20
El sol casi se ponía cuando llegué a su apartamento. La misión por fin había concluido, aunque mi mente aún era un torbellino.
Necesitaba compañía urgentemente. Hace aproximadamente media hora le escribí a Akutagawa para preguntarle si podía pasar por su casa para llevar algunos medicamentos y un poco de comida. No conocía su casa, pero realmente no me importó tener que pagarle una suma de dinero fuerte al conductor de un Taxi para que me llevara a la dirección que él me indicó.
Al subir por las escaleras del edidicio, no podía evitar sentirme ansiosa. Ryunosuke se encontraba delicado y quería asegurarme que estuviera bien. Como siempre, su bienestar era importante para mi. Incluso si me insistía en que no debería meterme en sus asuntos... él siempre se metía en los míos de forma descarada.
Eso no me molestaba en absoluto, pero era posible que ese sentimiento de "resignación" no fuera mutuo.
Golpeé la puerta suavemente. Esperé conteniendo la respiración hasta que la pesada madera se entreabrió, dandome una vista de mi amigo envuelto en una manta. Su semblante pálido me preocupó. Apreté las bolsas que cargaba con un poco más de fuerza.
—no debiste molestarte — murmuró con voz ronca. Solo con verlo presentí que algo andaba mal. Aunque intentara ocultarlo, su salud era frágil y este resfriado solo lo evidenciaba aún más.
— Bueno, perdon por la interrupción... pero ya que estoy aquí, por favor, déjame revisarte — pedí con suavidad. Akutagawa accedió con resignación mientras yo dejaba las bolsas en la mesa del comedor y él me indicaba que iría a su habitación para recostarse.
Me apresuré a desempacar las cajas de medicinas y caminar con ellas a su dormitorio, sin olvidar la botella de agua mineral que le compré.
En todo momento estuve pendiente de él. Su cercanía solía calmar la tormenta en mi interior, aunque a veces su presencia me turbaba de forma extraña. Estas sensaciones eran un misterio, como él mismo. Pero verlo así... debil y vulnerable, provocaba un sentimiento crudo de impotencia.
Cuando su fiebre cedió un poco y logró dormir, me quedé a su lado velando su reposo. Solo así me sentía en paz, a su lado cuidándolo como él cuidaba de mí. Nuestra relación estaba llena de matices, guiada mas por la lealtad y el compañerismo en pos de la supervivencia.
Pero al menos yo lo quería.
Me senté en el suelo y permanecí cuidando de Ryunosuke durante la noche. Su sueño se veía intranquilo, agitado por la fiebre.
Comprobé su temperatura, procurando delicadeza y alisando su cabeza perlada de sudor. Sus rasgos, siempre finos, se veían más angulosos y demacrados bajo la enfermedad.
Sali de la habitación para regresar con un paño frío y se lo coloqué con en la frente, arrullandolo con palabras tranquilizadoras aunque no me escuchara. Su sola presencia me calmaba como nadie, y no podía evitar sentir que me quebraba cuando le decía que "todo estará bien" y que "Esto solo es pasajero".
Las horas pasaban, pero la ciudad no dormia, considerando que esta parecia ser una zona comercial. Las luces de neón y el leve bullicio se filtraba entre las cortinas. Ryunosuke comenzó a despertar tras una breve siesta, parpadeando entre brumas febriles.
— ... te quedaste? — musitó con la voz un poco ronca y el ceño fruncido, reconociéndome a duras penas. Le ofrecí agua con una expresión neutra, aunque por dentro estaba aliviada al notar su fiebre más baja.
— No hay problema. Apenas son las ocho ¿Cómo te sientes? — Pregunté, palpando su frente y mejillas. Bajo mis dedos su piel parecía más cálida, humana. Sin embargo, retiré mis manos un poco ansiosa. No estaba segura de que tan cómodo él se sentía con mi contacto físico, y no tenía intenciones de presionarlo.
Verlo así, frágil entre esas sabanas, despertaba emociones nuevas en mí. Solo deseaba protegerlo, que sanara pronto. Mi aprecio hacia esta criatura iba más allá de las palabras. Y aunque seguramente él estaba hastiado por mí compañía, Ryunosuke se dejó cuidar con aquiescencia, sus ojos grises fijos en los míos.
En mis acciones... se quedaba implícita una calma aparente, cargada de anhelos no dichos. Muy en el fondo, cubierto por mi miedo al rechazo, se hallaban mis deseos por transmitirle que yo estaba ahí. No por lealtad o compañerismo. Era más bien... cariño.
