✐ Twelve.

┏╍❥ El amor te hace idiota-
┣╍❥ Digo, ¿Ya has ido a leer "Sick!"? Es una
╏ historia omegaverse que trata mucho el
╏ TID y que por fin, he traído al perfil.

┖─────◉───────────────────✧ ˎˊ-

Calor… Húmedo… Excitante…
Para Gustabo cuando acabara, confusión.
Y para Conway cuando acabara, sería inmoral.

El mayor estaba en el sitio más cómodo que podría haber en aquella comisaría; entre las piernas del rubio, que había tomado asiento en el escritorio tras tirar todo al suelo con una desesperación que le hizo sentirse poderoso por lo necesitado que el joven se veía de él.

Se llevaban besando desde hacía apenas unos segundos, pero todo había escalado tan rápido… Esta vez quien pidió enredar sus lenguas fue Conway, succionando el labio inferior del mismo. Se sentía desesperado por saber si aquella boca sabía a fresas, y esta vez, nadie le interrumpió.

Ambos compartieron un gemido de gusto en el beso cuando sus lenguas se tocaron la primera vez, que murió entre sus labios.

Añorada y hermosa sensación…
Y el sabor a fresas se le antojo adictivo al trajeado.

Todo iba bien; Conway estaba ido, Gustabo estaba ido…, se dejaban llevar, se experimentaban. Hasta que el rubio se quejó. Había exigido ser tocado por el moreno; tomó la manga de la camisa blanca como un niño pequeño, colocándose a sí mismo aquella mano algo grande a comparación de las suyas sobre el pecho, cubierto en las prendas de ropa -la camisa negra larga y la camiseta de uniforme encima-. Jack había notado lo que el rubio quería, pero se hizo el difícil, acariciándole una de las clavículas.

— Ven-venga… — habló el rubio dando besos cortos en los belfos ajenos por unos segundos, antes de que el moreno con su mano libre le tomara de la nuca, volviendo a besarle con lengua otra vez.

La desesperación por ser tocado creció en el menor, junto con la de seguir aquel beso del mayor.

Gustabo apretó la muñeca del mayor para que este tocara por fin sus pezones, aunque fuera por encima de las telas; pero aquello le hizo daño porque tenía heridas de hace unas horas. Cerró la boca un poco sin poder evitarlo, acariciando con los dientes la lengua ajena de una forma no muy agradable, lo que hizo que el trajeado se apartara. Le había cortado el rollo.

•|| Cortar el rollo: Arruinar el momento. ||•

— ¿Las heridas se te resienten? — Tomó la mano que anteriormente había jalado la suya. El guante negro que la cubría al igual que la otra, no le gustaba nada; los guantes le recordaban a Pogo —. Deja que las vea… podrías tener alguna infección o algo así… — intentaba sonar preocupado, pero solo queria tocar las manos que en su momento había estrechado al conocerse; necesitaba aquella suavidad, delicadeza y blancura sobre sus mejillas, obligándole a besarle con impaciencia y desesperación; queriendo besarle como él quería hacerlo.

Jack de verdad amaba las súplicas y la desesperación del otro porque le tocara, aunque no fuera en sus labios; pero no le bastaba con que se le pidiera contacto llevando los guantes… Algo en su interior le hacía pensar en Pogo cuando cerraba los ojos y era acariciado por la tela.

Odiaba imaginarse al payaso.

— Es mejor que no… — Apartó la mano al notar como el mayor le empezaba a retirar la manga de la camisa antes de quitarle el guante —, caí sobre unos cristales ayer luego de que me golpearan y se me clavaron algunos…, dudo que sea una imagen maravillosa.

— Pero habrá que mirar cómo está… — insistió, tomando de vuelta la mano de este. Un quejido hizo que el contrario le soltara, nervioso, para después volver a intentar tomarla de vuelta, con más cuidado. El rubio se apartó de vuelta —. Gustabin…

— ¡No me llames así, abuelo! Haces que me sienta pequeño. — quejó, haciendo un puchero infantil. En realidad le daba igual el mote, era solo para distraer un poco al mayor.

— Pues bien que suplicaste porque el abuelo te acaricie… — Efectivamente, se había distraído. Sonrieron para el otro; uno confiado de haber ganado y el otro, pícaro por primera vez desde que se conocen —, y lo haré si me dejas ver… — No, no le había distraído del todo. O más bien para nada.

Reprimió un bufido de fastidio —. ¿Si? — Se inclinó, apoyando sus brazos en los hombros del azabache, acercando su boca a la del mismo mientras le abrazaba levemente.

