🪷 𝖁𝖎𝖆𝖏𝖊 𝖆 𝕸𝖔𝖘𝖈𝖚 🪷

Una mujer de cabello blanco estaba sentada en la sala colorida de México. Los sofas eran verde pasto, y tenían telas bordadas estilo mexicano. Ella vestía un traje negro elegante y estaba sentada con las piernas cruzadas esperando a que el contrario reapareciera.

—Lamento la tardanza, ¿quieres algo de tomar?

—No gracias. Necesito hablar contigo, cuánto antes mejor.

Señaló el sillón frente a ella, invitándolo a sentarse. México tenía cara de regañado, parecía un niño pequeño. ONU preparó cuidadosamente las palabras que le diría a continuación.

—México, estás en grandes problemas, creo que eso te queda más que claro —el contrario se limito a asentir—. Rusia lleva un mes desaparecido. He intentado abogar por ti frente al gobierno ruso, pero ya no puedo hacer más lucha. Tienes que presentarte, no me importa si has aprendido el ruso suficiente. Te necesito dando la cara por este asunto.

—ONU, por favor, deme más tiempo...

—¡Basta! —extendió sus grandes alas blancas, intimidando a la nación, quién sólo se encogió en su lugar—. Ya tuve suficiente de esta tontería. La próxima semana tienes una cita con Putin, y te quiero ahí, presentable, con un buen argumento para defenderte y ofreciéndole ayuda para localizar a Rusia. Aunque... —hizo una pausa—. FBI ya ha localizado el teléfono del euroasiatico.

—¿De veras? ¡Ay, wey! No puedo creerlo, al fin vamos a salir de esta, ¿no es así? —ONU seguía teniendo su semblante serio—. ¿ONU?

—Definitivamente está en tu territorio —su tono escalofríante solo causaba terror en el latino—. De echo, se encuentra en este estado, en Jalisco. Sólo falta más presición para saber dónde está con exactitud.

—¿Sigue aquí? —miles de ideas rondaban por la cabeza de México—. ¿Pero cómo? Si realmente fueron...

—Debería de terminar en otro lado, si, lo entiendo. Sin embargo, no es el caso. Y todo esto solo lo hace más misterioso todavía —ONU se levantó dirigiendo la vista hacia la ventana de la casa del mexicano, mirando hacia el exterior—. Lo que me deja pensando si... Realmente tú no tienes nada que ver con esto.

—Se lo juro, jefa. ¿Yo por qué tendría que andar secuestrando naciones?

—No lo sé, dímelo tu —acomodó la corbata de su traje—. Es por ello que deseo que hagas lo posible por preparar un discurso digno de presentarse ante el gobierno ruso. No quisiera que te arresten ni que el resto de países eliminen sus tratados contigo porque sospechan que has cometido un posible secuestro.

Rusia escuchaba todo desde el piso de arriba. Debía deshacerse de ese teléfono, de lo contrario habrían problemas en casa. Y peor aún, con la única persona que había sido amable con él desde ese fatídico día. Pero... ¿Dónde podría lograr su cometido? Quizás había un lugar donde podría destrozar su teléfono y enviar los restos lejos donde nadie pudiera encontrarlos, o que nadie pudiera vincularlo con el mexicano.

• ────── ✾ ────── •

—Я просто пришел попрощаться с тобой (Sólo vine a despedirme de ti) —Rusia estaba frente a una barranca con altas montañas, había escogido este lugar porque a su parecer, nadie iría a buscar ahí, francamente parecía bastante abandonado—. Ты провел со мной замечательные моменты, ты заставляешь меня просыпаться по утрам и общаться с моими людьми. я всегда буду благодарен  (Pasaste momentos maravillosos conmigo, me haces despertar en la mañana y comunicarme con mi gente. Siempre estaré agradecido)

De pronto no podía creer que estaba haciendo esa tontería. ¿Por qué demonios le hacía un funeral a su teléfono? Bloqueo la pantalla e intento partirlo en dos, cosa que habría funcionado si tuviera los musculosos brazos que solía tener siendo un hombre. Maldijo nuevamente por lo bajo limitándose a aplastar la pantalla con su talón. Acto seguido lo lanzó como si se tratara de un frisbee hacia la barranca, viéndolo caer dando vueltas lejos de su alcance.

