☙ 𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 1 ❧

Ya era por la mañana en casa de los Watterson. Los rayos del sol hacía rato que se habían instalado en el cuarto, retirando a la oscuridad, echándola de allí, como si antes no hubieran gobernado este. Las alarmas estaban programadas para las 8:00 a.m. -o dicho de otra forma, a escasos minutos de sonar-, pero como era de costumbre, la gata mayor ya estaba despierta y, conducía de camino al trabajo.

Cuando el sonido del despertador con dicha alarma programada se hizo presente, los dos hermanos mayores -los únicos que estaban en la habitación puesto que su hermana estaba en un cuarto diferente- solo gruñeron con los ojos aún cerrados, negándose a despertar, mientras la pequeña pelirosa salía de su cuarto y entraba al de los chicos con intención de despertarles, a sabiendas de que la alarma no tendría la bastante potencia para poder despertar a sus hermanos, no a tiempo al menos.

Por lo que le había dicho Penny -puesto que se la encontró mientras la conejita acompañaba a su madre a hacer la compra, el día que sus hermanos estuvieron cuidando de Polly- y se les había hecho largo por lo cansados que estaban al no haber dormido en toda aquella noche, por lo que se imaginaba que haber dormido 9 horas -suponiendo que hubieran ido a dormir nada más los Fitzgerald se fueron- no había sido bastante. Pero lo que no sabía era que ninguno de ellos había sido capaz de recordar todo lo sucedido el día anterior -¡Ni siquiera habían sido capaces de notar que Polly estaba con ellos desde el principio!- y, que el más afectado por ello era Gumball, que repetía en su cabeza una y otra vez ese momento despierto que no compartía con su hermano puesto que este se apartó de él unos minutos en los que estuvo con Hot Dog.

La alarma seguía sonando hasta que ella fue a apagarla. Sentía lastima. Sus pobres hermanos estaban tan cansados que ni siquiera les importaba escuchar aquel sonido, pero, diferencia del chico de cabello naranja, que se levantó con solo ser llamado unas pocas veces por su hermana y bajo a desayunar -o más bien a preparar el desayuno-, el chico de cabellos celestes se quedó en la cama, hasta que su hermana harta de llamarle sin conseguir que siquiera abriera los ojos, vacio un vaso de agua que por fin, le obligó a soltar las sábanas.

El felino, se levantó a regañadientes de la cama y agarró las primeras prendas de ropa que encontró en el armario, más por estar distraído que por la preocupación por llegar tarde, no, eso le daba igual a comparación con el miedo a vivir de nuevo momentos incómodos con el perrito caliente, - de los cuales él pensaba que ya había pasado por demasiados- y nada había dado resultado cuando intentaron acabar con esa sensación tan molesta. Tal vez debería huir cada vez que vea al chico de lentes. Se quitó la camiseta que usaba de pijama y luego, miró hacía abajo, hacía su propio abdomen. No parecía tener nada distinto, no había heridas, ni golpes, nada, seguía siendo él; al menos, no se metió en una pelea ayer y, nadie tenía por qué enterarse de lo que había pasado. Aunque la cosa cambio cuando vio su propio reflejo en la pantalla del ordenador mientras iba a dejar su pijama en la silla de escritorio.

Soltó un bufido a modo de queja, acercando la cara a la pantalla aún apagada del ordenador y apoyando una mano en la el escritorio. El tono rojo suave de las ojeras que había adquirido tras la noche sin dormir antes de cuidar a Polly sumada la de hoy -que al final fue casi igual-, hacían juego con sus iris, rojos como la sangre, un juego que no le gustaba nada. Le molestaba. Por el reflejo de la pantalla también vio unos cabellos rosados agitarse a su espalda, pero no se volteó; era obvio que era Anais, su hermana —. Te ves peor que Darwin.

— Yo también te quiero, hermanita — respondió más borde de lo que quería. Su hermana estaba preocupada por él, pues este no solía verse mucho al espejo, tardar tanto en arreglarse o, no dormir cuando sabía que al día siguiente había clases. Casi a los segundos de darse cuenta del tono que había empleado, camino hacía la conejita, preocupado porque esta se sintiera mal por la forma en la que sin enterarse, le había hablado. Una vez estuvo delante de la chica -que se había quedado inmóvil viendo como se acercaba-, la rodeo con sus brazos, abrazándola, como si ese gesto pudiera borrar sus palabras —. Ayer fue un día muy extraño. — dijo, como si ella le hubiera pedido una explicación, pero solo había correspondido su abrazo en silencio, mientras se preguntaba qué le había llevado a comportarse de esa forma.

