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Aquel día se encontraban en la capital del país, Ciudad de México. El taxi iba lento por la cantidad de tráfico en las calles. Rusia iba mirando por la ventana impresionado por todos los edificios que observaba. Pensaba que México eran solo ranchos y personas andando a caballo. Jamás esperaría encontrar esa clase de paisaje urbano.

—¿A dónde vamos, weon? —preguntó Chile inquieta en su asiento, subiendo y bajando el vidrio de la ventana.

—Deje eso —México le dio un manotazo—. Pus nomas, a ver qué hacemos. ¿Quieren ir a Six Flags? ¿A las pirámides? ¿Qué les interesa ver?

—¿Tienen pirámides? —Rusia preguntó asombrado.

—Да (Si) —podia notarse a leguas lo impactado que estaba Rusia, a México le causaba risa—. Princesa, no sé 'onde piensas que estás parada, pero estás en uno de los países más diversos.

—Me doy cuenta —mencionó apretando los labios.

—Tranqui, no me emputé —el rubio aflojó su expresión facial—. Te va a gustar a dónde te vamos a llevar, mija. Chófer, llevemos a Teotihuacan.

—Claro, hijo —comenzó a mover el volante en la dirección indicada, refunfuñando pues ya le habían hecho cambiar de dirección varias veces.

—'ora si viene lo chido, vas a conocer lo que es bueno —se dio unas palmadas en los muslos sonriente.

Rusia observaba todo con una sonrisa amplia en su rostro. Todo parecía tan nuevo en aquel lugar, y México tenía razón. Habían tanto casitas de la época colonial como edificios altísimos así como pirámides y paisajes diversos. Ese país era mágico y comenzaba a gustarle. Quizás en un futuro llegaría a hacer tratos comerciales y llevar una relación más estrecha con el mexicano. Quién sabe.

De momento, su corazón daba un vuelvo cada vez que pensaba en él, en lo que hacía, en lo que pensaba. Su interés en el representante más bajo había incrementado a lo largo de esa travesía por el sur de su país. Aunque no sabía si era mero interés por conocerlo o que otros sentimientos estaban comenzando a salir a flote. De ser la segunda opción, debía apagar esas llamas de alguna u otra forma, no quería ni pensar en la abominación que era que dos hombres estuvieran juntos, mucho menos él mismo.

El paisaje por la ventana comenzaba a cambiar, y el ruso iba tan inmerso en sus pensamientos que ni siquiera se daba cuenta de ello. México no podía dejar de verlo, aproximaba su mano lentamente a la de él intentando ser discreto para poder tomarla. Chile notaba aquello, le daba ternura y risa, aunque era buena ocultandolo pues no quería arruinar el momento. Rodó los ojos sonriente, finalmente parecía que comenzaban a avanzar en su relación. Lento, pero seguro diría México.

Por su parte, el mexicano sólo la miraba de reojo, dedicándole aquellos pequeños segundos de su tiempo en apreciarla. Controlaba su respiración intentando acallar los fuertes latidos de su corazón acelerándose mientras más se aproximaba a ella. Cerró los ojos con temor una vez sus manos se encontraban lado a lado, apenas rozando su piel. Soltó un suspiro, suave, discreto y silencioso. Sentía como todos en aquel taxi podían escuchar los latidos de su corazón. Las mariposas en su estómago aleteaban sin parar, causándole unas náuseas y nervios que cada vez eran más imposibles de controlar. Estaba tan cerca, ¿por qué demonios era tan difícil hacer eso?

Tal vez era que temia herirla, cómo había hecho con Canadá. Sólo pensar en eso apaciguaba su corazón, calmaba sus ilusiones y mataba a las mariposas en su estómago. Dios, por qué todo tenía que ser tan jodidamente difícil. Titubeó un poco, hasta que recordó las palabras de su presidente, ella no es Canadá, ella no tiene un hermano que se dedique a arruinar su romance, esa historia no tiene por qué repetirse con ella. Era otra persona, otro comienzo, y no debía repetir los mismos errores de antes si quería que esto se transformará en algo más formal, en algo más serio.

Nuevamente la dopamina dominó el cerebro de México, quién no aguantaba más la tentación de volver a sentir su suave y tersa piel bajo su mano. Comenzó a moverse con delicadeza, hasta que lo logró. Finalmente estaba tomando su mano, y ella correspondía. O eso parecía, ya que no le puso objeciones ni lo apartó. Era una buena señal. Las mariposas en su estómago, los latidos del corazón, las ilusiones en su cabeza, todo se intensificaba de golpe estando así con ella. Era como una droga para él, y no entendía por qué de pronto la amaba tanto, apenas y la conocía. Pero sentía que ya la había visto, hace mucho tiempo.

—Señores, ya llegamos —estaba tan inmerso en sus pensamientos como Rusia, no se habían dado cuenta de que ya estaban en el lugar.

—Gracias, señor. ¿Cuánto le debo? —se maldijo a si mismo cuando tuvo que apartar la mano de la de Rusia para sacar su dinero.

¿Acaso se habían estado tomando de las manos?, pensaba Rusia al tiempo que sus mejillas se ponían coloradas. Chile soltó unas risas detectadas por el euroasiatico, lo que solo provocó que esté se enfureciera, aumentando el sonrojo en sus cachetes. La latina abrió la puerta del auto bajando del mismo. La siguió México y Rusia bajó al final. El mexicano le extendió la mano antes de que está llegará a la puerta.

—Что? (¿Qué?)

—Bueno, quiero ser un caballero —volvió a hacer aquel gesto—. ¿Vamos?

