♪ Capitulo 5.

He dudado un poco en llamar a esto "Capítulo" porque es más bien un especial por llegar al 1k de visitas, que seguro que para cuando lo acabe y lo publique ya habrá mucho más de esa cifra, pero entiendanme que ni siquiera tenía pensado hacerlo y empecé a escribirlo cuando llegó a 1k. Por la misma razón, no va a ser muy largo, pero va a influir en la historia igualmente.

Aviso que la mayoría está escrito en primera persona, desde la perspectiva de Gustabo, algo a lo que no estoy acostumbrada, pero considero que es necesario de narrar de esta forma hasta cierto punto. No sé si me vaya a salir muy bien Igualmente porque nunca he narrado asi, pero pido que me tengan paciencia por esto(¿ Igualmente, cuando se haga cambio de narre, saldrá una frase a modo de cambio de escena.

¡Ya podemos comenzar!

❝¡Miradme! ¡Miradme y
deseadme! ¡Disfrutad de
lo que veis y subid mi ego!❞

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A los omega siempre se nos ha visto como muñecos dotados de vida y aroma, capaces de excitarse y de no ser el alfa demasiado “agresivo”, también capaces de tomar la iniciativa. Conozco algunos omega que odian serlo o cuyos padres lo hacen por ellos, yo me incluyo en lo segundo… Pero yo no lo odio, o nunca he tenido razones para ello.

Enterarme de que era omega no fue para mi un gran cambio; en mi nunca existió el deseo de tener hijos -y a día de hoy, a mis veinticuatro, sigue sin hacerlo-, hasta conocer a Horacio, nunca se me pasó por la cabeza compartir mi vida con otra persona y, como todos los niños antes de la edad de sexar, yo aún no me había planteado el papel que tendría a la hora de mantener relaciones sexuales, ¡Ni siquiera si quería tenerlas!

Quienes peor lo tomaron fueron mis padres; el vínculo entre nosotros se rompió a la vez que mi corazón a los dos meses de que se supiera que soy omega.

No lo entiendo; si pienso con la cabeza fría en la relación que tuve con mis padres y luego en mi relación con Horacio, sé perfectamente quien me quiere y quien no.

ʚĭɞ ¿De verdad no nos querían?
ʚĭɞ Mamá nos compró la primera gargantilla...

«¡Cállate, cállate, cállate!»

No fue difícil darme cuenta de que fue una estupidez sentirme mal por perderlos; realmente gané más perdiendoles. Entonces, ¿Por qué pienso en ellos ahora? No lo entiendo.

ʚĭɞ No fue solo por ser omega... Admitámoslo.

«¡Que te calles!»

Aunque tiene razón. Supongo que lo peor no fue que sea omega; lo peor fue que aparte de físicamente, no parezco uno y ni siquiera quiero serlo. Y, al igual que me pasó con ellos, esperaba que Horacio no cayera en los estereotipos que recaen sobre los omega.

Si, soy omega, no tengo mucha fuerza física, apenas tengo filo en mis colmillos, podría quedarme embarazado y podría ser marcado con una facilidad que asusta -sobre todo ahora que mi celo cambio su grado al rojo-. Pero omega no es sinónimo de débil…, y ni aunque lo fuera, personalmente prefiero que ya que lo soy, me permitan vivir o morir como yo quiera; nunca sentí miedo por ser omega y no quería que otros me lo contagien al sentirlo por mi.

◢¡Ser omega no es sinónimo de puta!◤
◢¡Repítelo enseñándome qué tal tienes el cuello o a qué hueles esta vez!◤
◢¡Sabes muy bien que no me han marcado! Además, no huelo a nada, solo a miel.◤

«Odio...»
«Odio...»
«Odio...»

◢¡Odio las marcas!◤

«¡Odio las marcas!»

Lo dije, una y mil veces, pero al final, nadie nunca me ha creído.

Hace poco más de dos semanas que perdí el único -y segundo en toda mi vida- vínculo que tuve con alguien que me importó y yo elegí crear. No ha pasado ni un solo día en el que no piense en Horacio, en el que no mire sus fotos, ni extrañe sentir y oler mi aroma en alguien más.

ʚĭɞ Horacio...
ʚĭɞ Horacio...


Mi omega y yo coincidimos en tan poco que es patético, pero ese poco es lo más importante para mí.

