ᴅɪ́ᴀ 4 ↦ ᴇɴ ᴜɴᴀ ᴄɪᴛᴀ
La chica caminaba a ciegas, con la mano de su novio como único guía, no sabía que se proponía pero no importaba. Ella confiaba en él. Nath iba delante, cargando en su mano, una cesta llena de la mejor comida que pudo conseguir.
Ania sintió cuando se detuvieron y el leve sonido de agua puso en alerta todos sus sentidos; sintió los dedos del rubio pasarse con delicadeza por su rostro, quitando la venda de los ojos. Su dulce novio la miraba con tanto cariño y ternura.
—Nath...¿qué...? —intentó preguntar, maravillada por las vistas frente a ellos. Estaban en un enorme lago, y posicionado a la orilla, un barquito y sus remos.
Él solo sonrió, tomando su mano y ayudándola a subir; se sentaron enfrentados y tomó los remos comenzando a moverse y alejarse de la orilla.
—No puedo creer que hayas hecho esto.
—¿Por qué no? —preguntó con esa sonrisa suya tan descarada—. Soy el novio más romántico que pueda existir.
Cuando estuvieron bastante apartados, sacó detrás suyo la cesta, que había escondido con una manta para que ella no viera.
—¿También trajiste la cena?
—¡Claro que sí! ¿Por quién me tomas? —cuestionó haciéndose el indignado mientras sacaba dos copas de vino y una botella de Coca-Cola—. Disfruta la cena, amor mío. Tu chef gourmet la preparó especialmente para ti.
—¿Tú preparaste una cena? —interrogó elevando una ceja, escéptica.
—En serio, tu desconfianza comienza a ser irritante —dijo entrecerrando los ojos, haciéndola reír.
Luego sacó dos paquetitos envueltos, y le entregó uno; al abrir el suyo, Ania encontró un sándwich de pavo. Su favorito. Eso provocó una carcajada por parte de la chica, su novio aún más indignado, dejó de sacar las bolsas de snacks de la cesta y se cruzó de brazos.
—Encima que hago este enorme gesto romántico para ti y te cocino la cena, te burlas de mí —dijo molesto, aunque la verdad era que hacía esfuerzos por no reírse con ella. Hacerla reír era precisamente su intención cuando preparó aquella cita, su novia había pasado por una horrible semana de período, tan emocional que lo único que había hecho era llorar y, él quiso hacer un gesto bonito para ella.
—Lo siento, lo siento —murmuró entre risas. Cuando logró calmarse, lo miró directo a los ojos; quería que él supiera todas emociones que era capaz de provocar en ella—. Esto, es hermoso. Me encantó demasiado.
Nath tomó el rostro de Ania y lo acercó al de él, depositando un delicado beso en la punta de su nariz.
—Te amo.
—Te amo —repitió la azabache besándolo.
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