♪ Capítulo 2.

Pequeñas aclaraciones (bueno más bien explicación):
°• Como todos sabemos, hasta el tiempo del primer celo nadie sabe si el niño es alfa, beta u omega. En esta historia he añadido además, que cuando su celo se "asiente" -osea, pase a ser cada cierta cantidad de días de forma fija puesto que algunos celos serán más frecuentes y fuertes que otros-, entre los 7 y 9 años, ya son capaces de marcar a alguien como de su familia -sea alfa u omega- y, solo puede haber un vínculo familiar por individuo. Lo mismo sucede con la marca alfa-omega.

°• Al momento de nacer, el omega que lo tuvo puede elegir si quiere ser madre de ellos o ponerlos en adopción, igual que al momento del primer celo de estos. Los padres que aceptan al hijo al nacer solo están obligados a mantener el vínculo hasta su primer celo, luego pueden dejar de hacerlo, pero se mantenga el vínculo o no, estarán obligados a cuidarlos hasta los 18 años.

— Y con esto en mente, comencemos.

❝Tengo miedo, Gustabo. No quiero
quedarme solo. No soy un fuertísimo alfa,
ni un hermoso omega. Soy un
beta, ¡Un asqueroso Beta!
¡La soledad me atrapara aunque sea
el propio superintendente!❞

║▌│█║▌│ █║▌│█│║▌║

El olor de una fuerte mezcla a jabón de chocolate y colonia vainilla opacaba por completo el olor a miel de sus feromonas. Ahora, fuera de los olores artificiales de los productos, aquel dulce aroma era amargo, mostrando su tristeza. Pero nadie de los allí reunidos se podría imaginar que Gustabo lo estaba. Sabe fingir en cuanto a expresiones faciales y a mentir se refiere y, gracias a que "sin querer" se echó más cantidad de jabón y colonia de la que debería, todo aquello camuflaba tanto su pena como su aroma natural. Estaba escondido a plena vista, porque los omega no tenían tan buen olfato.

Solo un alfa podría, alterado por un "posible comienzo" de la llamada.
Y allí solo había omegas y un beta.

Pero eso solo le deprimió aún más. Horacio siempre sabía cómo se sentía sin siquiera decírselo ni depender de su olor.

Nunca les habló de él ni de su vida antes de hacerse amigos, pero guardaba fotos en su teléfono, fotos a las que recurría de constante. Una carpeta en galería, nombrada «XXX», era testigo de todas las lágrimas que soltaba en silencio mientras nadie miraba. Había 3.457 fotos contadas con y de Horacio en aquella carpeta y aunque nunca aumentó -era imposible puesto que no tenía forma de conseguir más-, siempre que sus amigos veían aquel nombre le llamaban pervertido obseso del porno.

Ojalá fuera algo tan simple como un pene lo que había en aquella carpeta.
Pero no. Era un secreto que le dolía; le rompía. 

Llevaba ya dos rebanadas de pizza de las cuatro pizzas que habían traído a la casa sus amigos antes de que él despertara cuando su teléfono vibró dentro del bolsillo de su short rojo. El único beta de la sala se tomó la libertad de agarrar el teléfono de su amigo y, lo encendió tras meter el patrón que por costumbre a hacerlo, ya se conocía de memoria. Todos sus amigos lo sabían. Y él los suyos. Eso siempre ayudo a que se tuvieran la confianza que disfrutaban, pese a no tener un vínculo familia debido a que su amigo Segismundo ya tenía un vínculo, al igual que Johnny y no querían dejarles fuera, además de que nadie sabía mucho o nada del pasado del otro.

Estaban unidos por secretos. Curioso.

— "Joto, no vengas hoy; la policía te está buscando". — El tono de Trujillo sonó dudoso mientras citaba el mensaje. Lo releyó para sí con la intención de asegurarse de si leyó mal. Asintió con la cabeza de nuevo para sí mismo. El mensaje era correcto. Luego, miró al rubio con el aparato entre las manos, preguntándole con la mirada si quería que le escribiera algo.