Lo extraño, mucho, y cada beta que veo me recuerda a él, como el que tengo ahora a mi lado; me habla de algo que no tengo ni idea de qué es. He desconectado como los otros omegas me avisaron que pasaría; a veces solo quieren hablar contigo, no ganas dinero, pero sí copas a las que ellos te invitan en su lugar.

— Así que eres un omega soltero, ¿eh? — Una mano toca mi cuello protegido por una gargantilla negra de la que cuelga un cascabel dorado. Las caricias hacen que el adorno resuene ligeramente, despertándome de mi trance, causando que dé un saltito en la silla de la barra —. Estás muy tenso…, ¿Eres nuevo aquí?

Odio que me haya tocado el cuello, pese a que no es un alfa y la marca solo es posible si quien la hace es uno.

Me enfada, pero aquella mano se apoya sobre la mía, acariciándola y no me atrevo; me intenta calmar de los repentinos temblores que estoy teniendo y sin embargo, consigue el efecto contrario. Horacio también hacía eso cuando estábamos en público; sabe que me siento algo extraño con las muestras de cariño delante de la gente cuando estoy triste porque odio que se sepa que estoy mal.

No sé cómo mis ojos resisten las lágrimas ante ese recuerdo.
No, miento; estoy llorando. No lo noto hasta que se va y otro se sienta en el asiento.

— ¿Te ha hecho algo ese cabrón? — Con sus palabras no tardó en notar que es un alfa, pero no sé su olor por culpa de mi nariz tapada por un resfriado que recién ayer se me pasó. Me está ofreciendo una sonrisa, con sus ojos azules sobre mí; achacó su preocupación a un puro instinto debido a que sus ojos no me sonríen, si no más bien se ven serios y molestos. Dejó de mirarle y le doy un trago al zumo de frutos rojos que me ha servido Emilio sin que me dé cuenta; me quiere cuidar y no le importa hacer de camarero para ello aunque bien podría estar haciendo otras cosas o sólo nada. Intentó ignorar al alfa cuyo olor desconozco; no parece malo -en realidad, ninguno lo parece-, pero prefiero llorar en paz —. Has hecho algo de lo que te arrepientes.

Su afirmación me hace mirar en su dirección y luego a Emilio, que está al otro lado de la barra, a sus espaldas; nos mira -me mira-, como si preguntara si quiero que intervenga. Antes de que diga o haga nada, noto el suave tacto de un papel en mi cara, haciendo que vuelva a mirar al chico de ojos azules.

— ¿Qué hiciste tú? — preguntó mientras miro su rostro de frente. La “amabilidad” del alfa se tensa y esboza una mueca que bien podría asustarme; sonríe de una forma un tanto macabra, como si hubiera hecho algo muy malo, pero que de una forma retorcida, le divierte mucho recordar.

En un primer momento no me asusto, solo tengo curiosidad, pero se ríe de una forma tan extraña que no puedo evitar encogerme dejando a un lado la intriga que su expresión me causa — Estoy seguro de que es algo más horrible de lo que tú has hecho; tú te arrepientes, yo… Cada vez me siento menos arrepentido.

— He perdido a alguien. — digo tras un suspiro y dar un trago a mi zumo, acabándolo.

Sé que está intentando ligar conmigo y sin embargo, no digo nada al respecto, no busco pareja ni un lío de una noche, pero ni aún buscando cualquiera de las dos, creo que sea el mejor momento; no soy consciente de cómo me veo después de llorar, no huelo ningún aroma por culpa de mi nariz constipada, estoy triste por Horacio y ni siquiera sé su nombre o cualquier cosa de él.

Y pese a todo, el vaso de cerveza que se estaba tomando es vaciada tres veces y llenada cuatro antes de que siquiera vuelva a buscar con la mirada a mi jefe, y es solo para que me llene mi zumo por ni sé cuántas veces.

No hemos hablado de nada, pero veo su rostro visiblemente más relajado y yo, aún sin ayuda de mi olfato para aspirar su aroma, de alguna manera sé que se siente mejor.

— ¿Trabajas ahí? — No miro a mis espaldas cuando señala, no me hace falta; se refiere a la zona de striptease donde yo, muy torpemente, he bailado una vez.

ʚĭɞ Déjate llevar...


