujo a un moño desarreglado que si bien no se veía mal, a la coneja no le había agradado aquel gesto.
— Volveré pron- — mientras se alejaba con Hot Dog Guy, había empezado a despedirse, pero no llegó a terminar de hablar cuando un libro le dio en la espalda —. ¡Ay! — exageró al ver que su hermana le había pegado con aquel libro de tapa dura con un título que rezaba "La mansión de los secretos", un libro que si bien no era demasiado grande, le había hecho trastabillar y estar muy a punto de caer.
— ¡Idiota! — Y se fue de vuelta a su mesa para leer y comer, como había planeado.
— Hermanas. — dijo el felino mirando al alto mientras se encogía de hombros como si no hubiera buscado aquel golpe a pulso.
— Sii… lo entiendo. Aunque lo mío son hermanos, no hermanas. — río levemente mientras reanudaban el paso.
— Bueno, y… ¿De qué querías hablar? — preguntó cuando atravesaron las dos puertas del comedor, entrando a los pasillos.
— Pues, yo… — De cualquier cosa estaba bien en verdad; era la primera vez que hablaban sin estar temblando de incómodidad, sin estar enfadados o sin pedir un favor mutuo. Pero él quería declararse de una vez, decir lo que siente y aún si no es correspondido, estar con él aunque sea de amigos.
— Dime sin miedo. Estoy seguro de que lo que sea que me vayas a decir, no me sorprenderá. He vivido mucho; soy un Watterson. — se señaló a sí mismo mientras sonreía con confianza. Lo que decía era cierto; los Watterson habían vivido mucho, hasta su pequeña hermana; casi todos los crímenes que se pudieran hacer los habían hecho, y hasta habían creado nuevos…, como el de crear una criatura peligrosa causante de una de las muchas destrucciones de parte de la ciudad de Elmore, Keneth. Pero lo que el rubio quería decirle no era precisamente…, plato de cada día para él.
•|| Kenneth es "la asquerosa criatura del tarro", esa cosa gris que nació de basura recolectada por Gumball en un tarro y la energía nuclear del microondas al ser metido ahí por Richard ||•
— Me gustas.
— Quiero vomitar.
➢ DB.
➢ Tarde, pero sinceramente ahora mismo no me siento capaz de seguir con un horario. Demasiadas ideas en la cabeza- pero a esta historia le queda poco y la publicaré lo antes posible, y la próxima Gumdog, tambien llegará muy pronto.
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