— Espera, espera espera; ¿La policía? ¿En qué problemas te has metido ahora, Gusnabo? — El gallego de olor a menta le dio un codazo juguetón al más pequeño de altura de los allí presentes, aprovechando que este estaba entre él y el beta. Sus labios esbozando una sonrisa amplía volvían aquella mirada verde ligeramente achinada, dándole un toque simpático.

 — ¿Has vuelto a llamar "Tobogán de piojos" a alguien por la calle? — Río Johnny, recordando todas las veces que aquel lo había hecho. Demasiadas para contarlas, ni entre toda la mafia sexy -como se hacían llamar- podían juntar en sus dedos las veces que él insultaba a alguien por la calle, ni siquiera solo con los insultos para calvos.

Los que llamaban a los omega educados y tranquilos, definitivamente no conocían a Gustabo, ni a ninguno de los allí presentes claro.

El omega de cabellos de oro terminó de masticar con calma antes de tragar y citar su respuesta a Emilio -. "Gracias por el aviso, Joto. Me vendrá bien el descanso." — Luego, se dirigió a sus amigos al tiempo que se encogía de hombros —. Si todas las veces que me buscaran... — Una pausa de un segundo para corregirse —. Nos buscaran, supiéramos el motivo, no daríamos un rodeo para evitar pasar cerca de la comisaria.

Todos incluido él se rieron. Era cierto. Daba igual que fueran en coche, en furgoneta, en moto o andando, se veían incapaces de pasar por las calles cerca de la comisaria tranquilamente. Para ser cuatro omega -o tres, depende del día, a veces Tony no podía acompañarles- y un beta, contribuían a la creación de demasiados problemas y a la formulación de muchas denuncias, como para esperar no estar en la lista de civiles en búsqueda. 

Cada uno aportaba su grano de arena al caos; Trujillo, es un sapo de mafias rivales en las que lograba infiltrarse, contaba mentiras de su propia mafia a cambio de dinero y luego, las enfrentaba haciéndoles creer que cada uno, iba a por la mafia sexy; Gustabo es algo pirómano, además de la razón principal por la que muchos alfa acababan peleando entre ellos en el garaje central, manipulados por su olor y sus palabras; Segismundo tira coches por acantilados para que caigan cuesta abajo o en el mar de estar cerca, cada dos por tres; Johnny tiene una gran facilidad para liarse a tiros o con el bate con cada alfa que veía; Y en cuanto a Tony, se dedica a robar en pecios no reclamados -algo claramente ilegal- y luego, en su deseo de ver el mundo arder, pone trampas ahí para que quien entre después de él, acabe en problemas.

Separados ya causan problemas.
Y juntos, son una bomba.

Esa mafia suya solo buscaba acabar con la tranquilidad.
Daba igual qué hicieran, cuánto les costara o cuánto llegaran a ganar. Les importaba más divertirse y hacer rabiar a los alfa.

Pero aún con todo eso, solo estaban buscando a Gustabo.

Y ni el propio rubio se imaginaba la razón. Llevaba casi una semana sin salir a buscar problemas porque sus ánimos eran nulos cada vez que pensaba en Horacio. Y se ponía peor ahora que quedaba poco para que se hiciera el año. 

«Horacio...», lo llamó en su mente.

Las palabras de la conversación que inicio una sus promesas le estaban torturando.

Prometió ser su familia y estar siempre juntos.
Pero ahora, su orgullo se lo impedía.

Recuerda cuando esperaron casi cuatro años a que el omega tuviera el celo asentado para así poder marcar al beta con su olor y que todos supieran que son familia luego de que ambos perdieran el vínculo con la de sangre tras verse su puesto jerarquíco. Se pusieron a trabajar siendo adolescentes en el mismo local y con el mismo turno para poder estar juntos el mayor tiempo posible, y se fueron a vivir juntos a otra ciudad; hicieron todo eso y ahora nada tenía valor.