— Todo lo que quieras… — concedió el azabache, aún a sabiendas de que prometía demasiado. Las ganas de ser tocado por las manos desnudas del rubio eran más fuertes que su orgullo y dignidad, o eso pensó hasta que:

— Entonces…, cómeme el culo.

El rostro del mayor se tiñó de confusión, cosa que el menor aprovechó para sonreír, darle una palmadita en la mejilla y bajar del escritorio, caminando hacia la puerta, abriéndola y saliendo después de decir;

— Adiós, superintendente. — Y tras llamarle de esa forma, el nombrado vio que lo que sea que tuvieran, había acabado.

El rubio siente tanta rabia ahora mismo…
Necesita a su hermano, pero no lo encuentra. Ni siquiera siente ganas de ir a mecánicos aún necesitandolo.

Pogo:
«La visitas* se aplazara a mañanas*. Pogos* tiene mucho que hacer.»

Ve que el mexicano escribe, pero al final no contesta. Guarda el teléfono y decide que ese "mucho que hacer" es irse a casa de nuevo, con Ivanov, a intentar que siga su plan.

☪• • • • •

— No sé si Paola quiera verlo, sinceramente, Horacio. — El peliblanco estaba en la puerta de la nombrada cuando él llegó, con su ramo de tulipanes. En realidad, la mujer le pidió que se pusiera en la puerta expresamente para que el de cresta no entre, pero no quería hacer sentir al alumno.

— Pero-... Me siento fatal porque nos hayamos conocido de esa forma… — susurró bajando la mirada al suelo —, además una compañera herida es una compañera herida…

El ruso sintió su corazón derretirse de ternura ante las palabras del alumno. No podía negarse a dejarle pasar, así que de nuevo, prefirió al de mirada pardo-celeste antes que a su novia.

— Gracias — musito el menor cuando el otro se aparto. Tomó el pomo de la puerta, pero antes de abrir, miro al ruso —, si a Paola no le gustan los tulipanes, espero que me lo diga.

Volkov sintió aquello como una indirecta a la que abrió los ojos en grande.
Y Horacio se sintió orgulloso por decir algo tan maduro como aquello.

— ¿Y tú qué demonios haces aquí? — Paola miró con molestia al de cresta desde la cama; tenía el brazo y la pierna izquierdos escayolados, además de un collarín.

El pelirrojo sintió gracia repentinamente, cosa que le sorprendió hasta a él mismo.
¿Por qué se alegra de su dolor?
¿Qué le está pasando?

☪• • • • •

No estaba listo.
No estaba listo para nada, ni siquiera un día después.

— Eh, Emilio. — El asiatico se acercó al morocho mientras se limpiaba las manos de aceite en el mono rojo chillón que le cubría el cuerpo.

— Dígame. — contestó el anteriormente nombrado.

— ¿Cómo va el tema de tu helmano?

— Pues…, con Dan me va bien, pero con Pogo…, con él estoy teniendo unos cuantos… — se quedó unos segundos en silencio, pensando las palabras adecuadas para lo que intentaba decir —, malentendidos. — concluyó —. Ayer decidió de repente que no vendría… extraño a Pablito.

— Pelo… ela evidente… E' Pogo, ¿Quién 'e lleva bien con Pogo apalte de Dan? — El pelirrojo trataba de animar al mexicano, pero era cierto; en todas las veces que Yun había tenido “oportunidad” de ver o escuchar algo del payaso, siempre parecía que Pogo no era precisamente leal con nadie que no fuera el de pasamontañas.

•|| Traductor de "Yunnles" ↷
Las R se cambian por: L
Las S se cambian por: ' ||•

— Pero es que voy a tener que-

— ¡Uy, pedazo de audi! — La voz de Tonet interrumpió al mecánico de una mafia distinta.

— ¡Callate, enano! — quejó Yun, molesto porque el más joven había interrumpido a su amigo — ¿Qué quelia' decilme?

— Yun, es que-

— ¡Emilio! — Como si el nombrado tuviera un cartel a la espalda que pusiera “interrumpeme” otra persona volvió a hacerlo.

Escobilla no tuvo tiempo para fijarse en quien le llamo, ni siquiera había podido reconocer a la persona por la voz; el que le nombró se tiró a sus brazos antes de que pudiera hacerlo.

— ¿Qué-…? — Fue lo único que el mayor de los tres fue capaz de decir.

La persona que le abrazaba era fuerte, aunque muy baja, tanto para tener que ponerse de puntillas para abrazarse de su cuello y su cabello era suave y rubio… Rubio.

— ¿Gustabo? — preguntó mientras Yun le miraba confuso, ¿De qué conocía el mecánico a un rubio tan atolondrado y que conduce un audi dorado?