Su piel estaba mojada, pero la chica, al estar en un pijama y en un momento que parecía ser muy delicado para su hermano, no comentó nada al respecto. Él parecía estar necesitando más ese abrazo que ella -principalmente porque Anais no lo necesitaba, entendía que su hermano pudiera estar algo alterado en ese momento-. Esperaba que le explicara lo que sucedía pronto, realmente le preocupaba cómo se estaba comportando ahora.

— ¿Qué ocurrió? — acabo preguntando, curiosa, sin soltarse de su hermano. La curiosidad comía por dentro a la conejita, mientras la mitad de su cara sentía los alterados latidos del chico de cabellos de cielo -puesto que debido a su altura, al abrazarse su cabeza tocaba el pecho del muchacho-. Él suspiro ante aquella pregunta, aunque antes de contestar se tomo unos segundos en silencio, como si buscara la mejor forma de decírselo.

— ¿Sinceramente? No lo sé. — acabo diciendo. Antes de que la ojirosa preguntara otra vez, él volvió a suspirar y se separo de su hermana antes de empujarla suavemente hacía la puerta. Necesitaba pensar un poco en cómo empezaría a evitar al rubio -más- a partir de ahora. Cuando ella cruzó el umbral de la puerta, a este le salieron las palabras de forma atropellada, nerviosa —. Tal vez deberías ir a desayunar. Iré dentro de un rato. —, y mientras hablaba, fue hacia el baño para darse una ducha, aunque más que ducharse, acabo quedándose unos minutos bajo el chorro de agua mientras, sin moverse, pensaba.

Cuando los tres hubieran acabado de desayunar y estuvieran listos -o pensaban que lo estaban-, no perdieron más tiempo y se dirigieron a la parada de bus, pero este ya estaba ahí y tuvieron que correr para pillarlo antes de que Rocky -el conductor- se fuera. No había asientos de dos libres como solía haber -cuando llegaban pronto claro-, así que los hermanos tuvieron que separarse. Gumball no vio dónde se sentaron sus hermanos, ocupado en buscar con la mirada al perrito caliente con el fin de, básicamente evitarlo -aunque él no solía venir en bus-. Ni rastro del chico de lentes. Suspiró tranquilo mientras se sentaba junto a Tobias, quien se encontraba hablando -o más bien, intentando ligar- con Masami, que estaba sentada detrás de ellos junto a Teri.

— Están locas por mi. — le decía confiado, lejos de la verdad. Cuando Masami ignoró al chico de cabellos de colores, Teri había hecho lo mismo y él, solo volvió la vista hacia delante, cansado de ser ignorado.

Ojalá y él pueda ignorar todo lo relacionado con ese perrito caliente con esa facilidad, le solucionaría muchos problemas. No contesto a Tobias. Simplemente no le interesaba el tema, lejos de lo que había pensando después. Al llegar al instituto, Gumball intento salir lo más rápido que le fue posible para llegar hasta sus hermanos e ir a sus clases, aunque su hermana menor acabó separándose de ellos porque su taquilla estaba en otro pasillo.

— ¿Entonces de verdad bese a Tina? — preguntaba su hermano mientras caminaban. Aquella chica, con sus colmillos afilados, le había dejado algunas heridas en los labios -razón por la que él había acabado tan cerca del perrito caliente ayer y quién sabe qué más sucedió-. Darwin, aún habiéndose mirado al espejo muchas veces antes de salir de casa, seguía sin poder creerse hasta dónde le había llevado el sueño.

Gumball vio a la persona que menos quería ver en ese momento: Hot Dog Guy. Se había detenido en mitad del pasillo y parecía querer hablar con el peliazul -puesto que miraba hacia él y curiosamente, aún no había nadie ahí-. Darwin miró al chico como si hubiera hecho algo raro mientras pasaban por su lado y esperaba por la respuesta del ojirojo, quien hizo como si el rubio no hubiera estado ahí -aunque sabía que él buscaba hablarle-. No estaba listo para conversar de lo sucedido ayer -ni cualquier otro tema en realidad. Se sentía de verdad muy incómodo haciendo cualquier cosa con el rubio-.

Sin darse cuenta, había perdido la oportunidad de contestar a su hermano, aunque tampoco quería hablar de aquel beso. Aquello había sido una de esas cosas que desearía ignorar y olvidar, era incluso peor que el momento con el rubio de gafas. No volvieron a hablar hasta llegar a clase, y solo fue para conversar sobre los deberes del lunes.