Ryunosuke me miraba, intentando descifrarme, aún sin comprender del todo mis motivos. Lo comprendía, muy pocas personas se habían preocupado por él a lo largo de todos estos años. Ryuu era visto solo como un perro de ataque, la gente solo lidiaba con él por que querían utilizar su habilidad como un arma.
Y, aunque sus ojos nublados reflejaban confusión y un poco de irritación... yo sabía que esto, el cariño, era un concepto borroso para él. Por eso, Akutagawa jamás podría entender del todo lo que yo sentía, y yo tampoco estaba dispuesta a explicarlo.
Una persona como Akutagawa, que no se permitía sentir, pues (desde su concepción) creía que este afecto sería solo debilidad... una persona que tuvo que luchar a muerte por la supervivencia y que no conocía el "Te quiero" de un padre o el calor de una madre... alguien como él merecía saberlo. Merecía entender lo que significa importarle a alguien más. Merecía sentirse digno de amor, él mismo merecía amor... pero mi egoísmo podía mucho más.
Proteger la frágil salud que le quedaba a mi mente atormentada era mi prioridad. Me priorizaría incluso por encima de la única persona que se molestaba en hacer acto de presencia y acompañarme durante mi estadía, estos dos últimos años, en la Mafia.
Cambié el pañuelo frío de su frente, cuidando de no parecer demasiado maternal. Pretendia ocultar mis propios temores bajo una máscara de frivolidad, aunque por dentro era vulnerable cada vez que él me dedicaba una mirada o respondía a mis comentarios sarcásticos.
— Deja de mirarme así, pareces un cachorrito abandonado — bromeé con voz queda, riendo suavemente al notar sus ojos abiertos con un aparente Shock, empero... denotaban cierta tristeza por debajo de todo. Él asintió lacónico mientras yo le extendia las tabletas de pildoras junto a la botella de agua abierta. — Toma las dos, cada ocho horas para aliviar el dolor de garganta...
Sé que él no estaba acostumbrado a mostrar emociones. Así que se limitó a obedecer mi orden. Deje todos los objetos en su mesa de noche, a la par que él se recostaba en la cama nuevamente.
Le tomé la temperatura. Mis dedos se demoraban acariciando su mejilla con suavidad, retirando el sudor con el paño que ya estaba seco. No pude evitar morder mi lengua al ver que Akutagawa cerraba los ojos, dejándose llevar por esa caricia tan leve.
— Creo que la fiebre bajará pronto. Recuerda cambiarte la ropa, esta llena de sudor.
— Gracias — respondió, mirándome fijo, como si quisiera arrancar una de mis extremidades. Le sonrei con suficiencia, ocultando el estremecimiento en mi pecho.
Nos quedamos en un cómodo silencio, compartiendo aquella frágil burbuja de calor humano. Dos almas solitarias hallando consuelo la una en la otra. O eso quería creer, creer que Ryuu hallaba al menos la mitad de la paz que yo encontraba en él.
— ¿Cómo te fue en la misión? — Interrogó con voz pausada. Al escuchar la curiosa pregunta de Ryunosuke, sentí cómo involuntariamente me tensaba. Aún los recuerdos del maldito Mishima me atormentaban, aún sentía sus ojos carmesí sobre mi, analizandome con desprecio.
Pero la mirada preocupada de Akutagawa me hizo voltear el rostro, aparentando calma. Odiaba mostrar debilidad, pero esos ojos grises lograban desarmarme con facilidad.
Eran mi debilidad desde la noche de la subasta.
Suspiré hondo, dejando que la presencia de mi llamado "amigo" apaciguara la tormenta en mi mente. Pude percibir su mano acercarse y retiré un mechón rebelde tras mi oreja, buscando las palabras adecuadas.
— Fue un poco difícil — comencé tras una pausa, mirando por la ventana para no enfrentar esa expresión inquisidora —. Mishima estaba furioso y su actitud me puso muy ansiosa. Lo de siempre, ¿sabes? — Sentí los latidos de mi corazón acelerarse al recordar la tensión. Mas la calidez del brazo de Ryunosuke bajo mi mano me reconfortó, instándome a seguir. —. Dijo cosas desagradables de mi, amenazó con degradarme de rango... y tambien invadió un poco mi espacio personal, creo. Aunque... sabes como es con las mujeres... — Le relaté lo ocurrido de forma suave, temerosa de alterarme y parecer aun mas histérica de lo que me hallaba. Sus grises ojos me escuchaban sin juzgar, comprensivos y algo curiosos. Al terminar, sentí que me liberaba de un peso, aunque mis dedos no podian dejar de acariciar la mejilla en la cual Mishima me habia abofeteado algunas horas.
Ryunosuke permaneció callado, meditabundo. Sabía que no necesitaba promesas vanas. Su sola compañía era un bálsamo para el alma, haciéndome sentir menos sola. Lentamente, mi inquietud se disipó en su presencia.