Mi omega repite lo de siempre que pienso en volver allí, pero no sé por qué me lo planteo siquiera; todos los y las omega que bailan lo hacen de una forma tan perfecta que me dan envidia, y no pienso ni hablar de mis cicatrices. Es extraño ver a omegas heridos; suelen -diria solemos, pero solo me fijo en ellas al comparar mi cuerpo con los de los otros- evitarlo, como cualquier cosa que les haga ver imperfectos o mal. Quiero ser como ellos, pero no sé cómo.

¿Siquiera quiero ser así?

ʚĭɞ Déjate llevar…


Insiste mi omega. No sé por qué cree que dejarme llevar es buena idea. No, ni siquiera sé qué es ese “déjate llevar”, ¿Qué se supone que significa eso?

El alfa ríe de una forma simpática, sacándome de mis pensamientos y sé que mis mejillas están rojas sin siquiera tocarme para probarlo. No quiero que piense que le ignoro la única persona medianamente agradable con la que me he topado. Su vaso está vacío por cuarta vez de un solo trago y cuando creo que se va a ir por su lado a aquella zona, me mira, esperando que le siga —. ¿Sabes? Creo que el jefe debería hacer algo con el olor; esta mezcla de aromas alfa me está mareando...

No sé qué hacer con esa información que suelta mientras entramos. Lo noto tenso y molesto, algo que me hace querer hacerme más pequeño para evitar que me mire así, pese a saber que esa expresión no la causo yo.

— Si, ¿Verdad? Casi no huelo a la chica que baila, es una lastima; huele tan bien a chicle... — escucho a otro alfa hablar o creo que lo es porque es muy raro ver a un omega en la zona de público. De pronto, bajo la mirada atónita del tercero caigo en lo raro que es que esté aquí —. Miel… — Con esa simple palabra me he encogido y no hace falta tener olfato para saber que mi olor se ha expandido; las miradas de más alfas están sobre mi. Ni siquiera sé bien qué transmite mi arona pese a que está ligado a mis sentimientos, porque ni siquiera sé qué siento.

Tengo miradas posadas en mí allá donde posó la vista, menos del hombre con el que estaba, que mira a otro lado como si creyera que así, con una mirada menos, voy a sentirme un poco mejor. Me estoy acalorando solo y sin darme cuenta, he empezado a sonreír, nerviosamente, pero lo hago.

Cada vez hay más miradas.
Cada vez hay más calor a mi alrededor.

¿Debería pedirles que dejen de mirarme? Ni yo sé lo quiero.


ʚĭɞ Atención…


Mi omega dice algo que escuchó con claridad gracias al extraño silencio a mi alrededor, algo diferente a lo que siempre me dice. Sé que está feliz, eufórico incluso, y poco a poco, aquella extraña felicidad me invade. 

Dejarme llevar…

Mi nariz extrañamente empieza captar olores; se destapona cuando los alfas empiezan a acercarse a mi. Siento miedo, pero un calor que empieza siendo acogedor me hace dejar el miedo atrás. Busco al hombre de ojos lapislázuli que me trajo aquí, temiendo que el calor sea lo que creo que es, pero al momento me arrepiento; lo tenía muy cerca del oído, y al mirarle de frente está a nada de besarme. Los ojos azules parecen haberse oscurecido y yo, quiero encogerme de miedo hasta desaparecer.

¿Miedo?...

El calor que siento hace que yo sea quien se intente acercar más, pero justo antes, alguien me saca de allí agarrándome del brazo. La sonrisa que se ha formado en mis labios sin que me dé cuenta siquiera, flaquea ante el olor a café que me abraza al entrar en un lugar oscuro que al ser bañado por la luz de las bombillas en el techo, reconozco como el despacho de Emilio. Me siento feliz de forma completa, pero no sé si es por el celo en el que acabo de entrar por tanto estrés o porque Emilio me haya salvado. Quiero creer que los dos.

No, quiero más atención.

ʚĭɞ ¡Llamemos la atención de Emilio!


Escuchando a mi omega intento abrazar al mexicano. Lo consigo y mis brazos le rodean el cuello mientras me dejo colgar de él. Estoy llorando repentinamente sensible a cualquier toque y roce en mi cuerpo. Hago el intento de besarlo porque mi omega quiere que lo haga, pero tan pronto como siento un dedo en mi cuello bajo la gargantilla el calor se va y le empujó con un enfado momentáneo como si hubiera sido él quien se ha tirado a por mi.

— ¡Cuello no! — grito, pero ambos sabíamos que yo odio que me toquen así. Lo ha hecho por eso; para que me aparte, pero evitar que me haga daño.