Lo que faltaba. No era un omega con instinto maternal, no se tiraba en brazos de los alfas sin querer nada de ellos, no quería ser marcado y encima, tenía tanto orgullo como un alfa.

◈◈◈◈

Por encima de alfa, beta u omega,
eres mi hermano. Nunca estaras

solo. Yo estoy aquí, Horacio, para
siempre. Y cuando empiece a tener
el celo y pueda hacerlo, te
impregnare con mi aroma para que
todos tengan bien en claro que
somos familia.


◈◈◈◈

El olor a incienso de jazmín que normalmente ofrecía un sentimiento de calma a los visitantes alfa del club, parecía alterar al superintendente. Ese aroma le gritaba que se relajara, que dejara atrás su ira. Le quería obligar sin palabras y él odiaba que intentaran manipularle, incluso siendo algo tan simple como el aroma. La omega miró al mexicano de coleta, que estaba sentado a su lado en el sofá rojo del despacho de este y luego al moreno, que fruncía el ceño cada vez más, preguntándose por qué el alfa no la pedía una sesión como todos los demás que la habían olido.

— ¿Quiere irse a tomar por culo el puto omega? — señaló a la causante de ese olor. Si seguía así, iba a acabar golpeando a la omega, siendo justo lo contrario de lo que la mujer allí acoplada en la conversación pretendía y lo que al alfa le gustaria hacer en el fondo. Su mandíbula tensada hacia que se marcaran las venas de su cuello algo más, contribuyendo a la impresión que daba su gesto de "Como no hagas lo que te digo explotaré y no quieres que eso pase".

Emilio miró a la chica de cabellos negros teñidos en azul en las puntas y asintió con la cabeza frente a la mirada boscosa de la misma. Otro asentimiento por parte de la mujer, que se levantó y, tras colocarse un poco la blusa azul celeste que llevaba puesta de forma que el dobladillo se metiera bajo los short vaqueros negros, se fue, no sin antes dirigirle una mirada de enfado a Conway. Le molesto que dijera "el" siendo claramente una chica y hablara de esa forma a alguien que no conoce -pese a haberse visto aquella misma mañana mientras era acompañada por los beta a su casa entre más omega-, pero no dijo nada.

Le caía tan mal como le intimidaba; demasiado como para hacer más que mirarlo.

— Como le dije a su compañero... — El de coleta se quedó callado. No se acordaba del nombre ni apellido del otro policía. Y tampoco le importaba, si era sincero.

— Ivanov. — corrigió el mismo agente.

— Eso. Pues... como le dije y podrán preguntar a cualquier cliente o trabajador, aquí no hay nadie que se llame... ¿Cómo dijo que se llamaba? ¿Gusnabo? — preguntó, haciéndose el idiota, diciéndole sin que este se enterara, el mote por el que él sí le conocía. Sus ojos sonreían, mientras se esforzaba por contener el que sus labios también lo hicieran. No podía evitarlo. El café de su olor era algo cargado, en una palabra "desperezante", indicando la alegría que se esforzaba.

— Gustabo, anormal. — No se iba a cortar un pelo en los insultos. No sintiendo que tenía a Gustabo tan cerca. Sabia que estaba en alguna parte, cerca, esperando sin saberlo para ser llevado con su hermano.

— Me vale verga. — negó con la cabeza. El cabello azabache amarrado en una coleta se movió frenética a su movimiento, acariciando sus hombros subidos y nuca.

— Estoy actuando por las buenas, más te vale decirme qué sabes de Gustabo. — advirtió. Su olor a tabaco subió ligeramente de intensidad. Un aroma que antes, con y para su esposa, era relajante, ahora solo podía molestar e incluso, ahogar a dependencia de su carácter y todos en la ciudad lo sabían.

El enfado siempre presente hacia que la gente que olía su aroma podía llegar a hacer sentir a los demás como si estuvieran atrapados en un incendio.

— Ni se le ocurra, viejo. — El instinto de alfa de Emilio le obligo a darle aquel aviso, pero él no quería decir nada. Aún así, no se echó atrás ni aunque aquel olor del tabaco se hizo más intenso, lo combatió con un agradable olor a café recién hecho. Pero no era suficiente.

