✐ Two.

— ¿Quieres que les haga las oposiciones a estos dos fuera de temporada de admisión? — La sorpresa salió a flote por unos segundos en el rostro serio -o más bien enfadado- de Conway, no por la petición en sí -muchos de sus agentes se lo pedían al menos una vez en su cargo-, si no por la persona que lo hizo. El bien apodado comisario de hielo por su actitud fría y seria, su excepción a lo anterior, acababa de seguir aquella regla con dos chicos nuevos en la ciudad.

Una mirada rápida con el ceño fruncido a través de sus gafas de sol.

— Pero vamos a ver, ¿Esto es un circo o es una comisaria? — Señaló sin disimulo a ambos chicos, refiriéndose obviamente a su ropa. 

Un pelirrojo rapado con una franja grande de cabello en medio de la cabeza por los pómulos que evidentemente, era una cresta -aunque no tuviera gomina que la sujetara hacia arriba como era el peinado- con una camisa o mangas -no le importaba qué era exactamente-, de rejilla y un rubio con una sonrisa claramente burlona vestido enteramente de rojo menos en la gorra verde militar, no eran ni de lejos el modelo de policía que tenía en mente. Negó con la cabeza.

— ¿Estás bro-?

— Superintendente, ¿Podemos tener una pequeña conversación en privado? 

— ¿Hablar en privado? ¡Tengo una puta manifestación en la puerta de comisaría! ¡Ni siquiera sé por qué estoy perdiendo mi tiempo en-! — se quedó callado mirando hacia las puertas del edificio. El vestido de rojo acababa de cruzar las puertas como si fuera el dueño del lugar y estaba hablando con uno de los allí reunidos. El ceño de Jack se frunció tanto que sus gafas de sol se movieron ligeramente mientras señalaba con un dedo de forma acusatoria al menor, manteniendo la mirada en el comisario que parecía encogerse de vergüenza —. ¿Esa es tu puta recomendación al cuerpo? ¿Crees digno de vestir el uniforme un chulito de tres al cuarto que a la mínima se une a lo que se supone que debe detener si llega a ser policía?

— Ya le he dicho que no es recomendación, solo que quieren presentar oposiciones. — A contraste con la actitud del superintendente, el ruso se veía calmado, serio, siendo la perfecta imagen de su mote, aunque por dentro temía ser metido en problemas por el vestido entero de rojo.

— Pero quieres que sean ahora. — recalcó el moreno. Sonrió de forma irónica. Su mejor comisario le trae su primera recomendación y uno de une a los manifestantes mientras el otro parecía más aburrido que él -aún sacándole tantos años de ventaja en el cuerpo-.

— No pensé que hubiera tanto alboroto... Acabo de llegar a comisaria con ellos; ni siquiera he pasado por mi despacho. 

— No se ha unido a la manifestación. — El de cresta señaló también al mafioso en cubierto tras aquel intercambio de palabras entre los miembros del C.N.P. Ya no había más que un manifestante, quien tras intercambiar unas palabras con el de ojos celestes, se fue también, siendo despedido por el menor con la mano y una sonrisa -la cual apenas se vio de perfil desde la perspectiva de sus observadores- que expresaba amabilidad e ilusión, aunque por dentro el chico había estado deseando apartarse de aquel "manifestante" con todas sus fuerzas. 

Metió el teléfono en uno de los bolsillos de su acolchada chaqueta roja -que solo Horacio había visto que sacaba- al tiempo que volvía junto con los tres con los que había estado antes de irse con aquellas personas. 

— Ya está, Jack. — habló, dirigiéndose directamente al superintendente, con notable confianza y cercanía, cual amigo de toda la vida. 

Sus finos y pálidos labios lucían ahora una sonrisa triunfal, victoriosa, que hizo a Conway sentirse entre la rabia y la sorpresa. El moreno lo había notado al instante; Gustabo era consciente de que había hecho algo sorprendente y pensaba pavonearse hasta quedara agusto.

Analizó la situación con su característica sangre fría.

Por un lado, no ha usado la violencia física ni ha tardado apenas un minuto, como debe ser un policía. 

Por otro, su chulería y esos nulos modales, lejos de ser los que se supone que debe tener un policía, ni siquiera eran los de una persona con la que a Conway le gustara hablar.