—Пока (Adiós) —lo vio desaparecer entre los secos árboles, gracias a la época primaveral-veraniega—. Черт, мне нужен новый (Mierda, necesito uno nuevo)

Quizás en su país, necesitaba un número telefónico ruso por si llegaba a deshacerse de toda esta maldita pesadilla. Seguía sin creerlo, ya había pasado un mes y aún no lograba encontrar a ese “amor puro”. Esta situación comenzaba a estresarlo como nunca antes lo había estado.

Además, últimamente no estaba muy de humor. Estaba enojado todo el tiempo, su rostro tenía algunos granos, su vientre bajo se había hinchado y su antojo por los chocolates no le ayudaba en lo absoluto. Estaba cansado la mayoría del tiempo, solo quería estar en cama. Se sentía aún más horrible que antes por todos los cambios que experimentaba. ¿Acaso se había deprimido? No, no debía ser eso, aunque tenía muchas razones para estarlo en ese momento.

Regresó a casa de México por la tarde, este se encontraba viendo la televisión como de costumbre. Rusia estaba dispuesto a subir de vuelta a su habitación.

—Ana... Mañana debemos irnos, vamos a visitar tu país.

—Что? (¿Qué?)

—Si, lamento no avisarte antes, princesa —rascó su nuca, apenado—. Es sólo que la patrona llegó hace rato y me pidió que fuera a dar la cara ante tu gobierno. Es sólo que no quisiera ir solo, hace casi un siglo que no voy a tu país. Me preguntaba si quisieras acompañarme.

Nuevamente lo tomaba como un favor hacia el moreno. Además, no quería que el contrario la regara en medio de su discurso y terminara pudriéndose en un campo de concentración ruso por culpa de la homofobia que tenía el rubio y su miedo a aparecer de está manera. Ya tenía suficientes problemas como para que Rusia le causará uno más, del cual sabía que no podría librarse fácilmente.

Irré contigo.

Inmediatamente vio como la mirada de México brillaba de felicidad. Cómo si dentro de su ser celebrará una pequeña ceremonia por su respuesta. No se había dado cuenta de que esté sonreía de oreja a oreja.

—Gracias, wey. Neta no tienes idea de la que me estás salvando con esta.

—En verrdad no la tengo, xa-xa —si que la tenía.

• ────── ✾ ────── •

Una hora antes del medio día Rusia y México se encontraban alistandose para abordar su avión. Desde que tenía memoria, Rusia siempre había tenido problemas con su equipaje en el aeropuerto y quería asegurarse de que está vez no sería así. Había amarrado un listón azul, pegado una etiqueta con el nombre de México e incluso le había tomado bastantes fotografías a su maleta, por si está llegaba dañada.

Ambos estaban por subir al avión, sólo que al rubio se le olvidaba un pequeño detalle.

—Pasaporte, señorita.

—Дерьмо (Mierda) —este había quedado en la maleta del hotel—. ¿Qué no sabe quién soy?

—No, chica. Por algo les pedimos que traigan un documento que los identifique —lo barrio con los ojos—. Pasaporte.

—Pero soy rusa, ¿acaso es ciega? ¿O tonta?

—Le pido que modere su vocabulario —la asistente amargada del aeropuerto parecía chocar personalidad con el euroasiatico—. Si no tienes pasaporte, te pido que te retires de la fila, hay más gente que tú esperando a abordar la nave. ¿Qué esperas? Mueve tu trasero en este instante.

—Слушай, черт побери... (Escucha, maldita pe...)

—¡Wow! —México interrumpió la pelea entre ambas mujeres, rodeando los hombros de Rusia con su propio brazo—. Tranquilas, tranquilas. Ella viene conmigo, déjela pasar, andele.

—Si, señor México —dejó pasar a ambos dentro del avión.

—Сука Блять (Perra de mierda)

—Oye, oye. ¿Qué te parece si nos relajamos un poco? —Rusia murmuró un par de cosas en su idioma.

—¿Por qué no viajamos en el avión presidencial? Así no tendríamos esta clase de conflictos.

—Ah... —soltó una risa incómoda—. ¿Qué no sabes? Mi presidente... Lo vendió.

—Что?! (¡¿Qué?!)