Tan pronto como fue nombrado, el menor se separó con una sonrisa.

— ¡Te echaba de menos! — Una sonrisa aflora en los labios del morocho sin darse cuenta siquiera.

— Mejol o' dejo 'olo'… — río el asiático. Si solo supiera lo que estaba pasando en realidad —,ya hablalemo' en otlo momento, Emilio. — Y tal como dijo, se fue y los dejó a solas.

— ¿Le mandó Pogo...? — Ante la mención de ese nombre, el rubio cambió su expresión a una entre la tristeza y la sorpresa. Igual que la otra vez, la mención de aquel sujeto parecía ser lo único capaz de apagar su sonrisa; Emilio se sintió mal por ello.

— Me dejó algo escrito en el espejo del baño usando vaho…, dijo que si no aceptas, matara a mis gatos… — Mentira sobre mentira. Agarró al otro del cuello de la camisa mientras lágrimas ensayadas salían de sus mejillas, dejando su cuerpo colgar de él.

— Cálmese… — El mexicano tomó al rubio de la cintura, apegandole a él, para evitar que cayera al suelo.

A Gustabo, no le gusto nada la sensación.
O más bien, no le gustaba tanto como la última vez que se dejó tomar de aquella forma tan indudablemente sumisa.

『¡Uy, uy, uy…! ¿No te gusta si no es Jack quien te toma en sus brazos?』 Pogo se carcajeaba, pero él no era capaz de hacer ni decir nada. Porque estaba empezando a temer que era cierto.

•||『Nueva forma de hablar del trastorno mientras no tenga el control del cuerpo, porque «esto» es confuso del carayo al ser pensamientos también, y en Sick! lo arregle (aunque tenga otro simbolito), así que aquí lo corregiré de esta forma.』
『También aviso que, mientras el trastorno toma el control, la cara original puede hablar de esta forma si está "despierto"』||•

— ¿Desde cuándo Diablo tiene novio? — susurro Tonet a Juanjo.

— ¡Tonet! — le dijo el en secreto, culebra, a modo de regaño —, no uses ese nombre aquí… Y, yo creo que Emilio no tiene, ¿No ves cómo están? Yo creo que ese rubio está enamorado, pero Emilio le está rechazando…

— No tenéis ni idea — se unió Walker —, ¡Emilio está más rojo que el pelo de Yunnie! ¡Os apuesto un kebab a que se harán novios!

— No tienes ni idea, ya son pareja. — quejó Tonet.

— Yo creo que ninguno siente nada. — dice Juanjo.

— Callalo' malicone' — habló el apodado Yunnie, intentando escuchar al morocho y el de mirada azul —, Emilio palecía muy incómodo cuando el enano se le tiló encima… Yo me apue'to lo que quelai' a que el nene 'e declala y él le lechaza.

— Uy, ¿Apostamos? — Gringo aplaudió suave con emoción, sonriendo ampliamente. Le encantaba apostar.

— Si, pero no con comida. — Juanjo río suavemente cuando vio al de rastas sacar un montón de tickets de comida -la mayoría, kebabs-.

— ¡Es que solo me quedan diez mil!

— ¿Solo? — pregunto el menor de todos. Para él, solo mil ya era mucho, y para los demás casi igual, pero:

— Tú no sabes lo caro que es este hombre…

— ¡Que o' callei', jodel!

☪• • • • •

— ¡Qué bueno ver que habéis podido amistar! — dijo el comisario barbudo.

Greco había ido a ver cómo estaba Paola, puesto que él fue de los primeros que se enteró y pese a no caerle especialmente bien, nadie merece que un Audi te atropelle en el aparcamiento de tu lugar de trabajo y encima se dé a la fuga. Al principio no lo creyó, puesto que había notado que al de cresta le gustaba el ruso que a su vez era pareja de la fémina ahora hospitalizada, pero se alegraba de verlos hablar.

— Es que Hchito es tan bueno… — La fémina hizo uso del brazo no escayolado, antes apoyado con pereza sobre los hombros ajenos, para atraerlo en un abrazo muy fuerte y simulo darle un beso en la mejilla aunque en realidad le estaba mordiendo.

•|| "Profe Darco, ¿Cómo se lee "Hchito?" Pues bien mi queridx saltamontes. Ya habrás notado que Volkov a Horacio le llama "H" la mayoría de veces, osea con el sonido de la letra, "ache", ¿Verdad? Bien, pues Paola cuando le dice "Hchito" está haciendo burla de ese mote porque ha notado que a Horacio le gusta que Viktor le diga de esa forma, osea, "Hchito" sonaría así "Hachito". ||•

— Iré a traeros algo de picar… — se ofreció el comisario Rodriguez.