Siguió pensando a toda velocidad qué le convenía más. Necesitaba más gente como él; que supiera controlarse bajo presión durante manifestaciones, robos y situaciones similares. Pero a la vez, más que necesitar, debía eliminar ese tipo de comportamiento de sus agentes. 

— Superintendente Conway para ti, muñeca. — dijo al tiempo que se le encendió la bombilla.

La sonrisa del rubio tembló con molestia ante la forma de referirse a él, ¿Muñeca? Pensó que al no conocerse -al no conocerle a él más bien-, se libraría de los motes y los insultos. Se equivocó, pero no pasa nada. Si quiere motes molestos, eso le dará.

— Jack. — insistió encogiéndose de hombros al tiempo que levantaba la mano para estrecharsela —. Gustabo.

— Superintendente Conway. — repitió, pero aún así, acepto el apretón de manos del menor. Tal vez sus modales no eran tan pésimos. El más joven no tardó en mirar hacia abajo ante el tacto algo áspero contra la suya, acción que el moreno no tardó en imitar.

Las heridas y cicatrices de su piel llamaban más la atención al estar cerca de la del rubio, suave y libre de marcas de ningún tipo. Incluso su suave moreno era más notable en contraste con lo pálida que era la ajena.

Ese chico parecía, de alguna manera, nuevo.

Se soltaron a la vez y de forma algo brusca ante el grito silencioso de que eran de mundos diferentes, incluso aunque el dato de que el menor sea miembro de una mafia sea secreto. 

— Volkov. — llamó el moreno cuando se soltó, mirando al nombrado —. Ya que son tu recomendación, tú atenderás al crestitas. Yo me encargare del que va de militar por la vida — Otro mote, aunque menos molesto. 

— No son mi recomendación... — Pero para cuando terminó su frase estaba solo con Horacio. Suspiro empezando a caminar, pero se detuvo a los seis pasos y miró hacia atrás.

El joven no se movía, de brazos cruzados, mirándole con esos ojos bicolor. 

— Venga por aquí, Horacio. Le atenderé en mi despacho. — explicó señalando hacia delante de él. Y podría jurar que esos ojos lo recorrieron de arriba a abajo antes de empezar a caminar para seguirle, pero aquel gesto pareció tan forzado que prefirió ignorarlo. Quería ignorarlo, con el fin de evitar momentos incómodos.

Antes de que entraran en el nombrado despacho, escucharon el inconfundible grito del superintendente —: ¿Cómo acabas de llamarme, anormal?

— Creo que Gustabo ya suspendió. — comentó el pelirrojo, cerrando la puerta al apoyar en ella la espalda —. Pobre. Tiene problemas para decir superintendente. — Rio con levedad, mirando al de cabellos de nieve y tomándose la libertad de tomar asiento frente al escritorio.

Solo esperaba que a su hermano no le pegara como ya le habían visto hacerlo en incontables ocasiones a sus agentes.

El ruso abrió las persianas y ventanas para que ventilara un poco el despacho y la luz natural entrara, antes de sentarse en el otro lado del escritorio —. El superintendente tiene un carácter fuerte, pero es un buen hombre. — aseguró. El pelirrojo cruzó las piernas notablemente, haciendo que se marcase el pantalón en el glúteo de su pierna levantada. Una insinuación clara, pero el contrario solo lo interpretó como una reacción a la brisa fría que entraba allí —. Si quiere, puedo volver a cerrarlas. — ofreció señalando las ventanas.

— No es necesario. — Seguía sentado en la misma postura, con una confusión que le costó ocultar. 

La primera persona que no le miraba sin más y tenía que ser él. 

El alto volvió a levantarse, cerrando de vuelta las ventanas. Ya ventilara cuando el menor se vaya.

— Gracias... — se obligo a decir esbozando una sonrisa. Fue su última palabra antes de empezar los códigos, en absoluta tranquilidad -aunque otorgada por el alto. Quién sabe qué pasaría si el pelirrojo otorgara su opinión-, al contrario que en el despacho de Conway.

☪• • • • • 


☪• • • • • 

— Solicitud de refuerzos. — contestó, de nuevo, sin dudar. Llevaba diez aciertos de diez. Ojala se hubiera quedado solo así, pero como llevaba haciendo desde que entraron en aquel despacho, no fue así. Insistía en molestarle con sus preguntas —. ¿Se puede ser superintendente tan mayor?

— Tú quieres que te dé un porrazo, ¿Verdad, Mariconetti? — dijo en tono amenazante en un intento de intimidar al rubio y cesar esa actitud tan impertinente. 