Cuando la primera clase del día acabo, Gumball ya era incapaz de mantener los ojos abiertos. Sus brazos reposaban rendidos sobre la mesa y su cabeza, sobre estos mientras sus orejas estaban ligeramente bajas. Sí, estaba completamente dormido, tanto que cuando la señorita Simian pidió los deberes, ni siquiera sus gritos le despertaron, ni siquiera cuando salió a la hora de comer seguida por los compañeros de él y su hermano, se dio cuenta.

— Gumball... Despierta... Es la hora de comer... Gumball... — le llamaba Darwin, intentando despertarle mientras le zarandeaba suavemente. Pero todo era inútil; su hermano estaba demasiado cansado. Todo apuntaba a que hoy no iba a acompañarles a él y a Anais como todos los días —. Te comprare un sandwich por si tienes hambre al despertarte. — prometió en un susurro para después darle un beso en la cabeza. entre sus cabellos azulados. La esponjosa oreja de su hermano le dio un suave golpecito en la mejilla ante aquella muestra de afecto, aunque no se despertó -era obvio que no habría aguantado los gritos de la profesora para luego despertarse por el cariñoso beso de su hermano.

☪• • • • •

— Sí. Empezó a apoyar la cabeza en una mano y acabo dormido sobre sus propios brazos. La verdad es que se veía muy tranquilo, a diferencia de esta mañana... — contaba el pez mientras él y su hermana estaban en la fila del comedor. Quedaba poco para llegar hasta donde Rocky tomaba el dinero, pero al chico aún quería tomar un sandwich para Gumball, como le había prometido -aunque de seguro él no le había escuchado-.

— Ya me lo imaginaba. — decía la chica de cabellos rosados entre risas. Ellos hablaban tranquilamente, cada uno con su bandeja, esperando a que por fin acabara la fila y pensando que a nadie le interesaba la conversación, pero justo detrás de ellos había una chica de cabello verde que no perdió detalle, al igual que su amigo, el perrito caliente. El muchacho tomo un sandwich y miro a la conejita mientras reía y asentía con la cabeza. Él también estaba cansado, pero era soportable, a diferencia que para el peliazul -como era obvio-.

— Si quieres hablar con él, deberías ir ya. — le aconsejó la chica peliverde al rubio en un susurró. Sus ojos seguían sobre los Watterson, esperando algún dato más que pudiera ayudarles, pero nada. Solo que Gumball se había quedado dormido y parecía... ¿Tranquilo? A diferencia de HotDog y sus hermanos, Claire no era capaz de entender muy bien esa parte.

— Dudo que esté muy contento de verme. Ya te dije que antes de empezar las clases paso de mí... — dijo en tono desanimado, algo que no era muy común de ver en la salchicha, sino en su amiga. Al escuchar que el chico de cabellos celeste no parecía muy tranquilo en la mañana, no pudo evitar sentirse mal, ¿Era por él? Una voz interior le dijo que sí, y por mucho que tratará de ignorarlo, de verdad lo creía.

— Tal vez no te había visto — dijo la chica mientras sonreía levemente, intentando darle ánimos. No, estaba claro que le había visto, su hermano se le quedó mirando hasta que lo pasaron de largo y Gumball, se veía nervioso y miraba a todos lados menos a él. Esta vez, sin dejar que contestara, la chica de chaqueta rosa le quitó la bandeja a su amiga y le dio un suave codazo, sacándole de la fila —. Ya te pago yo la bandeja, corre a por él.

Esas palabras las había dicho en el momento justo en el que le tocaba pagar a ella a Rocky y su hermano de ojos esmeralda iba a llevarle un sándwich tan pronto como terminará su propio almuerzo para que lo comiera cuando sea que despertará, así que HotDog se se vio obligado a irse rápido tras un suspiro para evitar verse interrumpido más tarde por el hermano del gato. Además, si no iba, de seguro que Claire luego le regañaría por ser un cobarde -y lo era, ¿Para qué negar lo evidente?- y, de todas formas, tampoco perdía nada por intentarlo otra vez. Y otra. Y otra. Y otra. Las que hicieran falta, como decía Claire -aunque la salchicha no estaba muy convencido de que la insistencia fuera la mejor arma, ¡Ni siquiera de si era una buena en primer lugar!-.

— DB.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top