•|| Picar: comer. Algo así como un aperitivo entre horas.||•

— ¿Picar? ¿Para qué quieres que les pique algo? — preguntó el ruso, confuso. El idioma se le atravesaba un poco pese al tiempo que llevaba en España.

— Ay, mi querido amigo — El mayor de todos rodeo con su brazo los hombros del otro, haciéndole caminar a la salida del cuarto —,  otra cosa más de la que tenemos que hablar… ¡Divertios!

— ¡Seguro que sí! ¡Hchito es tan lindo y gracioso que seguro que me divierto.

— Calla, tonta — El brazo del otro, antes en la espalda de la mujer, le agarró del cabello que le caía por esta puesto que se había quitado la trenza —, que tienes novio… — río —, aún. — completó la frase luego de escuchar que los comisarios ya estaban algo lejos.

Gruñó tirando con fuerza del cabello violáceo para que le suelte la mejilla. Se limpio asqueado, notando saliva en la cara.

— ¡Qué asco! ¿Tan sucia eres que no puedes dejar de babear por el comisario ni cuando se va? — Ese fue el comienzo de una discusión más.

☪• • • • •

— ¿Puedes explicarme qué te traes con Horacio? Parecías muy nervioso al verlo.

— ¿A qué se refiere? — contestó el otro comisario, nervioso.

— Uy, ese "¿A qué se refiere?" No me ha gustado nada… — Rió —, me hace pensar que te has tirado a Horacio…

•|| Tirado: follado, básicamente.||•

Greco ahoga una exclamación ante el silencio del comisario a su lado.

— ¡Te has follado a Horacio! — exclama.

— ¿Qué? ¡No! — Mira con enojo al otro; se siente ofendido de que su propio amigo le llame infiel.

— ¿Entonces a qué viene ese silencio? — exigió saber también algo molesto. Al barbudo no le gustaban las infidelidades.

— ¡Baje la voz! — pidió al ver que eran el centro de atención en aquel pasillo.

Enfermeros, algún paciente con la típica bata blanca abierta en la espalda y alguna persona que venía de visita estaban mirándoles. Qué vergüenza para el soviético. El barbudo, pese a hacerlo a regañadientes, se quedo callado.

— Yo no he hecho nada. — comento con seguridad, pero rápidamente se lamio el labio inferior; recordó aquel momento en el que casi besaba al pelirrojo.

— Uy, esa lamida de labio no me dice nada bueno… — El de cabellos caoba señaló al otro de forma acusatoria, concretamente a aquellos belfos pálidos ahora algo brillantes debido a la saliva que el otro había esparcido con la lengua anteriormente.

— ¡Le he dicho que no!

Enfadado, el sovietico decidió dar la vuelta y volver a la habitación donde Paola se encontraba ingresada.

— Por dios, lo único que haces es ir detrás de mi novio para intentar comerle la polla a ver si te hace caso de una vez… — escucha las burlas de la mujer.

Su cuerpo se detiene cerca de la puerta, estático. Greco, que había ido detrás del ruso, sufre una reacción similar; era una gran sorpresa escuchar a Paola así.

— Eso no es-

— ¿Que no es cierto? ¡Has venido aquí para intentar conseguir puntos con él, por dios! ¡Se nota cuánto te gusta!

— ¿Y-y qué si me gusta? — Un leve tartamudeo. Los comisarios se miran a los ojos un segundo; Volkov sonrojado, Greco sorprendido y extrañado.

☪• • • • •

— ¡Wow! ¿Entonces son pareja ya o acaban de hacerse —pareja? — pregunto Tonet mientras miraba a su compañero de trabajo de nacionalidad mexicana y al rubio cuyo nombre aún no sabían, quienes de un momento a otro se estaban besando en pleno taller de mecánicos como si estuvieran en su propia casa.

— ¡A quién coño le importa! — Juanjo se cruzo de brazos y miro a otro lado, aunque rápidamente miro en dirección a Emilio y el desconocido. Le jodía perder la apuesta, pero se alegraba por su amigo, fuera lo que fuera que estuviera pasando.

— Pelo… ¿Quién e'? — pregunta curioso otro mirón, de cabellos de fuego y un marcado acento asiático.

— ¿Quién es quién? — El jefe del taller de mecanicos, Armando Grúas, llega mientras se remanga el traje de trabajo, dejando las mangas rojas de este sobre sus codos.