Sin darme cuenta estoy arrodillado en el suelo llorando, emitiendo gemidos lastimeros y necesitados, suplicando cosas que sé que me hacen sonrojarme hasta a mi pese a que no me detengo a comprobar nada. Todo mi orgullo se ha ido a la mierda de golpe; no recordaré nada de todas formas, pero me sigue jodiendo mucho verme tan débil.

La llamada se hace una y otra vez, expulsando mis feromonas de miel; pero mi jefe se va del despacho y cierra la puerta con llave. No me hace falta oler hacia la puerta o mirar por el huequecito de la llave para saber que sigue ahí. Me duele todo el cuerpo y sé que solo no pasará, sé que será peor incluso. No dejo de agradecer a Emilio por vigilar que ningún alfa venga a por mí e intento recordarme a mí mismo no volver al local cuando me queda tan poco para tener el celo pese a que sé que no voy a recordar nada de esto.

El dolor no hace más que aumentar, igual que el calor que me invade, y el olor a café del alfa dueño de este despacho, pese a calmarme un poco, no hace mucho para ayudarme. No quiero ni mirar cuando, buscando una mejor postura para echarme a en el suelo e intentar dormir, noto húmedos mis pantalones simplemente por rozar un poco el abdomen con el suelo.

Calor.
Dolor.
Mojado.

Me asusta lo fácil que es describir mi cuerpo, mientras mi visión se empieza a nublar entre lágrimas. Extrañamente, no soy capaz de oír nada, pero por el dolor que siento en mi garganta sé que estoy hablando o más bien gritando.
Ahora, ruego mentalmente porque no logre acordarme de esto ni mañana ni nunca, pero sé que no hace falta; no me acordaría por mucho que quiera.

◈◈◈◈
❝No quiero que me
marquen; lo único que
tengo claro que me
pertenece es mi cuerpo.
Si mi cuerpo también
pasa a ser de alguien más,
no me quedará nada...❞
◈◈◈◈

Siguió llorando hasta a quedarse dormido, sobrepasado por el calor. Lo que le pasaba era algo predecible igual de predecible que la alteración del celo rojo, por mucho que no quisiera aceptarlo; si los omega de celo rojo no son atendidos rápido, el calor les asfixia, dejándolos sin aíre hasta que finalmente se desmayan.

Gustabo no sería capaz de recordar nada, ni siquiera fragmentos de aquella noche después de empezar a llamar la atención de los alfa cuando su celo comenzó en medio del gran salón; no recordaría cómo se convirtió en la estrella de Sweet bites, no recordaría cómo conoció a uno de los clientes que más le solicitan, ni cuanto lloro, sudo, pataleo y grito estando en el despacho rogando por la compañía de un alfa, el que fuera. Pero habría algo que recordaría claramente.


ʚĭɞ ¡Atención!
ʚĭɞ ¡Necesitamos atención!


Recordaba que lo que él más había disfrutado era de que los alfas se agruparan a su alrededor, mirándole con atención. No recordaba lo cerca que estuvo de besar a dos alfas y tampoco le era necesario; realmente le bastaba solo con ser el centro de las miradas.

Por fin había entendido a ese lado suyo que tan esquivo le era; coincidieron en algo. Y eso era... Maravillso.
Por fin entendía qué significaba dejarse llevar.

ʚĭɞ ¡Hagamos cualquier cosa por atención!

Y le hizo caso; consiguió y conseguiría atención. Porque mientras las miradas estuvieron sobre él una vez se "relajó", no pensó en Horacio; no estaba triste, solo se divertía al ser observado.

Quiere atención.
Y quiere a Horacio.

¿Existe un equilibrio a algo así?

«Tal vez cuando me busque, lo deje todo» eso pensó diez meses atrás.

ʚĭɞ Nos está buscando, ¿Verdad?

«...»

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❝¡Llámame Pogo! A Gustabo
le asusta que le miren, pero
cuando es Pogo, le encanta ser
el centro de atención.❞

➢ 2937 palabras.
➢ "Capítulo" muy corto... Pero entiendanme, ¿Si? Habrá un capítulo largo de los de siempre pronto. ✨

➢✨🌈 ¡Gracias por el apoyo! 🌈✨

➢ Dedicado a Marlensii ¡Porque tu comentario me ha gustado mucho y me has caído muy bien aunque recién te conozco! Espero que hayas disfrutado esto aunque haya sido muy corto, compañerx multishipper. ✨

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