Sintió un cosquilleo molesto en la garganta, un picor extraño, como si tomara una calada involuntaria a un cigarrillo y luego, le obligara a toser con pequeños temblores haciendo que recordara la primera vez que fumo.

— Superintendente Conway. — Fue lo único que dijo, corrigiendo al mexicano, disfrutando de la mueca del dolor del alfa inferior.

— Superintendente Conway, debo pedirle que se calme o abandone el lugar. Está molestando a nuestros clientes, y omegas. — El beta, tranquilo porque aquellas feromonas escapaban a su olfato, dirigió una mirada despreocupada a su jefe antes de añadir tras un suspiro pesado —. Y a nuestro jefe. — añadió.

Daba igual que un beta de los guardias de seguridad estuviera su lado, pidiendo que parara con educación, daba igual cuantos omega o alfa se molestaran. Solo quería saber de Gustabo, por Horacio. Ante esa idea, el alfa de alto cargo en el C.N.P no hacia más que subir la intensidad A de su olor. El ambiente para Escobilla se empezó a sentir como si estuviera en una zona de solo fumadores sin ser uno él. Sentía que no podía respirar en aquel ambiente tan cargado. Era imposible, hasta que:

— Superintendente, Paola dice que cree haber visto a Gustabo a dos calles del club. — informo el ruso tras escuchar un poco su radio, un beta que había visto la escena de principio a fin y debido a su posición de beta, le era imposible entender aquella reacción en el alfa mexicano, quien acababa de caer en el suelo al borde del desmayo.

¿Tan horrible era ese olor? Nunca lo sabría.

— Que lo detenga. — dijo sin más. El comisario hizo caso y así se lo comunicó.

Al momento en que lo dijo, el olor del tabaco bajo de intensidad, como si fuera inteligente como para saber que ya no era de utilidad. El beta de antes abrió una ventana de la sala sin decir naday aquel olor se fue sin más. Se acercó al alfa contrario, notando que el olor a café apenas se notaba después de haber sido eclipsado por el suyo, que en último momento más había parecido el olor de algo siendo apagado tras incendiarse que tabaco. Ni siquiera había un regusto del mismo, solo un desagradable olor a quemado que ahuyentó a los omega que pasaban cerca del despacho en el que estaban.

Emilio aún seguía tosiendo, mientras su garganta quemaba, rogando por aire y agua; cuando el hombre habló con notable voz demandante:

— ¿Trabaja aquí?

No contestó.
Respiraba de forma copiosa entre ataques de tos y pequeños espasmos por los mismos.

— Quiero que mañana todo tu puto personal esté aquí. O te arrepentirás.

Seguía sin responder, pero no podía perder más el tiempo. Gustabo podría estar junto con Paola, a punto de irse, queriendo irse.

Y sin más, se fue, con el comisario Ivanov detrás suyo, satisfecho de lo "logrado". Podrían encontrar a Gustabo solo después de un día de empezar a buscar.

Pero no era él, ni siquiera era un omega.

— ¡Anormales! ¿Cómo cojones confundisteis a un beta con un omega? — Primera falsa alarma del día. Los beta no valían para buscar.

◈◈◈◈

❝¿Harías eso por mi? ¿De verdad?
¡Eres un gran hermano! ¡Te amo tanto,
Gustabo! Ojalá pudiera olerte por mi
mismo y hacer lo mismo contigo para
que todos sepan que tú también tienes
familia... Lo siento.

◈◈◈◈

La notificación de un mensaje nuevo volvió a hacerse presente, esta vez cuando el teléfono estaba de nuevo en manos de su dueño, que se encontraba en ese momento haciéndose una selfie grupal con los miembros de la mafia sexy sin ninguna razón aparente. Solo lo propuso y nadie se negó, no había razones para ello.

Esta vez, el mensaje fue leído por el propio rubio, en alto, aunque todos ya lo estaban leyendo para sus adentros. 