«Eso es, respetame. Aquí mando yo, capullo» dijo su para nada disimulada sonrisa triunfal puesto que en un primer momento el chico no dijo nada. 

Decidió seguir con los códigos —: 10-33.  

Mientras esperaba respuesta, que seguro tampoco tardaría mucho, dio un sorbo a su taza de café, que soltaba un suave susurro de humo haciendo notar que seguía caliente.

— ¿Asi que le gusta el BDSM? — El de cartucheras de pistola en ambos hombros casi escupe el café ante su pregunta, de hecho, un poco se salió de sus labios.

Como si la sonrisa triunfal que tuvo antes hubiera sido robada por el contrario, este le sonrió de la misma forma, levantándose de su asiento y apoyando una mano en la mesa para inclinarse hacia delante, hacia él.

— Patrullar. — La voz del joven vino acompañado de un inconfundible olor a fresas, suave y sutil, pero que una vez lo olió, le fue difícil ignorar. Antes de que añadiera nada, el de estatura menor le estaba ofreciendo un pañuelo de papel que despedía exactamente el mismo aroma que él con su mano libre, como si lo tuviera preparado de antes. 

Lo tomó con el ceño fruncido, limpiándose. Odió aceptarlo, pero más odiaría usar las mangas de su camisa blanca o ir al baño con el café por la barbilla, puesto que allí, en su tan perfecto refugio, tenía de todo menos papel.

— Se dice gracias, don correcto. — Otra vez igual...

No tenía pensando hacerlo a menos que sacara resultados excelentes, pero de aceptarlo en el cuerpo, estaba seguro que sus días serian muy largos, demasiado largos. 

Y ni siquiera tenía en cuenta a Horacio, al contrario que cierto ruso.

☪• • • • • 


☪• • • • • 

El peliblanco siguió fingiendo que revisaba unos papeles mientras decía los nombres de los códigos, esperando una respuesta, aunque esta siempre iba acompañada de una pregunta, una pregunta personal.

— Ocupado. — Otra respuesta correcta. De momento, no había ningún fallo, ni titubeo. Llevaba doce aciertos de los doce códigos que le había preguntado. Y de nuevo, la respuesta era acompañada de una pregunta —. ¿El comisario está 10-6 o 10-7?

Acabo apartando su mirada de hielo de los papeles para hacer contacto visual, aunque precisamente por ese contacto había empezado a "mirar" cosas de su escritorio en un primer momento. 

Esos ojos le miraban de una forma demasiado intensa.

Le devoraba con la mirada.

— ¿Qué quiere conseguir con conocerme? — Aquella pregunta rompió la sonrisa pícara del de camiseta blanca, al tiempo que sus ojos bajaron aquella intensidad, brillando de una forma que no habían hecho antes, una forma especial, llamando la atención del comisario sobre manera. 

Le había tomado por sorpresa.

Pero aquella reacción no duro mucho antes de repararse su máscara con maquillaje de mentiras y verdades a medias, como había estado haciendo todo el día.

— Pensé que no me miraba porque creyó que estaba enfadado con usted por lo del susto y... — una pausa mirando al suelo un segundo. Tragó saliva notablemente antes de volver a mirar al ruso con aire avergonzado —. Pensé se arreglaría si veía que quiero conocerle. — Su voz era un murmullo nervioso. Los nervios eran reales y el corazón le latía a mil como si quisiera salir de su pecho y hablar él personalmente, pero aquello no estaba motivado por el comisario. 

Él no le interesaba. 

Solo era el miedo de que pudieran descubrirle, descubrirlos y le quitaran a lo único que le importaba en la vida.

El pelirrojo ya de por sí siempre tenía miedo de perder a Gustabo, pero ahora había aumentado. 

Miro al otro antes de añadir, sin notar sus labios temblorosos —: Muchos de mis amigos se quejan de que actuo de forma... Demasiado coqueta. Pero no lo hago con segundas intenciones, de verdad.

En realidad, era cierto que las quejas sobre su forma coqueta de actuar estaban presentes casi todas las veces que conocía a alguien -gente que solo buscaba amistad sobre todo-. Pero él nunca hacia aquello sin segundas intenciones, aunque ahora no se lo dijera al ruso por obvias razones. Pensó que comentar de ello le cubriría del poco tacto que había tenido con el albino y se maldijo a sí mismo por su brusquedad anterior.

