ᴅɪ́ᴀ 25 ↦ ᴍɪʀᴀ́ɴᴅᴏsᴇ ᴀ ʟᴏs ᴏᴊᴏs
No importaba cuanto tiempo pasara con Ania, ella siempre lo sorprendía. Amaba esa dualidad entre niña y mujer que era.
Estaba sentada frente a él, mirándolo fijamente a los ojos. No es que a él le molestara, amaba ver esas enormes cuencas del color de la plata fundida, tan brillantes como luz de luna y tan impactantes como una tormenta eléctrica. No, no le molestaba; el problema era cuando lo veía de aquella forma, sin pestañear.
—Princesa... ¿Qué estás haciendo?
La chica solo abrió aún más los ojos, poniéndolo nervioso, un pequeño —casi imperceptible— tic apareció en el párpado izquierdo de la fémina. Notó como sus labios hacían muecas exageradas.
—¿Ania?
—No vas a ganarme —murmuró apenas. Sus cejas se elevaron, moviéndolas en una especie de onda divertida.
—¿De qué estás hablando? —preguntó conteniendo una carcajada, Ania hizo un movimiento extraño con la nariz, por lo que decidió que era suficiente. Llevó sus dedos hacia los costados del vientre de su novia, clavando un dedo sobre la zona provocando cosquillas—. Ya basta.
Ania estalló en una estruendosa risa en ella, se retorció por completo a su lado, casi como una serpiente, y sus ojos se llenaron de lagrimitas por la risa.
—¡No! —chilló entre divertida y frustrada—. ¡No es justo!
—¿Se puede saber qué estabas haciendo?
—No es justo —se quejó apartándose en cuanto recuperó el control de su cuerpo, sentándose alejada de él en el sofá, cruzándose de brazos—. Quería ganar por una vez.
—¿Ganar qué cosa?
—La competencia que estábamos teniendo.
—Ania no estábamos teniendo ninguna competencia —dijo extrañado.
—¡Claro que sí! —expresó levantando los brazos, como si aquello fuera lo más obvio del mundo—. Siempre estamos en una competencia.
—¿Qué? No es así.
—Sí, tú siempre me haces reír, te resulta tan fácil pero también eres demasiado serio —explicó decaída—. No es fácil que te rías así, tan natural. Son pocas las veces que te he visto así, y es lo más hermoso que he visto en mi vida; tu risa normal es tan cálida como brisa de verano pero, cuando te ríes a carcajadas, es...para mí es como un relámpago en medio de una tormenta, de esos que te iluminan hasta dejarte ciego.
Nath guardó silencio, procesando la explicación que acababa de recibir. Una tenue sonrisa adornó sus labios, y tomándola por la muñeca la acercó a él, estrechandola en un fuerte abrazo y besando su frente.
—Nadie me hace reír más que tú, princesa —dijo contra su cabello. Ania siempre olía a vainilla—. No me río de esa forma porque me contengo demasiado, muchos años de mantener una fachada que no soy, supongo. Pero, no necesitas hacer estas cosas para hacerme reír, a ti también te resulta fácil, solo lo hago contigo. Cuando eres tú misma, con tus locuras y espontaneidad, pero más importante, tu propia risa es lo que me hace reír.
—¿Mi risa?
—Te ríes como si fuera tu último aliento, como si cada vez fuera la última oportunidad de reir, verte así es lo que me hace sonreír y me contagia. Sé que no me ves y es normal porque no me prestas atención cuando estás así, ocupada siendo tú misma, pero sí me río. Me cuesta mucho contenerme cuando estás cerca—. Ania se apartó, mirándolo fijamente a los ojos, perdiéndose en esos soles que tanto amaba, dejando que el silencio cómodo los rodeara—. No empieces otra vez.
—¡Dijiste que fuera yo misma!
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