— Entonces fue un idiota, como es usual.
El silencio entre nosotros se extendía, sin embargo no era incómodo. Sentada junto a Ryunosuke en su cama, dejé que mi mano descansara sobre la suya en un gesto reconfortante. Su piel tibia parecía haber perdido la fiebre.
Mis emociones se acallaban al compás de su respiración pausada. Ver su semblante más sereno me llenaba de alivio, aunque la preocupación no me abandonaba del todo. Su salud siempre frágil me aterraba. ¿Qué haría si el se retiraba de la organización? ¿Qué sería de mi si él me dejaba sola?...
— Debes cuidarte y no volver a olvidar tus medicinas — musité —. No quisiera que empeoraras de nuevo.
Alcé la vista y me contemplé en sus ojos, que me escrutaban con calma. A veces parecía adivinar mis pensamientos sin palabras.
— Estaré bien — respondió con aquella voz ronca. Sonreí levemente, incapaz de creerle del todo.
Retiré un mechón de cabello de su frente, notando el descenso de su temperatura. Mi alma enfriaba al compás de la suya. La luz menguaba fuera, tiñiendo la habitación de sombras. Pronto debía marcharme, mas no quería abandonarlo todavía.
— ¿Te quedarás? — inquirió en un hilo de voz, adivinando mis pensamientos. Suspiré con suavidad, reacomodándome a su lado sin soltar su mano.
— Eso depende de ti. ¿Quieres que me quede? Puedo... dormir en el suelo.
En la penumbra, ambos sabíamos que nuestras almas estarían unidas aunque nos separase la distancia. Compartíamos un vínculo más allá de las palabras, eramos harina del mismo costal, perros destinados al asesinato y la crueldad.
¿Cómo podría decirle todo lo que Mishima me hizo hoy? ¿Como podría decirle que Aki y Kazuo ahora corrían peligro, en manos de ese hombre? ¿Como podría llorar y desahogarme, culpar a mi patética existencia por todo esto?... ¿Como podría agobiarlo con mis problemas, mientras lo veia convaleciendo asi?
Intenté dejar mi mente en blanco. Mi respiración se iba acompasando a la de él, adormilada pero sin descuidar la vigilancia que me auto-impuse, mientras contemplaba como el sueño volvia a tomarlo a ratos. La fiebre no regresaba, pero me angustiaba dejarlo solo. Además, ¿que objetivo tendría haber irrumpido en su casa sin invitación, si no lograba al menos ayudar un poco?
A tientas sobre la mesita, busqué mi teléfono y encendí la linterna para comprobar su estado sin despertarlo. La luz tenue delineó sus facciones hermosas en paz, aliviando brevemente mi corazón. Recosté mi mejilla en el colchón, susurrándo palabras juguetonas que el viento se llevaría.
Estaba cansada de que mi mente me repitiera una y otra vez lo inevitable: algún día el deber nos separaría. Y algún día yo debería marcharme de regreso a la patria que me escupió en la cara.
Mas por ahora me conformaba con permanecer a su lado, protegiéndolo del mundo con este sentimiento silencioso. Sólo entre nosotros yo podía mostrarme tal cual era, sin miedos, incluso si el me juzgaba o me llamaba de formas despectivas... sabia que podria... tal vez... continuar mostrando mi proteccion y afecto por este tonto chico.
Era casi la media noche. Ryunosuke dormía plácidamente, ajeno a todo. Yo me limité a observar su descanso hasta que él se quedó profundamente dormido y me marché. Después de todo... este no era mi lugar.
Abrí la puerta del departamento de forma silenciosa, cuando repentinamente choqué contra una larga maceta rectangular. Gracias a mí habilidad, no me partí la cara contra el piso.
Sería un desastre arruinar el parquet. Pero eso pasó a segundo plano cuando miré con atención el contenido de la maceta. Simplemente no podía creerlo.
— ¿Pero quien carajos planta camarones?...
[ . . . ]
[ . . . ]
"Te prometo que pronto llegará el otoño,
Para robar cada sueño que guardas"
(Ojalá alguien entienda la referencia al Wan)
Algo cortito antes de desaparecer, andaba inspirada JAJAJAJA.
Gracias por sus comentarios en el último capítulo. Lxs amoooo♡♡♡
Por cierto, podría pedirles que me recomienden algunas canciones que sientan que podrían ir bien con este fic? Tengo ganas de reformar la playlist y mejorar un poco la estética.
Espero poder actualizar un poco más seguido, pero muy pronto regresaré a la universidad, así que intentaré esforzarme para ser más constante.
Bai bai 💖
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top