— "No sé en qué líos andes metido últimamente, pero este hijo puta en persona ha estado aquí." — El rubio no entendía qué podía haber hecho para llamar la atención de la máxima autoridad en la C.N.P, pero algo no le daba buena espina.

«Lo peor es que llevo tranquilo unos días y no recuerdo haber hecho nada fuera de lo habitual que haya podido llamar su atención.» escribió, pasando los dedos por el teclado ágilmente.

La respuesta demoró un poco en llegar. Todos se habían quedado en silencio, sintiendo lástima por su amigo de olor a miel quien tenía el teléfono entre sus manos con el chat, releyendo la conversación. Jack Conway no tenía fama de ser precisamente suave y no se interesaba de pequeñeces. Lo que sea que haya hecho era grave, muy grave.

— "Pues debe ser grave" — El de ojos de cielo rio levemente ante aquella coincidencia. Había dicho lo mismo que él, que todos estaban pensando. Otro mensaje —: "Tienes que venir mañana a trabajar. Van a volver. Alguien dijo que aquí trabaja un omega muy parecido a ti de cara."

Se apresuro a escribir una respuesta.

«Pero me recono-»

Otro mensaje antes de que terminara el suyo. Borró el mensaje mientras leía el próximo.

— "Píntate el pelo o algo. Tienes que venir, ellos ya saben cuánta gente trabaja y sus nombres. Eres Fred aquí y estás registrado como tal, pero el superindigente me exigió que todos mis empleados vengan. Sabe lo de Fred." — leyó Segismundo desde su lugar, riendo levemente —. Gusnabo, menuda novela se ha montado en solo un segundo. Madre mía.

El beta a su espalda asintió con la cabeza, un gesto que nadie notó por tener la cabeza metida en la pantalla, pero no le importó y siguió mirando.

«Vale, vale... ¿De qué color?»

Preguntó el más bajo de estatura de los allí presentes. No sabía qué podía hacer y estaba algo alterado, se notaba en los errores ortográficos que cometía, corrigiendo estos mientras los dedos le temblaban. ¿Qué se supone que se debe hacer cuando el propio superintendente en persona te está buscando a ti y encima, para empeorar la situación, no sabe la razón?

— Mis calzoncillos de Naruto a que dice "Salmón, como el color de mis cojones" — apostó Johnny, intentando quitar seriedad al asunto. Acertó. Ese fue el mensaje exacto del mexicano. Las risas de todos rompieron un poco la tensión. 

— ¡Jo, yo los quería! — bromeó Trujillo entre las risas.

— Me toca. Apuesto mi sudadera de gato a que se despide con un "Adiós, Joto" — se unió el de olor a miel, agradeciendo en silencio la no seriedad. Hablaba de la sudadera que llevaba puesta, negra, con orejas en la capucha y cola de quince centímetros en el bajo, por la parte de atrás.

Fallo.

«Adiós, mafia de jotos.»

Y así fue como la sudadera que Gustabo llevaba paso a ser del beta, dejándolo con solo una camiseta de tirantes roja cubriendo su torso, aunque al segundo le quedara algo justa. El olor a chocolate y vainilla era más fuerte al quitarse la sudadera debido a que también se echó por la mayor parte del cuerpo mientras estaba desnudo. Olía tanto a los productos que usaba para sus amados baños, que el beta sentía como si el propio joven le abrazara. 

— ¡Eh, vamos a enviar la foto grupal a Emilio! ¡A ver qué dice! — Y sin esperar a que dijeran cualquier cosa, Johnny tomó el teléfono y mandó aquella foto a su amigo.

— Seguro que nos dice "Pinches jotos, no manden tonterías" — apostó Trujillo y rápidamente añadió —: Invito yo a los helados.

— ¡Vaya mierda, Trujis! — se quejó Tony, riendo levemente. Hasta el omega algo más tímido se burlaba de su apuesta.