Debió empezar con suavidad desde el principio. 

Ninguno añadió nada más al tema y siguieron con los códigos.

Volkov, con un extraño sentimiento de culpa, sintiéndose mal por "descubrir" aquella faceta suya.

Y Horacio, con el corazón a mil por hora, masticando preguntas que pasaban por su cabeza para el ruso, pero que ya no salieron a la luz.

Por el bien de su corazón, tendrá que dejar esas frases de cortejo para la próxima vez.

☪• • • • • 


☪• • • • • 

Desde que había llegado al taller no dejaba de pensar en aquel rubio con el que habló. Le ordenaron montar una manifestación -que en realidad solo eran gente a la que pagó solo para que insultaran a los policías- para hacer ver a Gustabo como un gran negociante frente a Conway.

Llevaba puesto el mono del taller en el que trabajaba como un mecánico más, con el añadido de un pañuelo de colores colgando del bolsillo delantero en la parte de abajo, el cual llamo la atención del menor de ojos celestes tal como Pogo le dijo que lo haría. 

Camino hacia él dejando al superintendente, un comisario y un civil atrás. Ni siquiera volvió la vista atrás.

— Bonito pañuelo. — Una sonrisa se asentó en sus labios, tan dulce que hizo que Emilio desligara en un solo segundo la imagen de Pogo de ese chico. 

Era cierto. 

No son la misma persona.

Pogo nunca sonreía de esa forma y menos aún, sin buscar algo.

Pero faltaba algo —: Gracias, es de Pogo's  — dijo como si fuera una marca famosa.

Su mirada se oscureció, como si estuviera asustado, pero solo fue por un segundo. Luego, una mirada rápida a izquierda y otra a derecha. No le hizo falta preguntar para saber qué -o más bien quién- buscaba; cuando Gustabo "aparecía" con los mafiosos, rápidamente le echaban, según le habían comentado y él mismo había visto. Por eso, cada vez que escuchaba de Pogo, en cualquier contexto, se mostraba alerta.

Era un corderillo asustado.

Con el reflejo de un lobo feroz.

— Estoy aquí para ayudarte. Somos amigos. No sea joto. — explicó medio mintiendo el de coleta. No consideraba amigo a Pogo, ni siquiera quería tener nada que ver con él, pero ese chico, no era Pogo. No parecía Pogo. Le agradaba —. Vamos a hablar y tú tienes que fingir que nos convences de parar la manifestación. — susurró, sonriéndole.

Una charla corta mientras todos se iban tras recibir dinero disimuladamente llevó al mexicano y al de piel de nieve a un intercambio de teléfonos. Contó hasta diez luego de anotar su número en el móvil ajeno mientras este hacia lo mismo con el suyo y se fue. Una mirada atrás de apenas un segundo le regaló la imagen del menor sonriendo con ánimo y agitando la mano. Aún le parecía extraño pese a agradarle. 

Y es que, un día estás viendo cómo un tipo disfrazado y maquillado de payaso tortura gente con un mazo bajo la mirada de muchos guardias -él entre ellos-, que comparten mentalmente el deseo de no ser nunca una de sus amistades.

Y al otro, ves al mismo tipo vestido entero de rojo, sonriendo con una dulzura y ánimo impensables de él, despidiendole tras una charla extrañamente amena.

Antes no confiaba. 

Creía, que en cualquier momento a Pogo le daría uno de sus ataques de ira-risa y le clavaria un puñal en todo el pecho nada más se acercara, aunque estuvieran en plena calle. Pero en su lugar solo había bondad, dulzura... Era un completo joto, sin duda.

Y estaba claro.
Pogo y Gustabo no eran lo mismo.

Una pena que no lo vaya a volver a ver jamás. Lo prefería antes que al payaso chalado.

┎──────────────────◉──────✧ ˎˊ-

┣╍❥ Edit: Aqui había un anuncio. Te lo perdiste.
┣╍❥ Para quien le guste el Omegaverse y el
╏ intenabo, una nueva historia se cuece en el
╏ perfil. El 14/2 subiré una que estoy planeando,
╏sea más dramática que esta. Lo sé, soy una
╏ansiosa; recien me meto a leer de una pareja
╏hace una semana y ya tengo ideas para
╏ aburrir. No aprendo.
┣╍❥ 5543 palabras.
┗╍❥ DB.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top