Todos miran a su jefe -tanto en el taller como en la mafia en ausencia de Calavera- con sorpresa y sin preguntar, corren a hacer lo que sea por el taller; no quieren meterse en problemas con "la mano que les da de comer".

Todos menos Emilio y Gustabo, que se separan solo cuando el rubio ve venir al jefe del taller y solo porque lo confundió con alguien más.

『Tiene el porte de-』Gustabo se araña la muñeca, haciendo después agarre en la misma, clavándose las uñas. Se niega a "escuchar" eso.『¡Auch! ¡Y luego te quejas de que nadie te quiera!』

Y mientras eso pasa, Armando se limita a dar una mirada seria al mexicano, que se va a mirar el audi dorado que había sido olvidado luego de que el dueño del mismo se tirara en sus brazos, y boca. Hay un gran abollon en el capo, la luna está algo rota y la defensa ha sufrido un gran golpe; le da miedo pensar en que ha podido pasar para que aquello suceda. Mientras, el otro hombre de mono rojo mira al de tez pálida con una sonrisa, dispuesto a presentarse con quien cree, es el novio de su empleado.

— Creo que no nos conocemos, soy-

— No, no nos conocemos — le corta el rubio —, una pena.

『Uy, qué borde...』

El azabache frunció el ceño, dispuesto a hablar de nuevo; no le había gustado nada el comportamiento del menor. Pero no le dio tiempo a decir o hacer nada antes de que el rubio lo hiciera.

— Adios — Y finalmente, se fue, puesto que el mexicano ya había terminado —, gracias… — Fue un susurro solo para dicho morocho que acababa de cambiarle la rueda y que sin saberlo, había cometido un terrible error.

☪• • • • •

『La soledad es horrible, ¿Por qué tengo que sentirme así...?』 

☪• • • • •

— La verdad, no creo que Paola le guste mucho… ni siendo una botella de vodka. — dice Greco intentando animar al pelirrojo.

Se escuchan gritos de mujer en la habitación de Paola, opacando la voz del calmado ruso que está con ella, intentando que se tranquilice inútilmente.

— ¿A Volkov le gusta el vodka? — Los ojos llorosos de distinto color lo observan. El pardo es negro y el celeste, cian. Incluso llorando es hermoso. Incluso con el maquillaje corrido, es hermoso.

— Volkov ama el vodka.

☪• • • • •

『Si él decide estar con ese idiota, ¿Por qué no estarlo yo con el mío?』

☪• • • • •

— La verdad es que tú me gustas.

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❝Idiota… Estaremos juntos pase lo que pasé.❞

『Gracias por enseñarme tanto desde siempre, gracias por guiarme, gracias por protegerme, gracias… por enseñarme que las promesas se rompen.』

☪• • • • •

Las lagrimas caian por sus mejillas, enrojecidas por todo tiempo llevaba llorando, al igual que sus ojos bicolor ahora entre cerrados; se abrazaba a sí mismo mientras el coche en el que estaba se dirigía a un destino para él, desconocido, soltando unos sollozos lastimeros cual animal herido. Y el conductor, un peliblanco de sangre rusa, no sabía qué podía hacer para calmarle ni hacer que se sintiera mejor; no era bueno con las palabras, con las muestras de afecto, ni nada que involucrara a otra persona en general; solo se le ocurría llevarlo a su casa e invitarlo a tomar un vodka para intentar ayudarlo con eso. Solo sabía ofrecer esa bebida alcohólica y escucharle hablar de lo que sea que dijera cuando se emborrachaba, como pasaba con su superior. Su jefe, Jack, se tomaba todas las botellas de whisky en su nevera y luego de emborracharse, le contaba su vida, berreaba o lloraba en silencio por su mujer e hijos perdidos.

— ¿Le parece tomar una copa en mi piso? — Los sollozos cesaron en el momento en el que la voz del ruso hizo acto de presencia —, ¡Pa-para relajarse! —exclama, elevando la voz, nervioso —, se veo muy tenso…

•|| Piso: Departamento. Por si acaso lo digo.||•

Asiente con la cabeza y antes de siquiera darse cuenta, han aparcado. Están en el garaje del edificio donde ambos viven aunque en departamentos diferentes. No ve el audi amarillo; él no está en casa. Se ha librado de una discusión, de momento.

El soviético le abre la puerta como todo un caballero y hasta le ofrece la mano, a lo que el otro acepta mientras con la otra, se quita las lágrimas. Su maquillaje ya estaba arruinado antes de todas formas; ahora parece una mezcla entre un panda y un fan de The Kiss en un concierto de la banda.

— ¿Necesita ayuda para quitarse el maquillaje?