— Oye pues no es mala idea, ¡Tengo antojo de dulce! ¿Vosotros no? — El omega gallego se rascó la panza con una sonrisa simpática, apoyando a su amigo.

— ¡Somos omega, tonto! ¡Ya somos dulces nosotros! — El rubio tomó su móvil de vuelta y, con una amplía sonrisa victoriosa le enseñó la pantalla.

— Sobre todo tú, guapo. — dijo con una sonrisa el único omega marcado del grupo.

«Se aburren mucho, ¿Verdad pedazo de jotos?»

El de sudadera de gato suspiró mientras iba a tomar sus cosas para salir a comprar helado. Estaba claro que perdería, pero al menos tendría un helado.

— ¡Pensándolo bien, cómprame uno ya que invitas! — gritó el chico que le acababa de dar su nueva sudadera. No le hacía falta preguntar el sabor. Chocolate o vainilla. O los dos.

— ¡Píllame uno de fresa! — pidió el omega gallego, pese a que su amigo ya sabía sus preferencias también.

〘 𓃠 〙

Era caída la noche cuando una llamada le llegó al teléfono. Tony quería quedarse a dormir y también se había apartado a otro rincón del piso para hablar por teléfono; pero las conversaciones no se parecían.

En una, una alfa le decía a su omega cuánto le quería y le recordaba, incansablemente que si le pasaba algo, ella mataría a sus agresores.
En otra, un beta de acento gallego notificó el arresto de un amigo de la misma posición jerarquíca.

— Chicos, nuestro sapo favorito ha sido capturado. — Se aseguró de que el teléfono captara sus palabras. Lo puso el altavoz incluso —. ¿Quién se apunta a enseñarle a ese viejales que si te metes con una abeja, te pica toda la colmena?

Todos levantaron la mano. Incluso el propio Gumergindo, aunque no estaba ahí.

— Y-yo, Gusnabito. — dijo el gallego al teléfono, riendo levemente por levantar la mano cuando era obvio que este no podría verlo.

— ¡Pogo ha vuelto de su descanso! — El otro gallego sonreía alegre pese a la situación. No le preocupaba mucho Trujillo. No hacía falta hacerlo. Confiaba en que el rubio y sus amigos le salvarían.

— No me digáis así en el rescate... Están buscando a Gustabo y si han ido al local de Emilio, deben sospechar que soy Pogo. No les demos más pistas ni motivos para encerrarme.

— ¿Entonces? — inquirió Tony, que ya había finalizado la llamada con su pareja y ahora escuchaba al de mirada de diamante.

En respuesta, se quedó unos segundos en silencio, pensando otro nombre. Pero en estos momentos solo podía pensar en el superintendente. No sabía si era culpa suya su captura o si en realidad, solo le capturaron aprovechando que se cruzó por sus narices. Pero daba igual; si el super se enteraba de que era él a quien buscaba y encima que Trujillo le importa, solo habría problemas.

— Wilson.

— ¡Qué nombre tan normal! — se quejo Johnny.

— ¡Callate Otako! — La voz de Gumergindo se volvió a hacer presente.

Las risas vinieron, pero en el rubio tan pronto como se hicieron presentes se fueron.
Nadie sabía del dilema en el que se hallaba.

— Iré al baño. — se excuso el rubio y corrió hacia dicha sala dejando su teléfono en el salón, puesto que el beta seguía en llamada. No quería ir al baño, no tenía ganas. Solo quería estar a solas con sus pensamientos. Pensamientos que por cierto, se encontraban menos en orden que de costumbre.

Y es que, todos en aquella sala sabían el gran odio que sentía hacia el cuerpo del C.N.P, hacia el cuerpo, pero no al Superintendente. En realidad, cuando no les pegaba tiros mientras escapaban de alguna jugarreta que habían hecho, el Omega sentía admiración hacia este Alfa. Nunca había interactuado con él por obvios motivos; sin embargo, sabía que era de uno de los pocos alfas en los que podrías confiar en esa ciudad si eras un omega. Cualquiera perdía la cabeza con un omega en celo, pero de él se dice que no, que ni siquiera le interesa el olor de estos. No estaba seguro de hasta dónde era cierto ese rumor, pero los rumores tienen algo de verdad y por esa verdad, no quería matarlo pese a que el plan que estaban empezando a tener era el perfecto para ello.