—Si, wey, así como lo oyes. Ya no tengo avión privado, así que tengo que viajar en aerolínea común.

—это глупо (Esto es estúpido)

México condujo a Rusia a sus asientos. Ambos se pusieron cómodos definitivamente sería un largo viaje de vuelta a casa para el euroasiatico. Había comprado un abrigo nuevo y por supuesto no había olvidado su querida Ushanka. México únicamente llevaba un poncho, colorido como todas las cosas en su país. Aunque el rubio sabía que no sería suficiente para que se protegiera del frío.

—¿Sabes? Aún recuerdo cuando viaje a tu país por última vez —la voz de México hizo que Rusia le prestará atención—. Fui a visitar a URSS, ya sabes, tratados comerciales con mi país, cosas de la guerra fría, etc. Y conocí a sus chiquillos, aún recuerdo a Rusia, el más travieso.

—¿Aún lo recuerdas?

—Por su pollo que sí —Rusia no podía creerlo—. Definitivamente él era, siempre era muy ocurrente. Y su padre se molestaba mucho con él. No sé que le pasó, de pronto se volvió muy serio, y gruñón. Quizás sea por el peso de cargar un país tan grande.

—Да... (Si...) Debe ser por eso.

—No me malinterpretes, mija. No lo culpo, yo también me pondría así si mi padre fuera tan estricto.

—Но Испания была (Pero España lo fue)

—España no es mi padre —de pronto su mirada se oscureció un poco—. No me gusta hablar de ello, pero... Podría decirse que soy adoptado.

—ты ненавидишь это? (¿Acaso lo odias?)

—No, no —volvio a ser el amable México—. No lo odio, quiero mucho al onda vital. Es sólo que hubo una época oscura de la que no me agrada mucho hablar.

—Хорошо (Está bien)

—Quizás algún día pueda contarte —decidió cambiar un poco el tema—. Debo admitir que era igual de vago que Rusia.

—Действительно? (¿De verdad?)

—Una vez quemé la alfombra del castillo de España —soltó una risita traviesa—. Fue tan gracioso. Nos pidió a todas sus colonia traer agua, pero a Guatemala se le cayó cuando venía a ayudar. Dejó un charco gigante y cada que pasaba uno de mis hermanos se resbalaba y también tiraba su balde de agua. Fue un desmadre total. No dejaba de gritar “¡Joder, tío! ¡Qué me van a volver loco, hombre!”.

Rusia soltó una risa con la forma en que México imitaba la voz de España. El moreno acompañó su risa burlándose de su padre.

—Sabía que sabes reírte —respiraba entrecortadamente.

—Por supuesto que sé. ¿Qué te hace pensar lo contrario?

—Bueno, siempre andas toda seria, sonríes de vez en cuando, le gritas a las personas... —observó que su acompañante parecía molestarse—. ¡No lo tomes a mal! Sólo pienso que deberías ser más alegre, no tomarte las cosas tan literal. No te ves mal cuando sonríes, y no sé por qué le tienes tanto miedo a las risas. Te pareces tanto a Rusia.

—¿No te gusta como soy?

—No, eso no fue lo que dije.

—Entonces, ¿por qué me dices todo eso?

—Ana, escucha. No quise ofenderte —tomó su mano, causando que Rusia prestará nuevamente atención a sus palabras—. Lo lamento, discúlpame. Quizás lo dije sin pensarlo. Es sólo que me agrada verte feliz, es todo.

—На самом деле? (¿En verdad?) —le regaló una tímida sonrisa.

—De veritas de veritas.

Las mejillas de Rusia se pintaron de un leve tono carmín. Desvió su mirada avergonzado, México hizo lo mismo. Seguían tomados de la mano. Tal vez tenía razón, ¿y si realmente se veía ridículo gritándole todo el tiempo a las personas sin razón? ¿Y si en realidad era un completo gruñón? No podía evitar pensar ahora mismo que quizás... Si era un tanto amargado. Pero así era él, aunque había algo en México que lo hacía actuar diferente, que lo hacía sonreír, burlarse, probar cosas nuevas. Escucho cómo abrían un envoltorio. Regresó su mirada al mexicano, viéndolo comer un paquete de Takis moradas.

—¿Quieres? —le dijo con todos los labios rojos por el chile.

—Dame uno.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top