Se queda en silencio hasta que entran al ascensor. El cristal le hace sentir ganas de reír. No lo hace; no es su prioridad.

— ¿Puedo usar su baño?

— Claro… Es lo mínimo que puedo hacer después de-... — No se atreve a decirlo.

El de cabellos de nieve se siente tan avergonzado de su ahora exnovia… ¿Cómo pudo ser tan cruel? ¡Insulta a un pobre chico que ni siquiera intentó besarlo, fue él! Tal vez sí que deba hablar con Paola y dejar claro todo esto de una vez. Además…, le gusta al alumno de policía con cabellos de fuego ahora a su lado y por el que además, su corazón se altera desde que lo conoció, signifique eso lo que signifique. Mejor dicho, tiene que hablar con ambos; no puede simplemente dejar las cosas así.

Un asentamiento de cabeza. El menor no quiere hablar del tema.

Una vez el ascensor se detiene y entran en el departamento, la colección de figuritas de anime capta la atención de la mirada bicolor antes de que el ruso pueda hacer nada para taparlas o esconderlas. El alto siente vergüenza mientras el otro observa todo, pero para sorpresa del mismo, hay una sonrisa simpática cuando el rostro de maquillaje corrido vuelve en su dirección.

— Es un otaku. — En su trabajo, usan ese término como insulto o burla; pero de los belfos rosados sale cariñosa y suavemente.

De nuevo, al igual que el que su corazón se altere por el mismo pelirrojo, ama cómo suena ese término con la voz de Horacio, signifique eso lo que signifique.

Antes de que comente nada, lo ve caminar al baño del piso de abajo; ambas casas son iguales al ser del mismo edificio y planta. Volkov no pierde tiempo y va a la cocina a tomar dos botellas de vodka y dos vasos, dejándolo todo en el salón, en una de las mesitas que esquinan los dos sofás del mismo; cada una a un lado del reposabrazos, sirviendo una -la que tiene las bebidas- para ambos sofás. Si el de mirada bicolor ha venido, querrá beber, ¿No? Aunque por si acaso, tan pronto como el otro emerge del aseo, con rostro limpio de maquillaje, pero igual de hermoso, decide preguntarle:

— ¿Le gusta el vodka?

❝Volkov ama el vodka.❞ recuerda las palabras de Greco.

— Amo el vodka. — Va a sentarse en el mismo sofá donde está el comisario y, en los segundos que el dueño de la casa no le mira por tomarse la libertad de servirles a ambos de bebida, el mismo, sonríe. Bueno, en realidad ambos sonríen, pero es evidente que por cosas diferentes.

Se observan antes de tomar un trago una vez el mayor le ofrece el vasito de cristal. El comisario, de un trago ya ve el fondo de su vaso de cristal, que no tarda en volver a ser llenado cuando se sirve más de la bebida alcohólica. El alumno, da un trago corto; su resistencia al alcohol sigue siendo una mierda.

— Nunca he probado un vodka tan rico… — miente para excusarse cuando ve que la mirada celeste le observa inquisitivamente por lo poco que bebe —, ni con tan buena compañía. — añade al notar que aquella forma de mirarle continúa, al no haber convencido al contrario.

Y por si acaso, una mano se apoya en la pierna del ruso. Se tensa, más no dice nada, y al poco se acostumbra, se calma, se siente… ¿Bien?

— Beber-... — da un trago al vodka recién rellenado, nervioso —, es mejor en compañía.

— Usted es la mejor compañía…

Traga saliva antes de dar un sorbo nuevo a su vodka. Esta será una noche muy larga…

«El plan funciona.»

☪• • • • •

— Mientes… ¡Sólo sabes mentir!

『Es cierto. Te ha pillado Gustabin.』

— A nadie en el CNP le importa que hayas desaparecido. — Le duele mucho escucharlo, pese a que sabe que no es cierto. Pero…, ya lleva desaparecido mucho tiempo y sigue viendo a los hermanos García -Gustabo y Horacio, que usa el apellido del otro- igual de tranquilos que el primer día cada vez que el rubio le pregunta cosas a cambio de comida y el de cresta se la da en secreto cuando se niega a decir nada.

— Conway me busca — señala al rubio con su mano libre —, ¡Y te matará cuando descubra quién eres! ¡Ni siquiera habéis ido hoy a trabajar!

☪• • • • •

Varias copas después -todas del comisario, el pelirrojo no ha dado más que uno o dos sorbos a su vaso nunca rellenado-, el ruso ya no es capaz de mantener el rostro serio. Una sonrisa boba muestra la dentadura perfecta del mayor que a ratos, canta en su idioma natal, borracho, claramente.