Que por supuesto que le mataría si tuviera que hacerlo y tenía que admitir, que deseó y desea hacerlo al descubrir que tiene a Trujillo en sus manos. Apretará el gatillo si lo tiene a tiro y luego ya, cuando su cargo sea ocupado por un hijo puta que odie a los omega o sea un cerdo con ellos, se lamentaría, claro que se lamentaría. Eso lo tiene claro, pero hay algo que le detiene. O más bien, alguien.

Horacio... ¿Habrá llegado a ser policía y está buscándole por fin? Después de un año; después del silencio, ¿Por fin su hermano le quería de vuelta?

«Ya es tarde, Perla mía.» pensó mientras fruncía el ceño frente al espejo. Se forzaba a sí mismo a enfadarse con Horacio en ese momento, ante la hipotetica idea de que le estén buscando por obra de dicho chico. Y sin embargo sus labios no podían esbozar una sonrisa más grande.

— No, Gustabo. — se recriminó en susurros. Ambas manos impactaron con sus mejillas mientras cerraba los ojos. Dos lágrimas solitarias salieron de sus azulados orbes en consecuencia; se había hecho mucho daño. Los omega son demasiado débiles.

Tenía que despertarse, aquello no podía ser real.
Pero lo era.

Sus ojos de diamante le devolvieron la mirada bajo sus cejas rubias exhibiendo un corte en cada una en la cola cuando estas se fruncieron. Las lágrimas resbalaban por sus labios apretados. La sonrisa ya no estaba, pero internamente, luchaba porque sí.

Luchaba consigo mismo.
Y no sabía si ganaba o perdía.

— ¿Qué haría Pogo? — Nombró el rubio a aquel papel que usaba para trabajar, como si fuera una persona, alguien real —. Matarlo no, pero seguro que esa mala perra se follaría a Conway y a cualquiera que pille por delante... Con lo salido que está. — Por su forma de referirse a sí mismo parecía realmente que estaba hablando de otra persona y no de él mismo. Incluso tuvo la frialdad de reírse de sí mismo por ese comentario.

«Luces, cámara y acción» pensó, imaginándose que estaba trabajando mientras una sonrisa ahora sarcástica anidaba en sus labios y sin querer, se tragó aquellas perlas líquidas.

Siempre hacia eso para evitar salir corriendo detrás de los beta cada vez que un alfa lo notaba.
Siempre lo usaba para poder tocar a los alfa y controlar sus temblores.
Y si Pogo, aquel papel del trabajo podría con ello, Gustabo será Pogo.

Pero, ¿Y si Pogo tuviera que matar a Conway?

◈◈◈◈

¡Claro que sí! Por ti hermanito, haría
cualquier cosa. Solo no te
enfades si te llaman Abejita; mi olor es

.
.
.

El de cresta lila estaba cansado de buscar aunque solo era el segundo día. Le atenazaba el pecho imaginar que al encontrárselo, no lo recordaría, o que le diría a la cara cuanto le odia por no haber empezado a buscar antes y ahora, después de un año, armar todo ese alboroto de golpe.

Conway pensó que si Gustabo sabía que él quería ser policía y quería evitarlo por x razón, lo más seguro es que estuviera en un barrio controlado por la mafia o cerca de los mismos, donde las patrullas se hicieran por encima y a veces, ni eso. Además, en esa zona vivía la mayoría de gente que dijo conocerlo pese a las formas de llamarlo y la minoría, pasaban por aquí a menudo. No había fallos.

Entonces, ¿Le estaba evitando?

De momento, un segundo alfa en un club de striptease le había reconocido y el de mirada bicolor no supo si alegrarse o golpearlo cuando este dijo que su cuerpo era el mejor que había tocado nunca.