Rusia tomó su mano, y México le ayudó a bajar del taxi. Cielos, de alguna forma aquello se sentía tan cálido para su corazón. Caminaron tomándose de las manos hasta las pirámides. Chile iba tomando foto de absolutamente todo. El mexicano respiraba más tranquilo, ¿acaso se le podía culpar por sentirse tan bien junto a aquella mujer rubia?

Paseaban por todas aquellas bellas pirámides, patrimonio de la humanidad. Rusia estaba sorprendido ante aquellos grandes monumentos arquitectónicos, se preguntaba cómo rayos habían logrado construir cosas con grandes sin tener la tecnología que se tiene hoy en día. Misma pregunta que se hacen algunos turistas con las pirámides de Egipto. Admiraba embelesado, seguía a México y Chile a dónde quiera que iban, y estos le contaban cosas interesantes de aquellas estructuras.

—Mira, princesa, está pirámide es conocida como la pirámide del sol —estaban de pie ante la pirámide más grande del lugar—. Representa al hombre, y al sol obviamente.

—No logró entender cómo es que subían todo eso con el calor que está haciendo aquí, Mex —tomaba el folleto que le habían ofrecido en la entrada como un abanico. Su piel se enrojecia por los rayos del sol.

—Bueno, lo subían únicamente para hacer rituales religiosos —caminaron lejos de aquella pirámide, volteando a su lado izquierdo—. Ah, mira, y para que no te sientas menospreciada también tienen una pirámide para las mujeres. Esa de allá es la pirámide de la luna, representa a las mujeres —señalaba a una pirámide más bajita, pero igual de cuidada y conservada que la más alta.

—Sabes, tengo una duda que no sé si me sepas contestar —caminaban hacia la pirámide antes mencionada.

—Adelante, güerita, a ver si le sé.

—¿Por qué a las mujeres las asocian con la luna, en lugar del sol?

—Bueno, como sabes antes se creía que el hombre era el género poderoso, el fuerte —Rusia asentía con cada palabra, prestando mucha atencion—. Y así como el hombre, el sol es fuerte y poderoso, o al menos así lo veían los astrónomos. Se pensaba que la mujer era débil y hogareña, tierna como la luz de la luna.

—De acuerdo, entiendo el punto —aquello no le agradaba demasiado.

—No te me enojes, princesa —apretó su mano—. Todavía no acabo. Cómo seguramente has de saber, la luna tiene un ciclo lunar de 28 días.

—Correcto.

—Y así como la luna, ustedes las mujeres tienen un ciclo de 28 días —aquello hizo que Rusia abriera su boca de la impresión, inconscientemente—. Jeje, ¿qué tal te quedó el ojo, nena?

—¿Cómo? A ver, espera —estaba algo impresionado—. ¿Cómo diablos? ¿Entonces tengo cierta relación con el ciclo lunar?

—Impresionante, ¿no? —le regaló una sonrisa—. Personalmente, me agrada más la descripción que le dieron mis ancestros a la relación que tienen las mujeres con la luna que la de los hombres con el sol. Siento que tiene más sentido con ustedes. Y de cierta manera, me parece hermoso como ustedes conectan con la naturaleza de esa forma. Cómo si hubiera sido planeado para ello.

—Да (Si) —realmente coincidía con la idea, era una hermosa coincidencia—. Aunque el ciclo lunar es hermoso, el ciclo menstrual no.

Aquello provocó que México soltara una carcajada, la cual correspondió Rusia. No sé le habría ocurrido que ella podría hacer esa clase de bromas. Terminaron sus risas mirándose a los ojos. Sentían sus miradas conectándose. Esa mezcla de café con celeste al mezclar el color de sus iris. Se sentía tan bien estar así, era agradable la compañía del otro en ese instante. Una cálida sonrisa iluminó el rostro de México, a la vez que lo hacía en el de Rusia. La distancia entre sus rostros se acortaba cada vez más. Todo el mundo a su alrededor desaparecía, ya no importaba más. Sólo estaban ellos dos en un plano diferente a la realidad. México entrecerró sus ojos. ¿Acaso iba a ocurrir? ¿Acaso por fin iba a romperse aquel hechizo? ¡Despierta, Rusia!

—México —desvió la mirada, cerrando los ojos ocultando su rostro de la vergüenza—. ¿Por qué no me cuentas más sobre la luna?

Soltó la mano del mexicano, quién ahora estaba entre triste y confundido. Respiró hondo, quizás sería en otra ocasión. Guardó su mano en el bolsillo de su pantalón. Alejó su cuerpo de la euroasiatica, intentando disimular lo que sentía en aquellos instantes. Decidió limitarse únicamente a caminar por su lado, contándole más sobre los astros, contándole más sobre su cultura.

Rusia no dejaba de preguntarse. ¿Qué había sido aquello? ¿Qué demonios había sido eso? ¿Acaso estuvo a punto de besarse con México? No, por Dios, qué asco. Claro que no. No le gustaba México, no le gustaba México, no le gustaba México. Sólo le interesaba conocerlo, es todo, sólo eso. Todo esto no era más que mero interés. No tenía por qué haber sentimientos de por medio ni nada por el estilo. Además, para él solo era una persona desconocida que había rescatado de ser violentada en un callejón y ya, no había por qué llevar esa relación de amistad a algo más, no señor.

Pero igual como se preguntaba qué había pasado y negaba lo que sentía, no dejaba de pensar igualmente en que quizás le gustaba a México. Lo suficiente como para querer plantarle un beso en los labios. Quizás le atraía lo suficiente como para tomarle de la mano en casi todo momento. ¿Pero por qué él? ¿Qué tenía de especial que llamaba tanto la atención del moreno de ojos marrones?

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¿Ya vieron el precioso dibujo que le hizo VolkCH69 a mi México precioso? Admiren está belleza:

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