— Horacio… — Sin esperar respuesta, ya está volviendo a hablar —: Me gustas..., ¿Te gusto?

Y por segunda vez, no espera respuesta. Un brazo del soviético rodea el cuello ajeno, mientras el otro es detenido por el menor, que toma el vaso para dejarlo en la mesita al lado del sofá junto con el suyo, para evitar que se caigan en un descuido luego de tomar el líquido restante de ambos. Lo malo es que el ruso está en medio y que el pelirrojo, en los pocos tragos que ha dado, ya está torpe y algo "tocado" por el alcohol. Horacio cae del todo sobre el ruso, lo que obviamente causa que se queden mirando unos segundos con sorpresa.

•|| Tocado no siempre significa el sentido literal de la palabra. En este caso, "tocado por el alcohol" viene a ser "algo borracho". ||•

— ¡Me habría bastado con un "si"! — ríe tontamente el hombre de piel clara. El pobre se piensa que el joven se tiro queriendo…

— Soy malo con las palabras… — intenta disimular el otro, cambiando su expresión de sorpresa a una repentinamente lasciva.

Y cuando el mayor se acomoda para acostarse mejor bajo el contrario, nada detiene su beso. De hecho, quien lo inicia ha sido el pelirrojo que un día antes había intentado evitarlo; el soviético no duda en corresponder, aunque torpemente, por lo borracho que sin darse cuenta, se había puesto y los nervios que de serie, ya tenía. Los nervios parecen irse a medida que los segundos pasan… Es una pena que no hubieran tomado aire y se tuvieran que separar tan rápido. El ruso rio de forma suave; qué torpes eran. Y el pelirrojo, le pasó a besar el cuello con el rostro serio, haciendo succiones sueltas que dejarían marca al día siguiente, e iban bajando poco a poco. ¿Habían invertido papeles de alguna forma?

— H-H...

•|| Esto se leería: A-ache. No sabía si poner el sonido de la letra o la "H", perdón.||•

— Ábrete esto...

Nota que el menor está algo acelerado al quitarle la camisa de botones, pero no le puede culpar. A él su ropa le había empezado a dar calor desde que la mano ajena se había apoyado en su pierna varios tragos después y cuando la misma mano se apoya en su abdomen semi descubierto -el peso del otro le impide levantarse para quitarse completamente la camisa-, directamente le arde y quema la piel, demasiado como para poder soportar con ella un solo segundo. Y mientras las marcas se hacen ahora en su pecho y siente sus pezones ser atendidos por la boca ajena que alterna entre uno y otro, desea que al pelirrojo también sienta que le sobra la ropa.

La boca contraria se ha detenido para que el pelirrojo se separe y se quite su propia camiseta, dejando mudo la visión al mayor ante la vista del abdomen con cicatrices que puede ahora ver claramente, junto con perforaciones en ambos pezones y el tatuaje de G entre ambos pectorales. La mariposa de varios tonos azules de perfil que encerraba la letra negra, parecía burlarse de su estado de obnubilación mientras el dueño de la misma tira la camiseta a su espalda.

— шлюха бабочка… — Ante el susurro, el menor le mira confuso. No entiende ruso; no sabe si le está diciendo algo como "Qué bueno estás", si le está pidiendo que se vista o si le está diciendo la lista de la compra.

•|| шлюха бабочка: Puta mariposa.||•

Mientras el soviético se siente celoso de una simple "mancha" de tinta por estar en el pecho ajeno, la mano del pelo de fresa toma la del mismo, que sale de ese estado cuando sus yemas entran en contacto con la piel morena. Arde deliciosamente y es tan suave que no parece de este mundo; su mano al ser soltada, pasea libremente por la piel disponible. Delinea el tatuaje, hace círculos deformes alrededor de los pezones perforados con varillas negras y bolas blancas, acaricia las cicatrices y se pierde en cada una de las curvas de los abdominales marcados que poco a poco, le llevan al comienzo de la marcada V que se pierde bajo la tela del pantalón. Y en tanto, el menor tiene los ojos cerrados, disfrutando de las caricias, guardando las sensaciones en un rincón de su mente para más tarde; no es momento para eso y tendrá que dejarle inconsciente para buscar en el departamento y ver si hay algo útil; pero una vez la mano palida ha llegado al borde del pantalón y tironea con las puntas de sus dedos, sus planes cambian. A lo mejor la misión puede esperar…, solo un poquito.

— Hazlo… — ordena y tan pronto como lo hace, se ve con el pantalón por las rodillas sobre las que se apoya ahora. Ni siquiera ha sido capaz de escuchar la bragueta siendo bajada y eso le asusta; a lo mejor está más borracho de lo que pensaba, como el ruso.