— Le encontraremos. — aseguró el superintendente después de la quinta falsa alarma por la zona. Había demasiados omega de estatura pequeña por allí. Curioso para ser una zona peligrosa.

— Gracias... — Una sonrisa momentánea antes de volver a mirar al suelo. Incluso siendo un beta incapaz de compartir sus emociones por algo tan simple como el olor, el alfa a su lado fue capaz de notar su tristeza, su miedo y su pena solo con una mirada y aquel tono de voz. 

Cualquiera pensaría que aquello causó lastima en el superintendente, que le abrazaría y le daría apoyo.

Pero eso solo le dio más fuerzas para-

El olor a miel que soltó un chico encapuchado al pasar por su lado penetró su nariz, llamando toda su atención, distrayendole. Era la sexta persona con ese aroma dulce y empalagoso, pero esta vez era diferente; un regusto triste era transmitido entre el dulce aroma artificial del chocolate y vainilla de unos productos. Aquella persona estaba deprimida o asustada.

— ¿Sabes? Si Gustabo es Fred, creo que sé cuál es su olor — le susurró al oído, siguiendo con la mirada al encapuchado. Este, llevaba una bolsa blanca de plástico colgando de una mano mientras caminaba tranquilamente. Había cuatro cajitas ahí dentro.

— ¿Cuál es? — preguntó, incrédulo e interesado. 

Una conversación que había tenido con Gustabo se hizo presente en su cabeza, una en la que por primera y única vez se hablo del olor del nombrado. La voz del super sonó al unísono con la del omega que resonaba en su cabeza:

Miel.❞

Ahora lo recordaba. ¡Su hermano huele a miel! ¡Claro que sí!

— Oye tú, el de sudadera de gato. — llamó el de cabello violáceo.

— ¡Policia! ¡Manos arriba! — siguió Conway.

El nombrado no se detuvo, ni siquiera se dio la vuelta, solo salió corriendo con el superintendente y el subinspector detrás, abrazando la bolsa.

Corría más rápido de lo esperado en un omega y era escurridizo; ágil, y sus pasos gritaban que sabía por qué iba. No era la primera vez que corría o que pasaba por allí. Ese era su territorio y con todas esas piruetas y saltos se lo estaba gritando.

Despistó al superintendente al ser él demasiado pesado para subirse a una escalera de incendios que se rompió bajo sus pies, pero Horacio no se rindió. Pidió al alfa que lo aupara para subir a la destrozada escalera y siguió corriendo.

— ¡Tú puedes, Horacio! — Los gritos del superintendente no eran escuchados por el chico y el mayor lo sabía. Pero eso no le desánimo.

Sus palabras, sus propias palabras, parecieron haber adquirido un matiz diferente. Le daban aún más fuerzas y ganas de seguir luchando. Ese día, aquel niño, aquel beta tímido que juro ser familia de un omega extrovertido y nada sumiso no se equivoco. El rubio de empalagoso -pero imperceptible a la vez para él- olor a miel nunca se podría escapar.

O no está vez.

«Lo siento» penso al ver que aquel corría más rápido. Y mientras corría, sacó el teaser y disparó, viendo como el cuerpo del que creía su hermano tuvo espasmos al tiempo que la electricidad recorría su cuerpo antes de caer. 

Definitivamente no escaparía.

║▌│█║▌│ █║▌│█│║▌║

❝¡Increíble! No puedo olerte, pero 
siento que mientras expulses ese olor
 tan delicioso, podre encontrarte hasta 
debajo de las piedras. Siempre juntos,
Gustabo, siempre juntos

— DB.

5146 palabras. 
Capítulo dedicado a: @Honey_Dani . Te quería etiquetar, pero no sé por qué, Wattpad no me dejó hacerlo ;-;. Te dedico este capítulo porque considero que tus comentarios dan vida a las historias y me haces sentir muy halagada cuando los leó <3.
— Y de paso, ¡Gracias por ayudarme a llegar a los 601 seguidores! ✨

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top