Y a lo mejor, también está más "emocionado" de lo que pensaba; en su ropa interior gris ceniza se muestra una erección clara que por más que intenta buscarle origen, no lo halla. Tal vez nunca lo haga si el mayor no deja de besarle como acaba de hacer. Tal vez no le interesa saber hasta qué grado lleva queriendo que aquel beso se haga. Tal vez no quiera saber si es normal que de fondo está escuchando una canción lenta y suave, a contraste con la forma en la que su cadera se mueve y frota contra una de las manos que antes le bajaron el pantalón, mientras el ajeno es soltado ágil y desesperadamente por él.

Volkov bosteza tan pronto como el otro se separara con el fin de quitarle el pantalón del todo, parando para quitarle los zapatos antes, pero tan pronto como el calzado y los pantalones caen al suelo, el ruso se ha quedado casi totalmente dormido. No, no puede ser…

— Viktor… — le llama intentando mantenerle despierto.

Tira de la ropa interior ajena para quitarla luego de dar varios toques sobre la semiereccion y le besa en los labios para intentar que espabile. Nada funciona y sin remedio, ha terminado dormido.

— No… no… ¡No! — se queja en una mini rabieta.

Está tan enfadado que incluso ha puesto sus manos en el cuello ajeno y aprieta, queriendo hacer que el otro pague por dejarle de esa forma. Pero nada. Y si se ha despertado, nada lo indica; está quieto y no queja ni luego de unos segundos en los que el aire falta.

『¡No!』

Pero ante eso, suelta al ruso y retrocede, presa del pánico. Se queda en el suelo donde ha caído torpemente y se intenta calmar, respirando agitadamente. Se queda sin tiempo. Se apresura a mirar en el ordenador cuya contraseña es tan fácil que casi se ríe a carcajadas. "Putin".

— Tiene que haber algo…

Revisa emails, informes y las pocas fotografías que hay en el aparato. Nada demasiado importante. Gruñó con molestia antes de ir a mirar en el ordenador. La contraseña no es la misma, pero usa los dedos del dormido para entrar con la huella dactilar.

[15 llamadas perdidas de: "Paola"]
[80 mensajes de: "Paola"]
[4 videollamadas perdidas de: "Paola"]

Y después de eso, guarda el móvil en el pantalón contrario, en el suelo. Por un momento quiere vestir de nuevo al peliblanco, pero…, que el ruso recuerde lo sucedido o crea que ha pasado algo más, le divierte y le conviene. Con eso en mente, desnuda del todo al comisario dormido, poniendo sus propios boxer sobre el abdomen pálido, vistiendo en su lugar los negros del ruso; decide que se los quedará y algo en él desea que el otro se los queda fuera de la misión que le llevo a entrar en aquella casa en primer lugar.

Se pone la camisa del otro en el cuello, limpiando en ella su sudor entremezclado con colonia, en un intento de que parezca que han estado más tiempo juntos del que en realidad han estado y deja las cosas más desordenadas en el salón. Quiere que parezca que la noche ha sido más loca de lo que en realidad fue o habría sido, pese a que él ni siquiera estará ahí cuando el mayor despierte.

Y luego de preparar unas cositas y hacer algunas fotos, se va.

☪• • • • •

— ¡Vol-volkov~! — se escucha gemir en la otra habitación.

— Pues, yo no escucho a Volkov muy afectado con tu desaparición… — se burla Gustabo, que se abraza del de cabellos carbón pese a que este le ha estado intentando apartar hasta que se canso de ello hace un rato.

Gustabo sabe que su hermano está solo en su cuarto, sino, según es, habría empotrado contra todas las paredes y puertas al ruso durante su camino al cuarto. Pero ha sido silencioso, demasiado. El rubio siente miedo de la atracción que el otro está desarrollando por el de mirada de hielo, sobre todo por lo que ha visto horas antes.

Ya hay dos cosas de las que tiene que hablar con-

— Tu hermano debe de gustarle mucho más de lo que creí…  — comenta el esposado luego de escuchar el apellido de su mejor amigo ser gemido por segunda vez, más alto que antes.

— Espera… ¿Qué?

┎──────────────────◉──────✧ ˎˊ-

┣╍❥ Adivinen quién va a escribir un Volkacio
╏ para la inauguración de "Cementery of love",
╏ la recopilación de oneshot que viene en
╏ nada ;) se viene lo bueno gente uwu.
┣╍❥ 5916 palabras.
┗╍❥ DB.

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